domingo, 7 de junio de 2015

Francisco de Asís y su mensaje. XX


                                            Francisco de Asís y su mensaje

                                                                   XX
                                              
                                   

                                                     El camino de la filiación personal


            a. La irrupción de Dios. Jesús inicia la presencia del Reino de Dios en la historia cuando proclama en Galilea: «Se ha cumplido el plazo y está cerca el Reino de Dios: arrepentíos y creed la buena noticia» (Mc 1,15). Poco antes, Juan habla de la necesidad de una penitencia personal para preparar el camino del Señor. Dios toma la iniciativa para recuperar a su criatura, pero es necesario que ésta deje un resquicio de libertad a su endiosamiento y autosuficiencia, que enmascara la maldad en el mundo; debe ceder su poder, en todos los niveles que comporta, a la relación gratuita del amor de Dios, que es la única que puede iluminar las situaciones reales de la persona. Por eso es muy fácil comprender que Jesús sea escuchado en los ámbitos de la pobreza y el pecado, en los que la debilidad abre el corazón a la influencia divina con más libertad, influencia que es de amor misericordioso. Hay dos parábolas que describen esta situación social y esta actitud personal.

           
Jesús es invitado por el fariseo Simón. Entonces se presenta en el convite una pecadora conocida por la gente, que «acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra» (Lc 7,37-38; cf. Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Jn 12,1-8.). Estas acciones de la mujer provocan, por las reglas de impureza, un juicio del fariseo con el que descalifica a Jesús por no conocer la clase de persona que le está besando los pies: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando, que es una pecadora» (Lc 7,39). Es entonces cuando Jesús propone esta parábola a Simón: «Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto? Contestó Simón: —Supongo que aquel a quien le perdonó más. Le replicó: —Has juzgado correctamente» (Lc 7,41-43). El fariseo comprende la intención de Jesús por la respuesta que le da: amará más quien ha sido perdonado más.

           
Después de la parábola, Jesús explica a Simón que Dios ha sido muy benevolente con la mujer al perdonarle sus pecados: «Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra» (Lc 7,47). Es la razón del porqué responde la pecadora a Dios con tanto afecto mostrado en la unción, el perfume y, en definitiva, el gesto de besarle los pies como símbolo de amor a Jesús que se ofrece como intermediario de la salvación de la mujer. Ésta, arrepentida, y sintiendo la cercanía del amor misericordioso de Dios, encauza su amor y lo manifiesta en signos externos que explicitan la relación íntima que existe entre el amor y el perdón en Dios, la «misericordia entrañable» divina (cf. Neh 9,17; Flp 2,1), y entre el amor y la fe como respuesta del hombre a Dios. Por eso le dice Jesús a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Lc 7,50), como antes se cuenta en las curaciones de la hemorroisa (cf. Lc 8,48), del leproso (cf. Lc 17,19) y del ciego de Jericó (cf. Lc 18,42), donde el que percibe la misericordia y se siente perdonado y revitalizado puede caminar en la paz.

           
Simón, como fariseo, basa la fe en la relación legal con Dios. Se fija en el creyente para que sus actos respondan a las exigencias de la Ley. Jesús, al contrario, pone su mirada en Dios. Por eso, viendo a la pecadora y hablándole a Simón, fundamenta la fe en el amor, que es la réplica a la Persona que ama previamente. Y con esta visión tan diferente es como Jesús, de nuevo, cuenta que un fariseo y un publicano suben al templo para orar (cf. Lc 18,10-14). Y los presenta de una manera contrapuesta al pertenecer a dos tipos sociorreligiosos distintos. El fariseo, mirándose a sí mismo, hace una oración de acción de gracias con una orientación horizontal, en este caso comparándose con el publicano. Es la beraká judía con la que se bendice a Dios por los dones que se reciben de Él. Y comienza su oración de forma negativa y fundada en el propio orgullo: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador» (Lc 18,11). El fariseo observa las leyes del decálogo (cf. Éx 20; Dt 5), y a continuación refiere su obras: «Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto poseo» (Lc 18,12), un ayuno que se cumple el lunes y el jueves y los diezmos debidos al Señor como dueño legítimo de la tierra de Israel, según prescribe el Deuteronomio (cf. 14,22-23; 12,6-7.17; Lev 27,30-32).

           
El publicano es el que recauda para sí y para el Imperio, que no para Dios. Sin embargo su oración es vertical, su término es Dios. Por tanto tiene una compostura distinta a la del fariseo. Jesús lo describe con signos que remiten a una actitud interior humilde y arrepentida. Distante de la presencia del Señor, en la puerta del atrio de Israel en el templo, no se atreve a levantar los ojos al cielo y se da golpes de pecho (cf. Lc 23,48). Y esta compostura externa responde a la oración que hace, que no es de acción de gracias, sino de súplica: «Oh Dios, ten piedad de este pecador!» (Lc 18,13), y según la pauta que marca el Salmo (51,3): «Misericordia, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa». Su oficio le hace ser una persona impura en contraste con la pureza que los fariseos cumplen con rigidez.

            La solución que da Jesús es contraria a la opinión común de la gente: «Os digo que éste volvió a su casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado» (Lc 18,14), y en línea con lo que antes subraya el Evangelista sobre los fariseos: «Vosotros pasáis por justos ante los hombres, pero Dios os conoce por dentro. Pues lo que los hombres exaltan lo aborrece Dios» (Lc 16,15). El publicano, por la confesión de su pecado, es declarado justo ante Dios, es decir, comprende y cree a Dios por el amor misericordioso que le restablece su condición de justo. El fariseo, por el contrario, se hace justo a partir de sus propias obras e invoca la presencia de Dios para que ratifique lo que él ya ha conquistado.


           
Jesús extiende la actitud del fariseo a los que apoyan su vida en las riquezas (cf. Mc 10,25par), o en cualquier clase de poder (cf. Mc 10,42; Q/ Lc 4,1-13; Mt 4,1-11) que pueda ocultar la relación gratuita de Dios (cf. Mt 10,7-10). Sin embargo, Jesús no anula la potencia natural que vehicula la eficacia de la acción divina, tanto para el servicio a los demás, como para la unión con Él (cf. Mt 25,14-30). Incluso aconseja lucir las cualidades humanas como focos del amor de Dios para que alumbren al mundo sumido en las tinieblas del mal (cf. Mc 4,21par).

Familia Franciscana. Santos y Beatos. 8-14 junio

                                                                                   8 de junio


                                                    Nicolás de Gésturi (1882-1958)

            El beato Nicolás nace el 5 de agosto de 1882 en Gésturi (Cágliari. Italia); pertenece a una familia humilde y muy religiosa. Huérfano de padres se dedica a las labores del campo. En el año 1911 ingresa como hermano oblato en la fraternidad capuchina de San Antonio de Cágliari. El 30 de octubre de 1913 inicia el noviciado; profesa el 1 de noviembre de 1914, y hace la profesión solemne 16 de febrero de 1919. Es trasladado a diferentes fraternidades de Cerdeña hasta que regresa a la fraternidad de Cágliari donde permanece 34 años como limosnero. Posee un profundo espíritu de oración y una caridad inmensa, dándose a los pobres. Es fiel a las devociones franciscanas como la Eucaristía y la devoción a la Virgen María. Muere el 8 de junio de 1958. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 3 de octubre de 1999.

                                               Común de Santos Varones

            Oración. Dios Padre misericordioso, que en el beato Nicolás has dado un ejemplo de oración y humildad callada, concédenos, por su intercesión, que podamos llevar a Cristo a los hermanos con la santidad de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                                 11 de junio


                                                                         Bernabé, Apóstol

            «Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, al llegar a Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús. La mano del Señor estaba con ellos, y una multitud recibió la fe y se convirtió al Señor. La noticia de esto llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio el don de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor. Partió para Tarso en busca de Saulo, y en cuanto le encontró le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en aquella iglesia e instruyeron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”» (Hech 11,20-26).

                                               Común de Apóstoles

            Oración. Señor, tú mandaste que San Bernabé, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a las naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el Evangelio de Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la Iglesia con fidelidad, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                           12 de junio

                                   Guido de Cortona (1187ca.–1245ca.)

            El beato Guido nace en Cortona (Arezzo. Italia) hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Sigue los estudios eclesiásticos y es ordenado sacerdote. San Francisco le visita en 1211. Es entonces cuando le solicita hacerse franciscano. San Francisco le dice que diera todo a los pobres. Así lo hace y se entrega de alma y cuerpo a la fraternidad de Cortona situada fuera de los muros de la ciudad. Con el Seráfico Padre se retira por un tiempo a un lugar llamado Las Celdas vecino a Cortona. San Francisco, veinte años después de su muerte, se aparece a Guido y le predice el día de su muerte. En efecto, el beato Guido fallece el día, que se lo había revelado San Francisco en un sueño. El papa Gregorio XIII aprueba su culto en 1583.

                                    Común de Santos Varones

            Oración. Dios Padre misericordioso, que en el beato Guido has dado un ejemplo de oración y humildad callada, concédenos, por su intercesión, que podamos llevar a Cristo a los hermanos con la santidad de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                               12.1 de junio


                                                        Yolanda de Polonia (1235-1298)

            La beata Yolanda, clarisa, nace en 1235, hija de Bela IV, rey de Hungría, y de María Lascaris, de la casa imperial griega. Es hermana de la beata Cunegunda, y emparentada con Santa Eduvigis, San Esteban rey, San Ladislao y Santa Margarita, reina de Suecia. Se desposa con Boleslao, duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Tiene tres hijas. Muere su esposo, y con su tercera hija ingresa en las clarisas de Sandeck, donde vive su hermana Cunegunda. Fallecida ésta en 1292, Yolanda, huyendo de la invasión de los turcos, se traslada con su hija al convento de Gniezno, fundado por su esposo Boleslao. Practica la devoción a Cristo pobre y crucificado, la oración continua y la humildad en su oficio de abadesa, siendo una verdadera servidora de sus hermanas. Muere el 11 de junio de 1298. El papa León XII aprueba su culto el 26 de septiembre de 1827.

                                               Común de Santas Mujeres

            Oración. Dios de bondad y misericordia, que con el ejemplo de la beata Yolanda nos has enseñado a preferir el seguimiento humilde de Cristo antes que las riquezas y honores, concédenos anteponer los valores eternos de tu reino a los bienes caducos de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                                12.2 de junio


                                                          Florida de Cévoli (1685-1767)

            Lucrecia Elena nace en Pisa (Toscana. Italia) el 11 de noviembre de 1685, hija de los condes Curzio Cevou y Laura de la Seta. Seforma desde los trece años en las clarisas de San Martín. Después de su formación ingresa en las clarisas capuchinas del monasterio de Città de Castello el 7 de junio de 1703, en el que reside la afamada religiosa Sor Verónica Giuliani, que será su maestra de noviciado. Toma el nombre de Florida. Profesa el 10 de junio de 1704. En 1708 fallecen sus padres. En 1916 es vicaria y a partir de 1727 abadesa. Alma de oración, se identifica con la espiritualidad francis-cana de seguir a Cristo crucificado, con una actitud de humildad y misericordia entrañable hacia las hermanas. Muere el 12 de junio de 1767. El papa Juan Pablo II la beatifica el 16 de mayo de 1993.

                                                           Común de Vírgenes

            Oración. Oh Dios, fuente de salvación, que has inflamado con tu amor a la beata Florida, llevándola hasta las cimas de la perfección evangélica por el camino de la renuncia y de la cruz, concédenos experimentar su mismo amor, para progresar en el conocimiento y en la sabiduría del misterio de la cruz. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                             12.3 de junio


                                    Mártires Franciscanos de Polonia (1940-1943)   

            El Nazismo persiguió a muchos polacos en razón de su fe cristiana. Durante el período de la Segunda Guerra Mundial de 1940-1943 fueron asesinados estos hijos de la Familia Franciscana en Polonia:

            OFMConv: ANTONINO BAJEWSKI (1915-1941), colaborador de San Maximiliano Kolbe, es arrestado el 17 de febrero de 1940. Trasladado a Auschwitz muere el 8 de mayo de 1941. PIUS BARTOSIK (1909-1941) reside en el convento de Niepokolanow, responsable de la prensa mariana. Es apresado el 17 de febrero de 1940. Muere en Auschwitz el 12 de diciembre de 1941. INOCENCIO GUZ, confesor de la fraternidad Niepokolanow, es deportado en abril del año 1940 al campo de concentración de Sachsenhausen, donde es asesinado el 6 de junio de 1940. AQUILES PUCHALA (1911-1943) se deja apresar para ir con sus feligreses también arrestados. Es asesinado el 19 de julio de 1943 en Borowikowszczyzna. HERMAN STEPIEN (1910-1943) se deja coger con el P. Puchala y sus parroquianos. Es asesinado el mismo día y en el mismo lugar que él. TIMOTEO TROJANOWSKI (1908-1942) residente en el convento de Niepokolanow, es apresado y trasladado a Auschwitz el 14 de octubre de 1941; muere el 28 de febrero de 1942. BONIFACIO ZUKOWSKI (1913-1942) es tipógrafo en el convento de Niepokolanow. Arrestado el 14 de octubre de 1941, es deportado a Auschwitz, donde muere de pulmonía el 10 de abril de 1942. Beatificados por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.

            OFM: CRISTIAN GONDEK (1909-1942), residente en el convento de Wloclaweck. Es arrestado el 26 de agosto de 1940 y recorre los campos de concentración de Szczyglin, Sachsenhausen y Dachau. Muere el 23 de julio de 1942. MARCIN OPRZADEK (1884-1942), apresado el 26 de agosto de 1940 y asesinado en la cámara de gas el 18 de mayo de 1942. ANASTASIO PANKIEWICZ (1882-1942), fundador de las Hermanas Antonianas de Cristo Rey, muere en la cámara de gas de Dachau el 20 de mayo de 1942. NARCISO TURCHAN (18791942), Guardián del convento de Wloclawek, fallece en Dachau el 19 de marzo de 1942. BRUNO ZEMBOL: (1905-1942) lo arrestan en la cárcel de Lublin, para después llevarlo a los campos de concentración de Sachenhausen y Dachau donde pasa a la gloria del Padre el 21 de agosto de 1942. Beatificados por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.

            OFMCap: FIDEL CHOJNACKI (1906-1942) muere tuberculoso en el campo de concentración de Dachau el 9 de julio de 1942. SINFORIANO DUCKI (1888-1942), residente en la fraternidad de Varsovia, es llevado al campo de concentración de Auschwitz donde es fusilado el 11 de abril de 1942. ANICETO KOPLINSKI (1875-1941) muere en la cámara de gas de Auschwitz el 16 de octubre de 1941. ENRIQUE KRZYSZTOFIK (1908-1942), guardián de Lublin, llevado a Dachau muere extenuado por el trabajo y el hambre el 4 de agosto de 1942. FLORIAN STEPNIAK (1912-1942), residente en el convento de Lublin, es deportado a Dachau donde muere en la cámara de gas el 12 de agosto de 1942.
            El papa Juan Pablo II los beatifica el 13 de junio de 1999 en Varsovia, y establece que su fiesta se celebre el 12 de junio.

                                               Común de Mártires

            Oración. Dios misericordioso y eterno, que concediste a los Mártires Franciscanos de Polonia participar en la pasión de Cristo, ayúdanos con su gracia en nuestra debilidad, para que, a ejemplo de estos Mártires que no dudaron en morir por ti, profesemos firmemente la fe con nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                               13 de junio


                                                   Antonio de Lisboa/Padua (1191-1231)

            Fernando Martins nace en Lisboa (Portugal) hacia 1191; es hijo primogénito de Martín de Alfonso y de María Taveira. Estudia en la escuela catedralicia y alrededor de 1210 ingresa en el monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa. En 1212 estudia en Santa Cruz de Coimbra, donde recibe la influencia de la Escuela teológica de San Víctor. En 1219 conoce a la comunidad franciscana de Coimbra, residente en el eremitorio de Olivais. Le llama la atención su sentido de vida pobre y fraterno. Se incorpora a la fraternidad cuando presencia la llegada de los restos de Berardo y compañeros, primeros mártires franciscanos, muertos en Marrakech. Juan Parenti, provincial de España, preside su toma de hábito en 1220. Cambia el nombre de Fernando por Antonio, pues el eremitorio de Olivais está dedicado a San Antonio Abad. Viaja a las misiones de Marruecos con Felipe de Castilla. Contrae la malaria. Al regresar a Portugal una tempestad conduce el barco hasta Sicilia. Pasa un tiempo en Milazzo. En junio de 1221 asiste al Capítulo de las Esteras en Asís. Conoce a San Francisco, se pone al servicio de Gracián, provincial de la Romaña. Se traslada al eremitorio de Montepaolo, vecino a Forli. Recupera la salud y se le destina a predicar en el norte de Italia contra la herejía cátara. En el año 1224 predica en Bolonia y enseña en el centro de estudios de la Orden de Santa María de la Pugliola. Le envían al sur de Francia para combatir la herejía albigense. Enseña en Montpellier y Tolosa. Es guardián del convento de Le Puy-en-Velay, situado al oeste de Valence y Lyón. Es nombrado custodio de Limoges en el capítulo de Arlés de 1225. Funda una fraternidad cerca de Brieve. En 1225 participa en el sínodo de Bourges. Compone los «Sermones Dominicales y Festivos». Se retira a Camposampiero en 1231. Le da un ataque de hidropesía y cuando es llevado a Padua muere el 13 de junio en Arcella. El papa Gregorio IX lo canoniza en Espoleto un año después y el papa Pío XII lo declara Doctor Evangélico el 16 de enero de 1946.

                                               Común Doctores de la Iglesia

            Oración. Dios misericordioso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de San Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente las exigencias del Evangelio para que merezcamos tenerle como protector en todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo.



Espíritu Santo III. Iglesia

                                                                         ESPÍRITU SANTO

                                                                                    III

                                                          El Espíritu en la comunidad cristiana


           
Hemos comprobado que el Espíritu está en el origen de la creación, de Israel y de Jesús y su misión. Ahora está presente también en el origen de la Iglesia y su misión, porque Jesús no sólo recibe el Espíritu, sino también lo entrega. Cuentan los Hechos de los Apóstoles que los discípulos de Jesús están reunidos en Jerusalén junto a María, la madre del Señor, y unas cuantas mujeres (cf. Hech 1,13-14); y también relatan los Hechos que hay otra reunión con ciento veinte hermanos cuando Pedro propone elegir al que debe sustituir a Judas (cf. Hech 1,15). Sea en una ocasión o en la otra sucede que: «de repente vino del cielo un ruido, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse» (Hech 2,2-4). Se cumple una promesa de Jesús resucitado: «Yo os envío lo que el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os revistan de fuerza» (Lc 24,49; cf. Hech 1,2.8). Sucede en el día de Pentecostés, la fiesta de la siega (cf. Éx 23,14), más tarde la fiesta de la renovación de la Alianza (cf. 2Cró 15,10-13); el ruido y el viento recuerdan la teofanía del Sinaí, cuando se realiza la Alianza (cf. Éx 19,16-19; 20,18) y responde a la esperanza judía de una nueva alianza fundada en el Espíritu (cf. Ez 36,26-27); con todo, la relación más evidente es la de Juan Bautista cuando anuncia que vendrá alguien que «bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Lc 3,16). Es lo que hace el Resucitado en este momento.

           
La misión de la Iglesia se relaciona con la misión de Jesús como fruto del Espíritu (cf. 1Tes 5,19; 1Cor 12,4.8.11). La situación en la que se encuentran los protagonistas es de apertura personal al Señor; están en oración; y en medio de la relación concreta con el Señor, les envía el Espíritu (cf. Lc 3,22; Hech 2,3) para llevar a cabo una misión; en Jesús lo hace en Nazaret, ante su pueblo, proclamando el año de gracia del Señor (cf. Lc 4,19); los discípulos lo reciben en Jerusalén, y ante judíos y prosélitos pertenecientes a muchos países (cf. Hech 2,24); es una primera demostración de que su misión es para Israel, la primera Iglesia; más tarde, Pedro la abrirá a todas las gentes (cf. Lc 10,44-48) para mostrar la dimensión universal del Evangelio una vez que Dios Padre ha resucitado a Jesús; en ambos acontecimientos, fruto de dos promesas del AT (cf. Lc 4,18: Is 61,1-2; Hech 2,17-18: Jl 3,1-5), el Señor se asegura la obediencia radical de toda la creación a su voluntad salvadora. Ni Jesús ni la Iglesia son independientes; pertenecen a Dios Padre y son enviados por Él para salvar a todos los pueblos. El Espíritu es el que asegura la unión con Dios y la transmisión de su voluntad.

           
En todo caso, el suceso acaece a los cincuenta días de la Pascua de Resurrección, el «paso» de la muerte a la vida de Jesús, y es el Resucitado quien envía su Espíritu, como expresamente lo narra San Juan en la segunda aparición a los discípulos: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22). El Espíritu, como principio de la vida (cf. Jn 6,63), sigue recreando a la humanidad después de la misión de Jesús por la acción de los discípulos de Jesús, que ya poseen el Espíritu. Entonces precisamente como el hombre pasa de la muerte a la vida y con el Espíritu no puede ya morir (cf. Jn 5,54; 8,51).



            El Espíritu del Padre y de Cristo es el que comienza a darle solidez a las instituciones que cobijan a los nuevos seguidores de Jesús: «Gracias a él, el cuerpo entero trabado y unido por la prestación de las junturas y por el ejercicio propio de la función de cada miembro, va creciendo y construyéndose en el amor» (Flp 4,16). Texto que la «Lumen gentium» glosa de esta manera: «En efecto, así como la naturaleza humana asumida está al servicio del Verbo divino como órgano vivo de salvación que le está indisolublemente unido, de la misma manera el organismo social de la Iglesia está al servicio del Espíritu de Cristo, que le da la vida para que el cuerpo crezca» (LG 8). Y el cuerpo crece  por medio de la acción del Espíritu (cf. Hech 2,1.17-18) y del bautismo que imparten los discípulos de Jesús como una de las misiones fundamentales que les da antes de ascender a la gloria divina (Mt 28,19). A todos los nuevos cristianos los hace Dios morada del Espíritu y les hace experimentar y llamarle «Abba» (cf. Rom 8,15; Gál 4,6) y a su Hijo ser el Señor: «Como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, nos hemos bautizado en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo y hemos absorbido un solo Espíritu» (1Cor 12,12-13). Y esto es lo que da cohesión y unidad a la comunidad (cf. Hech 2,1).

Dios y la misericordia. I.

                                      REFLEXION SOBRE DIOS  Y LA MISERICORDIA

                                                          
                                                                       Magdalena Cánovas
                                                                       Instituto Teológico OFM
                                                                                         Pontificia Universidad Antonianum



Cuando hablamos de Dios nos referimos al Creador del mundo por propia voluntad y absoluta libertad.
El Ser de los seres, ha sido pensado de distinta forma por los hombres en diferentes épocas. El hombre al igual que tiene la capacidad del lenguaje (en su caso lengua), la capacidad axiológica, la racional, la estética etc., y otras exclusivamente humanas, es decir que no son propias de los demás animales, tiene además capacidad religiosa, es decir, una dimensión religiosa, y pertenece al ámbito de la libertad. Con la razón podemos pensar a Dios y con la libertad podemos adherirnos o no a él, se trata del ámbito de la voluntad. Tenemos alma, es decir somos conscientes y libres, aunque nuestra libertad está limitada por las leyes naturales y nuestra razón lo está por las leyes de la lógica. Pero además podemos amar, aunque nuestro amor tampoco es perfecto. Todo esto nos hace “divinos” que dirían los antiguos griegos. ¿Podemos conocer a Dios?: claro que podemos, pero no como fenómeno, no con la razón instrumental,   porque Dios no es una piedra, ni un árbol,  ni siquiera es un “animal divino”, como diría Gustavo Bueno, aunque en otro registro distinto. Dios no es animal, es el Ser divino. Así pues, podemos conocer a Dios e intuirlo en  y desde su maravillosa obra creacional, en sus animales divinos, tan complicados por eso de ser, pero todavía no, de estar en camino, en proceso de perfección.

A Dios se le puede conocer desde la razón, el hombre que piensa puede conocer a Dios, aunque no comprenda todo el “objeto”, porque Dios se escapa del fenómeno, es como diría Kant, la posibilidad de todo fenómeno. Si hay fenómeno es porque hay posibilidad de hacerlo posible. La posibilidad siempre está más allá de la  realidad y es lo que la hace posible. También se le puede conocer sobre todo, desde el corazón, desde el amor, desde la misericordia y desde la libertad.  Pero Dios tiene un reducto “misterioso” fuera del espacio y el tiempo, ya que es anterior a ellos, anterior a todo, aunque a partir de la creación está en ellos y en todo, puesto que todo sale de Él, o como dicen los pananteístas: estamos en Dios. Luego Dios no es sólo un ser trascendente, es también inmanente. La trascendencia nos separa de Él en cuanto al conocimiento, pero la inmanencia nos une a Él de forma inextricable.
 
Dios, ha sido pensado como, fuerza o poder, de ahí la palabra divinidad y divino, lo que ejerce una fuerza poderosa muy superior al hombre, que éste no  puede dominar;  como poder natural, fuerza de la naturaleza: panteísmo.  Poder  espiritual, cuando se entiende el universo como un Ser Vivo cuya parte física está regida sustancialmente por un Pneuma (Logos o Nous). Theos o Acto puro, pura energeia, Uno, Bien, perfección… Los antiguos,  entendieron el mundo como un todo mental, o un todo físico. Poco a poco el dualismo del clasicismo griego cobró fuerza frente a cosmovisiones puramente espirituales, o solamente físicas.  Los hombres quisieron también acotarlo, ponerle nombre al concepto para delimitarlo como idea, porque la idea es  idea de algo. Se les escapaba como el agua entre los dedos, debido a la pequeñez y limitación de la mente humana contingente, frente a la enormidad del Todo eterno.

Las grandes religiones monoteístas lo llaman Yahveh,  Abbá, Alá, pero lo llamen como lo llamen, Dios sigue siendo inefable, aunque todos estos nombres se refieren al mismo Ser Creador. Dios siempre tiene una cara oculta al hombre, un misterio, tiene un lado que no se puede pensar, es decir, que todos los infinitos atributos divinos no lo encierran, no lo abarcan, no lo pueden contener.


Libros: La Familia en la Biblia

                                   LA FAMILIA EN LA BIBLIA. UNA HISTORIA PENDIENTE
                                              

                                                                       Xabier Pikaza




             Bernardo Pérez Andreo
            Instituto Teológico OFM
               Pontificia Universidad Antonianum

“La familia es la matriz del mayor cambio social que puede y debe realizarse todavía. La revolución que esperamos no será simplemente política y social, sino que ha de empezar por la familia, centrándose en ella para tomar impulso y desarrollo” (23). Con estas palabras muestra el autor el motor de la obra que nos ofrece. Estamos ante un momento crucial para la Iglesia y para la humanidad, necesitamos una transformación radical de las relaciones sociales, políticas, económicas y personales y ese cambio solo podrá afianzarse si proviene de la realidad primera en la que los hombres se hacen tales: en la familia. Dos momentos, pues, explican el surgir de esta obra sobre la familia: el momento eclesial y el momento social. O, dicho en términos teológicos, vivimos un kairós eclesial y social que expresa la necesidad humana de transformación radical. El tiempo ha llegado y la Iglesia ha de estar a la altura de la familia que Jesús propone, superando la condición de esclavitud de la mujer.
La obra, en palabras del propio autor, pretender ser, a la vez, un manual de estudio y un manual de familia, una especie de guía que capacite para entrar y orientarse por los diversos pasajes bíblicos sobre la familia. Por eso, el estudio está dividido en dos partes, la familia en el Antiguo Testamento, Israel como familia, y la familia en el Nuevo Testamento, la familia cristiana. Cada una de las dos partes contienes siete capítulos. Empezando por Adán y Eva, continuando por el Éxodo y siguiendo por los ricos pasajes del Pentateuco, los Profetas, la Sabiduría de Israel y las Narraciones, se concluye una imagen de Israel como familia de Dios, este fue el proyecto para toda la humanidad. En la segunda parte se comienza con la familia en los Evangelios, la nueva familia que Jesús propone para sus seguidores, la reconstrucción de Israel como familia de Dios, se analizan todas y cada una de las propuestas teniendo como núcleo el Reino de Dios. De ahí se pasa a Pablo, Juan y el Apocalipsis para proponer la familia de la fraternidad humana, más allá de los límites étnicos y culturales.
La propuesta de Xabier Pikaza la deja clara desde la misma introducción y no deja indiferente a nadie: el sistema capitalista puede producir muchos bienes de consumo, pero nunca podrá, aunque quiera y lo intente, producir personas. Los seres humanos se hacen tales en familia y eso implica que el mayor proyecto de Dios para la humanidad es crear familia, hacer familia, en ella se crean los hombres y en ella toma consistencia el mundo. Así lo hizo el mismo Dios para tomar carne humana, lo hizo en una familia a la que llamamos sagrada, pero que lo es, no por ser la que trajo al Hijo de Dios, sino porque toda familia, si lo es de verdad, es sagrada. La familia es la verdadera y única revolución posible que lleve lo humano a plenitud. En las mismas palabras de autor: “si queremos que exista futuro, debemos aprender a querernos y crear (crearnos) de un modo personal, de manera que los niños nazcan y maduren en humanidad, de forma que ellos y nosotros podamos ser al fin lo que somos, simplemente humanos (es decir, divinos), seres libres, en comunión con el universo” (p. 19). La familia es la gran madre de la humanidad y de la humanidad de Dios, es la primera Madre de Dios. De ahí que sea imprescindible conocer la familia querida por Dios para crear ese nuevo mundo que estamos anhelando, que en labios de Jesús se llamó Reino de Dios y que se configura concretamente como una nueva familia, la familia de los hombres que aman y trabajan por la fraternidad y en misericordia.
Por eso, necesitamos comprender correctamente la Biblia, saber adentrarnos en sus pasajes, tanto los más claros como los más oscuros. Eso es lo que Pikaza nos ofrece, una guía para conocer correctamente que la Biblia es un gran camino y un proyecto de humanidad, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la familia es entendida como un espacio de revelación de Dios y despliegue de la vida humana. Esta obra está hoy en sintonía con la propuesta de Francisco, una propuesta que pretende impulsar un nuevo camino de evangelización, de humanización, en clave de familia, iniciando así una revolución cristiana de tipo social y personal. El autor está empeñado en que, tras veinte siglos de latencia, bajo estructuras de tipo patriarcal, de imposición y lucha, ajenas al mensaje de Jesús, la Iglesia puede y debe al fin desarrollar su potencial transformador de familia, a la luz de la revelación originaria de la Biblia.
El mensaje descubierto tras el análisis de la familia en la Biblia, de traducirse en forma de proyecto de renovación cristiana. La propuesta bíblica nos lleva a la raíz de nuestra identidad humana, más allá de un tipo de sociedad moderna empeñada en fabricar más y más, pero incapaz de crear al ser humano, reducido a mera mercancía en el proceso de producción del lucro como motor de la economía. “Nuestro verdadero capital es el don y la tarea de la vida”. Este don se recibe en familia y se entrega en familia. Ese es el centro de nuestra existencia, por eso necesitamos crear un nuevo tipo de familia, tal como proclama la Biblia, aunque hoy habrá que hacerlo pasando por encima de las estructuras culturales que condicionaron la escritura del Libro Sagrado. Será necesario replantearse la dimensión afectiva, la constitución de la familia y su integración, aunque sigue pareciendo revolucionario el hecho de una familia monogámica como expresión de un amor y entrega plenos entre dos personas, capaces de crear vida y de extenderla a raudales.
Pikaza nos propones una verdadera revolución de familia, relacionada con otros niveles, como el biológico, el económico y el político, pero debe profundizar en la transformación de lo humano que propone Jesús. No será una familia como las que hemos conocido hasta hoy en el mundo occidental, conservará algunos rasgos, que son y serán definitivos, como la afectividad en la pareja, la entrega por los hijos y la protección como garante, pero dejará de lado el patriarcado, el machismo y los condicionantes sexuales, para centrarse en lo nuclear: el amor y la misericordia que irradian la vida en todos los niveles. Por eso, se suma el autor a la propuesta del cuestionario del Papa Francisco sobre la familia y responde, con valentía y con  un conocimiento profundo del tema a las preguntas planteadas por el Papa.
La conclusión de la obra, en el capítulo final, recoge el subtítulo de la misma: la familia bíblica, una historia pendiente. Porque se trata de una historia aún pendiente para la humanidad, es algo por crear aún. Es la revolución pendiente. Con la Biblia, tras el análisis de Pikaza, afirmamos que la familia es una institución histórica con tendencia a la monogamia en el que el hombre es engendrado, no fabricado. El ser humano vive en plenitud la experiencia del placer sexual y la libertad que llevan a la igualdad real de la mujer, pues la clave de la familia es que el amor se hace palabra, es dialogal, lo que lleva a entender el matrimonio en clave de fidelidad y entrega, especialmente a los pobres.
La humanidad se encuentra hoy a las puertas de una gran transformación. Estamos superando el estadio cósmico-biológico, que culmina en Grecia y la Modernidad, y nos vemos ante algo totalmente nuevo. Pikaza lo expresa bellamente: “Lo que ahora empieza es totalmente distinto, una etapa que debe centrarse en la palabra personal: Hombres y mujeres estamos descubriendo con Jesús nuestro ‘fondo divino’, pero no en un plano cósmico-biológico (como el de los dioses antiguos del Neolótico), sino a través de la palabra, que nos hace creadores de lo que somos y de lo que podemos ‘engendrar’ suscitando nueva vida humana. Hasta ahora, básicamente, hemos creado familia por impulso de la naturaleza, y hemos terminado cayendo en manos de la idolatría del capital antihumano. Ahora debemos crear vida libremente, por nuestra palabra, en amor gratuito, liberándonos de la imposición del capital absolutizado. Somos responsables de Dios sobre la tierra, estamos llamados a crear su familia, con Cristo y desde Cristo (hijo de Dios)” (p. 542).

                                  Verbo Divino, Estella 2014, 574 pp, 15,5 x 23,5 cm.