domingo, 22 de noviembre de 2015

Santos y Beatos, del 25 al 30 de noviembre

25 de noviembre

Isabel Bona (1386-1420)

            La beata Isabel Bona nace en Waldsee (Württemberg. Alemania) el 25 de noviembre de 1386; es hija de Juan Achler y de Ana. Ingresa en la OFS a los14 años, y a los 17 años en una comunidad de la Orden. Se le encarga el oficio de la cocina. Lleva una vida de oración y penitencia, y es amante de la soledad. Se la llama reclusa, porque no sale del convento. Padece la lepra y otras enfermedades graves. Se une a la pasión de Cristo pobre, y padece sus signos, como heridas de espinas en la cabeza, de flagelación en el cuerpo y los estigmas en las manos, pies y pecho. Muere en Reute (Baden-Württemberg. Alemania) el 25 de noviembre de 1420, a los 34 años de edad. El papa Clemente XIII aprueba su culto el 19 de junio de 1766.

                                                                    Común de Santas Mujeres

            Oración. Señor Dios, que cada año nos alegras en la fiesta de la beata Isabel Bona, concede a los que celebramos su memoria imitar también los ejemplos de su vida admirable. Por nuestro Señor Jesucristo.


25.1 de noviembre
Humilde de Bisigniano (1582-1637)

            San Humilde nace el 26 de agosto de 1582 en Bisigniano (Cosenza. Italia); es hijo de Juan Pirozzo y de Ginevra Giardino. Ingresa en el noviciado de los frailes menores de Mesoraca (Crotona) en el año 1609. Profesa el 4 de septiembre de 1610. Se le encarga el oficio de limosnero, atender el servicio de la mesa de la comunidad, cultivar el huerto, etc. Practica la oración continua, teniendo una actitud obediente, humilde y dócil. Ayuda a las personas necesitadas a quienes distribuye parte de lo que recibe de la Providencia. Es consejero de General Benigno de Génova, y de los papas Gregorio XV y Urbano VIII. Vive en el convento de San Francisco a Ripa y en el de San Isidoro en Roma. Muere el día 26 de noviembre de 1637, en Bisigniano. El papa León XIII lo beatifica el 29 de enero de 1882 y Juan Pablo II lo canoniza el 19 de mayo del 2002.

                                               Común de santos Varones

            Oración. Dios nuestro, que otorgaste a San Humilde la gracia de imitar a Cristo pobre y crucificado, concédenos por sus ruegos que, viviendo con fidelidad nuestra vocación, podamos alcanzar aquella perfección que tu Hijo nos propuso con su ejemplo. Que vive y reina contigo.

25.2 de noviembre
Luis Beltrame (1880-1951) y María Luisa Corsini (1884-1965)

            Luis Beltrame Quattrocchi nace en Catania (Sicilia. Italia) el 12 de enero de 1880. Estudia Derecho en Roma y llega a ser Abogado del Estado. En la ciudad eterna conoce a María Luisa Corsini, nacida en Florencia (Toscana. Italia) el 24 de junio de 1884, profesora y escritora. Se desposan el 25 de noviembre de 1905 en la capilla de Santa Catalina de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. Pertenecen a la Orden Franciscana Seglar. Casados durante cincuenta años, tienen cuatro hijos: Felipe, Estefanía, César y Enriqueta. Responsables en sus respectivos trabajos, llevan una vida intensa de fe con asistencia diaria a la Eucaristía, la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario rezado todas las noches. Promueven intensamente la justicia, la enseñanza y la ayuda a los pobres y necesitados. Modelos de educación a sus hijos, lo son también de familia cristiana. Transforman su trabajo en una fuente de santificación como pareja. Luis muere en 1951 y María en 1965. El papa Juan Pablo II los beatifica el 21 de octubre de 2001 y establece su fiesta el día en el que contrajeron matrimonio: el 25 de noviembre.


                                                               Común de Santos Varones o Mujeres

            Oración. Dios misericordioso, por la gloria de los beatos Luis y María Luisa nos ofreces el supremo testimonio de tu amor; concédenos, por tu bondad, que ayudados por su intercesión y estimulados por su ejemplo imitemos fielmente a tu Hijo. Que vive y reina.


26 de noviembre

Leonardo de Porto Mauricio (1676-1751)

            San Leonardo nace el 20 de diciembre de 1676 en Porto Mauricio (Liguria. Italia); es hijo de Domingo Casanova y Ana María Benza. Estudia Humanidades y Filosofía en el Colegio de los Jesuitas en Roma. A los veintiún años ingresa en la Comunidad de los franciscanos de la Reforma. Viste el hábito franciscano el 2 de octubre de 1697. Después de cursar los estudios eclesiásticos, es ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1702. Destinado primero como profesor de Filosofía, se dedica después a la evangelización. En 1709 se traslada al convento de San Francisco al Monte de Florencia, donde trabaja en el establecimiento y organización de los conventos-retiro de la Orden. En 1717 crea una fra-ternidad-retiro en la colina de El Encuentro, bajo el espíritu de San Pedro de Alcántara y del beato Buenaventura de Barcelona. Desde 1708 hasta su muerte en 1751, San Leonardo se dedica a la predicación de las misiones populares. Escribe un “Reglamento de misiones”, en 1712, que ha perdurado hasta nuestros días. Inaugura un Víacrucis en el Coliseo de Roma y en todas las iglesias donde predica. Logra erigirlo en 571 iglesias de Italia. También propaga la devoción del Santísimo Sacramento, la del Sagrado Corazón de Jesús y la del Inmaculado Corazón de María. Muere en Roma el 26 de noviembre de 1751. El papa Pío IX lo canoniza el 29 de junio de 1867. El 17 de marzo de 1923, Pío XI lo nombra patrono de los sacerdotes que se dedican a las misiones populares.


                                   Común de Pastores o de Santos Varones

            Oración. Dios rico en misericordia, te rogamos que, así como hiciste a San Leonardo un predicador insigne de la pasión de tu Hijo, propagando la devoción del Vía Crucis, nos concedas, por su intercesión, meditar esos mismos misterios de Cristo y merecer los frutos de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo.

27 de noviembre

Bernardino de Fossa (1420-1503)

            El beato Bernardino nace en Fossa (Áquila. Italia), el año 1421. Estudia en Perusa, donde se doctora en Jurisprudencia. En 1445 ingresa en el convento de Monterrípido de Perusa. Profesa la regla en manos de San Jaime de la Marca. Ordenado sacerdote, se dedica a la predicación siguiendo a San Bernardino de Siena, del que imita el espíritu de fe y recogimiento, prudencia, humildad y modestia. Dirige la re-forma de las fraternidades de Gubbio, Stroncone, Áquila, etc. Es vicario provincial varias veces y vicario de Bosnia y Dalmacia entre los años 1464-1467. También desempeña el cargo de Procurador general de la observancia cismontana ante la Curia romana entre 1467 y 1469; toma parte de los capítulos generales cismontanos de L’Áquila (1452), Asís (1455), Milán (1457), Roma (1458) y Mantua (1467). Funda varias fraternidades, entre las que se cuenta la de Santo Ángel d’Ocre, en la que vive mucho tiempo. Se retira al convento de San Julián, en las cercanías de L’Áquila. Muere el 27 de noviembre de 1503. El papa León XII aprueba su culto el 26 de marzo de 1828.


                                               Común de Pastores o de Santos Varones

            Oración. Dios nuestro, que llamaste al beato Bernardino para que buscara tu Reino en este mundo por la práctica de la caridad y oración perfecta, concédenos que, fortalecidos por su intercesión, avancemos por el camino del amor con espíritu gozoso. Por nuestro Señor Jesucristo.


27.1 de noviembre
Francisco Antonio Fasani (1681-1742)

            San Francisco Antonio Fasani nace en Lucera (Foggia. Italia), el 16 de agosto de 1681. A los 15 años ingresa en la Orden de los Frailes Menores Conventuales. Emite sus votos religiosos en Monte S. Ángelo. Cursa sus estudios eclesiásticos en los colegios de Venafro, Agnone, Montella, Aversa y Asís, junto a la tumba del Seráfico Padre San Francisco, donde fue ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1705. Defendida la tesis doctoral, es profesor de Filosofía en el convento de San Francisco en Lucera. Desempeña las funciones de superior, maestro de novicios, maestro de estudiantes, profesor y ministro provincial de la provincia religiosa de San Miguel Arcángel en Pulla. Se distingue por llevar una vida inocente y por su actitud humilde, penitente, servicial con los hermanos y con la gente; tiene una devoción especial al Sagrado Corazón y a la Virgen Inmaculada. Predica durante 35 años en las ciudades y los poblados de Pulla Septentrional y de Molisa. Muere en Lucera el 29 de noviembre de 1742. El papa Pío XII, el 15 de abril de 1951, lo beatifica y Juan Pablo II lo canoniza el 13 de abril de 1986.

                                   Común de Pastores o de Santos Varones

            Oración. Oh Dios de bondad, que en San Francisco Antonio Fassani nos has dado un modelo de perfección evangélica y un ferviente apóstol de tu Palabra, concédenos, por sus méritos y su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y solícitos en la caridad, para obtener así la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.


28 de noviembre


Jaime de La Marca (1394-1476)

            San Jaime nace en Monteprandone (Áscoli Piceno. Italia) el 1 de septiembre de 1394. Se doctora en Derecho Civil en Perusa hacia 1412. Trabaja como juez en Bibbiena (Arezzo. Italia) y como notario en la cancillería municipal de Florencia. Ingresa en la Orden en julio de 1416, haciendo la profesión en Asís. Es discípulo de Juan de Capistrano y Bernardino de Siena. En 1423 es ordenado sacerdote. Consigue la paz entre las ciudades de Fermo y Áscoli en 1446 y en 1463. Lucha contra las herejías de los bogomilos en Bosnia y de los husitas en Austria y Bohemia. Predica también en Ale-mania, Suecia, Dinamarca, Polonia y Hungría; difunde la devoción al nombre de Jesús. Cuando San Juan de Capistrano muere en 1456, lo sustituye como comisario de la Orden en Hungría. En el Concilio de Basilea promueve la unión de los husitas moderados con la Iglesia, y en el de Florencia, la de las Iglesias ortodoxa y latina. Predica la cruzada contra los otomanos. En Italia, combate también el movimiento radical de los fraticelli. Calixto III, en 1455, lo nombra juez en la cuestión entre los franciscanos conventuales y los observantes; su decisión, publicada el 2 de febrero de 1456, no complace a ninguna de las partes. Instituye diversos Montes de Piedad como instituciones de crédito sin afán de lucro, pozos y cisternas públicas. Da estatutos civiles a once ciudades y funda numerosas fraternidades laicas, siendo uno de los precursores del asociacionismo católico. Muere en Nápoles el 28 de noviembre de 1476. El papa Urbano VIII lo beatifica el 12 de agosto de 1624 y Benedicto XIII lo proclama santo el 10 de diciembre de 1726.

                                   Común de Pastores o de Santos Varones

Oración. Dios generoso en clemencia, que, para la salvación de los hombres y conversión de los pecadores, confiaste la predicación de tu Evangelio a San Jaime de La Marca, concédenos, por sus méritos, el verdadero arrepentimiento de nuestras culpas y la gracia de la eterna salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.

29 de noviembre

Todos los santos de la Orden Franciscana

            El papa Honorio III, el 29 de noviembre de 1223, aprueba la Regla de la Orden. En su aniversario se recuerda a todos los hermanos que han alcanzado la gloria del Padre, finalidad del escrito de San Francisco. El proyecto de vida y el carisma de Francisco es seguir a Cristo pobre y crucificado, servirlo a la Iglesia y, al servirlo, alcanzar la santidad y salvación prometida por Dios Padre. “Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos” (Jn 17, 20-26). Y San Francisco pre-dice: “Carísimos, consolaos y alegraos en el Señor; no os entristezcáis por el hecho de ser pocos; no os asustéis de mi simplicidad y de la vuestra, porque, como me ha revelado el Señor, él nos dará una innumerable multitud y nos propagará hasta los confines del mundo. Vi una gran multitud de hombres venir hacia nosotros, deseosos de vivir con el hábito de la santa religión y según la regla de nuestra bienaventurada Orden”.


Oración. Dios, rico en misericordia, que has enriquecido a tu Iglesia con la santidad de innumerables hijos e hijas de la Familia Franciscana, concédenos a los que celebramos en una misma fiesta los méritos de todos ellos, seguir sus huellas en la tierra y obtener el premio de la salvación en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.


30 de noviembre

Andrés, Apóstol

            San Andrés, originario Betsaida, es hermano de San Pedro. Dice a Jesús que un muchacho tiene unos panes y unos peces cuando la multiplicación de los panes y los peces.

                                               Del Común de Apóstoles


            Oración. Protégenos, Señor, con la constante intercesión del apóstol San Andrés, a quien escogiste para ser predicador y pastor de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.

Libros: Cúmulo

                                          Cúmulo
                                           Francisco Javier Gómez Ortí

La obra recopilatoria CÚMULO fue presentada recientemente en el  Instituto Teológico de Murcia,  por el Cronista  de la Región de Murcia, J. Antonio Melgares,  quien cumplió su tarea con precisión  de avezado experto.  La obra, mirada solo su calidad tipográfica,  logró captar el interés de los asistentes,  profesores universitarios en su mayoría,  que elogiaron la clásica impresión del libro,  tan alejada de ciertas ilegibles y repelentes ediciones hodiernas  en boga. Por ende, séame permitido estampar y publicitar aquí el nombre de la imprenta murciana que ha confeccionado tan  primoroso libro:  Imprenta Compobell. De haberse publicado  esta abigarrada Colección  en el siglo XVI, le habría venido de molde  el pintiparado título Silva de varia lección. 

Respecto a su fondo, si bien heterogéneo por la índole y procedencia de los artículos  (inéditos unos, otros publicados) lo divide el autor en cuatro secciones o apartados de temática humanística, a saber: Lengua, Arte, Historia y Religión, sin perjuicio de que a veces se entrecrucen los temas. Sin duda alguna, hubiera sido una irreparable pérdida el olvido de tanto artículo desperdigado  por acá o  acullá en revistas o periódicos. Adentrándonos ya en su contenido, cabe espigar un puñado de estudios que merecen especial mención. Nunca los oriolanos  habrían podido conocer los diversos trabajos que dedico a cosas de su tierra, como la típica almojábena, pero sobre todo, el encomiástico y  documentado artículo que consagro a las Fiestas de la Reconquista de Orihuela. Ni los lorquinos hubieran tenido ocasión de leer el artículo que me rechazaron para la revista lorquina Clavis, pero que J. Díez de Revenga, con mejor criterio, me publicó en la murciana y  prestigiosa revista Murgetana. Ni en Cehegín, llegarían a general conocimiento los artículos en que me ocupo del pintor G. Arévalo o de la parroquia de Sta. Mª Magdalena o sobre sus afamados jaspes, etc., ni en Moratalla podrían gloriarse de su ínclito paisano, el humanista Alonso Sánchez, sabio catedrático de la Universidad de Alcalá, amigo y defensor de Lope de Vega. Tampoco  los caravaqueños se habrían podido solazar con los raros impresos sobre la Vera Cruz de Caravaca,  ni  en Calasparra podrían agradecer la instrucción a la juventud calasparreña, que los franciscanos  impartieron en los siglos XVIII-XIX.

Otros muchos artículos interesantes, de no publicarse en CÚMULO, habrían sido hurtados a la curiosidad y conocimiento de muchos lectores.  Al tratarse de un contenido variopinto, lo mismo  encontramos  un curioso trabajo de campo lexicológico, denominado  Filologando en Lisboa, que otro entre donairoso y socarrón  sobre el inefable H. R., artículo que acabaría en “cuasi” delito, rastreado por la policía.  
                                                               
                                                     
                                                                                                                                                     
           Finalmente, uno de los estudios más importantes y valiosos es el artículo sobre el  sufijo –ico, en que el autor, pertrechado de irrefutable batería documental,   demuestra exhaustivamente la difusión  peninsular de tal uso ya desde la  Baja Edad Media hasta el presente. Por lo demás,  cumple resaltar que la mayoría de los artículos abordan asuntos referentes lógicamente a Murcia, pero también a sus cercanías, Orihuela, por ejemplo.


La misericordia. Carta a un Ministro de San Francisco. VIII.

                                                   MISERICORDIA     
                          «CARTA A UN MINISTRO» DE SAN FRANCISCO
                       

           
                                                                              VIII

En San Francisco, fiel seguidor de Jesús, la obediencia es al Señor. Así lo hace cuando camina hacia Espoleto, o le habla el Crucifijo de San Damián, o escucha el Evangelio de la misión[1]. Es lo primero que dictamina para los hermanos, porque vivir es obedecer[2], como hace el Hijo de Dios sobre la tierra: «Considera, oh hombre, en cuán grande excelencia te ha puesto el Señor Dios, porque te creó y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo, y a su semejanza según el espíritu. Y todas las criaturas, que hay bajo el cielo, de por sí, sirven, conocen y obedecen a su Creador mejor que tú […] Bienaventurado el siervo que no se tiene por mejor, cuando es engrandecido y exaltado por los hombres, como cuando es tenido por vil, simple y despreciado, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más»[3]. Y siguiendo la estela paulina, la obediencia de Jesús al Padre es lo que hace desaparecer el pecado para una humanidad transida por la desobediencia de Adán: «Pero cualesquiera de los frailes que no quisieren observar estas cosas, no los tengo como católicos ni frailes míos; tampoco quiero verlos ni hablarles, hasta que hicieren penitencia. También digo esto de todos los otros que van vagando, pospuesta la disciplina de la Regla; ya que nuestro Señor Jesucristo dio su vida, para no perder la obediencia de su santísimo Padre»[4].
           
La obediencia a Dios en Cristo Jesús se practica en la comunidad cristiana: «Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[5]. Y se hace presente el Señor en la Iglesia por medio de la Palabra y la Eucaristía: «Así también ahora todos los que ven el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por mano del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu y la divinidad, que sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, se condenaron, testificándolo el Altísimo mismo, que dice: Este es mi cuerpo y mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos; y: quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna. De donde el espíritu de Señor, que habita en sus fieles, es el que recibe el santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros que no participan del mismo espíritu y presumen recibirlo, se comen y beben la condenación. De donde: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de pesado corazón? ¿Por qué no conocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios? Ved que diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al útero de la Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del seno del Padre sobre el altar en las manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, de la misma manera también ahora se muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos con la visión de su carne sólo veían su carne (de Jesús), pero creían que él era Dios, contemplándolo con ojos espirituales, así también nosotros, viendo el pan y el vino con los ojos corporales, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre viva y verdadera. Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[6].
           
Si esto es así, no es extraño que extreme Francisco la obediencia al Papa y a los sacerdotes, sea cual fuere su condición moral: «Después el Señor me dio y da tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia Romana, a causa de su Orden, que, si me hicieran persecución, quiero recurrir a los mismos. Y si tuviese tanta sabiduría, cuanta Salomón tuvo, y hallase a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que habitan, no quiero predicar allende su voluntad. Y a estos y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque distingo en ellos al Hijo de Dios, y son mis señores. Y lo hago por esto: porque nada veo corporalmente en este siglo el mismo altísimo Hijo de Dios, sino el santísimo Cuerpo y su santísima Sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros»[7].
            Obediencia al Señor y a la Iglesia que es donde se le ofrece en Cristo Jesús y también a todas las criaturas, porque son un vestigio de Él, dependen de su providencia: «La santa Obediencia confunde a todas las Voluntades corporales y carnales, y tiene mortificado su cuerpo para obediencia del espíritu y para obediencia de su hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres que hay en el mundo; y no únicamente a solos los hombres,    sino también a todas las bestias y fieras, para que puedan hacer de él, todo lo que quisieren, cuanto les fuere dado desde arriba por el Señor»[8].
            También la obediencia en la fraternidad franciscana queda marcada por la obediencia a Dios por medio de Jesús. Todos, los superiores y súbditos, se tienen que servir mutuamente, porque todos deben obedecer al Señor. En la fraternidad nadie hay autónomo o puede vivir al margen de la obediencia a Dios. Y todos deben relacionarse con la autoridad del Señor en la historia, que es Jesús. Por eso el Evangelio será la norma visible en la que se reflejará la relación de sumisión a Dios Padre: « Y ningún fraile haga mal o hable mal al otro; sino más bien, por la caridad del espíritu, voluntariamente se sirvan y obedezcan unos a otros. Y ésta es la verdadera y santa obediencia de nuestro Señor Jesucristo. Y todos los frailes, cuantas veces se desviaren de los mandatos del Señor, y vaguearen fuera de la obediencia, como dice el profeta, sepan que son malditos fuera de la obediencia hasta tanto que permanecieren en tal pecado a sabiendas. Y cuando perseveraren en los mandatos del Señor, que prometieron por el santo Evangelio y por su vida, sepan que están en la verdadera obediencia y sean bendecidos por el Señor»[9].
            Después dicha obediencia mutua se introduce en la relación entre superiores y súbditos: «Mas los frailes que son súbditos recuerden que por Dios negaron sus propias voluntades. Por donde les mando firmemente, que obedezcan a sus ministros en todo lo que prometieron al Señor guardar y no es contrario al alma y a nuestra Regla. Y dondequiera que están los frailes, que supiesen y conociesen no poder guardar la Regla espiritualmente, a sus ministros deban y puedan recurrir. Mas los ministros recíbanlos caritativa y benignamente y tengan tanta familiaridad para con ellos, que [los frailes] puedan hablarles y obrar como los señores a sus siervos; pues así debe ser, que los ministros sean siervos de todos los frailes»[10].
           
Tan es así esto, que lo que iguala a toda la fraternidad es su ser y relación fraterna, y lo que la distingue es su función. Como unos son cocineros, otros hortelanos, otros limosneros, otros predicadores, otros sacerdotes, así algunos son ministros y otros súbditos, pues ser superior no es un estado que exprese un sentido de vida, por el que se transmite la voluntad del Señor, como sucede en los monasterios, sino es que un ministerio suyo sentido lo da el servicio a los hermanos. De ahí que los hermanos se deben lavar los pies unos a los otros, como el Jesús hizo en la Última Cena: «Los frailes, en cualquier lugar que están, si no pueden observar nuestra vida, cuanto antes puedan, recurran a su ministro manifestándoselo. Mas el ministro procure proveerles de tal manera, como él mismo querría que se le hiciese, si estuviera en un caso semejante. Y ninguno sea llamado prior, sino que todos universalmente sean llamados frailes menores. Y el uno lave los pies del otro»[11]. La función del superior mandando, como la del súbdito obedeciendo, se da porque pertenecen a la fraternidad y es ella a la que hay que dar razón de la obediencia de unos y de otros. Y esto es así, porque la fraternidad es fiel reflejo del Evangelio: «Pero si el prelado le ordena algo que sea contra su alma, aunque no le obedezca, sin embargo no lo abandone. Y si a causa de eso sufriera la persecución de algunos, ámelos más por Dios. Pues quien sufre la persecución antes que querer separarse de sus hermanos, verdaderamente permanece en la perfecta obediencia, porque da su vida por sus hermanos»[12].
            El Evangelio es la ley que deben obedecer todos los religiosos, ministros y súbditos. La autoridad, entonces, no tiene valor por sí misma, sino que existe en la medida en que se refiere al Evangelio, y el Evangelio es la Regla que ha escrito. Desobedecer la Regla es darle la espalda al Evangelio: «Y el ministro general y todos los otros ministros y custodios estén obligados por obediencia a no añadir o quitar en estas palabras. Y siempre tengan este escrito consigo junto a la Regla. Y en todos los capítulos que hacen, cuando leen la Regla lean también estas palabras. Y a todos mis frailes, clérigos y legos, mando firmemente por obediencia que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras diciendo: “Así deben entenderse”. Sino que, así como el Señor me dio decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, así sencillamente y sin glosa las entendáis y con santas obras las guardéis hasta el fin»[13].
           
Es cierto que hay que obedecer al Ministro General, a Francisco y a sus sucesores, en aquellas cosas que uno ha prometido al Señor[14], pero salvando la común obediencia al Evangelio para excluir todo poder o dominio de unos sobre otros, realidad que rompería esencialmente la fraternidad. Porque como se ejerza la autoridad con poder, la fraternidad se transforma en una sociedad en la que hay señores y siervos, institución que Jesús excluye tajantemente en el episodio narrado antes de Juan y Santiago. Los ministros deben servir a los hermanos según el Espíritu del Señor y caminar en la vida según su influencia, como los súbditos deben obedecer según el Espíritu del Señor, manteniendo el diálogo entre sí. Hay que anotar ciertos deberes de los ministros para con los súbditos: visitarlos con frecuencia, no mandar nada contra el alma o la Regla, tratarles con misericordia y ayudarles en sus situaciones difíciles; y los súbditos, para con los ministros, no deben olvidar que renunciaron a su voluntad por el Evangelio, obedecer a los ministros en lo que prometieron según la Regla y poder recurrir al ministro cuando se vean incapacitados para cumplir los preceptos de la Regla.
            En definitiva, escribe San Francisco: «Mas los ministros recíbanlos caritativa y benignamente y tengan tanta familiaridad para con ellos, que [los frailes] puedan hablarles y obrar como los señores a sus siervos; pues así debe ser, que los ministros sean siervos de todos los frailes. Pero amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo que se guarden los frailes de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia, cuidado y solicitud de este siglo, detracción y murmuración; y no cuiden los que no saben letras de aprender letras»[15]. San Francisco, en fin, somete la obediencia al amor. Por eso el Espíritu, que es la relación de amor de Dios con nosotros, es el verdadero Ministro General de la Orden: «Quería que la religión fuera lo mismo para pobres e iletrados que para ricos y sabios. Solía decir: en Dios no hay acepción de personas, y el ministro general de la religión, que es el Espíritu Santo, se posa igual sobre el pobre y sobre el rico»[16].
San Francisco resume su sentido de la obediencia:
             a.- Renuncia de sí: «Dice el Señor en el Evangelio: El que no renunciare a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo (Lc 14,33); y: el que quisiere salvar su alma, la perderá (Lc 9,24).  Aquel hombre deja todo lo que posee y pierde su cuerpo, que se ofrece a sí mismo todo entero a la obediencia en las manos de su prelado. Y todo lo que hace y dice, que él sepa que no es contra su voluntad [del prelado], mientras sea bueno lo que hace, es verdadera obediencia. Y si alguna vez el súbdito ve cosas mejores y más útiles para su alma que aquellas que le ordena el prelado, sacrifique las suyas voluntariamente a Dios, y se aplique a cumplir con la obra las cosas que son del prelado».
            b.- Se renuncia para establecer relaciones exclusivas de amor, cuyo término no tiene límites, pues, como Jesús, ha amado hasta entregar su vida: «Pues ésta es obediencia caritativa (cf. 1Pe 1,22), porque satisface a Dios y al prójimo. Pero si el prelado ordena algo contra su alma, aunque no le obedezca, sin embargo no lo abandone. Y si de ahí sufriere persecución por algunos, ámelos más por Dios. Pues el que sufre persecución antes de que quiera separarse de sus hermanos, verdaderamente permanece en la perfecta obediencia, porque da su vida (cf. Jn 15,13) por sus hermanos»[17].




[1] 2Cel 6: «Una noche, pues, mientras duerme, alguien le habla en visión por vez segunda y se interesa con detalle por saber a dónde intenta encaminarse. Y como él le contara su decisión y que se iba a la Pulla a hacer armas, insistió en preguntarle el de la visión: ¿Quién puede favorecer más, el siervo o el señor? El señor, respondió Francisco. Y el otro: ¿Por qué buscas entonces al siervo en lugar del señor? Replica Francisco: ¿Qué quieres que haga, Señor? Y el Señor a él: Vuélvete a la tierra de tu nacimiento, porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente. Se vuelve sin tardanza, hecho ya ejemplo de obediencia, y, renunciando a la propia voluntad, de Saulo se convierte en Pablo. Es derribado éste en tierra, y los duros azotes engendran palabras acariciadoras; Francisco, empero, cambia las armas carnales en espirituales, y recibe, en vez de la gloria de ser caballero, una investidura divina»; cf. LM 1,3; TC 6; En San Damián: 2Cel 9; Evangelio de la misión: 1Cel 22; TC 25. Para este tema: cf. K. Esser, Temas espirituales 23-33; J. A. Guerra, «La Autoridad y obediencia en las dos Reglas Franciscanas», Sel. Fran. 406-445; L. Iriarte, La vocación franciscana. Valencia 1898, 265-293; S. López, «Obbedienza», Dizionario Francescano. Padova 2002, 1258-1278; F. Uribe, La Regla de San Francisco. Murcia  2007, 270-286; J.  Micó, Vivir el Evangelio. Valencia 1998, 295-320.
[2] Rnb 1-4: «¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que fray Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por el señor Papa. Y él se la concedió y confirmó para sí y sus frailes, presentes y futuros. Fray Francisco y todo el que será cabeza de esta Religión, prometa obediencia y reverencia al señor Papa Inocencio y a sus sucesores»; cf. Rb 2.
[3] Adm 5,1-2; 19,1-2; 2Cel 196; LM 9,1; LP 54. cf. Gén 1,26.
[4] CartO 44-46; cf. Flp 2,8; Adm 2,1-4: «Dijo el Señor a Adán: Come de todo árbol, pero del árbol del bien y del mal no comas (Gén 2,16-17). Podía comer de todo árbol del paraíso, porque, mientras no contravino la obediencia, no pecó.  Come, en efecto, del árbol de la ciencia del bien, aquel que se apropia su voluntad y se enaltece de los bienes que el Señor dice y obra en él; y así por la sugestión del diablo y transgresión del mandato, vino a ser manzana de la ciencia del mal».
[5] Adm  1,22; cf. Mt 28,20.
[6] Adm 1,9-22; textos citados de la Escritura: Mc 14, 22.24; Jn 6,55; 1Cor 11,29; Sal 4,3; Fil 2,8; Sab 18,15; Mt 28,20.
[7] Tes 6-11; Rnb  4; Rb 1,3; 12,1; 1Cel 22; TC 57; LP 15. Además de la Jerarquía, a  otros responsables de la Iglesia y hasta los mismos cristianos, Rnb 23,16-22; 2CartF 33-35
[8] SalV, 14-18; cf. Jn 19,11.
[9] Rnb 5,13-17; cf. 6,3; 4,5;  Adm 3,6; textos de la Escritura: Gál 5,13; Sal 118,21
[10] Rnb 10,2-6; cf. Rb 6,9; Adm 24.
[11] Rnb 6,1-4; cf. 4,4; Rb 10,4-5; Adm 18,1; 1Cel 43; textos de la Escritura: Jn 13,14; Mt 7,12.
[12] Adm 3,7-9; cf. Rnb 5,2; Rb 10,1; 1Cel 41; texto de la Escritura: Jn 15,13.
[13] Tes 35-39; cf. Rnb 2,1-2.8; Rb 2,1-2.12.
[14] Cf. Rb 1,4-5; 10,3-4; 8,2; Tes 33-34; 2CartF 40; etc. obedecer a los guardianes: Tes 36.
[15] Rb 10,5-7.10; Rnb 5,7; cf. Lc 12,15; Mt 13,22
[16] Cf. 2Cel 193.
[17]  Adm 3,6-9; cf. Rnb 5,2.14-15; Rb 10,3; 1Cel 41.