sábado, 28 de febrero de 2015

Palabras en la cruz. II. Dios mío,.....

                              LAS PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ

                                                                  II


«A media tarde Jesús gritó con voz potente: Eloi eloi lema sabaktani (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34; Mt 27,45).

La frase pertenece al Salmo 22,2. Este Salmo ha sido citado en la pasión; se emplea en la repartición de los vestidos d Jesús por los soldados una vez crucificado (Sal 22,7, cf. Mc 15,24par) y en las injurias de los sacerdotes y letrados (Sal 22,9, cf. Mc 15,32par). 
Las palabras de Jesús manifiestan una situación personal que venimos observando a partir de Getsemaní: el abandono de Dios. No solicita Jesús a Dios el porqué le están sucediendo estos hechos, sino expone la queja del justo por su alejamiento y falta de ayuda en la última etapa de su vida, cuando ésta ha descrito una fidelidad sin límites resumida en las tres tentaciones (Lc 4,4.8.10; Mt 4,4.6.10). El mismo Salmo afirma sin rodeos: «Fuiste tú quien me extrajo del vientre, me tenías confiado a los pechos de mi madre; desde el seno me arrojaron a ti, desde el vientre materno tú eres mi Dios» (22,10-11), además del v.9 puesto en boca de sus acusadores: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo, que lo libre si tanto lo quiere».
Pero el verso del Salmo puesto en boca de Jesús reproduce el lamento del justo de no verse liberado de la muerte. Ella le separa de su familia, de su pueblo, de su templo en cuanto presencia de Dios en la historia. El clamor de Jesús revela que habiendo sido fiel al Padre a lo largo de su vida, siente que éste le deja orillado en el camino sin dar la más mínima señal de ayuda y socorro. Porque sus discípulos huyen o duermen (Mc 14,37.40par), Judas le traiciona (14,10-11par), Pedro le niega (14,66-72par) y, ante esto, Jesús pierde la autoridad y el magisterio; los prebostes religiosos de su pueblo le juzgan, se ríen de su causa y le entregan a los romanos (14,55-64par) y, con ello, desaparece su identidad judía; Pilato lo tortura, y quita su forma humana (15,15-20par); y lo ejecuta como enemigo del Imperio arrebatándole la vida. La comunidad cristiana lee con acierto estos acontecimientos identificándolo como el siervo de Isaías: «... sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo [...] se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz» (Flp 2,7-8); y la carta a los Hebreos le da el sentido: «... padeció la muerte para bien de todos» (2,9).

                                                           Reflexión

La reacción de Jesús ante los sufrimientos que padece no sigue la entrega personal que muestran muchos mártires, que ofrecen su vida por Dios y por los mejores ideales humanos. Ni siquiera expresa el dominio de sí del estoicismo griego, que simboliza la imagen de un Dios apático y sin sintonía con la historia. Más bien, aunque de una forma distinta, continúa la experiencia personal de la agonía de Getsemaní, en la que Marcos describe su angustia con esta queja al que puede sacarlo y liberarlo del abismo del dolor y la muerte. Si esto es verdad, también lo es que tanto el Evangelista como los lectores ya saben el final. Es decir, se cita el verso del Salmo de súplica, porque la salida a esta situación de angustia es un futuro en el que Dios ayuda y asiste al justo. De hecho, las tres predicciones de la pasión afirman a la vez la resurrección. La queja se ciñe a un momento en el tiempo y a un espacio concreto del camino del encuentro definitivo con Dios. No es una actitud permanente. De ahí que no enseñe el verso un estado de desesperación de Jesús por el que pierde toda referencia a Dios y se aleja por completo de toda posibilidad de salvación. Esto supondría la rotura definitiva con Dios: la pérdida de la esperanza, que arrastra a la fe y al amor. La frase, al incluir el «Dios mío», indica que Jesús permanece en la relación de toda criatura con su Creador, de Jesús con Dios, aunque no en el nivel que él ha experimentado en su vida: la relación filial con el Padre. Jesús experimenta a Dios como tantas veces sucede en nuestra vida, donde la percepción de sus silencios no son otra cosa que la expresión de nuestra sordera o ceguera  qu no de su fiel compañía.


Los contenedores

                                                          Contenedores

                                                      Francisco Henares Díaz
                                                               Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                  Pontificia Universidad Antonianum

            Habrán visto Uds. en TV y radio que se quiere aprobar una ley que borra del mapa social a esos pobres hombres y mujeres que pasan por los contenedores al atardecer, levantan la tapa grande, y empiezan a rebuscar materiales que les sirvan, desde unos tomates todavía aprovechables hasta unos zapatos pasables, y desde un bol de plástico a un tubo de metal o de hierro. O sea, que lo que nosotros tiramos, otros lo aprovechan. Más de una vez se ha dicho que por lo que una familia tira a la basura se sabe el nivel de vida en que se halla. El contenedor es como un termómetro que mide la temperatura del bolsillo en billetes. Por ejemplo, si tira una familia mucho papel medimos  que se lee en esa casa y se compran revistas, o algo parecido. Y a lo mejor, pensamos que tiene carrera, y por supuesto, no está en paro. O bien deja una TV obsoleta allí tirada, porque ya se ha comprado una TV de plasma. Y suma y sigue.                 
       
Pues a mí me interesa aquí hacer una defensa solidaria de esas personas junto al contenedor. Haré unas reflexiones acerca de lo que hablamos. Sale en la TV un político municipal o regional y empieza  a hablarnos de lo buena que será esa ley, porque valdrá para más higiene en la calle, para tener más limpia la ciudad, y todo eso. Se ve claro que culpa de la porquería de nuestras calles a esos de la carretilla, la moto y de las bolsas a cuestas que se llevan. Es cierto que más de una persona de las que hablamos en torno a los contenedores, saca las bolsas de adentro, las raja, y esturrea lo que no se lleva. Pero también hay otras personas que dejan la basura en el suelo, o envían al crío y éste no recicla. Pues señores políticos multen, prohíban y repriman a todos los sucios, igual que hacemos con los propietarios de los perros en calles y jardines, pero no prohíban como única forma, sino que vivan las personas de lo que hacían debidamente. No todos serán igual de sucios. Prohibir es la cosa más fácil del mundo. Y encima ese político en la tele decía que las multas serán de órdago. De 800 euros. Se queda uno pensando: este político ¿sabe para quién habla?  Para gente bien, supongo, porque los busca bolsas en el contendedor no han visto 800 euros juntos en su vida, quizás.
           
Y aquí me viene a las mientes otra reflexión. Carroña es cosa, idea o persona despreciable, según el DRAE. Y carroñero sería oficio de eso mismo. La basura es despreciable, pues. Siento que la palabra coja un sentido peyorativo siempre, pero se nos olvida que el ser humano fue carroñero en la antigüedad. Para sobrevivir tuvo que ser carroñero, vivir de las sobras, porque animales más potentes que él se llevaban la mejor parte. Da pena llamar carroñero a un hombre o una mujer, pero el carroñero hace un servicio a la sociedad y a la vida sana, a la ecología. Nadie desprecia a la abubilla, o al cuervo, o al buitre por ser carroñero. Hasta son especies protegidas en la biodiversidad. Son útiles. Así que si el hombre aprovecha lo que otro tira, no debiéramos ofendernos, sino agradecerlo. Pero nos hemos vuelto tan higiénicos y guapos que se convierten en seres despreciables. Hasta habría que ocultarlos y que salgan solo de noche, porque producen mal aspecto en la ciudad.
   
A mí me gustó más lo que dijo una chica en TV, al ser preguntada por todo esto, tras el aviso de que serían prohibidos. Dijo: a nadie le gusta ser carroñero, si estuvieran con un trabajo retribuido, se librarían del contenedor. Vamos que nadie va al contenedor por deporte, señores políticos. Y ahora cabe una última reflexión. ¿Puede haber intereses en borrar del mapa social a estas personas porque no es grata su figura? O ¿cabe la posibilidad de que alguna empresa esté interesada en industrializar todo esto, y le estorben los carroñeros para sus fines? Demasiadas preguntas quizás. Nadie habla de estas posibilidades. Nadie habla de mejoras en el empleo, tan enteco éste. Más fácil hablar de prohibir. Uno vuelve a pensar cómo las especies tienen sentido en su quehacer natural (la hiena, por ejemplo, que es carroñera), y los humanos, no alcanzamos a ordenar nuestra distribución en el hábitat. ¿Quién sabe más de la vida nosotros o ellos?      
           
A mí de todos modos, lo que más me preocupa es la multa. ¿Cómo la va a pagar el hombre con su carrito, su bicicleta vieja, o la bolsa entre las manos? 800 euros. ¿En qué estarán pensando los políticos guapos, bien aseados, y nosotros  pintiparados? Y si no la puede pagar ¿a qué viene poner la multa, si se declaran insolventes?  A lo mejor lo que necesitamos es irnos al campo y ver más a los animales, y que nos dé el aire. Todo menos atosigar a los pobres. Y en todo caso, vamos a crear puestos de trabajo, porque la crisis da para muchos contenedores y para muchas bolsas de hambre.