lunes, 9 de junio de 2014

Jerusalén y Egeria

                  "Jerusalén, que se me pegue la lengua al paladar". 
                                           Todos somos Egeria.   
                                                                                                                                                                                    
                                                                                                                                   
                                                  Elena Conde Guerri
                                                       Facultad de Letras
                                                                  Universidad de Murcia


           
"Que se me pegue la lengua al paladar, Jerusalén, si yo me olvido de ti", expresaban en el Salmo 136 con doliente nostalgia los judíos en aquel su exilio cuando sus cítaras, mudas, colgaban de los árboles que jalonaban los ríos de Babilonia. El texto es poético y no exento de problemas de autoría ni de fechas, pero la intención es transparente. No podían alabar a Dios ni cantarlo con júbilo como El merecía, pero tenían el privilegio innato de la memoria  cognoscitiva para clavar en ella el símbolo y poder también transmitirlo. La Ciudad Santa  era el icono que alentaba su espera.
En el transcurso de los siglos, Jerusalén se ha convertido en la Ciudad "tres veces santa" y la reciente peregrinación del Papa Francisco lo ha manifestado con creces. Días plenos de oración, esencialmente, en compañía de los máximos representantes de las otras confesiones monoteístas para que en el horizonte venidero jamás se imponga la tentación de arrinconar a Dios en un paisaje yermo y silente, cuya única melodía sea la generada por el rechazo al ecumenismo y la adoración a los ídolos de barro. No es hoy mi intención insistir en lo que bien ha expresado la Crónica Franciscana al respecto. Quiero remontarme a la Antigüedad, a un documento pleno de vitalidad que en este viaje papal se destaca renovado y luminoso. La llamada Peregrinación de Egeria, diario de viaje no tan conocido fuera del campo de los estudiosos, redactado en lengua latina y por un autor anónimo, verosímilmente en los primeros momentos del siglo V de nuestra era. Es su contenido lo que importa. Egeria es una mujer, a mi parecer acomodada, que llevada de su ansia por conocer los Santos Lugares donde vivió Jesús, emprende un itinerario desde un punto del Imperio de Occidente y en compañía de un grupo reducido movido por los mismos intereses. Todos sabemos que un viaje puede fracasar si la motivación de sus integrantes es dispar. Aquí, la peregrina no persigue realizar un periplo arqueológico ni artístico, ni mucho menos superar un reto personal para salir indemne de cartografías muy lejanas, difíciles y en ocasiones peligrosas. La finalidad es espiritual, es nutrirse de la esencia que la historia bíblica imprimió en dichos lugares y, a la vez, participar de la liturgia  que se oficiaba en las Basílicas emblemáticas, ya construidas: Belén y la llamada Anástasis. Su primer impacto es la visión del Sinaí pues, evidentemente, en su itinerario la progresión histórica se adapta al territorio. "Aunque hay varias cumbres, al conjunto se le llama Monte de Dios sobre todo a aquel en cuya cumbre se encuentra el lugar donde descendió la majestad de Dios, como está escrito". En el Sinaí empieza todo, la esencia de la revelación mucho más perfeccionada, a mi entender, con la exigencia de la obediencia y la fidelidad a su tutela y transmisión. Y del Sinaí, poco a poco y no sin algún incidente aventurero y episódico, el grupo llegará a Jerusalén. Sorprende, en principio, la brevedad que Egeria concede a la ciudad en sí y a la descripción arquitectónica de sus basílicas. Aunque menciona sus materiales preciosos, sus mármoles y sus mosaicos,  y las incrustaciones de piedras preciosas de sus objetos litúrgicos, "sería superfluo describirlo". No es su propósito, como se ha dicho. Las aspiraciones vuelan de modo ascendente.
El ámbito queda superado y sacralizado, en cierto modo, por la PALABRA manifestada en el ritual sensitivo de la liturgia. De hecho, la segunda parte de este librito se concentra exclusivamente en la liturgia vigente en Jerusalén, desde la Epifanía hasta después de Pentecostés. En la basílica de la Resurrección, por ejemplo, desde que rompe a cantar el primer gallo, el Obispo desciende a la gruta, se abren todas las puertas y toda la muchedumbre que esperaba entra en ella, iluminada por innumerables luces. Y en las lecturas pertinentes, los asistentes se dejaban llevar por sus sentimientos y emoción ante las torturas previas del Señor, estallando en llanto sin el menor pudor. Ritual y corazón iban de la mano en una sensibilidad cristiana muy propia de la época de Egeria, tal como muchas fuentes describen. Pero tales escenas nunca empañaban el mensaje esencial.


Lea este Itinerario quien lo desee. Está traducido en español. Todos tenemos nuestros viajes, nuestros periplos secretos a veces inalcanzables, oscilantes, quizá sin brújula. Rutas inimaginables, por aventura, curiosidad, necesidad vital,  exigencias culturales, hasta por hastío. Por imperativo de las modas impuestas aquí y ahora. En el siglo XIX, y ya con el precedente de Winckelmann,  las clases acomodadas subyugadas por el revival de lo clásico estaban obligadas a realizar le grand tour. En parte esnobismo, no menos cierto circulación de cultura, conocimientos y belleza. Y los de formación luterana, se enganchaban sensorialmente ante el David de Miguel Angel o ante las gaviotas del Bósforo y también su  corazón se aceleraba. Entrado el siglo XXI, los grandes circuitos culturales deben de mantenerse para no llegar a una esterilidad que presuntamente nos amenaza. Pero no deben ni pueden ser meros itinerarios escenográficos ni paisajísticos ni gastronómicos. El verdadero viaje es siempre interior. Aunque se pisen los paisajes reales donde la Jerusalén, añorada y real, se erigió. El Papa Francisco lo ha demostrado esta vez y nos lo ha querido enseñar con creces. Y también, los PP. Franciscanos, Custodios por derecho propio de los Santos Lugares desde tantos siglos atrás, que siguen fieles al mensaje que persiguió la misteriosa peregrina Egeria.


                           

Custodio Tierra Santa

Las tres relaciones divinas

                                                              LA TRINIDAD



                                                       «Tanto amó Dios al mundo»

Lectura del santo Evangelio según San Juan 3,16-18.

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: —Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

1.- El Padre.  La conclusión de la Iglesia cuando ora, medita y enseña la vida de Jesucristo es que Dios, que le ha enviado, es Amor; es donación de sí al Hijo y del Hijo al Padre (cf. Lc 10,21-22). Dios no ha retenido para sí al Hijo. Él ha regalado lo más preciado de su vida para que tengamos vida, sin mérito alguno por nuestra parte. Dios no aceptó perdernos cuando pecamos al inicio de la historia. Dios no es el que está sentado en su trono para observar a la creación de una manera impasible cómo nos esclavizamos y nos matamos.  Es como un padre y una madre, que siempre lo serán aunque los hijos se alejen o se independicen. Dios entrega a su Hijo a la historia humana y con ello vive los horrores que hemos creado en nuestra convivencia malsana. Pero Jesús experimenta nuestro mal sin dejar de obedecer y ser fiel al amor del Padre, los que ha supuesto nuestro perdón definitivo. Además, su resurrección nos crea la esperanza de que nuestra vida no termina donde nuestro pecado fijó su destrucción: la muerte, sino en la vida sin fin de su amor eterno.
2.- La Comunidad.  La Trinidad expresa la comunión entre las relaciones divinas. Dios crea, recrea y salva, y las tres funciones están íntimamente relacionadas. No hay ni oposición, ni distanciamiento entre ellas, sino funciones que se suceden unas a otras, se complementan y se fortalecen. La comunidad humana y cristiana es imagen de estas relaciones divinas. La familia crea y desarrolla la vida, de forma que hace de niños personas. La sociedad y la comunidad cristiana crea al recrear y desarrollar las vidas que no han tenido la oportunidad de alcanzar su dignidad, o simplemente complementan desde las relaciones amorosas divinas nuestros fallos y pecados culturales e institucionales. Como la persona, las sociedades y las comunidades tienden a buscarse a sí mismas, desconociendo el nombre de los vecinos, por hemos construido muros bien altos para no ver lo que pasa en África, por ejemplo. La comunidad cristiana posee el Espíritu, que le recuerda constantemente cuál es su misión: hacer relevante a un Dios que continuamente crea, recrea y salva, porque no se cansa de darse sin límite a nuestra vida común y personal. 
3.- El creyente. Nosotros, al ser amados por Dios (cf. Rom 5,8-9), adquirimos la capacidad para amar, porque Dios es el origen y la raíz de todo amor. Cuando amamos al prójimo y amamos a la creación es una expresión visible del amor a Dios; el sacramento del encuentro con Él; no hay otra forma de demostrar que el amor a Dios es verdadero. Por otra parte, Jesús enseña la unión entre el amor a Dios y el amor al hermano (cf. Mc 12,28-34par). Esto nos conduce a denunciar los dioses que se han instalado en nuestra conciencia proveniente de una cultura esencialmente egoísta y mercantil. Creamos dioses al uso, iconos del arte, la ciencia, el deporte, la política, etc., donde tapamos a Aquel que es el que realmente favorece la paz interior y la relación pacífica con los otros, reconociéndolos como parte de nosotros. Debemos pedir al Señor que tengamos una experiencia verdadera de su amor, para resituar todos nuestros mitos, nuestros ídolos, nuestros dioses, que impiden una y otra vez un diálogo franco y sincero con el Señor y con los demás.


Santos Franciscanos: 12-15 junio

            12 de junio



            Guido de Cortona (1187ca.–1245ca.)

El beato Guido nace en Cortona (Arezzo. Italia) hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Sigue los estudios eclesiásticos y es ordenado sacerdote. San Francisco le visita en 1211. Es entonces cuando le solicita hacerse franciscano. San Francisco le dice que diera todo a los pobres. Así lo hace y se entrega de alma y cuerpo a la fraternidad de Cortona situada fuera de los muros de la ciudad. Con el Seráfico Padre se retira por un tiempo a un lugar llamado Las Celdas vecino a Cortona. San Francisco, veinte años después de su muerte, se aparece a Guido y le predice el día de su muerte. En efecto, el beato Guido fallece el día, que se lo había revelado San Francisco en un sueño. El papa Gregorio XIII aprueba su culto en 1583.

                          Común de Santos Varones

Oración. Dios Padre misericordioso, que en el beato Guido has dado un ejemplo de oración y humildad callada, concédenos, por su intercesión, que podamos llevar a Cristo a los hermanos con la santidad de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.


                           12.1 de junio



                Yolanda de Polonia (1235-1298)

La beata Yolanda, clarisa, nace en 1235, hija de Bela IV, rey de Hungría, y de María Lascaris, de la casa imperial griega. Es hermana de la beata Cunegunda, y emparentada con Santa Eduvigis, San Esteban rey, San Ladislao y Santa Margarita, reina de Suecia. Se desposa con Boleslao, duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Tiene tres hijas. Muere su esposo, y con su tercera hija ingresa en las clarisas de Sandeck, donde vive su hermana Cunegunda. Fallecida ésta en 1292, Yolanda, huyendo de la invasión de los turcos, se traslada con su hija al convento de Gniezno, fundado por su esposo Boleslao. Practica la devoción a Cristo pobre y crucificado, la oración continua y la humildad en su oficio de abadesa, siendo una verdadera servidora de sus hermanas. Muere el 11 de junio de 1298. El papa León XII aprueba su culto el 26 de septiembre de 1827.

Común de Santas Mujeres

Oración. Dios de bondad y misericordia, que con el ejemplo de la beata Yolanda nos has enseñado a preferir el seguimiento humilde de Cristo antes que las riquezas y honores, concédenos anteponer los valores eternos de tu reino a los bienes caducos de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.

           12.2 de junio



        Florida de Cévoli (1685-1767)

Lucrecia Elena nace en Pisa (Toscana. Italia) el 11 de noviembre de 1685, hija de los condes Curzio Cevou y Laura de la Seta. Se forma desde los trece años en las clarisas de San Martín. Después de su formación ingresa en las clarisas capuchinas del monasterio de Città de Castello el 7 de junio de 1703, en el que reside la afamada religiosa Sor Verónica Giuliani, que será su maestra de noviciado. Toma el nombre de Florida. Profesa el 10 de junio de 1704. En 1708 fallecen sus padres. En 1916 es vicaria y a partir de 1727 abadesa. Alma de oración, se identifica con la espiritualidad francis-cana de seguir a Cristo crucificado, con una actitud de humildad y misericordia entrañable hacia las hermanas. Muere el 12 de junio de 1767. El papa Juan Pablo II la beatifica el 16 de mayo de 1993.

Común de Vírgenes

Oración. Oh Dios, fuente de salvación, que has inflamado con tu amor a la beata Florida, llevándola hasta las cimas de la perfección evangélica por el camino de la renuncia y de la cruz, concédenos experimentar su mismo amor, para progresar en el conocimiento y en la sabiduría del misterio de la cruz. Por nuestro Señor Jesucristo.

12.3 de junio



Mártires Franciscanos de Polonia (†1940-1943)

El Nazismo persiguió a muchos polacos en razón de su fe cristiana. Durante el período de la Segunda Guerra Mundial de 1940-1943 fueron asesinados estos hijos de la Familia Franciscana en Polonia:
OFMConv: ANTONINO BAJEWSKI (1915-1941), colaborador de San Maximiliano Kolbe, es arrestado el 17 de febrero de 1940. Trasladado a Auschwitz muere el 8 de mayo de 1941. PIUS BARTOSIK (1909-1941) reside en el convento de Niepokolanow, responsable de la prensa mariana. Es apresado el 17 de febrero de 1940. Muere en Auschwitz el 12 de diciembre de 1941. INOCENCIO GUZ, confesor de la fraternidad Niepokolanow, es deportado en abril del año 1940 al campo de concentración de Sachsenhausen, donde es asesinado el 6 de junio de 1940. AQUILES PUCHALA (1911-1943) se deja apresar para ir con sus feligreses también arrestados. Es asesinado el 19 de julio de 1943 en Borowikowszczyzna. HERMAN STEPIEN (1910-1943) se deja coger con el P. Puchala y sus parroquianos. Es asesinado el mismo día y en el mismo lugar que él. TIMOTEO TROJANOWSKI (1908-1942) residente en el convento de Niepokolanow, es apresado y trasladado a Auschwitz el 14 de octubre de 1941; muere el 28 de febrero de 1942. BONIFACIO ZUKOWSKI (1913-1942) es tipógrafo en el convento de Niepokolanow. Arrestado el 14 de octubre de 1941, es deportado a Auschwitz, donde muere de pulmonía el 10 de abril de 1942. Beatificados por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.
OFM: CRISTIAN GONDEK (1909-1942), residente en el convento de Wloclaweck. Es arrestado el 26 de agosto de 1940 y recorre los campos de concentración de Szczyglin, Sachsenhausen y Dachau. Muere el 23 de julio de 1942. MARCIN OPRZADEK (1884-1942), apresado el 26 de agosto de 1940 y asesinado en la cámara de gas el 18 de mayo de 1942. ANASTASIO PANKIEWICZ (1882-1942), fundador de las Hermanas Antonianas de Cristo Rey, muere en la cámara de gas de Dachau el 20 de mayo de 1942. NARCISO TURCHAN (18791942), Guardián del convento de Wloclawek, fallece en Dachau el 19 de marzo de 1942. BRUNO ZEMBOL: (1905-1942) lo arrestan en la cárcel de Lublin, para después llevarlo a los campos de concentración de Sachenhausen y Dachau donde pasa a la gloria del Padre el 21 de agosto de 1942. Beatificados por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.
OFMCap: FIDEL CHOJNACKI (1906-1942) muere tuberculoso en el campo de concentración de Dachau el 9 de julio de 1942. SINFORIANO DUCKI (1888-1942), residente en la fraternidad de Varsovia, es llevado al campo de concentración de Auschwitz donde es fusilado el 11 de abril de 1942. ANICETO KOPLINSKI (1875-1941) muere en la cámara de gas de Auschwitz el 16 de octubre de 1941. ENRIQUE KRZYSZTOFIK (1908-1942), guardián de Lublin, llevado a Dachau muere extenuado por el trabajo y el hambre el 4 de agosto de 1942. FLORIAN STEPNIAK (1912-1942), residente en el convento de Lublin, es deportado a Dachau donde muere en la cámara de gas el 12 de agosto de 1942.
El papa Juan Pablo II los beatifica el 13 de junio de 1999 en Varsovia, y establece que su fiesta se celebre el 12 de junio.

Común de Mártires

Oración. Dios misericordioso y eterno, que concediste a los Mártires Franciscanos de Polonia participar en la pasión de Cristo, ayúdanos con su gracia en nuestra debilidad, para que, a ejemplo de estos Mártires que no dudaron en morir por ti, profesemos firmemente la fe con nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

      13 de junio


        Antonio de Lisboa/Padua (1191-1231)

Fernando Martins nace en Lisboa (Portugal) hacia 1191; es hijo primogénito de Martín de Alfonso y de María Taveira. Estudia en la escuela catedralicia y alrededor de 1210 ingresa en el monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa. En 1212 estudia en Santa Cruz de Coimbra, donde recibe la influencia de la Escuela teológica de San Víctor. En 1219 conoce a la comunidad franciscana de Coimbra, residente en el eremitorio de Olivais. Le llama la atención su sentido de vida pobre y fraterno. Se incorpora a la fraternidad cuando presencia la llegada de los restos de Berardo y compañeros, primeros mártires franciscanos, muertos en Marrakech. Juan Parenti, provincial de España, preside su toma de hábito en 1220. Cambia el nombre de Fernando por Antonio, pues el eremitorio de Olivais está dedicado a San Antonio Abad. Viaja a las misiones de Marruecos con Felipe de Castilla. Contrae la malaria. Al regresar a Portugal una tempestad conduce el barco hasta Sicilia. Pasa un tiempo en Milazzo. En junio de 1221 asiste al Capítulo de las Esteras en Asís. Conoce a San Francisco, se pone al servicio de Gracián, provincial de la Romaña. Se traslada al eremitorio de Montepaolo, vecino a Forli. Recupera la salud y se le destina a predicar en el norte de Italia contra la herejía cátara. En el año 1224 predica en Bolonia y enseña en el centro de estudios de la Orden de Santa María de la Pugliola. Le envían al sur de Francia para combatir la herejía albigense. Enseña en Montpellier y Tolosa. Es guardián del convento de Le Puy-en-Velay, situado al oeste de Valence y Lyón. Es nombrado custodio de Limoges en el capítulo de Arlés de 1225. Funda una fraternidad cerca de Brieve. En 1225 participa en el sínodo de Bourges. Compone los «Sermones Dominicales y Festivos». Se retira a Camposampiero en 1231. Le da un ataque de hidropesía y cuando es llevado a Padua muere el 13 de junio en Arcella. El papa Gregorio IX lo canoniza en Espoleto un año después y el papa Pío XII lo declara Doctor Evangélico el 16 de enero de 1946.

                                               Común de Doctores

Oración. Dios misericordioso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de San Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente las exigencias del Evangelio para que merezcamos tenerle como protector en todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo.


           15 de junio


          Luis María Palazzolo (1827-1886)

El beato Luis, de la Orden Franciscana Seglar, nace el 10 de diciembre de 1827 en Bérgamo (Lombardía. Italia). Huérfano de padre a los 10 años, es educado por su madre con un espíritu cristiano impregnado de la caridad hacia los pobres. Es ordenado sacerdote el 23 de junio de 1850. Es destinado a la parroquia de San Alejandro, después a la iglesia de San Bernardino. Funda la Congregación de las Hermanas de las Pobrecillas con la colaboración de Teresa Gabrieli. Se extienden por Luxemburgo, Suiza, Francia, África. En 1872 crea los Hermanos de la Sagrada Familia para asistir a los niños huérfanos. Se extienden por Bérgamo, Vicenza, Brescia. El beato Luis predica innumerables misiones populares, y es un especialista en ejercicios espirituales. Muere el 15 de junio de 1886. El papa Juan XXIII lo declara beato el 19 de marzo de 1963.

          Común de Pastores o Santos Varones

Oración. Señor, luz de tu pueblo y pastor de los hombres, que, dentro de la Iglesia, has confiado al beato Luis la misión de apacentar a tu pueblo con su predicación y de iluminarlo con su vida y su ejemplo, concédenos, por su intercesión, guardar íntegro el don de la fe que nos legó su palabra y seguir el camino que nos marcó su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo.


Fiesta de la Trinidad

                                                         LA TRINIDAD

                                           


                                                 «Tanto amó Dios al mundo»

                         Lectura del santo Evangelio según San Juan 3,16-18.

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: —Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

1.- El Padre. Celebramos el centro de nuestra fe, que no es otro que la identidad de nuestro Dios. No es una cuestión complicada cuando escuchamos lo que Jesús nos dice de Dios. Somos los humanos los que la enredamos cuando intentamos definir a Dios con nuestra razón. Y, naturalmente, no le podemos definir. Veamos cómo experimenta Jesús a Dios, más que enseña. Explica a Nicodemo una relación nueva con Dios, que es una relación muy diferente a la establecida por la Ley o plasmada en los sacrificios en el templo de Jerusalén. Dice Jesús que Dios un Padre; que Dios es Creador, y lo es por el amor; es su amor lo que le ha hecho salir de sí para crear criaturas felices. Dios es totalmente diferente a la creación, pero la hace a su imagen y semejanza, para que la persona, devolviéndole el amor por el que ha sido creada, pueda mantenerse ligada a su origen amoroso. Dios es el salvador, salvación que promete en el mismo instante en el que la criatura decide alejarse o enfrentarse a Él. Dios la quiere salvar, porque no puede dejar de amarla. Jesús experimenta a Dios como su  Padre, y lo da a conocer como nuestro Padre. Pero su Padre y nuestro Padre, que entrega a lo más preciado que tiene ―a Jesús―, exige obediencia a su relación de amor y respeto a la dignidad de su nombre.
2.- El Hijo. Jesús se sabe y se experimenta como Hijo, enviado por el Padre para recuperar a su criatura maniatada por los lazos de la soberbia y del poder, que hace excluir de su vida a los demás y dar la espalda a quien le ha traído a esta vida. El Hijo es el que revela que el Padre es pura relación de amor, y con dicha relación de amor revela también cuál es la situación real de la humanidad: vivir inmersa en una cultura de violencia y de muerte, que es superior a las fuerzas humanas, que la ha esclavizado. La persona a estas alturas sólo puede vivir pendiente de sí misma y de sus intereses. La cultura del mal, que define a Dios y al hombre desde la violencia, es la que llevó a Jesús a la cruz. Y con el relato de su vida es cuando podemos comprender lo que nos ama Dios. El amor en Dios no es la declaración que hace en un discurso, ni lo que contiene las ideologías, ni las proclamaciones de tantos credos religiosos. Dios amor ofrece lo más preciado de sí para recuperar a los que salieron de la bondad de su corazón. No lo ha podido hacer mejor.

3.- El Espíritu Santo. Para que la creación y recreación, como relación de amor del Padre y del Hijo, no sean hechos del pasado, sino relaciones vivas y permanentes para sus criaturas, nos enviaron a su Espíritu. El Espíritu es cómo Dios nos ama, qué piensa Dios cuando ama, qué hace Dios cuando nos ama, qué decide Dios cuando busca nuestra felicidad. Y ese Espíritu de amor del Padre es el que le ha hecho enviar a su Hijo, es el que ha hermanado a toda creación con él, es el que transforma a cada uno de nosotros en hijos de Él y hermanos entre nosotros. Y esto es muy diferente a como la humanidad se ha construido en sus culturas desde su soberbia, poder, y la violencia y odio que desarrolla. Por eso hay que nacer de nuevo, como enseña Jesús a Nicodemo, para comprender estas tres relaciones de amor que es nuestro Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Hechos, como somos, a imagen y semejanza del Señor, seremos felices cuando orientemos nuestra vida en dicha triple relación que es el Señor: amor que nos hace capaz de crear: crear una familia, de crear puestos de trabajo, de crear espacios donde la tierra dé de comer y los hombres puedan vivir; crear instituciones donde las personas puedan convivir desde el respeto mutuo; etc.; amor que nos hace ser hermanos de los demás: hermanos capaces de reconocer la dignidad humana de los demás, y tratar de recuperar a los que aún no saben su filiación divina y ; amor que no se cansa de darse y servir para seguir creado y hermanando.

El Espíritu santo y la Comunidad

        EL ESPÍRITU SANTO

                                     II

                                                 

     El Espíritu en la comunidad cristiana

            Hemos comprobado que el Espíritu está en el origen de la creación, de Israel y de Jesús y su misión. Ahora está presente también en el origen de la Iglesia y su misión, porque Jesús no sólo recibe el Espíritu, sino también lo entrega. Cuentan los Hechos de los Apóstoles que los discípulos de Jesús están reunidos en Jerusalén junto a María, la madre del Señor, y unas cuantas mujeres (cf. Hech 1,13-14); y también relatan los Hechos que hay otra reunión con ciento veinte hermanos cuando Pedro propone elegir al que debe sustituir a Judas (cf. Hech 1,15). Sea en una ocasión o en la otra sucede que: «de repente vino del cielo un ruido, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse» (Hech 2,2-4). Se cumple una promesa de Jesús resucitado: «Yo os envío lo que el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os revistan de fuerza» (Lc 24,49; cf. Hech 1,2.8). Sucede en el día de Pentecostés, la fiesta de la siega (cf. Éx 23,14), más tarde la fiesta de la renovación de la Alianza (cf. 2Cró 15,10-13); el ruido y el viento recuerdan la teofanía del Sinaí, cuando se realiza la Alianza (cf. Éx 19,16-19; 20,18) y responde a la esperanza judía de una nueva alianza fundada en el Espíritu (cf. Ez 36,26-27); con todo, la relación más evidente es la de Juan Bautista cuando anuncia que vendrá alguien que «bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Lc 3,16). Es lo que hace el Resucitado en este momento.

            La misión de la Iglesia se relaciona con la misión de Jesús como fruto del Espíritu (cf. 1Tes 5,19; 1Cor 12,4.8.11). La situación en la que se encuentran los protagonistas es de apertura personal al Señor; están en oración; y en medio de la relación concreta con el Señor, les envía el Espíritu (cf. Lc 3,22; Hech 2,3) para llevar a cabo una misión; en Jesús lo hace en Nazaret, ante su pueblo, proclamando el año de gracia del Señor (cf. Lc 4,19); los discípulos lo reciben en Jerusalén, y ante judíos y prosélitos pertenecientes a muchos países (cf. Hech 2,24); es una primera demostración de que su misión es para Israel, la primera Iglesia; más tarde, Pedro la abrirá a todas las gentes (cf. Lc 10,44-48) para mostrar la dimensión universal del Evangelio una vez que Dios Padre ha resucitado a Jesús; en ambos acontecimientos, fruto de dos promesas del AT (cf. Lc 4,18: Is 61,1-2; Hech 2,17-18: Jl 3,1-5), el Señor se asegura la obediencia radical de toda la creación a su voluntad salvadora. Ni Jesús ni la Iglesia son independientes; pertenecen a Dios Padre y son enviados por Él para salvar a todos los pueblos. El Espíritu es el que asegura la unión con Dios y la transmisión de su voluntad.

            En todo caso, el suceso acaece a los cincuenta días de la Pascua de Resurrección, el «paso» de la muerte a la vida de Jesús, y es el Resucitado quien envía su Espíritu, como expresamente lo narra San Juan en la segunda aparición a los discípulos: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22). El Espíritu, como principio de la vida (cf. Jn 6,63), sigue recreando a la humanidad después de la misión de Jesús por la acción de los discípulos de Jesús, que ya poseen el Espíritu. Entonces precisamente como el hombre pasa de la muerte a la vida y con el Espíritu no puede ya morir (cf. Jn 5,54; 8,51).


            El Espíritu del Padre y de Cristo es el que comienza a darle solidez a las instituciones que cobijan a los nuevos seguidores de Jesús: «Gracias a él, el cuerpo entero trabado y unido por la prestación de las junturas y por el ejercicio propio de la función de cada miembro, va creciendo y construyéndose en el amor» (Flp 4,16). Texto que la «Lumen gentium» glosa de esta manera: «En efecto, así como la naturaleza humana asumida está al servicio del Verbo divino como órgano vivo de salvación que le está indisolublemente unido, de la misma manera el organismo social de la Iglesia está al servicio del Espíritu de Cristo, que le da la vida para que el cuerpo crezca» (LG 8). Y el cuerpo crece  por medio de la acción del Espíritu (cf. Hech 2,1.17-18) y del bautismo que imparten los discípulos de Jesús como una de las misiones fundamentales que les da antes de ascender a la gloria divina (Mt 28,19). A todos los nuevos cristianos los hace Dios morada del Espíritu y les hace experimentar y llamarle «Abba» (cf. Rom 8,15; Gál 4,6) y a su Hijo ser el Señor: «Como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, nos hemos bautizado en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo y hemos absorbido un solo Espíritu» (1Cor 12,12-13). Y esto es lo que da cohesión y unidad a la comunidad (cf. Hech 2,1).