V
DOMINGO DE PASCUA (B)
Lectura del santo Evangelio según
San Juan 15,1-8.
En
aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Yo soy la verdadera vid y mi Padre
es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el
que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las
palabras que os he hablado;
permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí,
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo
soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da
fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí,
lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al
fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pediréis lo que deseéis, y se
realizará. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y así seréis mis
discípulos.
1.-
Texto.
Jesús propone a sus discípulos una metáfora para mostrar la íntima relación que
mantienen Dios, él y sus discípulos, una vez que lo han experimentado como
la última y definitiva palabra de salvación. Jesús es la cepa, donde
están enraizados los sarmientos ―que son los discípulos— y el Padre es el
labrador, que, como creador y Padre, mantiene la viña labrada, regada, podada,
etc., es decir, cuidada con esfuerzo y esmero para que la uva que cuelga de los
sarmientos dé el mejor vino posible. Y para dar buen vino es necesario que los
discípulos permanezcan unidos a Jesús; de lo contrario siempre está acechando
el mal —los lobos―, tanto en su interior como en la cultura que respiran en
cada segundo de la vida.
2.-
Mensaje. Israel ya no es la viña
verdadera (cf. Jer 2,21; Ez 19,10-14; Is 27,2-6). Ahora es Jesús quien revela
la auténtica voluntad del Padre y obra su salvación para todos. Nosotros,
unidos a la cepa verdadera ―a Jesús—, y que lo hemos aceptado por la Palabra y
los sacramentos, estamos capacitados para dar fruto abundante. Pero debemos
permanecer unidos a él. Estamos desarmados para hacer buenas obras desde
nosotros mismos de una manera continua. Las tendencias naturales al egoísmo y
la influencia de las dimensiones depravadas de la cultura, hacen imposible que
seamos fieles para amar y servir a los demás de una forma estable. Por eso es
esencial la unión con Jesús si queremos salvaguardar el tesoro del amor
gratuito y libre; debemos permanecer en él para recibir la salvación del Señor
y ofrecerla a todos. Y la relación amorosa con
Jesús ni anula la libertad ni somete a la persona, como esclaviza y oprime
el mal.
3.-
Acción. Los discípulos de Jesús, tanto de la
primera hora, como nosotros, no damos siempre buen vino, porque no permanecemos
unidos a Jesús de manera continua. Pedro con las negaciones, Judas con la
traición, y los millones de cristianos que anteponemos nuestros intereses a los
de los demás, nos separamos de Jesús y campamos sueltos por la vida con nuestro
egoísmo. Entonces ofrecemos un vino agrio o aguado a un mundo necesitado del
vino que sepa y guste a relación de amor. Cuando nuestra cultura es capaz de
elaborar vinos de un sabor exquisito y refinado, cuando dichos vinos acompañan
comidas que descubren placeres inimaginables, parece que estamos cada vez más
lejos de la cepa que transmite a los sarmientos la savia que causa sensaciones
de felicidad, de fraternidad, de convivencia amable y gozosa. Es como el agua
que nos sustenta cada día y que Jesús convierte en el vino que transforma la
vida en una fiesta, como en Caná de Galilea (Jn 2,1-10)
No hay comentarios:
Publicar un comentario