viernes, 19 de septiembre de 2014

La reconciliación. II: Israel


            LA RECONCILIACIÓN

                                                                            II



                                                                             Israel de Dios

Para recuperar la relación primera y volver al punto de encuentro, Dios crea y escoge a Israel y pacta con él la Alianza del Sinaí (cf. Éx 19-24). Ésta contiene una fidelidad mutua, que muchas veces es simbolizada con la que se deben guardar los esposos en el matrimonio (cf. Jer 31,3; Dt 7,7-8). Sin embargo, esta fidelidad se rompe repetidas veces a causa de las infidelidades de Israel a Dios por el culto a otros dioses (cf. Os 4,11-14), por las divisiones internas que llevan al cisma entre Israel y Judá (cf. 1Re 12,27-33), por los intereses de los poderosos que esclavizan y empobrecen a la población (cf. Jer 5,27-28; Am 5,10) —que es igual en su dignidad al pertenecer todos al pueblo elegido— por el desequilibrio interno que experimenta el hombre, etc. Muchas veces aparece en la Escritura que Dios está harto de los pecados del pueblo (cf. Os 2,4-9). Pero puede más el amor de Dios a su criatura que el cansancio que lleva consigo el no ser correspondido. Oseas emplea también la imagen matrimonial para significar esto. El Señor llevará a Israel al desierto para que, a solas, como se enamoró cuando se conocieron, pueda de nuevo casarse con su pueblo «a precio de justicia y derecho, de afecto y cariño. Me casaré contigo a precio de fidelidad» (Os 2,21-22).

           
El amor de Dios moverá el corazón de su pueblo para que vuelva a Él y se reconcilien (cf. Os 5,15), como el mismo amor integrará las fuerzas que distorsionan la interioridad humana y recuperará el hombre el equilibrio que tenía cuando fue creado: «... vuélveme y me volveré, que tú eres mi Señor, mi Dios» (Jer 31,18). Ciertamente el hombre busca a Dios (cf. Cant 3,1-3), pero para ello necesita un corazón nuevo (cf. Ez 11,19-20) que el Señor le regalará, aunque lo hallará en la medida en que el Señor mismo se deje descubrir: «Me invocaréis, vendréis a rezarme y yo os escucharé; me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón; me dejaré encontrar y cambiaré vuestra suerte» (Jer 29,13-14).
           
La reconciliación entre Dios y el hombre encierra la reconciliación de los hombres entre sí, pues quebrada la relación primordial con Dios, la humanidad se divide, se enfrenta y mata. Reconciliación también significa, en esta situación, volver al punto de partida. El relato de Caín y Abel (cf. Gén 4,1-16) es una narración colocada en los orígenes de la humanidad para justificar los hechos que se experimentan día a día como rotura de la fraternidad humana, igual que sucede con el primer pecado cometido por Adán y Eva. Caín es descendiente de Adán y Eva y mantiene la especie; Abel, al ser su hermano, la abre en una dirección horizontal y funda la fraternidad; con esto muestra la necesidad de que el hombre, para ser hombre, deba tener un hermano. Caín mata a Abel y fractura la fraternidad. Comienza la violencia fratricida al no aceptar al otro como distinto, cuando la diversidad pertenece a la estructura del ser humano, según se ha descrito en la creación del hombre y la mujer. Alejar al otro de sí, eliminándolo, para encerrarse en la soledad a la que invita la envidia y el odio, es la consecuencia del rechazo y desobediencia al Creador. Por eso Dios le juzga y maldice dejando que alguien innominado ejecute la sentencia: «Vagabundo y errante serás en la tierra...»; a lo que responde Caín: «... convertido en vagabundo errante por la tierra, cualquiera que me encuentre me matará» (4,12b-14). En el principio de la creación se da una ruptura de las relaciones en la pareja humana, en la armonía fraterna, en la vida de los pueblos (cf. Gén 11,1-9). Se simboliza en el Génesis lo que sucede en la cotidianidad: la lucha del hombre contra Dios; la lucha del hombre contra su hermano; la lucha mutua del hombre y la tierra (cf. Gén 4-8). La violencia se alza en la ley de la convivencia humana, y convierte a ésta en un imposible infectando la vida. Y al revés: La violencia instituida en la creación excita el corazón humano, lo revuelve contra su hermano y destruye la obra de Dios.
           
La rotura de la fraternidad humana también se manifiesta en la historia de Israel. Natán hace ver a David la injusticia cometida por medio del adulterio y asesinato inducido de Urías (cf. 2Sam 12,1-7), lo mismo que Elías descubre la injusticia y asesinato de Ajab y Jezabel contra Nabot (cf. 1Re 21). Se dan más asesinatos, venganzas, violaciones que se intentan corregir (cf. Gén 34,1-5; Dt 24,16; 2Sam 13): «No odies en tu corazón a tu hermano [...] Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19,17-18). Se fractura Israel por la arrogancia y autosuficiencia del poder político, que se vende a los poderosos a costa de lo que sea (cf. Os 8,9; cf. Is 2,10.12-17); por el menosprecio a los huérfanos y a las viudas, comprendidos como los más pobres de los pobres (cf. Is 1,23; 10,1-2) y símbolo de las permanentes injusticias de las clases dominantes.

             Laudes y Vísperas de la Familia Franciscana



La edición de los Laudes y Vísperas Franciscanas comprende las seis partes de la Liturgia de las Horas: Propio del Tiempo, el Salterio, Ordinario, Propio de los Santos de la Iglesia y de la Familia Franciscana y los Oficios Comunes

Se recogen los himnos de la Liturgia de las Horas, los propios editados por la Familia Franciscana; hemos añadido otros himnos pertenecientes a poetas franciscanos. En las Preces hemos introducido las peticiones vocacionales editadas por la Fraternidad de Acogida Vocacional (FAV). De esta forma evitamos añadir hojas al Breviario. Todos los salmos tienen una sucinta introducción que explica su sentido; cada dos salmos se añaden párrafos de los escritos de San Francisco acordes con el significación del salmo.
           
Especial importancia le hemos dado a los Santos y Beatos de la Familia Franciscana. Hasta este año 2014 suman 619. Todos tienen una sucinta biografía al comienzo; lo propio editado por la Liturgia de las Horas de la Familia Franciscana y la oración con la bendición al final. Cuando un santo o beato se celebre como fiesta en una ciudad o región, se puede usar lo propio que viene en los Oficios Comunes.


 Hemos presentado todas las fiestas del Señor y de la Virgen perteneciente al Año litúrgico con introducciones propias, además de los Santos de memoria obligatoria del Calendario Litúrgico de la Iglesia, si bien hemos reducido lo propio a los himnos, cuando los tuvieran, la oración y antífonas de Laudes y Vísperas. Los textos restantes se pueden tomar de los Oficios Comunes.
           
Este «Diurnal» de la Familia Franciscana va dirigido fundamentalmente a la Orden Franciscana Seglar y a los fieles que rezan Laudes y Vísperas con nuestras Comunidades Franciscanas.

Peticiones a: Editorial Espigas. Dr. Fleming,1. 30003 Murcia. Tlf: 968 23 99 93. Correo-e: editorialespigas@telefónica.es.