jueves, 10 de septiembre de 2015

Papa Francisco y San Francisco

OTRO PAPA QUE SE VA A ASÍS


                                                Francisco Henares
                                                   Instituto Teológico OFM

           
Hace poco más de 25 años, el papa Juan Pablo II decidió irse a Asís como si allí hubiera un nido de palomas. Y lo había; era el pueblo de la Umbría (Italia) más famoso del mundo, porque allí nació y vivió San Francisco, el Pobrecillo. El papa reunió entonces a los representantes de todas las religiones y los invitó a orar por la paz, y por muchas cosas más, entre ellas la fuerza de unión que mana dentro de todas las grandes religiones. Es cierto que estas, muchas veces en la historia, han sacado a relucir lo peor de  cada una y han entrado en peleas que hoy nos pasman. Hoy, sin embargo, se lleva otro talante: el de dialogar con todos y entre todos (a ser posible).

           
Y he aquí que viene otro papa, y se coloca el nombre de Francisco, como el Pobrecillo y empieza, cada semana o cada mes, a decir cosas sencillas, pero que calan entre la gente de a pie. Parece el papa una caja de sorpresas, como era el neceser de la abuela al abrirlo. Bueno, pues he aquí también que mira el papa hacia Asís y nos regala una encíclica sobre el Cántico de las Criaturas, poema de S. Francisco, y la titula como empieza, o sea Laudato si´. Loado seas, Mi Señor… No creó Francisco una letanía lauretana larga, sino cortita, pero muy ancha, como las olmas de las que hablaba el gran Miguel Delibes. Olma, como es femenina y es ancheta de caderas, y otras cosas, es más que un olmo. Ancho y robusto. Como el hermano sol, la hermana luna, el agua, las estrellas, todas las criaturas.                                                                                                         
         
El papa las saluda, pero no se conforma con una belleza sólo externa, turística. La estética de Dios es ancha como el amor. El franciscano del Siglo de Oro Francisco de Osuna decía que el amor es ensanchador. ¡Pues qué bien!  Dios es belleza porque tiene un proyecto hermoso mucho. Es este: que tengamos un mundo y una gente que sabe guardar y embellecerlo. Se prohíbe ensuciar. Se prohíben plásticos en la playa. Se prohíbe aprovecharse. Se prohíbe cargarse al mundo y tirarlo  como un clinex. El papa profundiza sobre ecología. La cuestión del agua es ya como las de los lingotes de oro. Son lingotes de agua. La contaminación no es derecho de unos millones de ricos, porque precisamente el clima es un bien de todos. Asimismo, leerse la Biblia es descubrir un mundo sobre el mundo.
           
El universo es un misterio salido de las manos del Creador. Es armonía, belleza de tierra, mar y aire. Reducirlo a billetes es un contradiós. Todo no va ser dinero. Somos más que billetes. Necesitamos, por tanto, conversión ecológica, dice el papa. La Trinidad Santa es base de la relación entre las criaturas. Juntarse para crear. El Reino predicado por Jesucristo es armonía, juntura de muchas manos y corazones. Y así entramos en la justicia que urge. No podemos tener un mundo hermoso sólo con tener más cosas sobre más cosas en el armario, en la calle, en el banco. Ya no caben más porque no las necesitamos. Querer tener de todo (si no nos hace más personas) no casa con la ecología. Siempre será a costa de otro. Eso es lo malo.   
             Al final, sólo queda la pregunta que se hace el papa: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? (…) Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores”. Ahí duele.