lunes, 11 de enero de 2016

Las bodas de Caná

II DOMINGO (C) 



            Del evangelio de Juan 2,1-12

            En aquel tiempo, a los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le dijo: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al esposo y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
            Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

1.- Texto. Jesús asiste con sus discípulos y familiares a una boda que se celebra en Caná de Galilea. Esta población puede corresponder a una ciudad situada a 7 km de Nazaret hacia el nordeste, u otra llamada también así, distante una jornada de Tiberíades y a unos 14 km de la ciudad de la familia de Jesús. El relato se inicia con «al tercer día», seguramente a los tres días del encuentro con Felipe y Natanael; o puede relacionarse con el conocimiento que expresa Jesús sobre Natanael. Este le reconoce como profeta y rey de Israel, y Jesús le responde que: «cosas más grandes verás» (1,43-50). Es probable que la presencia de Jesús en esta fiesta se deba a la cercanía de amistad o de parentesco de la madre de Jesús con los esposos: «allí estaba la madre de Jesús», quien informa a su hijo de la falta de vino. El vino, que «fue creado para alegrar al hombre» (Eclo 31,27), es una bebida fundamental para estas celebraciones en concreto; las fiestas de nupcias suelen durar desde un mínimo de tres días hasta catorce como máximo, y en ellas esta bebida se hace imprescindible. Jesús responde a la solicitud discreta de su madre, que desea poner remedio a la difícil situación, y en cuya boca se coloca una frase con amplias resonancias en la historia de Israel: «lo que os diga hacedlo» (Jn 2,5); Jesús, como José, que abastece de pan al pueblo, o los israelitas, que se comprometen a cumplir la alianza que el Señor ha establecido con ellos, es quien dispensa al pueblo los bienes de la salvación.

2.- Sentido. El maestresala prueba el agua convertida en vino y testifica que el vino «nuevo» resulta ser mucho mejor que el servido a lo largo de la fiesta. La comparecencia de Jesús en la boda hace que se hagan presentes los dones escatológicos de amor, libertad y abundancia de bienes a los que tanto aspira Israel y que sus profetas se encargan de anunciar que estarán regados por el buen vino: «Mirad que llegan días -oráculo del Señor- cuando el que ara seguirá de cerca al segador y el que pisa uvas al sembrador; fluirá licor por los montes y ondearán los collados» (Am 9,13). Son los días que Marcos señala para disfrutar de la presencia del «novio» y donde no tiene cabida el ayuno que requieren los discípulos de Juan y los fariseos a los seguidores de Jesús (Mc 2,19), porque su presencia ya es el inicio del Reino, contemplado también como un banquete de bodas (Mt 22,2; 25,1). El nuevo vino es el gozo del cristiano que sabe que está siendo rescatado del mal por el Señor y potenciado en su capacidad de hacer el bien. Jesús, en nombre del Señor, nos acompaña ya en nuestro caminar hacia la felicidad plena.

3.- Acción. María visita a su prima Isabel, anciana y embarazada, para ayudarle; también está presente en la boda de unos conocidos para servir y hacer que todo salga bien en los siete días que duran los festejos. La identidad de María es servir: prolongar el amor y la gracia divina que Dios le ha concedido en la Anunciación de su maternidad. Y la entrega de María no alcanza solo a José y a Jesús, sino a todas las personas con las que se relaciona. Ella es la primera que el Señor ha convertido el agua, que es su vida, en vino: es la vida entendida como fiesta; es decir, como la presencia divina que transforma la realidad en una referencia constante a Él. Ya sabemos cómo orillar la violencia y la tristeza humana e irnos a la paz y gozo que nace del Señor.  



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