II DOMINGO CUARESMA (B)
«Maestro. ¡Qué bien se está aquí!»
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9,1-9.
En
aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos
a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron
de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se
les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la
palabra y le dijo a Jesús: —Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres
chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no
sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la
nube: —Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De
pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis
visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría
decir aquello de resucitar de entre los muertos.
1.- Dios revela
a Pedro, Santiago y Juan, y en ellos a los bautizados en Cristo, que la persona
de Jesús, su Hijo amado, es la nueva
ley, es el profeta por el que nos habla definitivamente sobre nuestra salvación
(cf. Heb 1,3). El Señor se reveló en el Sinaí a Moisés y le dio las tablas de
la Ley para que Israel pudiera convivir. Elías es el símbolo del profetismo.
Pues bien, Moisés y Elías son sustituidos por Jesús, la Palabra que se ha hecho
hombre (cf. Jn 1,14) y que con su vida y doctrina nos comunica la buena nueva
de la salvación. La voz llama a su seguimiento: "¡Escuchadle!". Dios
ratifica las palabras y la vida de Jesús. Por consiguiente, Dios se deja ver y
se escucha en la historia de Jesús, en su doctrina expresada en las parábolas y
frases, y en sus hechos, en los milagros que muestran que Dios impulsa la vida
curando y devolviendo la libertad a los poseídos por el diablo. Nuestra vida se
abre a un mundo nuevo.