lunes, 12 de octubre de 2015

Domingo XXIX (B): "El que quiera ser grande, sea vuestro servidor"

                                                                 DOMINGO XXIX (B)


            Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10,35-45.

            En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: -Lo somos. Jesús les dijo: -El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
            Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.


1.- Texto. Juan y Santiago, dos componentes de los Doce, se acercan a Jesús para pedirle ocupar los lugares de más honor en su gloria. Marcos introduce el párrafo con la predicción de la pasión y muerte de Jesús que tendrá lugar en Jerusalén, donde va al encuentro de la cruz, todo lo contrario de la supuesta pretensión de los discípulos. La respuesta de Jesús frustra su aspiración y anhelo, y va en otra dirección: deben beber su copa y recibir su bautismo; es decir, asumir su destino de pasión. No es una recompensa con gloria, sino tener capacidad para transitar por el camino del sufrimiento. La gloria corresponde a la voluntad divina, a su soberanía y no al deseo de cada uno de conquistarla. Aquí está, en parte, el nivel de preferencias entre los seguidores. Ellos, con demasiada confianza en sí, responden: «podemos». Pero la ambición de los hijos de Zebedeo provoca la rabia de los restantes discípulos.

2.- Mensaje. Entonces Jesús, en plan de maestro, pone un ejemplo que es comprendido por todos al ser la práctica habitual de los responsables y adinerados de los pueblos. Y lo dice para sacar una conclusión: cambiar la ambición por el servicio, que es la expresión externa de la relación de amor, fundamento de la formación del grupo. Marcos crea la misma escena durante un viaje que termina en Cafarnaún, después del segundo anuncio de la pasión (Mc 9,30-32). Lo exponíamos domingos atrás. Discuten los Doce sobre quién es el más grande, y Jesús les responde: «Si uno aspira a ser el primero, sea el último y servidor de todos. Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo: Quien acoja a uno de estos en atención a mí, no me acoge a mí, sino al que me envió» (Mc 9,33-37par). El significado del gesto de amor de Jesús reafirma la enseñanza previa al dicho del servicio: la debilidad y la insignificancia social que manifiesta la niñez, contra el poder político-militar y relevancia económica de los jefes y poderosos, es la que encarna la dignidad de Jesús. En su vida y ministerio está la presencia del Reino, como enviado, o embajador, o representante del Padre.



3.- Acción. Nuestra sociedad está estructurada por poderosos y débiles, y otros muchos que vemos el espectáculo de los jefes de las naciones con sus palacios, medios de transporte y de comunicación, ocupando las primeras páginas de los periódicos, y buena parte del tiempo de las radios y de las televisiones, y, naturalmente,  siempre al servicio de los que poseen las riquezas de este mundo; y por otro lado, observamos las personas débiles que no saben abrirse un camino en esta vida; de las enfermas, de los disminuidos físicos y psíquicos, que viven en soledad o con acompañantes que son verdaderos santos, o condenados, si no toman la situación con generosidad de ánimo.  Jesús se ha puesto de parte de los débiles,  para compartir, ayudar y, si es posible, sacarlos de su estado de postración. Tuvo misericordia; es decir, situó el corazón con los que están cubiertos de todo tipo de miserias. Por ahí debe orientarse nuestra vida.

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