sábado, 27 de junio de 2015

Jesús en la sinagoga

XIV DOMINGO (B)




            Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 1-6

            En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ―¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanos no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él.
            Jesús les decía: -No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos  imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

              1.- Dios. No es fácil entender y captar la forma como Dios se ha presentado en nuestra vida. La afirmación del evangelio de San Juan: «El Verbo se hizo carne/hombre» es la que está en el fondo del Evangelio de este domingo. Los paisanos de Jesús, como muchos de nosotros, pensamos que Dios se presenta con una dimensión trascendente, del todo distinta a nuestra vida. Y Dios se ofrece en la vida de Jesús. Por eso no admiten sus paisanos que un carpintero e hijo del carpintero, cuya familia es una familia normal dentro de la sociedad de Nazaret, puede curar, perdonar los pecados, hacer posible la vida a los pobres, dar la libertad a todos. Y Jesús lo hace siendo hombre, con una lengua humana, con unas relaciones humanas que todos pueden entender.


            2.- La IglesiaEl «…desconfiaban de él», que dice Marcos, Juan lo escribe en el frontispicio de su Evangelio, como un hecho que identifica la actitud de Israel ante Jesús: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron». El sagrado deber de la comunidad cristiana es trasparentar en su vida fraterna y personal la vida de Jesús por la presencia del su Espíritu en el centro de las relaciones cristianas. La comunidad se juega su credibilidad en su fidelidad al estilo de vida de Jesús. Y como ha  sucedido con Israel, ha pasado con muchas comunidades cristianas, con muchos bautizados, que no reconocen a Jesús en los marginados, en los perseguidos, en el silencio, en la oración, en la cotidianeidad de la vida con sus pequeñas o grandes cruces, etc. Jesús anda por aquí, y no en el esplendor de los acontecimientos que los humanos generamos y levantamos para endiosarnos y que nada tienen  que ver con el Padre/Madre de Jesús. Nos falta la «vista» que rescata a las personas anónimas y sufrientes del anonimato y las presenta ante nuestros ojos para mirarlas y besarlas.

           
3.- El creyente.-  Debemos tener confianza en Jesús y aceptarlo según nos lo ha ofrecido el Señor. Sabemos que no es tan fácil seguirle según las exigencias que pide a los que quieran formar con él la nueva familia de Dios. No podemos hacer a Dios a nuestra medida; no debemos proyectar nuestros intereses y colocárselos al Señor como si fueran sus intereses; no podemos sustituir a los demás y trazarles una vida que siempre beneficie la nuestra. Para seguir a Jesús, para pertenecer a los cuantos que creyeron él y a los que le hizo milagros, debemos salir de nosotros mismos y amar con la gratuidad y libertad con las que él se entregó hasta la muerte.


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