domingo, 1 de febrero de 2015

Dios se revela en la conciencia de Jesús

                              LA REVELACIÓN DE DIOS EN SU HIJO
      
                                                          IV 


           La revelación de Dios en la revelación de la conciencia humana de Jesús                           


                                                   Marta Garre Garre
                                                Instituto Teológico OFM
                                         Pontificia Universidad Antonianum


El misterio íntimo, personal de Dios, absolutamente trascendente, se nos desvela a los hombres en el Hombre-Dios Jesucristo. Se produce esto por la inmanencia de la visión de Dios en el entendimiento porque la visión no es algo sobreañadido o ajeno al hombre, sino la culminación de todas sus aspiraciones: como ser que se experimenta  a sí mismo como inacabado, la imposibilidad que experimenta de detenerse en las distintas conquistas de la ciencia, del arte…, porque en ninguna de ellas encuentra la satisfacción de sus apetencias más secretas, la tensión inapagable del dinamismo cognoscitivo-volitivo del hombre sólo en la visión alcanzará su término definitivamente último. La inmanencia de la visión es, por tanto, la afinidad del  espíritu humano a ser plenificado de un modo total y definitivo en la inmediatez del misterio escondido desde los siglos en Dios, Creador  de todas las cosas (Ef. 3,9; Rom 16,25). Entre la visión de Dios y las estructuras ontológicas del hombre que lo capacitan para ella, no hay un salto en el vacío sino continuidad real que se nos concede por pura gracia (Ef. 2,5).
Pues bien, la posibilidad de la encarnación está ligada a la posibilidad de la visión: Es la inmanencia de la visión la que permite comprender la inmanencia de la encarnación. Si la naturaleza humana está capacitada para recibir la autocomunicación divina, en caso de que Dios se lo conceda, también lo estará para la encarnación, que es la máxima autocomunicación de Dios a una  naturaleza humana. Es posible la encarnación porque es posible la visión de Dios por parte del hombre, en cuanto que posee (por la creación) las estructuras ontológicas adecuadas.
             Pero, ¿por qué la revelación de la conciencia humana de Jesús es revelación de Dios?       
Es necesario que hagamos en este punto una breve aclaración terminológica. Hay que distinguir entre “revelación increada" absolutamente trascendente, que es la autoexpresión eterna del Padre en su Verbo, fundamento y causa de la unión hipostática (identificada con ella) y “revelación creada” que es la expresión creada de la encarnación, el Verbo encarnado. Esta revelación increada es la posibilidad vital de la presencia personal del Verbo en la espiritualidad humana  de Jesús.
Dicho esto, podemos decir que la función de revelador del Padre deriva en Cristo de su misma condición de Verbo encarnado. El Verbo es la revelación del Padre, su palabra eterna, su imagen increada. Dios padre, principio sin principio, se autoexpresa personalmente en el Verbo que es su revelación increada en una naturaleza humana, en Jesús de Nazaret.
 El modo como lo hace es a través de su propia  conciencia. Pero ¿cómo se manifiesta en la conciencia humana de Jesús esta revelación increada presente hipostáticamente en él? Por la experiencia de su filiación divina: Cristo es constitutivamente el revelador del Padre porque sólo él es el Hijo de Dios encarnado.            
En esta experiencia conciencial, el hombre Jesús se autopercibe como no subsistiendo personalmente en sí mismo o, dicho de otro modo, se experimenta como subsistiendo en el Verbo. Jesús poseyó verdadera conciencia humana, en la cual el yo se autoposee a sí mismo. Ahora bien, el “yo divino” no puede ser alcanzado sin más por la conciencia humana, puesto que en ese caso, se pondría en peligro la trascendencia divina. Para llegar hasta la persona increada del Verbo (y en ella a la del Padre) la conciencia humana de Cristo debe desembocar y consumarse en la visión de Dios. De manera que la visión del Verbo es un complemento de la conciencia humana de Cristo, un complemento necesario para que su conciencia no sea un contrasentido. Yo diría que es la condición necesaria para que la conciencia humana de Jesús sea a la vez conciencia divina.
La noción joánica de visión: la permanente comunión de vida de Cristo con el Padre” que debe ser interpretada en el sentido de un conocimiento inmediato de Dios, que excluye toda interposición entre Cristo y su Padre. Esta inmediatez es la que, en última instancia, diferencia cualitativamente la experiencia de revelación de Jesús y la que tuvieron los profetas .

En consecuencia, Cristo  es constitutivamente el revelador de Dios, porque es el hijo que conoce al Padre (cf. Mt 11,27) (motivo de la filiación divina) y se autoexperimenta como el Hijo en su conciencia (la experiencia del Verbo como el personalizador último de su existencia humana). Esta experiencia conciencial como Verbo de Dios es, naturalmente, una explicación teológica del dato de la experiencia filial o de la visión del Padre de los evangelios. Y la automanifestación de la conciencia de Jesús sea de forma permanente (y no transeúntemente, como en el caso de los profetas) revelación de Dios, más aún, la revelación definitiva, insuperable, escatológica de Dios. 

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