jueves, 4 de septiembre de 2014

Santos Cosme y Damián

LOS SANTOS ANÁRGYROS



Esteban Calderón
Facultad de Letras
Universidad de Murcia

El día 26 de septiembre celebramos la festividad de los santos Cosme y Damián. La portentosa vida de los santos gemelos, mártires, del s. III Cosme y Damián, venerados en la Iglesia Católica y Ortodoxa ha dado lugar a abundantes colecciones de relatos. Los pocos datos históricos que de ellos tenemos proceden de las Acta Sanctorum, mientras que su biografía es conocida en Occidente fundamentalmente a través de la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine y por tradiciones indirectas. Ahora la prestigiosa B.A.C., en colaboración con la Universidad de León, acaba de sacar a la luz una monografía en la que el profesor Jesús Mª Nieto Ibáñez nos ofrece seis series de relatos con un total de cuarenta y ocho milagros, en traducción directa del griego a la lengua castellana por vez primera, con introducción y notas. Estamos, por tanto, ante una obra absolutamente novedosa y meritoria: San Cosme y San Damián. Vida y milagros, Madrid 2014 (138 p.). La traducción está realizada sobre el texto griego de la edición crítica de Ludwig Deubner (Leipzig, Teubner-Berlín, 1907; reimpresión 1980). La versión de Nieto tiene el mérito de ser la primera española y la segunda que se realiza en una lengua moderna. Va acompañada, además, de notas aclaratorias sobre todo de términos bizantinos y de neologismos de origen latino, que pueden resultar de difícil comprensión por parte de un lector no avezado en el mundo en el que se escribe la colección de milagros.       

Ya san Gregorio de Tours recogió el valor taumatúrgico de la medicina de esta pareja de santos, entre cuyas cualidades consta la de desempeñar su profesión de manera altruista y desinteresada, razón por la cual eran llamados Anárgyros, es decir, «sin dinero». Este calificativo lo otorgaba la Iglesia griega a aquellos santos que habían cumplido en sus vidas la recomendación de Jesús: «lo que gratis habéis recibido, dadlo también gratis» (Mt. 10, 8).

Según el martirologio romano, ambos sufrieron el martirio por decapitación en Egea, ciudad de Arabia, en la gran persecución de Diocleciano del año 287, tal y como lo ha representado bellamente, entre otros, Fray Angélico. Con ellos murieron también sus hermanos Antimo, Leoncio y Eupropio. Otras fuentes sitúan el martirio y su lugar de enterramiento en Ciro, ciudad de Siria, cerca de Alepo, donde les fue dedicada una magnífica basílica, a la que alude Teodoreto, obispo de Ciro en el s. V., testimonio que confirma el historiador Procopio de Gaza. Los santos médicos se cuentan entre los santos más famosos de la Antigüedad, lo que explica la multitud de basílicas que le fueron dedicadas en Constantinopla, en Jerusalén, en Tesalónica, en Capadocia, en Edesa y en casi todo el Oriente cristiano. Desde allí su culto se extendió a todo el orbe cristiano, de ahí que encontremos abundantes muestras del mismo en Rávena, en Verona y en el oracional visigótico. De  esta popularidad es una muestra el hecho de que sus nombres fueran incluidos en el canon romano. Hacia el año 527, san Félix V transformó para uso eclesiástico dos importantes edificios de época romana: la basílica de Rómulo y el templum sacrum urbis, ubicados en la Vía Sacra, en el Foro, consagrándoselos a Cosme y a Damián, lo que da idea del fervor que inspiraban. También son unos santos que cuentan con mucha devoción, a nivel popular, en Occidente en nuestros días, hasta el punto de ser considerados patronos de los médicos, junto con san Lucas y san Pantaleón. En definitiva, hicieron carne las palabras de los Hechos de los apóstoles (10, 38) referidas a Jesús, que «pasó haciendo el bien y curando». Pero es que, además, Cosme y Damián fueron los milagrosos artífices del primer trasplante de la historia; concretamente una pierna irremediablemente herida de un varón y que es cortada y cambiada por la de un muerto. La anécdota consiste en que el difunto era de raza negra, con lo que el trasplantado se quedó con una pierna de cada color. Este trasplante ha sido repetidas veces inmortalizado en el arte, como, por ejemplo, en el retablo de la iglesia de Santa María de Tarrasa (s. XV).
Constituye, pues, este libro un excelente instrumento para conocer, desde sus fuentes, la vida y la taumaturgia de los hermanos médicos, los santos Anárgyros, tan celebrados en toda la cristiandad, así como para adentrarnos en un mundo de la Antigüedad tardía repleto de sugerencias, en el que medicina y religión presentan conexiones difíciles de separar.