lunes, 16 de marzo de 2015

IV: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

                     PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ


                                                                            IV

                               «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Jesús ora por los que le han crucificado, es decir, los soldados y verdugos que tiene en su rededor y ahora le vigilan para que se cumpla la sentencia. Ora también al Padre por los que han sido responsables de su muerte, Pilato (Lc 23,24), los sumos sacerdotes y escribas (Lc 23,13.21.23), todos simbolizados en la ciudad santa de Jerusalén. Antes Jesús acusa a la Ciudad Santa de que «mata a los profetas y apedrea a los enviados» (Lc 13,34); y, por la violencia que anida en sus habitantes, sentencia: «... si reconocieras hoy lo que conduce a la paz. Pero ahora está oculto a tus ojos» (Lc 19,42). Todos ellos ignoran a quién han llevado a la cruz, según afirman Pedro y Pablo en sus primeras predicaciones (Hech 3,17; 13,27), ellos que también han tenido su pequeña historia de traición y persecución al Hijo de Dios (Lc 22,54-62; Hech 26,9).
           
Jesús es coherente en esta súplica al Padre con lo que ha enseñado en su ministerio. Ha revelado al Dios del perdón y de la reconciliación (Lc 15), el Dios que toma una postura decidida de misericordia por el pecador antes de contemplar su conversión, como en el caso del hijo pródigo (Lc 15,20). Jesús ha transmitido la actitud de Dios practicando la misericordia a lo largo de su vida pública, cuando perdona los pecados al paralítico (Lc 5,20), o a la pecadora que le visita en casa del fariseo (Lc 7,47). Ha suprimido la ley de la venganza, o la correspondencia al amor recibido u ofrecido entre amigos y familiares (Lc 6,32), y pide el exceso de amor a los que le siguen: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os calumnien» (Lc 6,27-28). Actitud que permanece en la comunidad cristiana en los mártir
es que, ante el suplicio, oran por sus enemigos, como Esteban y Santiago, el hermano del Señor(Hech 7,60; Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, II 23 16).

                                               Reflexión

            En términos generales, nuestra historia ha tenido tres fases en las penas que se aplican a los delitos. Que «toda la familia o pueblo» pague la infracción cometida por un individuo; la ley del «ojo por ojo y diente por diente», mucho más reducida que la anterior; la ley de la correspondencia al amor y amistad recibidos: «amo a quien me ama; odio a quien me odia», y la propuesta por Jesús: «debemos amar a todo el mundo, amigos y enemigos». La raíz de esta afirmación está en la fe en el Señor, que es Padre y Madre de justos e injustos y a todos les hace salir el sol (cf. Mt 5,45). Al tener un solo Padre y Madre, todos somos hermanos, sea cual fuere la relación concreta que tengamos entre sí.

           
Y en estas estamos. Aún impera la ley de la venganza. Se hace muy difícil admitir a quien nos ha hecho mal; a quien no nos quiere; a quien se distancia conscientemente de nuestra vida. Jesús comprende el amor a los enemigos en los hechos, que no en los sentimientos. Sea cual fuere lo que sintamos hacia nuestros enemigos, si nos necesita, les ayudamos sin más. Es la única forma que se den cuenta que existe el amor, como la confesión del Centurión al ver morir a Jesús: «Verdaderamente este hombre es Hijo de Dios» (Mc 15,39)

1 comentario:

  1. Me gusta mucho leer y saborear lentamente todas y cada una de las páginas que publica. A veces me cuesta trabajo entender pero bien. Con paciencia todo se arregla.

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