domingo, 11 de enero de 2015

El Hermano Universal

                                         Francisco de Asís y su mensaje
                                                                 XII

         El hombre imagen de Dios y de Cristo


           
3º Si los hombres son hijos de Dios, son hermanos entre sí (cf. CtaO 5.11) y forman una misma familia (cf.  Adm 3,7; RegB 6,7-9; CtaO 2). Francisco, siguiendo a Jesús, encuentra a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, porque él es el hermano capaz de dar la vida por todos (cf. 2CtaF 50-53.56). Dios es quien viene en Jesús, pobre y crucificado, y en estas condiciones revela al hombre su verdadera condición filial con respecto a Dios y fraterna con respecto a los hombres. Para captar este mensaje y experimentar a Jesús y a los hombres como hermanos es necesario vaciarse de sí y de todo aquello que impide ver a los demás y a la creación desde la perspectiva de Dios y de Jesús (cf. RegNB 17; 23,8; CtaO 29).
           
Liberarse del poder y de las cosas y de las actitudes que los avalan, es lo que hace a Francisco percibir la realidad como parte de su propio ser, identificando a todas las criaturas como hermanas: «... a todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (1Cel 81). Esta actitud nace de la experiencia de Dios vivida como un don: «El Señor me dio hermanos» (Test 14), aunque los demás se presenten como lobos (cf. CtaM 2) por ser injustos (cf. Adm 13,1-2), por ser frágiles (cf. Adm 18,1), por ser enemigos (cf. Adm 3,7-9), por ser reprendidos por las imperfecciones (cf. Adm 22,1-3). Permanece el sentido fraterno de todo cuanto existe cuando se mantiene la relación personal con Dios por medio de la oración (cf. RegNB 3,3-4; RegB 3,3; Tes 18.29) y su relación de amor se establece también con todas las criaturas (cf. 2CtaF 18); así se entiende que se someta a todas (cf. RegNB 16,6; 2CtaF 47).
           
La visión fraterna del mundo y de los hombres no sólo es un don de Dios, sino también una actitud que exige el dominio personal de la soberbia y el orgullo (cf. Adm 15,2). Y se prueba cuando se sufren las imperfecciones de los otros (cf. Adm 18,1), se es maltratado (cf. Adm 22,1-3), se padece persecución (cf. Adm 3,7-9), y por la corrección, debida o indebida, para que la fraternidad funcione (cf. Adm 22,1-3). Los casos de escándalo que provienen de la convivencia deben también controlarse. Francisco razona así: «Hay muchos que, perseverando en oraciones y oficios, hacen muchas abstinencias y mortificaciones en sus cuerpos, pero por una sola palabra —que parece ser injuria de sus cuerpos—, o por alguna cosa que se les quitara, escandalizados en seguida se perturban. Estos no son pobres de espíritu; porque el que verdaderamente es pobre de espíritu se odia a sí mismo y ama a aquellos que lo golpean en la mejilla (cf. Mt 5,39)» (Adm 14,2-4; cf. Cánt 10-11).

           
De hecho estructura la vida de sus seguidores en este sentido fraterno, como un signo de la presencia del Reino en la sociedad y en el cristianismo de lo que la vida es según el Dios de Jesús. Así, siguiendo a Jesús, ordena evitar la ofensa y el juicio que enfrenta y divide a los hombres (cf. Mt 5,22; 7,1-2; Lc 6,37-38); en sentido positivo recomienda las mismas actitudes que Jesús exige a sus discípulos: «Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis frailes en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con palabras (cf. 2Tim 2,14), ni juzguen a los otros; sino sean apacibles, pacíficos y moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, según conviene» (RegB 3,10-11; cf. 1C 40-41). Y renueva el mandato que Jesús da a sus discípulos: «Cuando los frailes van por el mundo, nada lleven para el camino: ni bolsa, ni alforja, ni pan, ni pecunia, ni bastón (Lc 10,4). Y en cada casa que entraren, digan primero: Paz a esta casa. Y, permaneciendo en la misma casa, coman y beban lo que hay en su casa (cf. Lc 10,5.7; Mt 10,12). No resistan al malvado, sino a quien les pegare en una mejilla, preséntenle también la otra (cf. Mt 5,39; Lc 6,29). Y a quien les quita el manto, no le impidan [quitarles] también la túnica. Den a todo el que les pida; y al que les quita lo que es suyo, no se lo reclamen (cf. Lc 6,30; Mt 5,42)» (RegNB 14,1-6; cf. RegB 3,13; Test 23).

De San Francisco

                                   FRANCISCO, EL LOCO DE ASÍS
                                    

                                                                         Joan Mueller

                                                                                            M.A. Escribano Arráez
                                                                                             Instituto Teológico OFM
                                                                                                                            Pontificia Universidad Antonianum

           
Al encontrarnos con una nueva biografía novelada de san Francisco de Asís, lo primero que pensamos es que se ha aprovechado el tirón del papa Francisco para presentar una biografía, como tantas otras, que encontramos de San Francisco. Sin embargo, cuando se lee la obra se descubren dos cosas importantes. En primer lugar: el desarrollo y presentación de los personajes no es al uso, sino desde el realismo de nuestro mundo; se desarrollan las situaciones sin un exceso de pietismo, sino más bien de realidad. En segundo lugar: desde el estudio de las fuentes franciscanas encontramos que la autora conoce las últimas compilaciones y estudios franciscanos, usa de la nueva corriente dirigida entre otros por el profesor Maranesi en la búsqueda del san Francisco humano, frente al héroe que desde el principio de la Orden se trató de presentar con las biografías de san Buenaventura, y que se retoma en la actualidad con la compilación asisiense.-
           
Destacamos momentos importantes en la vida de san Francisco y que la autora nos presenta con seriedad. La primera, para hacer más fuerte todo lo demás, es el presentar la ciudad de Asís y sus habitantes como un lugar donde se han perdido todos los valores morales y humanos, sólo existe el propio interés en conseguir lo que se desea. Ello hace que, cuando nos habla de la conversión de san Francisco, nos presente a un hombre, si bien de buen corazón, un tanto libertino en cuestiones morales, no las oculta, lo cual le da mayor realismo a la escena y sobre todo fuerza a la conversión y encuentro con Dios. La crudeza de la prisión en Perugia donde se muestra la negación de la persona humana y la aparición de los peores instintos que las personas pueden tener tras una guerra: el odio, la venganza.- Y dentro de este proceso de conversión resalta la figura del sacerdote de san Damián, el padre Pietro, que aparece dentro de la obra como la figura que va asentando la vocación que surge dentro de san Francisco y sin ocultar el temor a la familia Bernardone, sin embargo sabe encauzar al santo hacia la protección del Obispo Guido. Guido es todo un obispo medieval, más señor feudal que obispo, sin embargo acompaña a san Francisco en este proceso de conversión y desapropiación de los bienes terrenos.
           
Y al hablar de la familia no podemos pasar por alto a la señora Pica, la madre que en todas las biografías del santo tiene un lugar destacado. En esta obra aparece como víctima del excesivo temperamento del padre y dentro de la pérdida de valores de la ciudad de Asís; en la violencia doméstica que sufre, se observa el quebranto de lo que debe ser la familia.
            La vida de san Francisco, sus primeros seguidores, el encuentro con el Papa y su aprobación, la conversión de santa Clara y como ella sigue el camino del santo, nuevamente destacamos el papel del obispo Guido. También nos muestra crudamente la negación de la familia Offreducio y la violencia que se desata con la hermana de santa Clara.- Ahora bien, si en la obra debemos buscar un momento impactante es en el relato de la impresión de las llagas en la Verna. En ningún momento habla expresamente de la impresión de las llagas pero sí lo hace de la experiencia de dolor con la que san Francisco se encuentra con Cristo, se observa el dolor que lleva impreso en su cuerpo y en su alma por todos sus hermanos, por ese encuentro íntimo con Dios, por ese rechazo que ahora ve en lo que él empezó como obra de Dios y no todos sus hermanos acaban de comprender. Sin embargo, en este relato de pasión aparece el amor manifestado en la figura de la madre Pica, vuelve a aparecer como ejemplo de quien da amor sin esperar recibir respuesta y sin recibirlo es capaz de no cansarse de amar hasta el extremo. Con este ejemplo descubrimos el amor presente en el sufrimiento de la cruz y que es capaz de mostrar luz.
           
En definitiva, no queda claro que san Francisco recibiera las llagas tal y como la iconografía nos ha mostrado, lo cual no niega que sea un alter Christus en esa unión íntima con Él. Y llegada la muerte nuevamente nos muestra al hombre Francisco que pide los dulces de “fray Jacoba”, que ruega a sus hermanos que la llamen para que esté cerca de él, y la despedida a santa Clara y sus hermanas llena del dolor de quien se sabe unida al hombre de Dios que ya está plenamente en Cristo.- En definitiva una biografía novelada que introduce las últimas tendencias de la reflexión franciscana y que muestra de un modo brillante la espiritualidad del hombre de Dios Francisco de Asís.


                        Ed. Ciudad Nueva, Madrid 2014, 365 pp., 14x21 cm.



Santos y Beatos: 12-18 enero

                                                                              12 de enero


                                                         Bernardo de Corleone (1605-1667)

            San Bernardo nace en Corleone (Sicilia. Italia) el 6 de febrero de 1605 en el seno de una familia muy religiosa. De constitución física fuerte, ejerce el oficio de zapatero. De carácter violento, un día sostiene un duelo en el que hiere gravemente a su adversario. Huido de la justicia se refugia en una iglesia, para después solicitar el ingreso en la vida franciscana en el convento capuchino de Caltanissete (Sicilia). Lleva una vida muy austera hasta el mismo día de su muerte, acaecida el 12 de enero del año 1667. Vive la piedad y contempla las devociones típicas franciscanas, como es el amor a Cristo crucificado y a la Inmaculada. Escribe Juan Pablo II: «Fray Bernardo, con su historia personal, caracterizada por grandes pasiones civiles y religiosas, con un notable sentido de la justicia y de la verdad en medio de numerosas situaciones de sufrimiento y miseria, encarna, en cierto sentido, la imagen del santo contemporáneo, o sea, la de un hombre que se abre al fuego del amor sobrenatural y se deja inflamar por él, transmitiendo su calor a las almas de los hermanos. Como mostró a sus contemporáneos, también nos indica hoy a nosotros que la santidad, don de Dios, produce una transformación tan profunda de la persona, que la convierte en testimonio vivo de la presencia confortadora de Dios en el mundo (Discurso a los peregrinos. L’Obsservatore Romano 15-VI-2001). Es beatificado por Clemente XIII el 15 de mayo de 1768, y canonizado por Juan Pablo II el 10 de junio de 2001.

                                               Común de Santos Varones

            Oración. Oh Dios, que nos has dejado un vivo ejemplo de penitencia y de virtudes cristianas en San Bernardo; te pedimos nos concedas, con la fuerza de tu Espíritu, permanecer fieles en la fe y firmes en la confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                                 13 de enero


                                                                 Hilario de Poitiers (367)

            San Hilario nace en Poitiers (Vienne. Francia) a principios del siglo IV. Es consagrado obispo hacia el 350. Lucha contra los arrianos. El emperador Constantino lo destierra. Escribe obras trascendentales para la fe cristiana. Muere en el año 367.

                                                            Común de Doctores de la Iglesia

            Oración. Concédenos, Señor Dios, progresar cada día en el conocimiento de la divinidad de tu Hijo y proclamarla con firmeza, como lo hizo, con celo infatigable, tu obispo y doctor San Hilario. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                                14 de enero


                                                      Odorico de Pordedone (1265-1331)

            El beato Odorico nace en Villanova de Pordedone (Venecia. Italia) en el seno de una familia noble que le educa con sentido cristiano. Ingresa en la Provincia de San Antonio de Padua y, después de ordenarse sacerdote, intensifica su vida de oración y penitencia. Solicita ir a misiones. Entonces emprende un largo viaje que le lleva a Trebisonda. Desembarca y recorre Armenia, Tauris, Soldolina, capital de Persia, y Casan. De allí pasa a la India; visita Ormuz y Thana, en donde fueron martirizados Tomás Sacalia, Demetrio y Pedro, franciscanos, y cuyas reliquias recoge. Visita la isla de Java; después Pekín y tres años más tarde recorre el Tibet. Viaja a pie y descalzo, sufre peligros de toda clase y salva la vida varias veces de milagro. Vuelto a Europa, visita al Papa en Avignon. Le expone la necesidad urgente de la evangelización en Oriente. Al poco, cincuenta Franciscanos marchan hacia aquellas tierras. Odorico no puede acompañarlos al caer gravemente enfermo. Se traslada al convento de Udine, donde muere el 14 de enero de 1331. El papa Benedicto XIV aprueba su culto el 2 de julio de 1775.

                                   Común de Pastores o de Santos Varones

            Oración. Oh Dios, que por medio del celo apostólico del beato Odorico, presbítero, llevaste a tu Iglesia a muchos pueblos de Oriente, concédenos, por su intercesión, perseverar en la fe y vivir en la esperanza del Evangelio que él predicó. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                                15 de enero


                                                                    Jaime de Villa (1304)

            El beato Jaime de Villa nace en Città della Pieve (Perusa. Italia) en fecha desconocida. Sus padres se llaman Lucantonio Villa y Mustiola, que le educan con criterios cristianos. Estudia Derecho en Siena, estudios que más tarde utiliza para la defensa de los pobres y enfermos. Jaime responde a la invitación a seguirle que Jesús hace al joven rico: «Jesús se quedó mirándolo, le amó y le dijo: —Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme» (Mc 10,20-21); y, al estilo de San Francisco de Asís, sigue a Jesucristo desapropiándose de los bienes terrenos que poseía. Pero Jaime no lo entrega directamente a los pobres, o se los devuelve a su padre como el Poverello, sino que los vende, y con el dinero recibido reconstruye un viejo hospital para los enfermos desamparados. Jaime se implica en su servicio con otros voluntarios que le ayudan para los que, según él, son las personas más abandonadas y sufrientes de aquella sociedad. Al poco se ordena sacerdote e ingresa en la Orden Franciscana Seglar. Un habitante de la ciudad de Chiusi se apodera de los bienes del hospital de la ciudad, donde también se ayuda a los pobres. Jaime interviene como jurista en el tribunal de Chiusi, después en el de Perusa, ganando en ambos tribunales, sentencia que confirma la Corte de Roma. El potentado de Chiusi contrata a unos sicarios para asesinarlo. Lo matan a hachazos. Muere el 15 de enero de 1304 en el mismo pueblo de su nacimiento, Città della Pieve (Perusa). Su tumba se convierte muy pronto en lugar de peregrinación y su culto se difunde rápidamente en la región. Lo beatifica el papa Pío VII en 1806.

                                               Común de Pastores

            Oración. Oh Dios, que todos los años nos alegras con la fiesta del beato Jaime de Villa; ahora que celebramos su entrada en la gloria, concédenos la gracia de imitar su servicio a los enfermos, su defensa de la justicia y su muerte por ti. Por Jesucristo nuestro Señor.

                                                                                16 de enero


                                                Berardo, Pedro, Acursio, Adyuto y Otón
                                                Mártires de Marruecos (1220)

            San Francisco, que deseó ser martirizado (cf. 1Cel 55; 2Cel 30; LM 9,5-6.9; Flor 24), escogió a seis hermanos para predicar la fe de Cristo entre infieles. Estos seis hermanos fueron: Vidal, Berardo, Pedro, Otón, Acursio y Adyuto. Fray Vidal enfermó en Aragón y no pudo continuar el viaje. Los cinco restantes marcharon a Coimbra, y de Coimbra a Sevilla. Aquí fueron apresados por predicar la fe de Cristo. De Sevilla pasaron a Marruecos. El Sultán los encarceló, torturó y tentó con toda clase de bienes. Los Hermanos le respondieron que con gusto renunciaban a los bienes pasajeros de este mundo por amor de Cristo. El Sultán, «al verse desairado, se encolerizó, empuñó la espada y uno a uno, de un tajo, les abrió una brecha en la cabeza; luego, con su propia mano, les clavó en la garganta tres cimitarras». Fue en Marrakesch el día 16 de enero de 1220. San Francisco dijo al recibir la noticia: «Ahora sí puedo decir con verdad que tengo cinco hermanos menores». San Antonio de Lisboa ingresó en la Orden al contemplar el traslado de sus restos. La expedición a Marruecos fue el comienzo de las misiones entre infieles de la Orden a lo largo de los siglos, iniciadas en vida de San Francisco y bajo su ardiente inspiración y mandato. Estos mártires fueron canonizados por Sixto IV el 7 de agosto de 1481 (cf. «Crónica de los Ministros Generales», Analecta Franciscana 3 [1897] 613-616).

                                               Común de Mártires

Oración. Padre misericordioso, que santificaste los comienzos de la Familia Franciscana con la sangre de sus primeros mártires, los Santos Berardo y compañeros, concédenos que, a ejemplo de ellos, sepamos mantenernos firmes en la fe, y con nuestra vida demos testimonio de ti ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                              17 de enero


                                                                    Antonio Abad (356)

            San Antonio nace en Egipto hacia el 250. Al fallecer sus padres, da sus bienes a los pobres y se retira al desierto para llevar una vida de penitencia y oración. Consuela a los perseguidos por Diocleciano y apoya a San Atanasio en su lucha contra los arrianos. Muere el año 356.

                                               Común de Santo Varones

            Oración. Señor y Dios nuestro, que llamaste al desierto a San Antonio, abad, para que te sirviera con una vida santa, concédenos, por su intercesión, que sepamos negarnos a nosotros mismos para amarte a ti siempre sobre todas las cosas. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                                                                18 de enero


                                                                    José Tovini (1841-1897)

            El beato José Tovini nace el 14 de marzo de 1841 en Cividate Camuno (Brescia. Italia). Abogado y educador, se instala en Brescia en 1867. Se casa con Emilia Corbolani, con la que tiene diez hijos. De 1871 a 1874 es alcalde de Cividate. En 1881 ingresa en la Orden Franciscana Seglar, que aporta a su inmensa actividad las virtudes de la sencillez, la pobreza, la oración, el diálogo respetuoso con todos y la defensa de los pobres. De ahí su interés por las obras de carácter social, como las Cajas de Ahorro Municipales; funda la Unión Diocesana de las Sociedades Agrícolas y de las Cajas Municipales; en Brescia erige el Banco de San Pablo y en Milán el Banco Ambrosiano; crea la revista pedagógica y didáctica «Escuela Italiana Moderna», el semanario «La voz del pueblo», el «Boletín de los terciarios franciscanos», etc. Lucha para que la Iglesia se haga presente en el mundo del trabajo, lo que le lleva a hacer una propaganda intensa y constante para la fundación de las asociaciones obreras católicas. En su última relación pública, habla del apostolado de la oración y dirige una apasionada invitación a la comunión eucarística. Muere el 16 de enero de 1897. El papa Juan Pablo II lo beatifica en Brescia el 20 de septiembre de 1998.

                                               Común de Santos Varones

            Oración. Señor, tú ves que somos débiles y que desfallecemos; por medio del ejemplo del beato José Tovini, afiánzanos en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.