lunes, 21 de diciembre de 2015

Navidad. Meditación

                                                                        NAVIDAD        
                                                            Evangelio (Medianoche)

         Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,1-14.

         En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
         En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: —No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama.

           
1.- El Evangelista habla del Emperador, sito en Roma, y de un matrimonio humilde y sencillo, José y María, que vive de su trabajo —carpintero— y  en un pueblo desconocido —Belén— y a una Región irrelevante para el Imperio —Judea—. Pero en el mensaje del ángel a los pastores, es decir, el anuncio del Señor a toda la humanidad, es que María ha dado a luz nada menos que al Salvador, el Mesías, el Señor. Tanto nos quiere Dios, que ha trastocado totalmente los parámetros de las dignidades y posiciones humanas, y se ha ido allá donde nadie lo puede reconocer, porque la inmensa mayoría nacemos así: sólo al calor y con el gozo de nuestros padres. No ha podido acercarse más el Señor a todos nosotros. Y todo es debido a su benevolencia, a su beneplácito. ¡Quién no quiere un Dios así!

         
2.- Todo cambia. Y la comunidad cristiana, que guarda como un tesoro a Jesús, cuya presencia se da en la Eucaristía en cada segundo del día, debe vivir en el ámbito en el que ha aparecido Jesús: en los pueblos de la tierra, en todos los habitantes del mundo, porque a todos los ama el Señor. Y no puede huir y refugiarse en los castillos de honores y de poder. La noche se vuelve luz para los pastores, porque son capaces de reconocer con la luz de Dios la sencillez y la humildad que dan forma a la existencia, y no se alejan de ella como cuando nos llenamos de dignidades y nos encorvamos por el peso de las medallas que nos damos continuamente.

          
  3.- Cada uno de nosotros podemos identificarnos con los pastores. Son trabajadores al servicio del amo del rebaño, que llevan una vida de trabajo duro y fiel, porque al rebaño no se le puede dejar sólo, por el peligro de los lobos y de los ladrones. Y en medio de una vida monótona, como el trabajo diario, se presenta alguien distinto a nosotros, que nos transforma. La noche se transforma en día. – Entonces se nos da la capacidad de descubrir en medio de la sencillez, humildad y pobreza, a aquellos que nos transportan y revelan al Señor, el que nos ama y nos da la salvación. Una relación de amor gratuita, venida de fuera, que nos transforma. Es Dios, que no vive solo, sino alabado y querido por los que transmiten su voluntad de felicidad y salvación a todos. Hay que tener un corazón abierto y un oído atento, para escuchar esos mensajes esperanzadores que nos empujan a vivir con la fuerza que nace de la entrega más absoluta, como es la Del Señor a todos nosotros.




Nacimiento de Jesús

                                                                    NAVIDAD      

                                                           Evangelio (Medianoche)

         Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,1-14.

         En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
         En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: —No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama.

1.- María y José van a Belén para empadronarse. Lucas concreta el espacio y el tiempo del nacimiento de Jesús, hecho muy importante, porque el cristianismo se funda en la historia, que no exclusivamente en un mensaje. Es una revelación divina basada en la historia de Jesús. Por eso los Evangelios tratan de precisar el nacimiento como la muerte de Jesús. Cuando nace Jesús, Octaviano Augusto gobierna, y lo hace del 27 a.C. al 14 d.C., y conduce el Imperio a una situación llamada «Pax Romana Augustana». Bajo el dominio político del Imperio de Roma se unifica paulatinamente todo el Mediterráneo, formando un área cultural comparable a la que en este tiempo se da en Irán, India y China. Las dos tradiciones que recogen Mateo y Lucas sitúan el nacimiento de Jesús en Belén, aunque su vida transcurra en Nazaret (Lc 2,6-7; cf. Mt 2,1). Quizás, buscando un lugar tranquilo y desahogado, María y José se recluyen en el pesebre situado junto a la posada y donde se guarda el ganado. Lucas evidencia el contraste entre el poder y esplendor del Emperador  radicado en la Roma imperial y la humildad y debilidad del Hijo de Dios nacido en un pesebre. María da a luz a su «primogénito», lo que indica que antes no tuvo hijos y, por tanto, era el heredero, como consta en los Evangelios: «Carpintero e hijo del carintero» (Mc 6,3; Mt 13,55).

2.-  El anuncio a los pastores (Lc 2,8-10). Jesús nace fuera de la ciudad. Es de noche y unos pastores guardan su rebaño en el descampado. Los pastores se consideran en este tiempo gente marginal y descuidada en su oficio, pues, por lo general, no son amos de su rebaño. Al nacer Jesús todo se ilumina: el cielo (Lc 2,8-14) y la tierra (Lc 2,15-20). Un ángel se presenta a los pastores envuelto en la luz celeste y les comunica la buena nueva del nacimiento, y, como todo nacimiento, lleva consigo una gran alegría, un anuncio, ―la palabra―, que se ratifica por una señal. Que nazca «hoy» es que la presencia salvadora del Señor comienza con el niño nacido en Belén, como el «hoy» que Jesús pronuncia en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,21), en casa de Zaqueo (cf. 19,1-10), en la cruz al buen ladrón (cf. Lc 23,43).
 El nacimiento es del «Mesías», al que se le une «Señor», un calificativo que sólo se le ha aplicado a Dios en el AT, y para los paganos suponía una dignidad fuera de lo común. Además es «Salvador», función propia de Dios con relación a sus criaturas. ¡Es la gran alegría! El signo es el resumen de la vida de Jesús, toda vez que el Señor le indica en el Bautismo que su dignidad filial y su misión la llevará a cabo en forma de siervo (cf. Mc 1,11-13par): aquí, al nacer, es un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Frente al poder del Imperio, Dios se hace presente en la historia con la debilidad de un niño recostado en la trastienda de un albergue, donde se guardan los animales.

3.- La alegría de la noticia es para aquellos que son capaces de reparar cómo ama el Señor, en quién se contenta y con quién se relaciona. Naturalmente a todos los hombres, porque todos son sus hijos; pero se complace más con aquellos que perciben su amor, como los pastores, en la sencillez y pobreza, en la fidelidad, como un día lo será ese niño en la cruz. Por eso se alegra el Señor en el Bautismo cuando le dice: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Lc 3,22).

El coro que acompaña al ángel que anuncia el nacimiento invita a todo el mundo que se sume a la alegría celeste que supone la aparición del Mesías, Señor y Salvador en el mundo. Los pastores corren a Belén, descubren por la pobreza a la primera familia cristiana y lo anuncian a todos. Esta ya es la historia humana, porque empieza una vida que va a transformar a los hombres desde Dios. María con la anunciación y la acogida de su hijo le hace meditar, ir madurando su elección divina y su maternidad humana, para, en Pentecostés, ocupar el lugar de Madre, ya no sólo de Jesús, sino de todos los creyentes.