REFLEXION SOBRE
DIOS Y LA MISERICORDIA
Magdalena
Cánovas
Instituto Teológico
OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
Cuando hablamos de Dios nos
referimos al Creador del mundo por propia voluntad y absoluta libertad.
El Ser de los seres, ha sido
pensado de distinta forma por los hombres en diferentes épocas. El hombre al
igual que tiene la capacidad del lenguaje (en su caso lengua), la capacidad
axiológica, la racional, la estética etc., y otras exclusivamente humanas, es
decir que no son propias de los demás animales, tiene además capacidad religiosa,
es decir, una dimensión religiosa, y pertenece al ámbito de la libertad. Con la
razón podemos pensar a Dios y con la libertad podemos adherirnos o no a él, se
trata del ámbito de la voluntad. Tenemos alma, es decir somos conscientes y
libres, aunque nuestra libertad está limitada por las leyes naturales y nuestra
razón lo está por las leyes de la lógica. Pero además podemos amar, aunque
nuestro amor tampoco es perfecto. Todo esto nos hace “divinos” que dirían los
antiguos griegos. ¿Podemos conocer a Dios?: claro que podemos, pero no como
fenómeno, no con la razón instrumental, porque Dios no es una piedra, ni un
árbol, ni siquiera es un “animal
divino”, como diría Gustavo Bueno, aunque en otro registro distinto. Dios no es
animal, es el Ser divino. Así pues, podemos conocer a Dios e intuirlo en y desde su maravillosa obra creacional, en
sus animales divinos, tan complicados por eso de ser, pero todavía no, de estar
en camino, en proceso de perfección.
A Dios se le puede conocer desde
la razón, el hombre que piensa puede conocer a Dios, aunque no comprenda todo
el “objeto”, porque Dios se escapa del fenómeno, es como diría Kant, la
posibilidad de todo fenómeno. Si hay fenómeno es porque hay posibilidad de
hacerlo posible. La posibilidad siempre está más allá de la realidad y es lo que la hace posible. También
se le puede conocer sobre todo, desde el corazón, desde el amor, desde la
misericordia y desde la libertad. Pero Dios
tiene un reducto “misterioso” fuera del espacio y el tiempo, ya que es anterior
a ellos, anterior a todo, aunque a partir de la creación está en ellos y en
todo, puesto que todo sale de Él, o como dicen los pananteístas: estamos en
Dios. Luego Dios no es sólo un ser trascendente, es también inmanente. La
trascendencia nos separa de Él en cuanto al conocimiento, pero la inmanencia
nos une a Él de forma inextricable.
Dios, ha sido pensado como,
fuerza o poder, de ahí la palabra divinidad y divino, lo que ejerce una fuerza poderosa muy superior al hombre, que éste no
puede dominar; como poder
natural, fuerza de la naturaleza: panteísmo. Poder espiritual,
cuando se entiende el universo como un Ser Vivo cuya parte física está regida
sustancialmente por un Pneuma (Logos o Nous). Theos o Acto puro, pura energeia,
Uno, Bien, perfección… Los antiguos, entendieron
el mundo como un todo mental, o un todo físico. Poco a poco el dualismo del
clasicismo griego cobró fuerza frente a cosmovisiones puramente espirituales, o
solamente físicas. Los hombres quisieron
también acotarlo, ponerle nombre al concepto para delimitarlo como idea, porque
la idea es idea de algo. Se les escapaba
como el agua entre los dedos, debido a la pequeñez y limitación de la mente
humana contingente, frente a la enormidad del Todo eterno.
Las grandes religiones
monoteístas lo llaman Yahveh, Abbá, Alá,
pero lo llamen como lo llamen, Dios sigue siendo inefable, aunque todos estos
nombres se refieren al mismo Ser Creador. Dios siempre tiene una cara oculta al
hombre, un misterio, tiene un lado que no se puede pensar, es decir, que todos
los infinitos atributos divinos no lo encierran, no lo abarcan, no lo pueden
contener.
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