domingo, 6 de septiembre de 2015

Domingo XXIV (B): Y vosotros quién decís que soy yo.

DOMINGO XXIV (B)


            Lectura del santo Evangelio según San Marcos 8,27-35.

            En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: -Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: -Tú eres el Mesías.
            Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos:
-El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
            Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará.

           
1.-  Jesús se solidariza con el dolor. No huye, no se esconde; antes al contrario, se enfrenta al dolor como ha sido costumbre en su pueblo; más aún, no lo sacraliza; porque sufrir, en sí mismo, es un mal, ya que rompe la armonía de la creación y degrada a los seres. Pero las cosas son como son, y no como deberían ser. Es decir, la historia la vive Jesús en sus condiciones reales, que no ideales. La diferencia de compartir el sufrimiento y el dolor de los hombres es que Jesús lleva la cruz y Dios experimenta el dolor por su amor, por su compasión, aunque son originados por la maldad humana. Y por otro lado, Jesús no se presenta ante los que sufren con el poder y paternalismo propios de los poderosos. Él participa y libra del dolor a partir de la reconciliación que el discípulo hace consigo mismo, y del descubrimiento del amor de Dios que está en el contenido de su fe.

           
2.-  La comunidad cristiana siempre ha enseñado lo que testimonió Jesús y sus discípulos más cercanos, como tantos miles de testigos que se han dado en la historia cristiana. El morir para que viva Dios contempla ofrecer la vida también físicamente. No es cuestión sólo de ser infiel a sí mismo, infidelidad a los intereses humanos, sino de morir como sacramento de un morir permanente que desarrolla el amor como servicio. Es la entrega total y por entero de la vida. Es el don de sí, pleno. Sucede lo mismo que con la destrucción del yo asentado en la soberbia. El sufrimiento que conlleva despojarse de esta actitud y situación  no es un deseo de Dios, ni siquiera un bien en sí. Sufrir por sufrir es un sin sentido, o, a lo más, una psicopatía. El sufrimiento que refiere el dicho evangélico es el que emana de la condición histórica del hombre. Lo mismo sucede con el morir físico. Quien es portavoz de una proclama, que mina y arruina los cimientos del poder que se ha forjado el hombre en su vida, está expuesto a que lo aparten y liquiden del entramado social donde se sustenta dicho poder. Y con ello debe contar el discípulo, como le pasa a Jesús, en las condiciones históricas en las que se desenvuelve la existencia.

           
3.- «Quien se empeñe en salvar la vida, la perderá…». Esto no significa que renunciemos a esta vida para irnos al desierto o a un lugar escondido, alejado de la cultura y sociedad. Perder la vida se basa, en primer lugar, en que la vida perdurable o la auténtica existencia se funda en la actitud personal por la cual se sustituyen los parámetros, en los que se encuadran las legítimas aspiraciones humanas, por la fidelidad a la palabra de Jesús y por seguirle en su destino histórico y experiencia religiosa. No se refiere Jesús a la contraposición clásica entre alma y espíritu, y cuerpo y materia; ni siquiera entre la vida eterna y la vida contingente y finita. Más bien el dicho afirma que sobre la base de la existencia humana, limitada y perecedera, se empieza a construir aquella vida auténtica, creada y sostenida por Dios, que nadie puede destruir. Y se alcanza por medio del seguimiento, que indica el servicio y la entrega de sí a los demás como signo de amor, que es el norte al que debe apuntar el hombre.





            

Domingo XXIV (B): Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

DOMINGO XXIV (B)


            Lectura del santo Evangelio según San Marcos 8,27-35.

            En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: -Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: -Tú eres el Mesías.
            Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos:
-El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
            Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará.



           
1.-Texto.  Jesús ha triunfado en la primera visita que ha hecho a los pueblecitos de Galilea. Las masas le siguen, afirman que predica con autoridad, sana a los enfermos y da la libertad a los endemoniados. Es lógico que los actores que aparecen en su ministerio se pregunten sobre la identidad del hijo de María y José: el pueblo, los escribas y fariseos, Herodes, los espíritus diabólicos, etc.  (cf. Mc 1,27; Lc 13,32). Ahora les toca a los discípulos. Pedro responde en nombre de los Doce que es el Mesías. El silencio que les exige  también lo ha impuesto varias veces a lo largo del Evangelio: sobre la expulsión de los demonios, sobre algunas curaciones,  etc. (Mc 1,25.44). Lo que sorprende a sus seguidores es la relación que establece entre el mesianismo y el sufrimiento, sufrimiento que lo extiende a la vocación de seguirle en la proclamación de la salvación de Dios a todas las gentes.


           
2.- Mensaje. Jesús relaciona su identidad de enviado del Señor para salvar a los hombres con el dolor de la pasión y muerte. La invitación que le hace Pedro para que se aparte de la cruz la experimenta como una tentación diabólica. Pedro aplica una de las visiones que hay sobre el carácter prepotente y triunfante del Mesías de Dios.  Una visión que los hechos descalifican, porque ya todos saben que Jesús ha muerto en cruz y lo ha resucitado el Señor. La cruz no es sólo un acto de justicia de Pilato fundado en una mentira ―hacerse rey de los judíos—, sino, leído desde Dios, supone la mejor respuesta que da Jesús a todos muriendo desde extremo servicio que le exige su misión: «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).


           
3.- AcciónLa vida de Jesús es la horma de la vida de los discípulos. La misión de salvación que el Señor encomienda a Jesús, y este a sus discípulos, la ha mostrado con claridad varias veces: salvar es amar y amar entraña servicio, negación de sí y, por consiguiente, sufrimiento. Es no sólo una exigencia de la vida que se enfoca desde la entrega sin límites a los demás, sino la identidad de una existencia que todos sabemos que no es angélica, que no corresponde a los espíritus puros y santos, sino de una convivencia que a todos hace sufrir, y de una entrega que supone la destrucción progresiva del egoísmo.


Misericordia. Carta a un Ministro de San Francisco

                                                    LA MISERICORDIA
                         «CARTA A UN MINISTRO» DE SAN FRANCISCO
                       


                                                                  I

           

                                                              Introducción

El papa Francisco ha anunciado un año dedicado a la misericordia con la bula «Misericordiae vultus», publicada el 11 de abril de 2015. Comienza el próximo día 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada, Patrona de la Orden Franciscana. Además, estamos celebrando el año dedicado a la Vida Religiosa. Estos dos acontecimientos eclesiales me han llevado a comentar la «Carta a un  Ministro» de San Francisco, donde logra el mensaje más evangélico sobre la misericordia que se haya enseñado en una carta en la historia del cristianismo.
San Francisco escribe la carta entre la Regla no Bulada (1221) y la Regla Bulada (1223). La forma de la misiva es pesada y monótona, y muestra la evolución legislativa de la Orden hasta la aprobación de la Regla definitiva por el papa Honorio el 29 de noviembre de 1223[1].
Está dentro de una lógica de gobierno la solicitud que un Ministro provincial hace a Francisco de retirarse a un eremitorio debido a los problemas que le presentan los hermanos, porque las responsabilidades de los ministros y custodios al inicio de la  Orden son extremadamente delicadas. El  mismo Francisco sintió esa tentación, aunque sus motivos fueran por una idea de perfección cristiana que predominaba entonces en el ambiente[2].
En este tiempo, —aún no hay una verificación amplia y prolongada del cumplimiento de la Regla no bulada, ingresan muchos hermanos y no se da un control adecuado de los candidatos, pues no existen cuadros de formadores preparados para enseñar a vivir las exigencias de la vida evangélica, ni hay una vigilancia de los frailes que van por el mundo para predicar la Buena Noticia de Jesús[3]. Frente a ello, todavía «preside» la Orden el testimonio de Francisco de seguir a Jesús pobre y crucificado; es un estilo de vida que es difícil de imitar para muchos hermanos que forman la Orden en este tiempo. Entre estas dos realidades, relajación con descontrol de los frailes y ejemplaridad de Francisco, se encuentra el Ministro, y prefiere abandonar las responsabilidades de gobierno para llevar una vida de unión con Dios en los eremitorios[4]. Al final, lo que le interesa es salvar su vida. Y a este objetivo fundamental de la fe contesta San Francisco.
Dividimos la Carta en cinco capítulos, y según su contenido: 1.- bendición; 2.- sufrimiento, obediencia y gracia; 3.- amor y contemplación; 4.- amor misericordioso[5]; 5.- legislación



                                            Carta a un Ministro

     1.- A fray N., ministro: El Señor te bendiga (cf. Núm 6,24).

     2.- Te digo, como puedo, acerca del caso de tu alma, que aquellas cosas que te impiden amar al Señor Dios, y cualquiera que te hiciere impedimento, ya frailes ya otros, aun cuando te azotaran, debes tenerlo todo por gracia. Y así lo quieras y no otra cosa. Y esto tenlo por verdadera obediencia del Señor Dios y mía, porque sé firmemente que ésta es verdadera obediencia.   3.- Y ama a aquellos que te hacen esto. Y no quieras otra cosa de ellos, sino lo que el Señor te diere. Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. Y ten esto por más que un eremitorio.
     4.- Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieres esto, a saber, que no haya algún fraile en el mundo, que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, nunca se retire sin tu misericordia, si busca misericordia. Y si no buscara misericordia, pregúntale tú si quiere misericordia. Y si pecara mil veces después delante de tus ojos, ámalo más que a mí, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a obrar así.
 5.- En cuanto a todos los capítulos, que hay en la Regla, que hablan de los pecados mortales, con la ayuda del Señor en el capítulo de Pentecostés, con el consejo de los frailes, haremos un capítulo de este tenor: Si alguno de los frailes, instigándolo el enemigo, pecare mortalmente, esté obligado por obediencia a recurrir a su guardián. Y todos los frailes que sepan que ha pecado, no le causen vergüenza ni detracción, sino tengan gran misericordia acerca de él, y mantengan muy oculto el pecado de su hermano; porque no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos (Mt 9,12). Igualmente por obediencia estén obligados a enviarlo a su custodio con un compañero. Y el custodio mismo atiéndale misericordiosamente, como él querría que se le atendiese, si estuviera en caso semejante. Y si cayere en otro pecado venial, confiéselo a un hermano suyo sacerdote. Y si no hubiere allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo, hasta que haya sacerdote que lo absuelva canónicamente, como se ha dicho. Y éstos no tengan enteramente potestad de imponer otra penitencia sino ésta: Vete y no peques más (cf. Jn 8,11).
     Este escrito, para que se observe mejor, tenlo contigo hasta Pentecostés; allí estarás con tus frailes. Y estas cosas y todas las otras que se echan de menos en la Regla, con la ayuda del Señor Dios, procuraréis completarlas[6].




[1] Bula Solet annuere; cf. Francisci Assisiensis ‘Scripta’ critice edidit Carolus Paolazzi ofm. Hispanicam versionem scriptorum S. Francisci curavit Isidorus Rodriguez Herrera (†). Hispanicam versionem ex lingua italica ac totius operis revisionem curavit Raphael Sanz Valdivieso ofm. Editiones Colegii Sancti Bonaventurae Ad Claras Aquas, Grottaferrata (Roma), 2014, 160 (en adelante citamos Scripta); I. Rodríguez HerreraLos escritos de San Francisco de Asís. Murcia 2003, 338 (en adelante citamos, Los escritos).
[2] Cf. San Buenaventura, Leyenda Mayor 4,2; 12,4; Florecillas 16.
[3] El papa Honorio promulga el 22 de septiembre de 1220 la bula «Cum secundum», en la que escribe: «Prohibimos además que alguno pueda salir fuera de la obediencia con el hábito de su religión y corromper la pureza de su pobreza».
[4]  Regla de los Eremitorios, Paolazzi 340-345.
[5]  Bibliografía sobre la carta: F. Aizpurúa Donázar,  «”Y los traté con misericordia” (Tes 2). Una lectura social del icono del abrazo del hermano Francisco con el leproso», en Sel. Fran. 97 (2004) 47-62; M. Ávila, «La carta a un ministro», en Sel. Fran. 69 (1994) 453-463; K. Esser, «”De la virtud que ahuyenta el vicio” (Admonición 27 de San Francisco)», en Sel. Fran. 63 (1992) 323-328; M. Á. Lavilla, «La misericordia en San Francisco de Asís», en Sel. Fran. 77 (1997) 263-283; P. Maranesi, Facere misericordiam. La conversione di Francesco d’Assisi: confronto critico tra il Testamento e le Biografie. Santa Maria degli Ángeli (Assisi) 2008; J. A. Vives, «La caricia materna de Dios Padre en San Pablo y en San Francisco,» en Sel. Fran. 84 (1999) 357-368.
[6]  Paolazzi, Scripta, 164-167.

Santos y Beatos, del 8 al 14 de setiembre

8 de setiembre
         
Natividad de Santa María Virgen

Oración. Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.

8.1 de setiembre
Mártires de la Orden Franciscana Seglar del Japón (1622-1632)
La persecución religiosa asesina a miles de cristianos entre sacerdotes, religiosos y seglares en Japón entre los años 1622 y 1632. La mayoría son japoneses, españoles y portugueses, cuyos estados tienen fuertes relaciones diplomáticas y comerciales con Japón. El emperador Leyasu, instigado por los bonzos y los fundamentalistas calvinistas holandeses, emprende una persecución muy violenta. Doscientos cinco de estos mártires son beatificados por el papa Pío IX el 7 de julio de 1867. Pertenecen a la Orden Franciscana Seglar (martirizados el 10 de setiembre 1622): LEÓN SUTSUMA Y LUCÍA FREITAS. 25 agosto 1624: LUIS BABA. 1 de agosto de 1627: MARTÍN GÓMEZ, LUIS Y JUAN MAKI Y TOMÁS TZUGI. 17 de agosto de 1627: TOMÁS O JINEMON, FRANCISCO HUHYOE, MIGUEL CHIZAYEMON, LUCAS CHIEMON, LUIS MATZUO, GASPAR Y MARÍA VAZ, CAYO JIYEMON. 8 de agosto de 1627: LUIS NIFACHI y sus hijos FRANCISCO Y DOMINGO, JUAN TOMACHI y sus hijos DOMINGO, MIGUEL, TOMÁS Y PABLO, MATEO ÁLVAREZ, MIGUEL JAMADA y su hijo LORENZO, JUAN ROMÁN Y JERÓNIMO DE LA CRUZ.
Común de varios Mártires
Oración. Señor Dios, escucha nuestras súplicas en la celebración del martirio de los Franciscanos Seglares del Japón y concédenos imitar con gozo su constancia en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
9 de setiembre
Serafina Sforza (1434-1478)
La beata Serafina Sforza nace en Urbino (Pésaro. Italia) hacia 1434; es hija de Guido Antonio y Catalina Colonna, sobrina del papa Martín V. Muertos sus padres, viaja a Roma y contrae matrimonio con Alejandro Sforza el 9 de enero de 1448. Obligada por su marido y su cuñado el Duque de Milán, ingresa en el convento de las clarisas del Corpus Christi en Pésaro. Profesa en 1457 con la dispensa del Papa Calixto III. Inicia una vida de oración y penitencia, asistiendo a sushermanas en las enfermedades. Es elegida abadesa en 1475. Tiene la dicha de ver convertido a su marido. Muere 8 de septiembre de 1478 a la edad de 44 años. El papa Benedicto XIV aprueba su culto el 17 de julio de 1754.
Común de Santas Mujeres
Oración. Señor Dios, que cada año nos alegras en la fiesta de la beata Serafina, concede a los que celebramos su memoria imitar también los ejemplos de su vida admirable. Por nuestro Señor Jesucristo.

10 de setiembre
Mártires Franciscanos del Japón (1617-1632)
En el año 1614 los católicos de Japón sufren una persecución de parte del emperador Ieyasu. Forzados a vivir en la clandestinidad, a lo largo de los años siguientes, muchos cristianos, religiosos, sacerdotes y laicos son apresados y martirizados. Entre los miles asesinados, la Iglesia ha reconocido el martirio de los que ha tenido pruebas: 205 víctimas. Fueron beatificados por el papa Pío IX el 7 de julio de 1867, de los que 28 son franciscanos: 17 pertenecen a la Primera Orden y 11 a la OFS (cf. supra día 8). Los nominamos según el orden temporal de sus martirios: PEDRO DE LA ASUNCIÓN (†1617), de Cuerba (Toledo. España). Superior de la misión de Waklayama. Decapitado el 22 de mayo de 1617. JUAN SANTAMARTA (1578-1618), de Prades (Tarragona. España). Superior de la misión de Fushimi. Decapitado el 16 de agosto de 1618 en Omura. Son quemados en la Colina de Nagasaki el 10 de setiembre de 1622 los siguientes religiosos: RICARDO DE SANTA ANA (1585-1622), de Ham-sur-Heure (Ainaut. Bélgica). Misionero en Manila en 1611 y en Japón desde 1614. PEDRO DE ÁVILA (1590-1622), de Palomeras (Ávila. España). Misionero en Manila y Japón desde 1620. VICENTE DE SAN JOSÉ (1597-1622), de Ayamonte (Huelva. España). Hermano laico. Misionero desde 1619. Quemado el 10 de setiembre de 1622. Son martirizados el 12 de setiembre: APOLINAR FRANCO (1570-1622), de Aguilar de Campoo (Palencia. España). Viaja a Filipinas en 1600 y en 1602 a Japón. Es apresado el 7 de julio de 1617. FRANCISCO DE SAN BUENAVENTURA (†1622), de Mushahi (Japón), catequista del P. Apolinar. Es encarcelado al protestar al Gobernador, y el P. Apolinar lo admite al noviciado y a la profesión en la Orden franciscana en la cárcel. En las mismas condiciones que Francisco, está PABLO DE SANTA CLARA (†1622), de Arima, región de Sagyo (Japón), catequista, profeso de la Regla de San Francisco. FRANCISCO GÁLVEZ (1576-1623), de Utiel (Valencia. España). Guardián de la fraternidad de Sakai. Martirizado el 4 de diciembre de 1623. LUIS SOTELO (1547-1624), de Sevilla (España), Maestro de Postulantes en Dilao. Funda la misión de Wakayama. Martirizado el 25 de agosto de 1624. LUIS DE SAN FRANCISCO (1613-1624), de Yendo (Japón). Primer Franciscano Japonés. Martirizado el 25 de agosto de 1624 en Shimabara. FRANCISCO DE SANTA MARÍA (†1627), de Montalvanejo (Toledo. España) . Misionero desde 1605. Martirizado el 16 de agosto de 1627. BARTOLOMÉ LAUREL (†1627), del Puerto de Santa María (Cádiz. España). Misionero desde 1622. Muere en Nagasaki el 16 de agosto de 1627. ANTONIO DE SAN FRANCISCO (†1627), joven japonés que completa su año de noviciado en la cárcel, martirizado en Nagasaki el 17 de agosto de 1627. DOMINGO DE SAN FRANCISCO (†1628), de Nagasaki (Japón), catequista, hace el noviciado y profesa en la cárcel, y martirizado el 8 de setiembre de 1628. GABRIEL DE SANTA MAGDALENA (1566-1632), de Sonseca (Toledo. España). Misionero en Japón desde 1606, médico, martirizado el 3 de setiembre de 1632.
Común de varios Mártires
Oración. Dios providente y eterno que otorgaste a los Mártires Franciscanos de Japón la gracia de dar la vida por amor a Cristo; ven en ayuda de nuestra debilidad con tu poder divino para que, así como ellos no vacilaron en morir por ti, nosotros podamos confesarte valientemente con el testimonio de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

11 de setiembre
Buenaventura de Barcelona (1620-1684)
El beato Buenaventura nace en Riudoms (Tarragona. España) el 24 de noviembre de 1620, perteneciente a una familia de agricultores. Después de cumplir los estudios escolares obligatorios, se dedica a las tareas del campo, alternándolas con una vida de piedad recia. De hecho, los fines de semana pasa las noches en vigilia ante el Santísimo. Contrae matrimonio; fallece su esposa a los dieciséis meses. Poco después ingresa en la fraternidad de San Miguel de Escornalbou, donde toma el hábito el 14 de julio, fiesta de San Buenaventura. Trabaja de cocinero y limosnero, oficios que continúa en el convento de Mora, perteneciente a la Reforma francis-cana. Es destinado a Tarrasa, Roma (Ara Coeli, San Mauricio, San Buenaventura), Capránica (Viterbo). Tiene especial devoción a la Virgen María y comparte las limosnas que recoge entre los religiosos y los pobres. Muere el 11 de septiembre de 1684. El papa Pío X lo beatifica el 10 de junio del año 1906.
Común de Santos Varones
Oración. Oh Dios, que nos llamas a la santidad y otorgaste al beato Buenaventura de Barcelona la gracia de perseverar en la imitación de Cristo pobre y humilde, concédenos, por su intercesión, que, viviendo fielmente nuestra vocación cristiana, alcancemos la perfección que nos propusiste en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

12 de setiembre
Dulce Nombre de María
La fiesta del Nombre de María se celebra después del nacimiento de la Virgen. Sus padres, Joaquín y Ana, le impusieron el nombre de María, el nombre que aparece en los Evangelios para citar a la madre de Jesús de Nazaret.
Común de Santa María Virgen
Oración. Te pedimos, Señor, que a cuantos celebran el nombre glorioso de Santa María Virgen, ella les consiga los beneficios de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.

12.1 de setiembre
Catalina de Génova (1447-1510)
Santa Catalina Fieschi nace en Génova (Liguria. Italia) en el año 1447; es hija de Jaime Fiesco y Francesca di Negro, nieta de Roberto, hermano del Papa Inocencio IV. Inspirada por su hermana Limbania, religiosa agustina, desea ingresar en la vida monástica, pero por su edad, 13 años, no se le deja. A los 16 años contrae matrimonio con Giuliano Adorno. Experimenta un arrobo místico el 22 de marzo de 1473, que le cambia la vida. Ora, comulga diariamente y se entrega a los pobres y enfermos. Le ayuda también su esposo, que se convierte al observar el estilo nuevo de vida de Santa Catalina. Los dos profesan en la Orden Franciscana Seglar. Su marido muere en 1477. Con las hermanas de la Compañía de la Misericordia sirve a los leprosos del hospital de San Lázaro y, en especial, a los apestados durante la plaga que asola a Génova de 1497 a 1501. Funda la Compañía del Divino Amor para ayudar a los pobres y reformar las costumbres y hábitos de la vida cristiana. Muere el 15 de setiembre de 1510. El papa Clemente X la beatifica en 1675 y Clemente XII la canoniza el 16 de junio de 1737.
Común de Santas Mujeres
Oración. Señor Dios, que cada año nos alegras en la fiesta de Santa Catalina de Génova, concede a los que celebramos su memoria imitar también los ejemplos de su entrega a los pobres y a los enfermos. Por nuestro Señor Jesucristo.


13 de setiembre
Juan Crisóstomo (349-407)
San Juan Crisóstomo –boca de oro– nace en Antioquía (Siria) en el año 349. Patriarca de Constantinopla en el año 397. Es condenado varias veces al destierro. Sobresale por ser un gran orador y un comentarista extraordinario del Nuevo Testamento . Muere en el 407 en Comana (Ponto. Turquía). El papa Pío V lo declara doctor de la Iglesia en 1568, y Pío X, patrono de los predicadores.
Común de Doctores de la Iglesia
Oración. Oh Dios, fortaleza de los que esperan en ti, que has hecho brillar en la Iglesia a San Juan Crisóstomo por su admirable elocuencia y su capacidad de sacrificio, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos llene de fuerza el ejemplo de su valerosa paciencia. Por nuestro Señor Jesucristo.
13.1. de setiembre
Francisco de Caldarola (1430-1507)
El beato Francisco Piani nace en Caldarola (Macerata. Italia) alrededor de 1424. Ingresa en la Orden y después de cursar los estudios eclesiásticos es ordenado sacerdote alrededor del 1449. Preparado bien en retórica, se dedica a la predicación por los pueblos y ciudades de su Región de las Marcas y del resto de Italia. Corrige las especulaciones que conducen a la usura en las relaciones comerciales. Funda, entonces, con Bernardino de Feltre, los Montes de Piedad para combatir la usura que tanto daño hace a las capas más pobres de la sociedad. Es el año 1400. Por su devoción a la Virgen María, predica muchas veces en la iglesia de Santa María de la Misericordia, donde funda la Fraternidad de la Misericordia, cuyo objetivo es la piedad interior cristiana y la ayuda a los pobres. Dirige el hospital de la ciudad de Caldarola. Muere en el convento de Colfano en 1507. El concilio de Letrán aprueba los Montes de Piedad. El papa Urbano VII lo declara beato en 1634.
Común de Pastores o de Santos Varones
Oración. Dios providente, que consagraste este día con la fiesta del beato Francisco Piani, concédenos, por tu bondad, mantener con firmeza y consolidar con obras de caridad la fe que proclamó por medio de María Vir-gen. Por nuestro Señor Jesucristo.
14 de setiembre
Exaltación de la Santa Cruz
«Cambiado perfectamente en su corazón, a punto de cambiar también en su cuerpo, anda Francisco un día cerca de la iglesia de San Damián, que estaba casi derruida y abandonada de todos. Entra en ella, guiándole el Espíritu, a orar, se postra suplicante y devoto ante el crucifijo, y, visitado con toques no acostumbrados en el alma, se reconoce luego distinto de cuando había entrado. Y en este trance, la imagen de Cristo crucificado -cosa nunca oída-, desplegando los labios, habla desde el cuadro a Francisco. Llamándolo por su nombre: «Francisco -le dice-, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo». Presa de temblor, Francisco se pasma y como que pierde el sentido por lo que ha oído. Se apronta a obedecer, se reconcentra todo él en la orden recibida», 2Cel10; cf. LM 2,1: TC 13.
                                               Misa propia


Oración. Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo.


Francisco de Asís y su mensaje XXI: La irrupción de Dios en Cristo


                                     Francisco de Asís y su mensaje


                                                               XXI

                                                      El camino de la filiación personal


                                                             La irrupción de Dios en Cristo

            La actuación de la bondad y de la gracia en la historia se realiza por la vida de Jesús (cf. Jn 1,14), y se prolonga por la llamada a su seguimiento para compartir su vida, destino y misión; seguimiento que después de la Resurrección se concreta con la fe en Cristo. La fe en la nueva presencia del Resucitado es posible gracias a su Espíritu (cf. Hech 2,1-4), y Pablo enseña esta nueva relación con Cristo en el Espíritu. Él no tiene la oportunidad del seguimiento histórico, de ahí que su conducta sea una de las pautas que marquen la identidad de los cristianos, continuando en la historia el principio de la acción salvadora que Jesús lleva a cabo en Palestina.
           
Pablo es consciente de la pretensión de Jesús sobre la iniciativa de Dios para reconducir la historia humana (cf. 1Tes 5,9-19; Rom 5,8.10.38). Por eso se cuida mucho de no utilizar sus ventajas cristianas ante los judíos y paganos; al contrario, se gloría de su debilidad para que prevalezca el vigor de la gracia de Dios y recuerda el aguijón que le mantiene en su fragilidad humana (cf. 2Cor 11,31; 12,7-12). En efecto. Pablo experimenta la llamada de Dios para seguir y anunciar a Cristo: «Pero, cuando el que me apartó desde el vientre materno y me llamó por puro favor tuvo a bien revelarme a su Hijo» (Gál 1,15-16). La elección divina está en la órbita de otras como la de Sansón (cf. Jue 16,17), del Siervo de Yawé (cf. Is 49,1) o de Jeremías (Jer 1,5). La llamada es una gracia de Dios con la que le revela a su Hijo; y es una gracia con la que separa a Pablo de su vida y actividad anterior y le confía la misión de predicar a Jesús a los gentiles. Esta gracia, en definitiva, le transforma en un hombre «nuevo»; Dios le recrea por completo para anunciar a su Hijo (cf. Gál 6,15; 2Cor 5,17). Dicha gracia se explicita en el encuentro con el Resucitado, que evoca también la elección de los discípulos por parte de Jesús, o a las comidas de Jesús con publicanos y pecadores que les rehacen la vida, como es el caso de Zaqueo (cf. Lc 19,1-9); es lo que significa el «nuevo nacimiento» en la teología de Juan (cf. Jn 3,1-8; Rom 6,4). Él habla repetidas veces de este encuentro con Jesús en el viaje a Damasco (cf. Hech 9,3-21; 22,6-10; 26,14-18; 1 Cor 15,8; Ef 1,15-16; Flp 3,12), que entraña un cambio radical en su vida: de perseguir a Cristo en los cristianos a ser valedor de su vida y doctrina de salvación para todo el mundo (cf. Hech 8,1; Gál 1,13).
           
Descubrir a Jesús implica asumir el Evangelio como una forma nueva de vida fundada en el poder de Dios (cf. Rom 1,16), y, a la vez, el Evangelio es configurarse con la vida de Jesús como experiencia personal y no como una actividad intelectual que aprende una historia o sigue una creencia (cf. 1Cor 4,16; 1Tes 1,6). Pablo expresa su experiencia de fe y su programa de vida en esta frase: «He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en carne mortal, vivo de fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,19-20). Pablo no vive según la forma judía (cf. Flp 3,5-6) , o pagana, sino se ha introducido en una nueva dimensión de la existencia determinada por la presencia del amor de Cristo y de su acción salvadora; deja que Cristo actúe en él para que destruya la capacidad de autosuficiencia que excluye a Dios en la existencia. Y tal es su experiencia que el auténtico sujeto de su actividad es Cristo: él es su ser, su obrar, su vivir mientras permanezca en la historia humana (cf. Flp 1,21). La relación entre su vida y la vida de fe en Cristo, hace que, sin dejar de ser él, pueda configurarse con, o transformarse en Cristo, constituyéndose en el soporte de su existencia. Pablo lo aplica a los cristianos en la carta a los Romanos: «... consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (6,11; cf. 14,7-8; 1Cor 3,23; 2Cor 5,15). Es entonces cuando asume el dinamismo de la vida de Cristo crucificado y resucitado.
           
Dios, por medio de Jesús, hace que descubra un mundo «nuevo», un hombre «nuevo», un sentido de la existencia «nueva» (cf. Gál 6,15; Rom 6,4). La «novedad» estriba en que Dios se ha decidido hablar y actuar en beneficio de su criatura por medio de la vida de Jesús. Dios rescata, salva, redime del mal, rompe los círculos infernales que ha creado el hombre por su libertad y sus ansias de poder, y de los que no puede salir. Según Juan, Dios se enfrenta al poder del hombre con un poder que es exclusivamente su relación de amor, porque Él sólo es amor (cf. 1 Jn 4,8-16); y su amor en la historia humana es la vida de Jesús (cf. Jn 3,16). La gracia constituye la relación de amor de Dios a su criatura para Pablo. Tal es así el nuevo fundamento de la existencia que se puede decir que todo es gracia en la vida (cf. Ef 2,4-10); gracia que se identifica con Jesús, cuya historia se centra en su muerte y resurrección (cf. Rom 6,1-11). Y une los dos términos: Dios para nosotros es la vida de Jesús, que es su gracia, y la gracia se manifiesta en la muerte y resurrección de Jesús.


            Entonces podemos entender que Pablo configure su vida según la de Cristo: él es su amor (cf. Rom 8,39), su esperanza (cf. 1Tes 4,17), su libertad (cf. Gál 2,4; 5,13), su potencia (cf. Ef 6,10), su paz (cf. Flp 4,7), en definitiva, su vida (cf. Fil 1,21), capaz de dominar o extirpar el dominio del pecado que le atenaza (cf. Rom 7,7-25), desactivando su autosuficiencia (cf. Gál 2,16), ciertamente con dolor, con cruz (cf. Gál 2,19; 6,14), pero con la fuerza suficiente para rehacer su libertad y abrirse a la gracia que le capacita para la felicidad y plenitud humana (cf. 2Cor 4,14). Pablo, judío fariseo (cf. Hech 21,39; Flp 3,6; etc.), sale del encuentro con Cristo como el publicano de la parábola descrita: justificado, salvado, es decir, es consciente de su incapacidad para salvarse a sí mismo, de la insolvencia de su creencia en la ley judía para arrancarle del mal (cf. Gál 2,21; 5,11; Rom 2,27-23) y de la debilidad de la sabiduría humana para encauzar la existencia con la dignidad que le compete como hijo de Dios (cf. Rom 8,19-27; 1Cor 1,30; etc.). Pero Pablo no es un pecador público, o una persona alejada de Dios; su cambio obedece al sentido de la vida y de Dios que le proporciona Cristo, que no a un simple cambio moral o ético.