viernes, 12 de febrero de 2016

I Domingo Cuaresma (C)

                                                              DOMINGO I DE CUARESMA (C)


                    Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4,1-13.
         En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: ―Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le contestó: ―Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: ―Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo. Jesús le contestó: ―Está escrito: «Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: ―Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras». Jesús le contestó: ―Está mandado: «No tentarás al Señor tu Dios». Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

1.-  El Señor le ha dado la misión a Jesús en el bautismo, como a nosotros cuando nuestros  padres nos llevaron a la iglesia para incorporarnos a la comunidad cristiana. Nuestra vocación y misión es servir a los demás con una vida entregada, orillando todo lo que sea vanidad, imponernos sobre los otros y tratar de vivir sin responsabilidades familiares, sociales y religiosas. El Señor nos pone en guardia para que podamos defendernos de los ataques diabólicos que pululan en la atmósfera que respiramos cada momento en la sociedad. Pero Él no nos deja: está continuamente amándonos para que podamos frenar las tentaciones.
2.- Se le ofrece a Jesús ser señor de multitud de reinos, con tal de adorar al diablo. Sería reconocer como señor a alguien distinto a Dios, su Padre. La tentación como oferta de poder, como al principio del tiempo Adán y Eva experimentaron el poder de decidir el bien y el mal (Gén 3,5), no sólo expresa la invitación que se le hace tantas veces en su vida a manifestar su condición de superioridad sobre los humanos por su identidad filial, sino a la misma comprensión de sus discípulos sobre su misión. Sin  embargo, una y otra vez Jesús nos recuerda la vocación servicial del bautismo: «Sabéis que entre los paganos los que son tenidos por jefes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera entre vosotros ser grande que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero que se haga esclavo de todos. Pues este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos» (Mc 10,42-45).
3.-  El Señor nos revela nuestra vocación; la vida nos ofrece tres alternativas para suplir la vocación cristiana de dar la vida de una forma sencilla y humilde, adecuada a nuestras posibilidades y valores. La ventaja que tenemos los cristianos es que la relación con Dios la vivimos en comunidad: la familia, la Iglesia, las comunidades y grupos eclesiales y humanos que nos ayudan a objetivar nuestra vida, a superar tantas dificultades, a apoyarnos para poder llevar nuestras cruces con un poco de alivio. Las tentaciones se debilitan mucho cuando la afrontamos en común: con un hermano o hermana, con un amigo o amiga, con creyentes con los que compartimos la fe, el culto, la Palabra del Señor. No perdamos nunca de vista a las personas que nos quieren para vivir la fe que actúa en la caridad.




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