lunes, 16 de marzo de 2015

San Francisco de Asís: XVII: El hombre nuevo

                                         Francisco de Asís y su mensaje


                                                                 XVII


                                                           El hombre «nuevo»


            Introducción

            Definir qué es el hombre constituye la pregunta permanente de la historia de la humanidad. Muchas disciplinas aportan datos para identificar y describir la condición del ser humano: la biología, la cultura, la paleontología, la etnología, la psicología, la sociología, la filosofía, la teología, etc. Pero no es una tarea nada fácil, pues los resultados científicos se deben contrastar con las diferentes aportaciones de las culturas, las creencias y las biografías individuales, que responden a los interrogantes del origen, sentido y futuro de la existencia. Lo cierto es que el hombre tiene capacidad para preguntarse sobre estas cuestiones básicas que afectan a su historia personal y colectiva, y trata de responder a esas preguntas: por una parte, superando la muerte con la idea de eternidad y, por otra, ampliando y prolongando su vida en el espacio y en el tiempo. El caso es sobrepasar los límites que establece su existencia biológica con las armas de la libertad y la racionalidad.
           
Pero estos poderes se enfrentan en la actualidad con la incorporación a la conciencia humana de la situación que viven muchos pueblos y culturas depauperados. La pregunta sobre el hombre incide primariamente en su existencia y en los elementos básicos que la fundan, como es la alimentación, la bebida, la formación y la salud. A esto se une la ingeniería genética que clarifica cada vez más la constitución biológica del ser humano, con sus beneficios en la prolongación y en la calidad de la vida, como también en sus posibles manipulaciones; no se olvide la descripción de una humanidad quebrada que se aventura en el «Mundo feliz» de Huxley. Además hay diferentes visiones del hombre que transmiten las culturas y el derecho que tienen para vivir en un mundo cada vez más interrelacionado y globalizado. Los sistemas de comunicaciones actuales convierten la Tierra en una «aldea», una aldea ciertamente «común», pero no por ello se justifica la defensa de una cultura única para todos, que suponga la destrucción de lo que han elaborado tantas generaciones humanas sobre su sentido de la vida.
            La visión sobre el hombre que ofrece la revelación recoge las aportaciones que dan otras culturas e ideologías, y las integra en la medida que enriquecen la visión cristiana. Por otra parte, la revelación supone una instancia crítica a las hipótesis que elaboran las ciencias o transmiten las culturas. En uno y otro caso, la teología mantiene una actitud dialogante, porque la fe sólo puede ser relevante para los pueblos si es capaz de encarnarse y ofrecer los valores provenientes del Evangelio.
           
Cuando Dios habla a su criatura lo hace con una Palabra creadora y salvadora: el hombre es «imagen y semejanza» de Dios (Gén 1,26-27), Cristo también es su «imagen» (cf. 2Cor 4,4) y todos somos «imagen de Cristo» por el que tenemos el acceso a Dios (cf. Rom 8,29). La relación de Dios con su criatura forma parte de la historia desde sus orígenes. Por ello el hombre es un ser abierto a la trascendencia, capaz de dialogar con Dios y de escuchar la revelación que Dios hace de sí mismo y de realidad creada. Y la palabra que Dios dirige al hombre no es sólo para definir su identidad, sino para comunicar que está presente en el camino que el hombre hace en la historia con el fin de que realice el proyecto y alcance el objetivo que Él ha diseñado previamente: por eso le ha creado y para ello le ha redimido.

            Veamos la imagen del hombre que aparece en la Escritura con relación a Dios y con relación a Cristo, para actualizarla a partir de los testimonios de Pablo y de Francisco de Asís como seguidores de Jesús.

Santos y Beatos: 18-22 marzo

                                                                             18 de marzo


                                                  Salvador de Horta (1520-1567)

San Salvador de Horta nace en Santa Coloma de Farnés (Gerona. España) en el año 1520. Hijo de una familia que trabaja en la agricultura y posee una masía llamada Masdevall. Sus padres se arruinan y son acogidos en el hospicio de Santa Coloma de Farnés. Salvador aprende el oficio de zapatero, que le enseña su padre, y se establece en Barcelona. En 1540 ingresa en el convento de Santa María de Jesús, situado a las afueras de la ciudad. Después de profesar se le destina a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús. Se entrega por entero a la oración y a la penitencia, ejerciendo los oficios más humildes de la fraternidad y siendo un franciscano extremadamente sencillo. Al norte de Tortosa se encuentra la aldea de Horta de San Juan, adonde es destinado en 1559 para intensificar su vida de oración. Sin embargo acuden a él gentes de todas partes de España para recibir consejo, curar sus enfermedades y revitalizar su fe. Más tarde se le envía a Reus y a Cagliari, en la isla de Cerdeña, en la que vive dos años antes de fallecer el día 18 de marzo del 1567. Clemente XI lo beatifica el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del 1724, concede que se celebre su oficio el día 18 de marzo en la Orden y en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. El papa Pío XI lo canoniza el 17 de abril de 1938.


            Común de Santos Varones,

            Oración. Te rogamos, Dios de bondad, nos concedas a los que conmemoramos a San Salvador de Horta, tu humilde siervo, vernos libres, por su intercesión, de los males presentes, y gozar de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                            19 de marzo


                                                        José, esposo de la Virgen María

            Los Evangelios dan los siguientes datos sobre San José. Descendiente de la familia de David (Mt 1,16; Lc 3,23), vive en Nazaret. Un ángel le anuncia que María, su esposa, espera un hijo por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16-24). Viaja con María a Belén por disposición de César Augusto; allí nace Jesús (cf. Lc 2,1-20); le impone el nombre (cf. Lc 2,21), lo ofrece al Señor y escucha las profecías de Simeón y Ana (cf. Lc 2,5-38). Lleva a María y a Jesús a Egipto para defenderlo de Herodes (cf. Mt 2,13). Una vez que muere Herodes, regresa a Palestina, instalándose en Nazaret de Galilea (cf. Mt 2,23). Lucas relata un viaje de la familia a Jerusalén, donde Jesús se separa de sus padres para discutir con los doctores de la Ley en el templo (cf. Lc 2,41-50). José es un técnico de la madera, del hierro y de la piedra (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), cuyo oficio y utensilios aprende y hereda Jesús (cf. Mc 6,3). José aparece siempre como esposo de María (Mt 1,16.18.20.24; Lc 2,5) y padre de Jesús (cf. Lc 2,27.33.41.43.48; 3,23; Mt 13,55), como lo dice María (Lc 4,48) y la gente (Lc 3,23; 4,22; Mt 13,55; Jn 6,42). Es una persona justa (cf. Mt 1,19), fiel a la Ley y cumplidora de todas las tradiciones religiosas y sociales de Israel.


            Oración. Dios eterno, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                               22 de marzo


                                                             Bienvenido Scotívoli (1188-1282)

            El beato Bienvenido Scotívoli nace en Ancona (Las Marcas. Italia) en 1188. Estudia Derecho en Bolonia. Es Capellán Pontificio, Arcediano de Ancona, Administrador de la diócesis de Osimo en 1263. Urbano IV le nombra obispo de Osimo el 13 de marzo de 1264. En 1267, Clemente IV le da el gobierno de la Marca de Ancona. Seguidor de San Francisco, recibe en su diócesis a los Franciscanos, viste el hábito y practica la devoción a la Eucaristía, a María y en especial a Cristo pobre y crucificado. A ello une un carácter afable y paciente. Esto no obsta para que reforme su diócesis con la defensa de los bienes eclesiásticos, el capítulo de la catedral y la ayuda constante a los enfermos y a los pobres. Defiende los derechos de su diócesis sobre la ciudad de Cingoli. Muere el 2 de marzo de 1282. Es sepultado en la catedral de Ósimo. Martín IV reconoce su culto en 1284.

                                                           Común de Pastores


            Oración. Señor y Dios nuestro, que has puesto al obispo Bienvenido Scotívoli al frente de tu pueblo, te rogamos que por la eficacia de sus reformas concedas a tu pueblo la conversión por tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

IV: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

                     PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ


                                                                            IV

                               «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Jesús ora por los que le han crucificado, es decir, los soldados y verdugos que tiene en su rededor y ahora le vigilan para que se cumpla la sentencia. Ora también al Padre por los que han sido responsables de su muerte, Pilato (Lc 23,24), los sumos sacerdotes y escribas (Lc 23,13.21.23), todos simbolizados en la ciudad santa de Jerusalén. Antes Jesús acusa a la Ciudad Santa de que «mata a los profetas y apedrea a los enviados» (Lc 13,34); y, por la violencia que anida en sus habitantes, sentencia: «... si reconocieras hoy lo que conduce a la paz. Pero ahora está oculto a tus ojos» (Lc 19,42). Todos ellos ignoran a quién han llevado a la cruz, según afirman Pedro y Pablo en sus primeras predicaciones (Hech 3,17; 13,27), ellos que también han tenido su pequeña historia de traición y persecución al Hijo de Dios (Lc 22,54-62; Hech 26,9).
           
Jesús es coherente en esta súplica al Padre con lo que ha enseñado en su ministerio. Ha revelado al Dios del perdón y de la reconciliación (Lc 15), el Dios que toma una postura decidida de misericordia por el pecador antes de contemplar su conversión, como en el caso del hijo pródigo (Lc 15,20). Jesús ha transmitido la actitud de Dios practicando la misericordia a lo largo de su vida pública, cuando perdona los pecados al paralítico (Lc 5,20), o a la pecadora que le visita en casa del fariseo (Lc 7,47). Ha suprimido la ley de la venganza, o la correspondencia al amor recibido u ofrecido entre amigos y familiares (Lc 6,32), y pide el exceso de amor a los que le siguen: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os calumnien» (Lc 6,27-28). Actitud que permanece en la comunidad cristiana en los mártir
es que, ante el suplicio, oran por sus enemigos, como Esteban y Santiago, el hermano del Señor(Hech 7,60; Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, II 23 16).

                                               Reflexión

            En términos generales, nuestra historia ha tenido tres fases en las penas que se aplican a los delitos. Que «toda la familia o pueblo» pague la infracción cometida por un individuo; la ley del «ojo por ojo y diente por diente», mucho más reducida que la anterior; la ley de la correspondencia al amor y amistad recibidos: «amo a quien me ama; odio a quien me odia», y la propuesta por Jesús: «debemos amar a todo el mundo, amigos y enemigos». La raíz de esta afirmación está en la fe en el Señor, que es Padre y Madre de justos e injustos y a todos les hace salir el sol (cf. Mt 5,45). Al tener un solo Padre y Madre, todos somos hermanos, sea cual fuere la relación concreta que tengamos entre sí.

           
Y en estas estamos. Aún impera la ley de la venganza. Se hace muy difícil admitir a quien nos ha hecho mal; a quien no nos quiere; a quien se distancia conscientemente de nuestra vida. Jesús comprende el amor a los enemigos en los hechos, que no en los sentimientos. Sea cual fuere lo que sintamos hacia nuestros enemigos, si nos necesita, les ayudamos sin más. Es la única forma que se den cuenta que existe el amor, como la confesión del Centurión al ver morir a Jesús: «Verdaderamente este hombre es Hijo de Dios» (Mc 15,39)

Carta a la Tierra

Carta de la tierra


I


Francisco López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia

    ¿QUE ES LA CARTA DE LA TIERRA?
Vivir con  fe, reverencia y amor hacia  el  Creador, con gratitud por el regalo de la vida, y con humildad y respeto  por el  lugar y  función  que, como humanos, ocupamos  en la naturaleza y el medio ambiente.

           
En la actualidad, el mundo está experimentando profundos cambios ambientales, sociales y económicos y se enfrenta a un futuro incierto. Por ello, es esencial adquirir un compromiso en  un marco ético compartido que ofrezca una orientación para lograr que todos los pueblos de la Tierral, en su diversidad, se unan y establezcan una sociedad global que sea justa, sostenible y pacífica. La Carta de la Tierra es una expresión de la aspiración general de la emergente sociedad civil en torno a una visión compartida de un futuro sostenible y de un mundo mejor.

            La Carta de la Tierra es una declaración internacional de principios y propuestas éticas fundamentales para la construcción de una sociedad global justa, sostenible y pacífica en el actual siglo XXI. Busca inspirar en todos los pueblos un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad compartida para el bienestar de toda la familia humana, de la gran comunidad de vida y de las futuras generaciones. La Carta es una visión de esperanza y una llamada a la acción que  pretende que en todos los países del mundo se  practiquen  modos  durables de vida y de desarrollo humano. La Carta reconoce que los objetivos de la protección ecológica, la erradicación de la pobreza, el desarrollo económico equitativo, el respecto a los derechos humanos, la democracia y la paz son interdependientes e indivisibles. El documento ofrece, pues, un nuevo marco ético integral inclusivo para guiar la transición hacia un futuro esperanzador y sostenible.
           
La Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, hizo un llamamiento, en 1997, para una “nueva carta” que estableciera un conjunto de normas para un desarrollo sostenible. Las Naciones unidas presentaron un borrador en la “Cumbre de la Tierra” de Rio de Janeiro en 1992. El proceso de consulta, redacción y aprobación del texto final del documento se dio a conocer en el año 2000, con el respaldo de unas 5000 organizaciones que incluían gran número de ONGs y organismos gubernamentales internacionales. Se considera que este tipo de documentos, tal como la Declaración Universal de Derechos Humanos, son moralmente vinculantes, aunque no en el plano jurídico, para los gobiernos estatales que acepten avalarlos y adoptarlos.

           
En un momento en que se necesita con urgencia la generación de importantes cambios en la forma en que  pensamos y vivimos, la Carta de la Tierra nos desafía a examinar nuestros valores y a escoger un rumbo mejor. Hoy, la educación para el desarrollo sostenible se ha transformado en un elemento esencial, para su consecución, la Carta de la Tierra ofrece un valioso instrumento educativo, exhortándonos a buscar aspectos en común en medio de nuestra diversidad, y a adoptar una ética global que pueda ser compartida por todas las personas del mundo.


            Las metas y los objetivos estratégicos adoptados por la Carta de la Tierra Internacional:


(a) Metas:
·       Incrementar el grado de conciencia ecológica en todo el mundo sobre la Carta de la Tierra  y promover su  comprensión y  visión ética;
.
·       Buscar el reconocimiento y el respaldo de la Carta de la Tierra por parte de las personas, las organizaciones y las Naciones Unidas;

·       Promover el uso de la Carta de la Tierra como una guía ética y la implementación de sus principios por parte de la sociedad civil, los negocios y los gobiernos;

·       Exhortar y prestar apoyo al uso educativo de la Carta de la Tierra en escuelas, universidades, comunidades ecuménicas, comunidades locales y  otros entornos;

(b) Objetivos:

·       Promover el desarrollo de una red global de partidarios y colaboradores de la Carta de la Tierra con la colaboración de asesores, afiliados, organizaciones socias y grupos de trabajo;
·       Crear y diseminar materiales de comunicación y educación de alta calidad dirigidos a  millones de personas;
·       Traducir los contenidos de  la Carta de la Tierra a todos los principales idiomas del mundo;
·       Establecer páginas de Internet de la Carta de la Tierra en todos los países, en alianza con personas y organizaciones relevantes;
·       Promover la visión de la Carta de la Tierra en actividades relevantes en los ámbitos local, nacional e internacional y hacer partícipes a las personas y a las organizaciones en la aplicación de sus contenidos;
·       Emprender programas de capacitación para facilitar la aceptación y la aplicación de la Carta de la Tierra en diferentes sectores;
·       Posicionar  la Carta de la Tierra en iniciativas y en procesos internacionales para que su marco ético pueda utilizarse como guía de los esfuerzos dirigidos a abordar los retos más urgentes, tales como el cambio climático, pérdida de biodiversidad, procesos de desertificación, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la seguridad alimentaria y la resolución de conflictos.


«Si el grano de trigo [ …] muere, da mucho fruto»



V DOMINGO CUARESMA (B)

                       

                                         «Si el grano de trigo [ …] muere, da mucho fruto»

                                                       
Lectura del santo Evangelio según San Juan 12,20-33.

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
            Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
            Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

1.- La conducta del discípulo de Jesús con su forma de vida itinerante y de cierto desarraigo social provoca numerosos conflictos. Sabemos de las tensiones de Jesús originadas con los garantes de la religiosidad por el cumplimiento del descanso sabático, o con su pueblo, o por la actitud abierta y acogedora con los marginados, o por la negación radical de las relaciones de poder y servidumbre dadas en las familias e instituciones sociales, o de practicar la magia o decir blasfemias, o de desafección al templo, incluso de su familia: «En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí» (Mc 3,20-21). De todas estas experiencias de Jesús participamos los cristianos, tanto cuando nos persigue y nos mata el Estado Islámico, como los que vivimos en las sociedades occidentales, donde el dinero, el disfrute de las cosas y el egoísmo es la norma de vida, y, por consiguiente, no pueden comprender que «si el grano de trigo no muere, no da fruto».

2.-  Seguir a Jesús tiene valor en sí, pero el seguimiento con la cruz concreta nuestra forma de seguimiento. Es cuando el grano de trigo muere. «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mc 8,34). Negarnos a nosotros mismos, morir a sí mismo, es prescindir de nuestro yo. Y prescindimos del yo para tomar la cruz. La cruz  hace referencia directa a la cruces personales que simboliza el sufrimiento diario que entraña la convivencia familiar, social, y la aceptación de nuestra propia persona en sus defectos y virtudes. Está en la línea que escribe Lucas: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo» (Lc 9,23). Cuando renunciamos a nosotros mismos, a nuestro yo, significa demoler los cimientos sobre los que se alza nuestra vida cuando busca sus propios intereses al margen o en contra de los demás. Cuando prescindimos  del yo egoísta tiene la finalidad de que aflore nuestra debilidad, y sobre esta debilidad Dios coloca la roca (Lc 6,47-49; Mt 7,24-27), que es la historia de Jesús, para construir la vida nueva. Renunciar a uno mismo supone dejarnos invadir por el Dios de la bondad para que la existencia respire dicha bondad. Bondad que  se sacramentaliza en el servicio para el discípulo

3.- En este sentido, nos dice Jesús: «Quien se empeñe en salvar la vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la buena noticia, la salvará. ¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero a costa de su vida? Qué precio pagará el hombre por su vida?» (Mc 8,35-37par). Jesús afirma que sobre la base de nuestra vida, limitada y perecedera, empezamos a construir la vida auténtica, creada y sostenida por Dios, que nadie nos puede destruir. Y la alcanzamos por medio del seguimiento de Jesús, que nos lleva a la entrega de sí como signo de amor, que es el norte al que debemos apuntar con nuestras actitudes y actos. Se impone, pues, la convicción de que después del tiempo es posible una vida interminable que no la aseguramos ni con nuestros esfuerzos humanos ni con sus beneficios. Que nuestra vida perdure es cuestión del que puede hacerlo: Dios (Sal 49,16), y no de los bienes. Y el único bien que reconoce Dios es el suyo, es decir, el amor. Quien lo hace real es Jesús y el Reino; es la buena noticia que anunciamos con nuestra vida. 

«Si el grano de trigo no muere...»

V DOMINGO CUARESMA (B)
    «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo»        

                                                       
Lectura del santo Evangelio según San Juan 12,20-33.

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
            Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
            Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

1.- Texto. El Evangelio de Juan afirma en otros pasajes: «Decían los judíos unos a otros: —¿Adónde va a marchar este que no podamos encontrarlo? ¿Acaso va a marchar a la diáspora para instruir a los griegos? ¿Qué significa esta palabra que dijo: “Me buscaréis y no me encontraréis, y donde yo estoy no podéis venir vosotros”?». «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor» (Jn 3,16-17; 10,16). Ha llegado la hora de que sean incorporados todos los hombres a la salvación que el Señor ofrece por medio de Jesús. Es una constante que ha enseñado en su ministerio: Dios es de todos, que hace salir el sol para buenos y malos (cf. Mt 5,45). Dios no es patrimonio de ningún pueblo, sino que pertenece a toda la humanidad, a cada persona, como vimos en la expulsión de los mercaderes del templo; todo el mundo puede relacionare con Él al margen del templo oficial hebreo. Pero la vía de acceso al Señor es el amor de Jesús, amor que llega al límite de dar su vida por todos. Es el grano de trigo, que, para que se multiplique, tiene que morir antes.

2.- Mensaje. En sentido de morir para que el grano se reproduzca es el siguiente. En la Última Cena Jesús «antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. […] se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido» (Jn 13,3-5). En un signo para que los discípulos no tuvieran duda de cómo la vida de Jesús es salvadora: sólo cuando sirve a los demás, siguiendo el mandato del Señor de llevar a cabo su revelación como Amor como siervo sufriente. Y se lo advirtió a todos cuando pedían ocupar los mejores puestos en su hipotético reino lleno de poder y de gloria humanas: «Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45).

3.- Acción. Al acabar de lavarles los pies a los discípulos les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros (Jn 13,12-13) En el discurso de despedida, antes de padecer y morir, Jesús les dijo: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros (Jn 15, 12-17). Y sentencia en la Última Cena: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,34-35). Lo escucharemos el Jueves Santo de nuevo y varias veces a lo largo de año. Y es que no hay otra forma de ser persona y cristiano, por más que no nos comprendan, nos persigan o nos crucifiquen injustamente en nuestra vida. La respuesta es amar y servir desde nuestra libertad.