domingo, 12 de octubre de 2014

Santos y Beatos: 13 al 19 de octubre

13 de octubre
Honorato de Biala (1829-1916)
            El beato Honorato nace en Biala Podlaska (Polonia), el 16 de octubre de 1829. Es encarcelado por los rusos al creer que formaba parte de un complot contra su invasión. A su liberación entra en los Franciscanos Capuchinos. Cursados los estudios eclesiásticos, se ordena sacerdote el 27 de diciembre de 1852. Se dedica a la predicación y a la dirección de almas, ocupando responsabilidades en el gobierno de la Orden. Funda 26 asociaciones religiosas, de las que nacen varios institutos de vida consagrada. Hoy existen 16. Reside los últimos 24 años de su vida en Nowe Miasto, dedicado a la oración y al apostolado epistolar, ya que debe dejar el confesonario al quedar sordo. Escribe la obra «Manual Espiritual», en la que se reflejan las orientaciones franciscanas sobre el Señor, Jesús y María que ofrece a todos sus dirigidos, en especial a los creyentes que forman parte de sus asociaciones. Muere el 16 de diciembre de 1916. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 16 de octubre de 1988.
Común de Santos Pastores o Varones
Oración. Oh Dios, que has querido dar al beato Honorato, presbítero, un tierno espíritu de amor para llevar a cabo la reconciliación de los hombres; concédenos, por su intercesión, saborear la dulzura de tu perdón y unirnos a ti con caridad perfecta. Por nuestro Señor Jesucristo.
14 de octubre
Miguel Carcano (1427-1484)
El beato Miguel nace en Milán (Lombardía. Italia). Muy joven ingresa en la Orden en la fraternidad de Santo Ángel. Sigue el movimiento de la Observancia, promovido por San Bernardino de Siena. En 1449, con sólo 22 años, participa en el Capítulo General de la Orden en el convento de Bosco en Mugello (Florencia. Italia). Con una formación muy sólida en filosofía y teología, predica por el norte y centro de Italia la reforma de las costumbres cristianas, contra la usura y toda forma de injusticia. Y siempre en defensa de los pobres. De 1460 a 1462 reside en Tierra Santa. El Duque Galeazzo Sforza en 1471 y en 1476 lo expulsa de la ciudad por sus predicaciones contra las costumbres relajadas. Favorece la fundación de los Montes de piedad en Milán, Padua, Bolonia y Perusa, y crea hospitales para los pobres en Como, Piacenza y Venecia. Muere el 20 de marzo de 1484. Sus restos se conservan en la Basílica de San Antonio, en Milán. El papa Pío X aprueba su culto el 9 de octubre de 1909.
Común de Santos Pastores o Varones
Oración. Dios de bondad, que elegiste al beato Miguel para favorecer a los pobres y desamparados, concédenos que arraigue en nuestros corazones lo que él hizo y predicó, y que interceda ante tu misericordia aquel que nos diste como protector en la tierra.Por nuestro Señor Jesucristo.

15 de octubre
Teresa de Jesús (1515-1582)
Nace Teresa en Ávila el 28 de marzo de 1515. Ingresa en las Carmelitas, y comienza su renovación con la fundación del convento de San José de Ávila y acompañada por San Juan de la Cruz. Muere en Ávila el 4 de octubre de 1582. El papa Pablo VI la declara doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.
Del Común de vírgenes
Oración. Señor, Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a Santa Teresa de Jesús, para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo.


15.1. de octubre
Sebastián de Jesús (1665-1743)
El beato Sebastián nace el 22 de enero de 1665 en Montalbán (Córdoba. España); es hijo de Alonso Sillero y de María Pérez, una familia pobre, humilde y muy religiosa. Huérfano de padre, se traslada a Écija (Jaén) donde aprende pintura. Trabaja en el arte de la seda durante 5 años. Ingresa en la fraternidad de San Francisco, de los Franciscanos Descalzos. El 19 de enero de 1686 comienza el noviciado. Después de la profesión se le encarga recoger la limosna por los campos de Écija. Humilde y discreto, atrae al pueblo por sus dotes excepcionales, tanto religiosas como humanas. Es enviado a las fraternidades de Lepe (Huelva), Ronda (Málaga) y Sanlúcar (Cádiz) y Sevilla. Muere al amanecer del 15 de octubre de 1743. El rey Carlos III ordena expedir una real orden para iniciar el proceso de beatificación en 1771. El papa Pío VI lo beatifica el 19 de junio de 1776.
Común de Santos Varones
Oración. Dios nuestro, que has puesto a los santos como ejemplo y ayuda para facilitar a los débiles el camino de la salvación, al celebrar la fiesta del beato Sebastián concédenos bondadosamente que, siguiendo sus pasos, caminemos hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo.


17 de octubre
Ignacio de Antioquía (†107)
San Ignacio sigue a San Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. Es martirizado en Roma tiempos del emperador Trajano el año 107. De camino a Roma escribe siete cartas sobre Jesucristo, la Iglesia y la vida cristiana.
Común de un mártir
Oración. Dios eterno, tú has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, cuerpo de Cristo; concédenos que, así como el martirio que ahora conmemoramos fue para San Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante. Por nuestro Señor Jesucristo.


17.1 de octubre
Baltasar de Chiavari (1420-1492)

El beato Baltasar Ravaschieri nace en Chiavari (Génova. Italia) el año 1420; es hijo de los condes de Lavagna, familia muy piadosa. Ingresa en la Orden Franciscana, y, después de estudiar filosofía y teología, es ordenado sacerdote y destinado a la predicación por toda la región de Liguria. Ejerce el oficio de Guardián y más tarde el de Ministro Provincial en Génova. Sufre un ataque de gota, que le paraliza. Se dedica a la oración en la fraternidad de Binasco (Milán) y a impartir el sacramento de la penitencia. Está inmovilizado durante seis años. Muere el 17 de octubre de 1492, a la edad de 72 años. El papa Pío XI confirma su culto el 8 de enero de 1930.
Común de Santos Pastores o Varones
Oración. Dios nuestro, solo tú eres santo y nadie puede ser bueno fuera de ti; por la intercesión del beato Baltasar, danos la gracia de vivir de tal manera que nunca nos veamos privados de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.


18 de octubre
Lucas, Evangelista
Es autor del tercer Evangelio y de Hechos de los Apóstoles, primera historia del cristianismo, que narra desde la Ascensión del Señor hasta la prisión de Pablo en Roma.
Común de Apóstoles
            Oración. Señor y Dios nuestro, que elegiste a San Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a los pobres, concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación. Pon nuestro Señor Jesucristo.


19 de octubre
Pedro de Alcántara (1499-1562)
            San Pedro nace en Alcántara (Cáceres. España) el año 1499. Estudia leyes en la Universidad de Salamanca (15131515). Ingresa en la Orden en 1515 en la fraternidad de San Francisco de los Majarretes, cerca de su pueblo natal. Después de estudiar filosofía y teología, es ordenado sacerdote en 1524 y se dedica a la predicación por España y Portugal. Es elegido Ministro Provincial de la Provincia de San Gabriel en 1538. Comienza su reforma en 1544, retirándose a la iglesia de Santa Cruz de Cebollas (Coira. Orense). Funda los conventos de Badajoz, Pedroso (Sevilla), La Viciosa y El Palancar, sitos en la provincia de Cáceres, El Rosario (Toledo), Arenas de San Pedro (Ávila), etc. El 8 de mayo de 1559 recibe la aprobación de su reforma del papa Pablo IV. Acentúa de la espiritualidad franciscana los valores de la pobreza, la vida de penitencia, la oración. De ella trata en su escrito: «Tratado de la oración y meditación». Se encuentra con Santa Teresa en 1560 y se convierte en su consejero para la reforma carmelitana y en su director espiritual. La Santa le dedica tres capítulos de su Autobiografía. Muere el 18 de octubre de 1562. El papa Gregorio XV lo beatifica en 1622 y Clemente IX lo canoniza el 28 de abril de 1669.
                                   Común de Pastores o de Santos Varones

            Oración. Señor y Dios nuestro, que hiciste resplandecer a tu siervo San Pedro de Alcántara por su admirable penitencia y su altísima contemplación, concédenos, por sus méritos, que, caminando en austeridad de vida, alcancemos más fácilmente los bienes del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

“... y la vida del mundo futuro. Amén"




                  ... y la vida del mundo futuro. Amén.




                                                                         I
                                                                          Introducción


                                                                      José María Roncero
                                                                 Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                          Pontificia Universidad Antonianum. Roma
                             
                                                         
                          
                                           

“... en cierto modo, vemos la resurrección tan fuera de nuestro horizonte, tan extraña a todas nuestras experiencias, que [tendríamos que preguntarnos] ¿En qué consiste propiamente eso de «resucitar»? ¿Qué significa para nosotros? ¿Y para el mundo y la historia en su conjunto?... ¿de qué modo debería afectarnos?

... la resurrección de Cristo es ... –si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución– la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia.

... La resurrección fue como un estallido de luz, una explosión de[] amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir». Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo.

Está claro que este acontecimiento ... Es un salto cualitativo en la historia de la «evolución» y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí.

... La vida eterna ... no la tenemos por nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Aquél que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo. La mera indestructibilidad del alma, por sí sola, no podría dar un sentido a una vida eterna, no podría hacerla una vida verdadera. La vida nos llega del ser amados por Aquél que es la Vida; nos viene del vivir con Él y del amar con Él.

... de este modo transformamos el mundo...

De este modo, llenos de gozo, podemos cantar con la Iglesia en el Exultet: «Exulten por fin los coros de los ángeles... Goce también la tierra». La resurrección es un acontecimiento cósmico, que comprende cielo y tierra, y asocia el uno con la otra”.

Estas palabras pertenecen a la homilía del Papa Benedicto XVI, del 15 de abril de 20061, en la Vigilia Pascual, su primera Vigilia Pascual como Papa.

A él se debe, no a mí, esa conexión, repetida por dos veces, entre resurrección y evolución. Tremendamente sugerente, a mi entender2. E igualmente el énfasis en las palabras “vida”, “mundo nuevo” , “vida eterna”... y su interna imbricación en torno a Aquél que, porque es amor, es vida, y vida eterna, y la repercusión de todo ello en la transformación del universo.

De ahí que el título de este trabajo no sea el “Creo... en la resurrección de la carne y la vida eterna”, del Símbolo Apostólico, sino la fórmula conclusiva del Nicenoconstan-tinopolitano, que es un artículo de esperanza: “esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.”

 Prescindo del tema de la resurrección, a caballo entre Cristología y Escatología, que considero suficientemente asentado en el sensus fidelium. Recordemos el “... illam, credentes sumus” de Tertuliano3. Eso permite que nos centremos exclusivamente en la otra parte del binomio escatológico del Credo, esa “Vida del Mundo Futuro”.

Explico el porqué de esta opción. A mi juicio, en el imaginario cristiano popular, al hablar de “vida eterna” el adjetivo “eterna” ha ocupado el disco duro, desplazando y dejando sin contenido al verdadero sujeto, que es el sustantivo “vida”.

Como consecuencia, el cristiano medio temporaliza la eternidad colocándola como un tiempo sin tiempo después del tiempo, apenas poblada por los ritos de la liturgia celeste del Apocalipsis, con el incentivo, eso sí, de la neta presencia divina, la compañía de los santos y familiares, y la ausencia absoluta de males y dolor.

Magro futuro, pues, para nuestra esperanza, por lo que no es de extrañar que el humor ingenuo cristiano dibuje el infierno como mucho más divertido que ese cielo.

Un futuro, además, completamente acósmico, donde esa impresionante maravilla del universo creado “ni está, ni se le espera”.

Mi propuesta es que para dar hoy razones de nuestra esperanza a todo el que nos lo pida (1 Pe 3,15b) deberíamos profundizar en la fórmula constantinopolitana, en la “Vida del Mundo Futuro”. Considero que en la actual tesitura es mucho más prometedora, y serviría mejor para que se cumpla lo que la propia Iglesia ora: “que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando” (Plegaria Euc. V, b).

Para ser operativa la esperanza debe ser creíble, y en este mundo globalizado de la ciencia y de las tecnologías de la información y la comunicación es más de recibo  la dinámica de la “vida del mundo futuro” que la más “estática” vida eterna.

Soy consciente que a nivel teológico la tarea es ímproba: en los innúmeros comentarios al Credo publicados durante el año de la Fe, no he encontrado ninguno que le dé a este enfoque la menor importancia. Alguna referencia casual y nada más. Eso puede ser una señal de lo erróneo de mi planteamiento, pero concédaseme al menos el beneficio de la duda.

A nivel cultural lo considero como un campo tremendamente fértil para el diálogo con el común sentir hodierno, donde se ha asentado ya la imagen de un universo físico cuasi inconmensurable y sobre el que la fe tiene una palabra que decir, so pena de seguir proponiendo un “cielo” más pequeño y al margen del cosmos.

Y a nivel pastoral, lo intuyo como una inmensa terra ignota todavía por explorar.

“Profesando esta fe y apoyados en esta esperanza”, decía Pablo VI en su Profesión de Fe de 1968, es como aguardamos “la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”4.

Virgen de la Fuensanta

La Virgen de la Fuensanta en la lírica popular


                                         Francisco Javier Díez de Revenga
                                             Facultad de Letras
                                           Universidad de Murcia

La revista Alma Española, en su número de 27 de marzo de 1904, recoge un artículo del poeta murciano Vicente Medina titulado Alma murciana, en el que entre otras cosas señala:

El alma murciana es sencilla en sus amorosos anhelos. Lo dice su cantar:

¡Cuándo querrá la Virgen
de la Fuensanta
que tu ropa y la mía
tengan un arca!

Se trata de una canción entrañable y sentimental, incluida también por Vicente Medina  en sus Aires murcianos, en «La coplica muerta», que tiene una curiosa historia textual investigada por María Josefa Díez de Revenga, que señala que «por medio de un circunloquio, el mozo expresa su deseo de compartir su vida con la joven; la Virgen de la Fuensanta se identifica con la providencia divina o con la suerte».  Alberto Sevilla: recoge otra versión con una pequeña variante:

¡Cuándo querrá la Virgen
de la Fuensanta
que tu ropa y la mía
duerman en un arca!

Y Pedro Díaz Cassou  incluye en su Cancionero panocho esta misma copla con variantes y más versos añadidos en forma de coda:

Cuando querrá la Virgen
de la Juensanta,
que tu ropa y la mía
vayan a un arca;
toma tomates,
tómalos de mi güerto
pa que los cates.


Una de las personalidades que más contribuyó al fomento de la devoción hacia la Virgen de la Fuensanta en el siglo XIX fue el periodista y poeta José Martínez Tornel, quien a través de su periódico El Diario de Murcia reunió colaboraciones literarias, en extraordinarios, que coincidían con la festividad de la Virgen en Septiembre y con la romería. La figura de Martínez Tornel, en este sentido, es la del verdadero pionero en el tratamiento de la Virgen desde el punto de vista poético y literario, y sus romances, aparecidos año tras año en el periódico con motivo de la festividad de la Patrona, eran habituales en su columna cotidiana, titulada «Lo del día». Algunos de estos textos pasaron a libros, como lo hace en su libro Cantares murcianos, de 1892, en donde ya recoge esta expresiva canción, cuya primera copla dice:

Comienzo en nombre de Dios
y de la Virgen María,
por ser la primera copla
que he cantado este día.

Y en la segunda de las canciones ya aparece la Virgen de la Fuensanta, en un curioso y pintoresco diálogo con la otra Virgen del Monte, la de la Luz:

La Virgen de la Fuensanta
le dice a la de la Luz:
¡qué afligido va tu hijo
con el peso de la cruz!

Más adelante recopila otra estrofilla popular que hace referencia a las temidas riadas; a la Virgen se le implora en su papel teológico de mediadora:

La Virgen de la Fuensanta
la que está en la Catedral
le está pidiendo a su hijo
que nos libre de este mal.

Por último, en las recopiladas por Martínez Tornel, la que figura en último lugar también estará referida a la Fuensanta, otra vez en diálogo, esta vez con la Virgen de los Peligros, cuando la Patrona pasa junto a ella por el puente en la romería:

La Virgen de la Fuensanta
cuando pasa por el Puente,
le dice a la Peligrosa
si te quieres venir vente.

Alberto Sevilla, por su parte, recoge un buen número de canciones del mayor sabor popular, en los que descubrimos a los devotos poniendo a dialogar a la Virgen con otras advocaciones. Una bella canción abre la colección:

Virgen de la Fuensanta,
         divina Aurora,
dame una clavellina
         de tu corona;
         ya me la has dado,
¡Virgen de la Fuensanta
         guárdame un lado!

Con un cierto tono amoroso, pensando en la amada, pero también en la Virgen, esta seguidilla refleja perfectamente su procedencia tradicional:

Adoro lo moreno
porque me encanta
que morena es la Virgen
de la Fuensanta.

Y ahora una serie de canciones, típicas del repertorio, en las que se produce el popularísimo enfrentamiento con otras advocaciones supuestamente para el pueblo más afamadas, cosa que nuestro popular poeta trata en todos los casos de desmentir:

La Virgen de la Fuensanta
le ha encargado a la del Carmen,
que, hogaño, en cuanto a la sea,
que no se la pierda naide.

Dicen que la Pilarica
es la gloria de Aragón;
yo llevo a la Fuensantica
metida en el corazón.

Dicen los aragoneses:
―Yo tengo una Pilarica.
Y los de Murcia decimos:
―Yo tengo una Fuensantica.

La Virgen de la Fuensanta
le dijo a la del Pilar:
―Si en tu casa hay terremotos,
en la mía no han de dar.

Morena es la Virgen de Elche,
morena la del Pilar,
y morena con gracia
la que hay en la Catedral.

Nuestros Auroros, cantan también a la Fuensanta, en una conocida salve del siglo XIX o en estas «Coplas de Aurora», recogidas por Alberto Sevilla:

Eres, Virgen de la Fuente santa
que a las almas dejas
con tal claridad,
que merecen entrar con tu ayuda
al puerto seguro
de la Eternidad.

Algunas otras de estas coplas populares tienen que ver con la protección de la Virgen ante las enfermedades, con la propia imagen o con la deseada fidelidad y compañía, siempre protectora de la Patrona:

La Virgen de la Fuensanta
tienes, devoto, a tu puerta;
asómate y la verás
pintada en la pandereta.

Yo me voy a la Fuensanta
a cumplir una promesa,
que a nuestra Virgen le debo
la cura de mis dolencias.

Virgen de la Fuensanta
no me abandones,
que estando tú a mi lado
nadie me tose.

Naturalmente, en el marco de la lírica más tradicional, surgen los poemas de alborozo y alegría presididos por los populares «¡Vivas!», que son compartidos por otras devociones muy arraigadas en Murcia y hasta por el propio obispo, como en la canción en que aparece don Mariano Barrio, que fue obispo de la diócesis murciana, de la de Valencia y cardenal (1848-1861):

¡Viva San Antonio el Pobre
y la Virgen de la Luz,
la Virgen de la Fuensanta
y Nuestro Padre Jesús!

¡Viva don Mariano Barrio!
¡Viva  Murcia y su comarca!
¡Viva nuestra patrona
la Virgen de la Fuensanta!

¡Viva Murcia y sus jardines,
el tocador y el que canta
y viva nuestra Patrona
la Virgen de la Fuensanta!

Las relaciones amorosas, que nutren un importante sector de la lírica de tipo tradicional, se verán envueltas también en las devociones, y en este caso en la devoción a la Virgen. Una canción, con sorpresa final incluida, es célebre en el terreno de las aspiraciones amorosas y el desengaño del galán despechado… al final premiado efectivamente por la Patrona, en esta divertida canción paralelística:

La Virgen de la Fuensanta
no quiso escuchar mis rezos,
no hiciste caso de mí
y te casaste con Pedro…

Y te casaste con Pedro,
y le saliste muy falsa
y bendita mil veces sea
la Virgen de la Fuensanta.

En 1902, el Ayuntamiento de Murcia nombró hijo adoptivo de la ciudad al poeta malagueño Salvador Rueda, que, en agradecimiento, escribió un libro de poemas titulado El clavel murciano. Uno de sus «pétalos» está dedicado a «La Virgen de la Fuensanta», que se centra más en la devoción absoluta de los murcianos a su patrona, evocada como consuelo y como refugio, como lo es para el poeta el Santuario de la Virgen, que se levanta en el monte cercano a la ciudad, en el entorno de un paisaje, entonces más que ahora, absolutamente privilegiado bajo un cielo inmaculado y acogedor, como lo es el propio manto de la patrona:

Virgen de la Fuensanta bienhechora,
por la que Murcia vive y se engrandece
renace de su penas y florece
y canta y ríe y se resigna y llora:

Yo también de tu sierra triunfadora
llamo al templo ideal que te guarece,
y mi entusiasta corazón te ofrece
el religioso amor con que te adora

Nuevo hijo tuyo en tu refugio lloro
y con las ansias de mi fe te imploro
que al manto tiendas tu murciano suelo.

También cobija mi amoroso canto;
¡todo cabe debajo de tu manto,
porque es la inmensa redondez del cielo!