domingo, 22 de febrero de 2015

El martirio de Mons. Romero,

                    Antropología teologal de la justicia liberadora con los pobres
                                 El martirio de Mons. Romero, el Card. Müller
                                              y la Teología de la Liberación




                                                                                                  Agustín Ortega Cabrera
                                                                                                         Centro Loyola e ISTIC

              
Car. Müller
La espiritualidad y teología latinoamericana, en clave liberadora, tiene más actualidad que nunca. La comisión de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos acaba de aprobar, por unanimidad, la declaración de martirio de Mons. O. Romero, asesinado en el Salvador en 1.980 por motivo de su fe en la entrega, servicio y compromiso por la justicia liberadora con los pobres. Con lo cual, se ratifica su más que posible y próxima beatificación. Asimismo, el Cardenal G. L. Müller, actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, ha publicado recientemente dos libros muy cualificados e importantes. El primero, Del lado de los pobres, Teología de la liberación, que ha sido galardonado con el Premio Capri San Michele, uno de los premios de ensayo más importantes de Italia. Y el segundo, Iglesia pobre para los pobres, La misión liberadora de la Iglesia, con prologo-presentación del mismo Papa Francisco. Ambas publicaciones están escritas en colaboración con Fr. G. Gutiérrez OP, presbítero y religioso dominico,  galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003). G. Gutiérrez es considerado el padre de la teología de la liberación (TL) y uno de los teólogos más significativos de la época contemporánea.
Agustín Ortega
En estas publicaciones, el Cardenal Müller junto a G. Gutiérrez, tal como viene haciendo la enseñanza y vida de la iglesia, expone lo más valioso y fecundo de la teología de la liberación; precisando y matizando algunos posibles límites, malentendidos o deformaciones que se ha hecho sobre dicha teología. Lo cual fue lo que encarnó y promovió mártires (testimonios) como el de Mons. Romero o sus compañeros y amigos, los conocidos como mártires de la UCA, del que celebramos ahora su 25 aniversario. I. Ellacuría, I. Martín-Baró que junto a 4 compañeros jesuitas, casi todos de origen español, fueron asesinados junto a una trabajadora y su hija en su Universidad del Salvador (UCA). Todos estos mártires y testigos de la fe de la iglesia latinoamericana, con sus comunidades eclesiales de base, su espiritualidad liberadora, su praxis social…es la levadura de donde surgió la  TL.
G. Gutiérrez
En dichos libros, efectivamente, Müller y Gutiérrez van la raíz de la TL, que manifestó el testimonio de vida de Mons. Romero y de todo estos mártires, como es la espiritualidad y antropología teologal. Esto es, como la fe y la vida del cristiano está enraizada en el don de Dios (la Gracia), su Amor y Justicia, que nos libera de todo pecado, mal e injusticia.  La Gracia, el Amor de Dios que se nos dona en Jesucristo y su Espíritu Santo, se encarna y asume toda la realidad, la espiritual y personal, la cultural y social, la política y  económica. La espiritualidad y antropología cristiana tiene este carácter encarnado, social e integral que acoge y promueve todas las dimensiones de las  personas, las corporales y materiales, las económicas, las sociopolíticas y espirituales. Es una fe y antropología que supone la inteligencia de la fe, de la esperanza y del amor que es inseparable de la justicia liberadora con los pobres de la tierra. La fe cristiana se realiza en el don del amor y de la justicia, lo que nos libera de la maldad e injusticia que sufre la creación. Y, de esta forma, el servicio y compromiso del amor fraterno, de la solidaridad y justicia con los pobres de la tierra es constitutivo de la espiritualidad y vida teologal, de la misión evangelizadora de la iglesia, sin la que no existe verdadera fe ni existencia cristiana. Ya que, en este sentido, el alcance teologal de la justicia liberadora con los pobres está entrañado en el mismo Dios que, en Jesús, se hizo pobre para liberarnos de la injusticia y de todo pecado.
              
Jesús se encarna en lo pobre y con los pobres de la tierra porque es la realidad teologal desde: donde se realiza el amor, la paz y la justicia universal que le es negada a los pobres; donde nos liberamos del pecado del egoísmo y sus ídolos del poder, tener y de la riqueza (ser ricos), que es lo que causa la desigualdad e injusticia de la pobreza, la opresión que sufren los pobres y excluidos sociales; donde nos liberamos de la comodidad, indiferencia y complicidad ante toda esta injusticia, opresión y marginación que padecen los pobres de la tierra. Todo ello, esta vida y realidad teologal, es clave para la salvación que, como se observa, se realiza en el desarrollo y liberación histórica e integral de todas las dimensiones del ser humano, de todo lo que causa mal y oprime al ser humano. La fe cristiana supone, pues, esta antropología que promociona la sagrada e inviolable vida y dignidad del ser humano, que les son arrebatadas a los pobres, ya que los seres humanos somos semejanza e imagen de Dios. Aun más, todos los seres humanos  somos hijo/as de Dios Padre con entrañas Maternas, como se ha revelado en Jesus, y por tanto hermanos, cuya amor fraterno le es negado a los pobres. Y todavía más profundo, como apuntamos, los pobres y crucificados (en la injusticia) de la historia son sacramento (presencia real) de Cristo Pobre y Crucificado que nos salva en este don del amor, paz y justicia liberadora como se muestra en su Pascua por el Reino.
              
Así, el amor y justicia con los pobres se sitúan en el mismo corazón de la vida y espiritualidad cristiana que no es más que seguir a Jesús en el Espíritu y su Gracia Liberadora, para realizar el proyecto de Jesús, el Reino de Dios y su justicia. La existencia cristiana tiene su corazón en esta espiritualidad, en el Espíritu de Dios liberador que va realizado la salvación que nos trae el Reino y su amor, paz y justicia liberadora con los pobres y que se va realizando ya en la realidad histórica; culminando en el futuro, en la vida plena, eterna. El Dios en Jesús es el Dios de la vida, de la fecundidad de la vida fraterna, solidaria y justa con los pobres y víctimas de la historia, a los que se les mata, a los que le son arrebatadas estas vidas dignas, plenas y de amor que nos trae ya el Reino. El Reino y su justicia liberadora con los pobres se anticipa ya en la historia, mediante la Pascua liberadora de Jesús Crucificado-Resucitado por el Reino. Lo cual se consumará en la vida eterna, en la plenitud del tiempo histórico y de la creación.
Como se puede observar, toda esta antropología y espiritualidad implica todo un quehacer teologal, una renovada metodología  e inteligencia teológica que se realiza en diversos momentos inter-relacionados:
              
Ignacio Ellacuría
- En el ver, hacerse cargo de (analizar) la realidad con las mediaciones de las ciencias sociales y sus teorías sociales-filosóficas. Es una mirada crítica, social y ética que aprovecha lo más valioso de autores o perspectivas de estas ciencias sociales, como Marx o la teoría de la dependencia, que den cuenta de las relaciones y estructuras de dominación, injusticia y de la opresión del subdesarrollo; sin que se tenga, por ello, que asumir en su totalidad la filosofía, la antropología o límites y posibles carencias de dichos autores o teorías, que no se confunden ni se identifican tampoco con la misma fe.
               - En el juzgar o valorar (cargar con) la realidad. Con una lectura creyente y teológica de la realidad histórica, de los signos de los tiempos, desde el Evangelio del Reino en su justicia con los pobres y con ese tesoro que es la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). El mal, la opresión e injusticia que sufren los pobres, a la luz del Evangelio y de la DSI, es el pecado del (que daña) al mundo, el pecado social y estructural. Es decir, el pecado personal del egoísmo, con sus ídolos del poder y de la riqueza, cristalizan en estas relaciones y estructuras sociales de pecado que llevan a su vez a más injusticia y mal, a más pecado. Con una inter-relación inseparable entre el pecado personal y el histórico-estructural, con las estructuras de pecado. Son esas relaciones sociales inicuas, esos sistemas y estructuras políticas, económicas, comerciales o financieras perversas que causan la desigualdad e injusticia de la pobreza, Las estructuras de pecado que generan la opresión, desigualdad y marginación que sufren los pobres, los excluidos y víctimas de la historia. Frente a las teorías del desarrollismo economicistas, en el mundo existe una lucha entre  la gracia y el pecado, un conflicto personal, social e histórico entre el bien y el mal, la paz y justicia frente a la opresión, violencia e injusticia. Y hay que asumirlo y luchar por que el amor fraterno, la paz y la justicia liberadora con los pobres vayan venciendo a toda dominación, marginación y odio.
               - En el actuar, en el encargarse de la realidad, en la praxis social, liberadora y transformadora del mundo, de sus relaciones, estructuras y sistemas injustos. Asumiendo por tanto el inherente carácter social de la fe y del amor. Esto es, la caridad política, pública y social que busca el bien común y la justicia con los pobres, ir a las causas de la pobreza, de la injusticia y opresión. Para que se vaya alcanzando así la civilización del amor y del trabajo, de la dignidad del trabajador, por encima del capital, del beneficio. Con una justa distribución y destino universal de los bienes que, siempre, tiene la prioridad sobre la propiedad o el mercado. Esta acción y compromiso social se hace en comunidades espirituales o eclesiales, sociales y solidarias. Junto a aquellos movimientos sociales o ciudadanos emancipadores, liberadores que luchan por la paz, el desarrollo integral y la justicia universal, global con los pobres de la tierra. Los pobres y pueblos crucificados por la injusticia junto con los que los defienden y promueven su liberación integral, el protagonismo y promoción liberadora e integral de los pobres, son los signos permanentes de la historia. Y desde estos signos de los tiempos en la justicia liberadora y protagonismo de los pobres, hay que discernir, encarnarse y comprometerse por el Reino. Ello requiere, por tanto, el discernimiento de las mediaciones sociopolíticas que se vaya aproximando al Reino, las ideologías o sistemas políticos, tal como puede ser un socialismo democrático. Lo cual significa la justa  y universal distribución o destino de los bienes, los pueblos y los pobres como los sujetos de la historia. Lo que se opone tanto al liberalismo, al capitalismo como al comunismo estatalista o colectivismo. Pero sin la identificación de estas posibles mediaciones o ideologías-sistemas con la fe; lejos de todo confesionalismo e ideologización del cristianismo o cualquier otra religión, que no se confunde nunca con las ideologías o corrientes partidistas.
               Todo este método (camino) teológico, este quehacer teologal y espiritual en la justicia con los pobres, para que sea autentico y creíble, supone luchar pacíficamente contra el sistema e ideología que hoy domina y que causa la pobreza, el hambre y muerte de los pobres. Es decir, el neo-liberarismo (económico), el capitalismo que por esencia es inhumano, injusto e inmoral. Vamos concluyendo y como se ve, el martirio y testimonio de creyentes como Mons. Romero, que encarnó con su vida toda esta espiritualidad y antropología teologal, es un martirio por la fe que, cuando es verdadera, se realiza en el amor, la paz y la justicia liberadora con los pobres.
              
Remarcamos que este testimonio de amor y justicia con los pobres es el primer, principal camino o medio, con credibilidad y coherencia, de la misión evangelizadora de la iglesia. Ya que solo el amor es digno de fe. Por lo dicho, se puede verificar lo valioso, profundo y espiritual-evangélico de toda esta teología, espiritualidad e iglesia latinoamericana de la liberación. Tal como se muestra todo lo expuesto hasta aquí en las obras reseñadas de Müller, que se ha fecundado mutuamente con la teología contemporánea más cualificada, con el magisterio de la iglesia y la DSI. Y como está mostrando y encarnado asimismo, con un vigor impresionante, el Papa Francisco en la actualidad. Por último, como es natural, invitamos vivamente a leer y conocer estas obras de Müller, todo este legado teológico y eclesial, que hemos reseñado en este escrito.



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