sábado, 11 de julio de 2015

W. Kasper. La Iglesia Católica

                                                Iglesia Católica. Esencia, realidad, misión.


            Walter Kasper


Bernardo Pérez Andreo
Instituto Teológico OFM
Pontificia Universidad Antonianum

El Cardenal Kasper ha completado su labor teológica iniciada con Jesús el Cristo y El Dios de Jesucristo con esta eclesiología que viene a culminar el proceso teológico que desemboca en la reflexión sobre la Iglesia tras la reflexión sobre Jesús y Dios. Sin embargo, no se trata de una eclesiología al uso, antes bien, es bastante especial. En primer lugar porque dedica más de 50 páginas a contar su periplo en el Iglesia, desde su formación juvenil en las filas de la  Liga Nueva Alemania, hasta su misión episcopal, poniendo el acento en lo mucho y bueno que la ha vivido en la Iglesia y con la Iglesia, de ahí su amor por ella, amor que resulta imprescindible para realizar una eclesiología que no sea solamente una sociología aséptica, científica, que dé los resultados de un devenir histórico. La historia es muy importante, pero la Iglesia no es sólo historia, hay una esencia sin la cual es imposible comprenderla adecuadamente; esta esencia es el amor que Dios mismo pone en ella y el que el eclesiólogo debe sentir para captar con profundidad la dimensión real de la Iglesia.
Tampoco es una eclesiología al uso porque ha pasado por los jalones de la eclesiología del siglo XX, el siglo de la Iglesia, y es capaz de hacer una eclesiología para el siglo XXI, para el tercer milenio. Asume la eclesiología Conciliar, especialmente tras el Sínodo de 1985, que presidió Kasper y en el que se propuso la eclesiología de comunión como el corazón de la eclesiología Conciliar. Asume también las corrientes críticas y aperturistas que, entre otros el mismo Kasper propició como obispo y Cardenal. Asume, al fin, la gran tradición que la Escuela de Tubinga, donde se formó, la Nouvelle Théologie y las propuestas posconciliares de Von Balthasar o De Lubac, todo ello unido a una labor de trabajo ecuménico llevado a cabo en Roma y a su amplia preocupación por el diálogo con el mundo moderno. Se trata, por tanto, de una eclesiología que ha hecho de la crisis de la Iglesia el centro de su preocupación. Esta crisis no es algo venido de fuera, sino, como el propio Cardenal indica, es una crisis íntima, forma parte del ser eclesial en el siglo XX y XXI y se manifiesta en la reducción evidente y alarmante de la asistencia al culto dominical, el acceso a los sacramentos y las vocaciones, todo ello debido, en buena medida, a la debilitación de la familia como lugar de transmisión de la fe.
Muchos han creído que la crisis de la Iglesia católica se podría solucionar abriendo ciertas normas que estarían constriñendo su vida interna, como podría ser la cuestión del celibato sacerdotal o el sacerdocio femenino. Sin embargo, iglesias evangélicas que permiten la consagración sacerdotal de mujeres y no tienen el celibato obligatorio, no están mejor que la Iglesia católica. El problema debe estar en otro lugar, aunque en estos temas sea necesario tomar medidas distintas a las actuales y en la línea de la Tradición.
Otros, por el contrario, piensan que la solución a los problemas de la Iglesia en la época actual está en volver a lo que piensan que son las esencias eternas de la Iglesia. Es decir, retraernos a la situación previa al Concilio. Esto no es más que un suicidio a cámara lenta. El constantinismo ha llegado a su fin y quien no quiera verlo está gravemente lastrado por la peor de las patologías posibles: la añoranza del pasado y el miedo neurótico al futuro. Como una especie de coincidentia oppositorum, tanto los posmodernos como los ultramontanos acaban por negar la esencia de la Iglesia: ser la presencia sacramental del amor salvífico divino en el mundo. Sea porque se amuralle la Iglesia, sea porque se diluya en lo social, el resultado es el mismo: la pérdida de su esencia, de su realidad y de su misión, las tres características que hacen de esta eclesiología una reflexión católica.
La propuesta de Kasper en este libro es exponer los rasgos básicos de la Iglesia católica y meditar sobre su esencia, la realidad y la misión a un tiempo. La Iglesia es puesta a la luz de la cuestión de Dios y del mensaje del Reino de Dios. Sólo así la Iglesia será el instrumento eficaz para la salvación del mundo. No se trata de mirarse al ombligo ni de negar lo esencial. El Cardenal Kasper se propone contribuir a la renovación de la Iglesia, pues “sólo por la vía de la purificación y la renovación, puede la crisis volverse kairós, y sólo así cabe que se haga realidad un Pentecostés renovado” (p.64), como creemos que estamos viviendo con el Papa Francisco, quien está aplicando a la Iglesia muchas de las propuestas que Kasper ha planteado en su ministerio y que se pueden encontrar en esta obra.
La segunda parte de la obra, tras el periplo que hemos descrito, pretende exponer los rasgos fundamentales de la eclesiología católica. Par ello, se divide en siete capítulos. Los dos primeros son de consideraciones previas y contextualización de la Iglesia en la historia de salvación. Es imposible entender la Iglesia católica sin situarla dentro del plan salvífico divino, dentro del proyecto del Reino de Dios. Es fundamental situar a la Iglesia a nivel de lo instrumental, no de las realidades finales, como lo hizo la eclesiología constantiniana de cristiandad. El proyecto del Reino es el centro sobre el que gira el ser eclesial, asentado esto, puede pasarse al tercer capítulo, La esencia de la Iglesia, donde se propone la triada conciliar: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu, y concluye con la realidad de María como modelo de Iglesia, tal como hace Lumen Gentium. El capítulo cuarto propone las Notas esenciales de la Iglesia de Jesucristo, a saber, unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad, pero lo hace desde la perspectiva ecuménica que atraviesa toda la obra.
El capítulo cinco aborda la figura concreta de la comunión eclesial: sacerdocio común, misión de los laicos, el puesto de la mujer en la Iglesia, los ministerios como servicios de comunión, el ministerio petrino, la colegialidad, la relación de la Iglesia y las iglesias y, por fin, el monacato y las órdenes religiosas. Con esto se llega al sexto capítulo, Iglesia misionera y dialógica, donde se establece la misión como un diálogo con los hermanos separados, las otras religiones y el mundo actual. La misión de la Iglesia no es hacer católicos, convertir al mundo, es que la salvación de Dios se extienda por el mundo, que el Reino se construya y esto se logra mediante el amor de Dios y su extensión en el diálogo, una expresión concreta de aquél amor. Esta es la propuesta del séptimo y último capítulo, ¿A dónde conduce el camino de la Iglesia? Conduce, claro está, a la esperanza de un renovado pentecostés. La reflexión del Cardenal Kasper se hace en el camino de una Iglesia peregrina. Esta concepción peregrinante de la Iglesia, que para algunos es la nota esencial que el Concilio propuso para la Iglesia, es la clave para comprender su ser instrumento de Dios para la salvación del mundo. La Iglesia se sabe en manos de Dios porque ella no es el fin último, el fin es la salvación expresada en el concepto del Reino de Dios, esta es la esencia de la Iglesia, la realidad vivida y la misión que tiene como tarea.


Ediciones Sígueme, Salamanca 2013, 519 pp, 15 x 23,5 cm.

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