lunes, 30 de marzo de 2015

Triduo Pascual

                                                            JUEVES SANTO (B)


                                                               «Los amó hasta el extremo»

Del evangelio de Juan 13, 1-15
           
            Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su  hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?».  Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».  Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos».  Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos». 
            Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

1.- Antecedentes. El desempeño de la misión tiene su primer acto en la elección, el que Jesús llame junto a sí a los Doce. Por consiguiente, la elección encierra el «que convivieran con él» (Mc 3,14). Las relaciones que mantienen entre sí reproducen la conducta que Jesús tiene con ellos y fomenta entre ellos, y todo el grupo transido por la filiación simboliza la decisión divina de salvación que transmite el Reino. Los comportamientos y las actitudes que los funda son decisivos para hacer creíble la misión, ya que su convivencia encarna la relación nueva que Dios ha establecido con los hombres y que son destinatarios de su ministerio.
La tradición elabora un relato al respecto. Juan y Santiago, dos componentes de los Doce, se acercan a Jesús para pedirle ocupar los lugares de más honor en su gloria (Mc 10,35-45 par). Marcos introduce el párrafo con la predicción de la pasión y muerte de Jesús que tendrá lugar en Jerusalén, donde va al encuentro de la cruz, todo lo contrario de la supuesta pretensión de los discípulos. ―El relato del lavatorio de los pies de Juan es un duplicado―. La respuesta de Jesús frustra su aspiración y anhelo, y va en otra dirección: deben beber su copa y recibir su bautismo, es decir, asumir su destino de pasión. No es una recompensa con gloria, sino tener capacidad para transitar por el camino del sufrimiento. La gloria corresponde a la voluntad divina, a su soberanía y no al deseo de cada uno de conquistarla. Aquí está, en parte, el nivel de preferencias entre los seguidores. Ellos, con demasiada confianza en sí, responden: «podemos» (Mc 10,39).

2.- De la ambición al servicio. La ambición de los hijos de Zebedeo provoca la rabia de los restantes discípulos: «Cuando los otros lo oyeron, se enfadaron con Santiago y Juan» (Mc 10,41). Entonces Jesús, en plan de maestro, pone un ejemplo que es comprendido por todos al ser la práctica habitual de los responsables y adinerados de los pueblos. Y lo dice para sacar una conclusión: «Sabéis que entre los paganos los que son tenidos como jefes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera entre vosotros ser grande que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero que se haga esclavo de todos» (Mc 10,42-44). Se cambia la ambición por el servicio, que es la expresión externa de la relación de amor, fundamento de la formación del grupo.
Marcos crea la misma escena durante un viaje que termina en Cafarnaún y después del segundo anuncio de la pasión (Mc 9,30-32). Discuten los Doce sobre quién es el más grande: «Si uno aspira a ser el primero, sea el último y servidor de todos. Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo: Quien acoja a uno de éstos en atención a mí, no me acoge a mí, sino al que me envió» (Mc 9,33-37par). El significado del gesto de amor de Jesús reafirma la enseñanza previa al dicho del servicio: la debilidad y la insignificancia social que manifiesta la niñez, contra el poder político-militar y relevancia económica de los jefes y poderosos, es la que encarna la dignidad de Jesús. En su vida y ministerio está la presencia del Reino, como enviado o embajador o representante del Padre. 

3.- Jesús es el modelo. El relato de Santiago y Juan termina también poniéndose Jesús como modelo en las relaciones que deben mantener los Doce: «Pues este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). El servicio puede llevar, además de la destrucción de la soberbia, que separa y enfrenta a los humanos, a dar la vida, al menos a ponerla en riesgo. Si esta entrega se funda en el amor, entonces se trueca en salvación de aquellos a los que sirve. Rescatar es liberar por dinero de la pena de muerte, hacer recuperar una tierra perdida, devolverle la libertad a un pobre vendido como esclavo. No es un tema cultual que haga referencia al sacrificio expiatorio por el que uno sufre en sustitución de otro, sino que se trata de las repercusiones humanizantes de unas relaciones de amor concretadas como servicio y entrega mutuas. Servir al estilo de un esclavo que está pendiente de las necesidades de sus amos, es ofrecer la vida con generosidad. Jesús, pues, se pone como ejemplo ante los Doce, que deben seguir su conducta para abrir sus brazos como el Padre, acoger y rodear a los pequeños, y servirles para que alcancen su dignidad filial. Una ejemplo emblemático de esta actitud lo relata el cuarto Evangelio, que acabamos de leer: «[Jesús] se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ciñe. [...] Pues si yo [...] os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies».
La actitud que provoca una relación de servicio mutuo es el clima que debe reinar en la comunidad que forma el discipulado. Y esto no deben perderlo, por más sufrimiento que entrañe su misión y convivencia: «Todos serán sazonados al fuego [...] Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonarán? Vosotros tened sal y estad en paz entre vosotros» (Mc 9,49-50par). Que la fraternidad viva en un ambiente de concordia es posible en la medida en que contemple la vida como servicio mutuo. Así dará un sabor nuevo a la existencia.

                                                              VIERNES SANTO (B)



            Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18,1-19,42.

            1.- Texto.  El relato de la pasión y la muerte de Jesús cumple la “hora” de Jesús que el Evangelio prepara a lo lago de sus páginas. La “hora” es el regreso a lo gloria del Padre desde nuestra historia humana, una historia que ha participado por amor del Padre: «Tanto amó Dios al mundo que envío a su Hijo….».― Sobresale la actitud de Jesús de entregar su vida por amor; una entrega que es libre; nadie le fuerza a servir hasta el extremo: ni Judas ni Pedro son capaces de cambiar sus planes de morir por sus amigos. El camino de la cruz es una exaltación y glorificación de su persona. Desaparecen el rostro de sufrimiento y se describe a Jesús con la cruz como un rey que asciende a su trono, después de haber juzgado al Imperio en la persona de Pilato. Jesús se sienta en una sede que se alcanza exclusivamente por amor. Jesús crucificado atrae a todos hacia él; ahí está el templo donde se adora a Dios Padre.― La vuelta al Padre tiene cinco pasos: En el huerto de los Olivos; en casa de Anás; el juicio de Pilato; la crucifixión y la sepultura.

            a.- En el huerto de los olivos. El mundo del mal se junta para apresar a Jesús en el huerto: una cohorte romanas, los guardias del Templo, etc., todos al mando de Judas. Jesús se deja detener una vez que ha defendido a sus discípulos, y no son detenidos con él. Pedro, el discípulo que Juan identifica, intenta defender a Jesús. Pero Jesús se lo impide. Él que le lava los pies, ora por ellos, en definitiva, les ama y se los presenta al Padre: «En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado» (Jn 13,20).

            b.- En casa de Anás. Jesús se separa definitivamente de Israel. Les predicó en las sinagogas, en el templo, en las plazas, etc., y el resultado es su rechazo; un rechazo que contrasta con la expansión por  el mundo de su palabra reveladora de la acción salvadora del Señor. Y el rechazo judío se escenifica por la bofetada que recibe de un guardia. Pedro niega conocerle amparándose en la oscuridad del Huerto de los olivos cuando lo prenden, no obstante Jesús permanece fiel a Pedro y a Judas: «No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy» Jn 13,18-19)

            c.- El juicio de Pilato. Pilato sospecha que los Sumos Sacerdotes le han entregado a Jesús por una causa diferente a las contempladas en el Derecho Romano. Y mantiene un diálogo con Jesús en el que le revela que todo gobierno debe fundarse en la verdad. El Reino que él revela, al ser de Dios, se asienta en la identidad divina y en su imagen y semejanza, que son los hombres. Pero Pilato, no obstante tenga delante a quien ha dicho que es el «camino, la verdad y la vida», mantiene el diálogo con los judíos, que en la escena del juicio representan a la «mentira». Tan es así, que se identifican como amigos del César, justamente el que los desprecia y persigue.

d.- La crucifixión y muerte. Los verdugos y soldados se reparten la ropa de Jesús, habla con su Madre y Juan, a los que une para siempre. Y Jesús termina su vida con las palabras: «Está acabado» (Jn 19,30). Juan abre una perspectiva sobre la experiencia del crucificado muy distinta a los demás Evangelistas. Con Marcos y Mateo se hace hincapié en el alejamiento de Dios que entraña la cruz. El Todopoderoso no sale en defensa de su Hijo y éste reclama su presencia salvadora. Lucas mantiene la actitud de Jesús de orar y hacer el bien hasta el último instante de su vida, que trasluce la bondad del Padre para con sus criaturas, además de poner en sus manos su vida, su aliento, en el momento de su muerte. Juan acentúa que Jesús ha cumplido hasta el último detalle la voluntad divina de recrear las criaturas sacándolas del pecado y dándoles el estatuto de hijos de Dios. Y retorna al seno del Padre una vez que le ha dado la gloria que los humanos le han robado o no le han reconocido (Jn 14,13; 17,1; 8,29).

            e.- La sepultura. Reaparece Nicodemo, que ha nacido de nuevo al seguir a Jesús hasta su muerte, y como discípulo se presenta a otro discípulos que permanece oculto: José de Arimatea. Y sepultan a Jesus en un sepulcro nuevo, envuelto en un lienzo y ungido con los aromas de un rey, como rey había sido proclamado por Pilato y en el letrero de la cruz. Jesús termina su vida con el interrogante por su futuro, porque a pesar de ser rey, Dios permanece callado. Ante el silencio divino, los judíos creen que han acallado la voz de su Hijo, una vez que desaparece de la historia de Israel al ser enterrado. Y no obstante Juan haya presentado la pasión como la revelación y glorificación definitivas del Hijo de Dios.


                   VIGILIA PASCUAL (B)

                                   
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 16,1-8

            Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”». Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.


1.- Los hechosLos discípulos que acompañan a Jesús a Jerusalén regresan a la Galilea natal y retoman sus trabajos como solución al descalabro de la misión (cf. Mc 15,40; 16,7); otros permanecen en Jerusalén, quizás los que se le unen en la fase final de su ministerio (cf. Lc 24,13). Al poco tiempo (cf. Mc 9,2) y en Galilea (cf. Mt 28,16-20) sucede un acontecimiento en el que los discípulos más allegados creen vivo al que, días antes, ha sido ajusticiado y sepultado (cf. Mc 15,43-46). Todos los datos disponibles conducen a que Pedro es el primer convencido de este hecho inaudito (cf. 1Cor 15,5; Mc 16,7), o al menos es el más interesado en difundir la noticia a los seguidores de Jesús y proclamarla a los cuatro vientos (cf. Hech 2,14). Por otro lado, con otros testigos y en distinto lugar, Jerusalén, se ofrece el relato de la tumba de Jesús. María Magdalena o unas mujeres (cf. Jn 20,11-18; Mc 16,1) se acercan al sepulcro para llorar su muerte (cf. Mc 16,1-8). El resultado de la visita es que encuentran la piedra corrida y la tumba vacía. Tal hecho, muy diferente al que experimentan los discípulos varones, no les lleva al encuentro con Jesús, como atestiguan los dos adeptos a Jesús que caminan hacia Emaús (cf. Lc 24,22-23).
           
2.- La identidad del resucitado. Todos piensan que han robado el cadáver y ello responde a que la resurrección no entra dentro de las categorías de los milagros de resurrección que realiza Jesús en el hijo de la viuda de Naín (cf. Lc 7,11-17), en la hija de Jairo (cf. Mc 5,23.35-42) y en Lázaro (cf. Jn 11,1-45). Tampoco Jesús sobrevive, por otra parte, al estilo de la existencia eterna de su alma por ser de naturaleza espiritual, como defiende la antropología griega. Ni la relación con los «devueltos a la vida ―Lázaro, las hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín―  ni la racionalidad que prueba la eternidad de los espíritus en contra de la caducidad de lo temporal, contingente e histórico, pueden fundar la explicación de la resurrección de Jesús. Ésta pertenece a la vida nueva en Dios prometida desde tiempo a Israel. Por consiguiente, es un acontecimiento totalmente nuevo en la historia humana, es decir, la situación que Dios dará al final de los tiempos a sus hijos y que los humanos no tenemos elementos para describirlo y entenderlo. Está en la línea que Pablo afirma: «Sabemos que Cristo, resucitado de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él. Muriendo murió al pecado definitivamente; viviendo vive para Dios» (Rom 6,9-10).
           
            3.- La vida nueva del Señor.  La Resurrección es, exclusivamente, una acción del poder amoroso divino. El Señor recrea la vida de Jesús, dándole su identidad y gloria divina. Por eso nuestra razón no puede captar el acontecimiento de la resurrección de Jesús. Es la dimensión de Dios la que entra a formar parte de la vida de Jesús. Es, pues, necesaria la fe: el don que nos concede el Señor para relacionarnos con él. Y el don de la fe hace que se apodere de nosotros la novedad de la vida de Jesús, que cambia las bases y los objetivos de nuestra vida: del poder al servicio, de la violencia a la paz, de la muerte a la vida eterna, de la soberbia y egoísmo al amor, etc., etc., como le sucede a los discípulos después de los encuentros o apariciones en Galilea. La fe nos une a Jesús resucitado y nos introduce en la vida nueva que el Señor le ha concedido como primicia, y a nosotros de una forma inicial en nuestra existencia. Ya tiene valor Dios como amor, amar, servir, defender la vida ante los poderes que la destruyen, etc., etc. Tiene valor todo lo que Jesús ha enseñado y ha hecho, porque Dios le ha dado la razón al resucitarlo de entre los muertos. La esperanza para la gente honrada y servicial renace, porque el Señor se ha puesto de parte de los que defienden la vida y la llevan a plenitud desde su amor.

                                               DOMINGO DE RESURRECCIÓN (B)


Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,1-9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
―Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

1.- Los discípulos. El Evangelio de la Vigilia Pascual se centra en la obra del Señor que resucita a Jesús; el de la mañana de Pascua se centra en los discípulos. Los tres protagonistas: María, Pedro y Juan simbolizan tres actitudes ante Jesús y, naturalmente, tres actitudes de fe ante la obra poderosa del Padre sobre su Hijo. María piensa que se han llevado el cuerpo de Jesús, como es la opinión de todo el mundo al ver que no estaba en el sepulcro. María quiere a Jesús y le desea vivo, por eso no puede captar que comparte la dimensión divina que solo es posible captarla por la fe que Dios regala a sus hijos. Ella está muy lejos de la vida de resurrección. Al comunicárselo a Pedro y Juan, dos columnas de la Iglesia, corren para certificar el robo o traslado del cadáver. Un correr que lleva consigo el camino de la fe. Pedro entra al sepulcro y nada se dice de su acceso a la experiencia de la resurrección. Busca pruebas: las vendas y el sudario. Pero no le conduce a la fe. La razón no es el elemento esencial para adentrarse en el nuevo mundo en el que Jesús ha entrado y está compartiendo con Dios. Juan llega el primero, pero queda fuera; después entra, ve las mismas señales que Pedro y cree. ¿Por qué? Porque el discípulo a quien Jesús «quería» ha participado antes de la relación que Jesús ha establecido con cada uno de sus discípulo. Es el mismo Jesús el que da la fe, se deja ver, se encuentra con ellos. Y sólo el que es amado por él, el que se siente amado por él, puede adentrarse en su presencia, en su vida.
2.- Demos dos pasos atrás. El primero fue cuando Jesús los llama para que «convivan con él», para formar una comunidad que predique el Reino y sean testigos de la nueva vida que entraña la presencia del Señor en la historia humana. Los discípulos aprenden a rezar, a predicar, a curar, todo enseñado, dirigido y ejemplificado por el mismo Jesús. Aprenden a quererle, a admirarle, a seguirle, dejando su trabajo y familia. El siguiente paso es el descalabro de la cruz, donde todas sus ilusiones se vienen abajo, no sólo aquéllas que indican un mesianismo glorioso, sino una presencia real de un Dios que crea fraternidad, favorece a los pobres, y garantiza la veracidad de la vida y enseñanza de Jesús. Por eso no es extraño que la pasión disperse a los discípulos. Pero todo cambia cuando Dios decide hablar y actuar en estos momentos de hundimiento personal y desencanto. ¿Qué resultado dan sus encuentros con el resucitado? El que de nuevo aparecen juntos y sean capaces de establecer relaciones con un Jesús «distinto» (cf. Mt 28,16). Después de encontrarse con él en Galilea regresan a Jerusalén, de donde han huido (cf. Lc 24,33). En la ciudad santa, por ejemplo, Pedro, que le había negado durante la instrucción del proceso de las autoridades religiosas, explica sin miedo alguno que la historia de Jesús iniciada en Galilea permanece todavía, que no se ha acabado con su muerte (cf. Hech 2,42). Y así un discípulo tras otro: entregan su vida por Jesús, cuando tantas veces no habían comprendido su mesianismo servicial y lo habían abandonado en los momentos más difíciles de su vida. La resurrección los cambia a todos.

            3.-  La fe es la clave.  La fe transforma a los discípulos, le da la fuerza necesaria para llevar a cabo ellos solos, ya sin Jesús, todo lo que les había enseñado y habían observado en su convivencia por los pueblecitos de Galilea. Con el poder de la fe en Jesús, el Señor los hace testigos de su resurrección y, con ella, de su presencia salvadora. Y los discípulos nos transmiten la novedad de la vida divina que supone su fe en Jesús resucitado con un sentido de vida y unas opciones fundamentales que recrean la vida humana: lo fundamental es la vida, y ésta vivida desde las relaciones de amor con Dios y con los demás, que se constituyen en hermanos. Por tanto, la vida no se genera por el poder, sino por las relaciones de amor entre seres que son hermanos e hijos de un mismo Padre. El desarrollo de una vida en amor lo hace posible el Espíritu del Padre y del Hijo, lo que le da una forma especial con sus frutos: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gál 5,22-23)  y con sus dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor a separarnos de quien amamos y es el origen de la vida, de toda vida.  Y La vida de Resucitado es una vida eterna, supera la muerte definitivamente.                                       




                                                          


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