lunes, 18 de enero de 2016

La Misericordia en San Francisco 11

                                              MISERICORDIA      
                   «CARTA A UN MINISTRO» DE SAN FRANCISCO
                       

                                     
                                                                    XI

             En esta línea se sitúa Francisco, por eso puede decirle al Ministro que «todo debe tenerlo por gracia».  Él pasa de una vida a otra advirtiendo la transformación personal gracias al Espíritu del Señor. Hay tres acontecimientos por los que Francisco se introduce en la historia de Jesús: 1º libertad de los valores que establecen el poder entre los hombres en la escena con su padre y el obispo de Asís; 2º revelación de Dios proponiéndole una nueva misión con las palabras que le dirige el crucifijo; 3º descubrimiento de un «mundo nuevo», que supone una «vida nueva» para la que hay que «nacer de nuevo» en el encuentro con el leproso. La clave del cambio de vida en la experiencia de Dios como amor, la coloca Francisco cuando le habla el crucifijo. Tal experiencia de amor entraña una visión del pasado de su vida, un movimiento hacia atrás por el que verifica la inutilidad de los proyectos familiares y sociales; a esto alude cuando dice «salir del mundo», entendido el mundo como la inclinación al mal, la vanidad, la soberbia y el poder que provienen del poseer.
           
A medio camino entre Asís y Santa María de los Ángeles está el hospital de San Salvador de los Muros en el que se curan muchos leprosos: «Vivía con ellos y servía a todos por Dios con extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus úlceras purulentas». Francisco da un paso más: de ayudar a los necesitados y distribuir su dinero y ropa para que coman y se vistan, pasa a vivir con ellos. Esta implicación personal lleva consigo una identificación con los pobres de la sociedad para devolverles su dignidad. Y tanto la libertad como el compromiso que adquiere con ellos provienen de su experiencia de Dios. Es el arranque de la «vida nueva», o del «hombre nuevo». Si la Iglesia le da la libertad, es para repararla, y en un primer momento entiende que es una reconstrucción física. Pero poco a poco comprende que la libertad es para que Dios se deje ver y él lo pueda ver en la ayuda, recuperación y convivencia con los marginados.
               A partir de Jesús, por su pasión y muerte para Pablo, por la recreación de su vida edificada sobre el fundamento del Evangelio para Francisco, arranca el verdadero sentido de la vida humana cuando se lee desde Dios. Estos son los pasos que recorren los cristianos, gracias exclusivamente a Dios: creados por su amor, perdonados por su amor en su Hijo, justificados por Él, salvados por Él por medio de su Hijo y, finalmente,  todo el proceso del crecimiento personal y comunitario, lo que se entiende por santificación, proviene del Señor en Cristo Jesús. Se puede terminar con la afirmación paulina: «Pues yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí». Por consiguiente, el Ministro impondrá en la relación con los hermanos el orden de la gracia, de la donación, recibida desde el Señor en Cristo, y se alejará de la justicia como premio y castigo en las relaciones de amor o del cumplimiento de la ley y las normas como el seguimiento básico del Evangelio.
           
La gracia que nace en Dios y se canaliza por la historia de Jesús termina en las relaciones amorosas entre los hermanos. La afirmación proviene de uno de los núcleos fundamentales de la revelación cristiana: «Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud». El movimiento de amor que nace de Dios y se concreta en el envío de su Hijo para salvar a la creación no exige, de por sí, una correspondencia humana a dicho amor. Ya lo hemos dicho antes: la respuesta al amor que procede de Dios y se manifiesta en Cristo se dirige a los hombres, comprendidos como hermanos. El Ministro, entonces, entenderá aquello: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis…». Es lo que le dirá Francisco a continuación, cambiando radicalmente la forma de la vida de perfección religiosa entendida hasta entonces. 


























                                                          




Jesús enseña en la Nazaret

DOMINGO III (C) 


Lectura del santo Evangelio según San Lucas  1,1-4; 4,14-21.
            Ilustre Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
            En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para dar la Buena noticia a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

           
1.-  Desde hacía cinco siglos Israel estaba deseando una intervención del Señor para poder proclamar la verdad de su poder y, con el poder de liberar de la esclavitud, la verdad de la creencia en su existencia. Y he aquí que un paisano suyo, técnico de la madera, la piedra y el hierro, conocida su familia por los 700 habitantes, aproximadamente, de Nazaret, se presenta como el enviado de Dios para cumplir la profecía de Isaías.  Inaugura el año de gracia, que no de condena y destrucción, como auguraba Juan Bautista, su precursor. Jesús empieza en Nazaret la relación gratuita y libre del Señor a favor de los pobres y actúa de inmediato sanando enfermos, expulsando demonios, perdonando pecados. El Señor no está al llegar; está ahí, ante todos nosotros, haciendo el bien a todos, e invitándonos a compartirlo con los despistados.
       
2.-  La comunidad cristiana vive de tomarse en serio lo que ha comunicado Jesús a sus paisanos. Jesús viene de Dios, como hemos celebrado en la Navidad pasada y ha manifestado la liturgia con las fiestas del Nacimiento, los Magos, el Bautismo y las Bodas de Caná. Así se ha dado a conocer a Israel, a los paganos, a sí mismo y a sus discípulos. La comunidad cristiana vive también de continuar  proclamando el año de gracia del Señor a los pobres, a los esclavos, a los que aún no saben cuál es su dignidad humana. Pero no debemos olvidar  el aprender a comunicar la buena noticia del año de gracia del Señor a nuestros contemporáneos, como hizo Lucas. No vale repetir sin sentido alguno lo que nos enseñaron; o memorizar los textos evangélicos sin comprenderlos; o tratar de imponerlos sin razonar la bondad de su mensaje.
                                         
           
3.-  Podemos llevarnos de la imaginación y vernos sentados en la sinagoga. De pronto nos sorprendemos de ver a un paisano que ha estado trabajando en Tiberias y viviendo en Cafarnaún, a unos 27 km de nuestro pueblo. Nos han llegado noticias de que ha curado enfermos, liberado a endemoniados y perdonado pecados por los pueblecitos que están alrededor del mar de Galilea. Por otra parte, estamos hartos de trabajar, ganar poco y pagar muchos impuestos a los romanos y a las autoridades religiosas para mantener el templo. Todos los días nos preguntamos ¿cuándo acabará una vida así? Y llega Jesús, conocido por ser un trabajador, y creyente como nosotros, y nos dice que esta penuria termina. Nos quedamos abobados y nos preguntamos: ¿será verdad? Y lo es cuando compartimos su esperanza y la bondad del Señor, haciendo el bien a todos. Aquí, en nuestra tierra y con nuestras gentes, y en cada uno de nosotros empieza la libertad


El año de gracia

DOMINGO III (C) 


        Lectura del santo Evangelio según San Lucas  1,1-4; 4,14-21.
            Ilustre Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
            En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para dar la Buena noticia a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.


          
  1.- Texto. Lucas dedica a Teófilo el Evangelio que ha escrito, una vez que ha examinado las fuentes consultadas: el evangelio de Marcos, los dichos de Jesús, las que transmite su comunidad cristiana, etc. A todo ello le da su orientación personal: la defensa de los pobres, de las mujeres, de la misericordia y bondad del Señor, etc.―  El Espíritu conduce a Jesús a Nazaret; en concreto, a la sinagoga de su pueblo. De la soledad del desierto pasa a vivir en medio de sus conocidos. Jesús toma el rollo de la Escritura y lee al profeta Isaías (61,1-2) y se identifica como el profeta esperado por Israel para liberarse de los imperios que lo esclavizan, una esclavitud que comienza en el año 587 a.C. Son quinientos años sometidos a las potencias de turno. Y concreta su misión con estas afirmaciones fundamentales: comunica la buena noticia a los pobres, la libertad a los exilados y oprimidos, y el anuncio del año jubilar en el que se restituían las posesiones a sus amos, se dejaba de trabajar, se perdonaban los pecados, se daba la libertad a los esclavos, etc.  Lucas quita expresamente de la lectura del párrafo de Isaías que el enviado del Señor va a «sanar los corazones rotos»  y llega «el tiempo de la venganza del Señor». En su anuncio de la Buena Nueva no hay un juicio de condena.


           
2.- Mensaje. Jesús afirma, al final de su lectura en la sinagoga, que empieza a cumplirse lo que Isaías ha profetizado. Es decir, está al alcance de la mano la liberación espiritual, política y económica que espera Israel desde hace tanto tiempo. Es una oportunidad que le ofrece a los oyentes para cambiar su vida, porque Dios se ha dirigido «hoy», es decir, de una manera definitiva, a los excluidos de los bienes de esta tierra. No hay que esperar al final de los tiempos para que cambie radicalmente las situación de injusticia que se da en esta vida, como se describe en la parábola del pobre Lázaro y el rico (cf. Lc 16,19-31). Por eso, sana a los enfermos, devuelve la libertad a los poseídos por el diablo, perdona los pecados. Sus paisanos comprueban que el hijo de María y José ha comenzado la liberación de todas las personas y de toda la persona humana. Por eso, quedan admirados en principio.

           
3.- Acción. Los cristianos debemos vivir y proclamar la salvación del mal que Jesús ha inaugurado, y que es una realidad tangible. Hay que excluir dos extremos que con frecuencia observamos: todo está mal, porque la salvación de Jesús es una falacia ante el poder del mal; hay que esperar la salvación al final de la historia. O todo va bien, porque Cristo nos ha redimido y no puede existir el mal, sino en aquellos que son rebeldes a su relación de amor. La experiencia y fe cristiana remite una vez más a Jesús. Él demuestra que el Señor ya ha empezado a salvar; no tenemos que esperar el juicio final para que se le haga justicia al enfermo y pobre Lázaro. Baste observar los avances materiales, psíquicos, intelectuales y espirituales que los cristianos hemos llevado a cabo en estos años de influencia creyente. La salvación comienza aquí, en nuestra historia personal y  colectiva. Pero tampoco debemos ser tan ingenuos para pensar que podemos vencer definitivamente al mal situado en nuestra cultura y en nuestros corazones. Él sigue siendo más potente; solo el Señor, al final de los días, lo destruirá en su totalidad.