lunes, 2 de febrero de 2015

«Se marchó al descampado y allí se puso a orar»


                                                            DOMINGO V (B)


                                       «Se marchó al descampado y allí se puso a orar»

      
Lectura del santo Evangelio según San Marcos, 1,29-39.

       En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
       Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
       Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: —Todo el mundo te busca. El les respondió: —Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
       Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

           
1.-  Después de un día agotador, tanto en la predicación de la Palabra, como en las curaciones, Jesús no se va a la cama para descansar. Se retira solo a orar, igual que cuando recibe la llamada en la bautismo y se va al desierto para intensificar la relación con su Padre; para volver a escuchar que él es su Hijo y para seguir convencido que no tiene privilegio humano alguno por pertenecer a la gloria divina y por ofrecer el pan a los pobres, la salud a los enfermos y la libertad a los endemoniados. El éxito no le hace cambiar de vida, porque la oración lo sigue ligando a Quien es su origen, a Quien le ha dado la misión de salvación y a Quien le ha enseñado cómo tiene que realizar el plan divino: con humildad, con servicialidad.

           
2.- Cuando Pedro comunica a Jesús que la gente le busca por los beneficios que ha recibido, no se queda para disfrutar del bien dado o del bien compartido. Jesús no espera ningunas «gracias». Jesús es el camino, la verdad y la vida donde transita el Padre para hacerse presente en nuestra historia personal y colectiva. Cuando pensamos en la familia, en la Iglesia como «familia del Señor», no podemos concebirlas como algo estático, fijo, encerrado entre unas paredes, o algo inmóvil que le hemos echado el freno para que no se nos escapen los hijos o los jóvenes o menos jóvenes ilusionados para darse y abrir nuevos horizontes de amor. La vida es un movimiento continuo que camina hacia los demás y hacia el  Padre por medio de Jesús. No es posible retener el bien, cercarlo  para que no se nos escape, y vivir de él.  O caminamos con nuestros hijos y nuestros jóvenes, o se nos van y, por consiguiente, la vida se enquista y se empobrece. 


           
3.-  Las primeras pruebas de la veracidad de la cercanía del Reino es la liberación de la esclavitud del mal del endemoniado de la sinagoga y la curación de la suegra de Pedro. Resuena a nuestros oídos la frase en la que Jesús se define a sí mismo y a su misión: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos». Jesús sirve, la enferma se le quita la fiebre y se pone a servir, como Marta, o cualquier mujer que cuida su casa para que sea habitable. Jesús nos va liberando poco a poco de nuestros demonios, de nuestras enfermedades, pero lo hace para que se descargue la potencia natural de la entrega a los demás y la potencia de la presencia del amor misericordioso divino. No nos cura para que enfermemos de nuevo, para someternos de nuevos a otros demonios, sino para que descubramos dónde está el necesitado para servirle, y dónde está el Señor para relacionarnos con Él, orar y potenciar nuestra capacidad de darnos.

1 comentario:

  1. Solidaridad...igual a Amar…igual a comprender…igual a ponerte en la piel del que más sufre…Solidaridad con los que la Soledad, sí con mayúscula, envuelve su vida y sus Almas…eso es para mí Solidaridad. Mari Carmen Valcárcel.

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