sábado, 24 de mayo de 2014

Santos y Beatos: 24-25 mayo


                 24 de mayo


                Dedicación de la Basílica de San Francisco

               El papa Gregorio IX, después de canonizar a San Francisco el 16 de julio de 1228, bendijo la primera piedra de la iglesia que debía albergar sus restos. Esta iglesia sería también la cabeza y madre de la Orden de los Menores. El papa Inocencio IV consagra el templo en 1253 y Benedicto XIV lo eleva a basílica patriarcal y capilla papal en 1764. El edificio tiene tres naves superpuestas. La excavada en tierra, que acoge el cuerpo de San Francisco en un sepulcro de piedra y hierro, realizada por el arquitecto Hugo Tarchi según el estilo neorrománico; la intermedia y la superior, llamadas la Basílica inferior, baja y oscura, y la Basílica superior, espaciosa y luminosa. Es un símbolo: la primera representa la vida de penitencia; la segunda simboliza la gloria. Las dos basílicas están llenas de pinturas sobre la pasión de Cristo y la vida de San Francisco, realizadas por Cimabue, Martini, Lorenzetti, Giotto, Cesare Sermei, Giacomo Giorgetti y Girolamo Martelli, artistas de la Umbría del siglo XIV. La Basílica es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.

Oración. Señor, tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, a fin de que tu pueblo, por intercesión de nuestro Padre San Francisco, crezca siempre para edificación de la Jerusalén celeste. Por nuestro Señor Jesucristo.


                                Lecturas
           
                        «Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva»

            Jerusalén es la ciudad santa por antonomasia, porque habita el Señor en su templo (cf. Is 52,1; Dan 9,24; Mt 4,5); de ahí que sea la sede del futuro pueblo mesiánico. El Espíritu crea el nuevo pueblo de Dios en la ciudad de Jerusalén (cf. Hech 1,4.8). Con la comunidad cristiana se comienza la época nueva en la que el Señor se hace presente en cada creyente (cf. 1Cor 3,16-17), en cada comunidad con su relación de amor. Él todo lo hace bien y nuevo (cf. Ef 2,19-21). El Señor también se hace presente en María, porque ha llevado en sus entrañas al Hijo de Dios y por guardar la Palabra, el Padre y el Hijo la eligieron como su morada (cf. Jn 14,23).


Lectura del libro del Apocalipsis                        21,1-5

Salmo responsorial                                                    Sal 94,1-2.3-5.6-7

            El salmista da gracias al Señor por la inmensidad de la creación. La grandeza y majestad del Señor, que se refleja en las obras que constituyen su obra ad extra, no aminora la presencia del hombre en medio de ella, sino que, como imagen y semejanza del Señor, participa en la obra creadora en la medida que la administra bien (cf. Gén 1,29).

V. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva.
R. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva.


Aleluya                                                                      Ap 21,3

            Aleluya. Aleluya.
            «Esta es la morada de Dios con los hombres
 y habitará con ellos».
            Aleluya.


Evangelio

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yoles doy la vida eterna»

            El texto manifiesta dos ideas fundamentales de la vida cristiana. La primera es la relación y conocimiento mutuo entre Jesús y su rebaño; entre la comunidad cristiana y su pastor; entre el cuerpo y la cabeza. Esta comunión de vida sólo es posible si se experimenta por el amor. La segunda es que dicha unión en el amor, o en un mismo estilo de vida la hace posible sólo Dios, y no se origina y la mantiene el esfuerzo humano exclusivamente. Puesto que Jesús está unido filialmente al Padre, formando una unidad de ser y de vida (cf. Jn 5,19; 8,16; 10,15; Rom 8,34-39), él sirve dicha vida divina en las relaciones que mantiene con los hombres en la tierra, haciéndolos hermanos suyos e hijos del Padre.


            Lectura del santo Evangelio según San Juan             10,22-30
  
                                              
                  Para meditar

          «El Señor exalta a sus santos para reavivar la fe»

Fiel es el Señor a su palabra, al decir frecuentemente en la sagrada Escritura que exaltará a los que se convirtieron en imágenes fieles de su Hijo por el ejercicio de la virtud de la humildad, reservando para ellos todo honor y gloria, no sólo en el reino de los cielos sino también en el mundo presente, para su propia exaltación y aumento de la fe en los demás hombres.
Ejemplo vivo lo hallamos en el bienaventurado Francisco. Este santo varón puso especial empeño en verse pequeño y humilde ante su propia consideración y ante la estima de los demás; y hoy, por declaración expresa de la santa Madre Iglesia, es honrado entre los amigos, en el cielo y en toda la tierra. Su cuerpo glorioso, convertido además en santuario famoso, a donde concurren los pueblos de todo el mundo a postrarse con fervor y devoción, mientras se multiplican allí los signos y prodigios.
No habían transcurrido dos años de su muerte, cuando se iniciaron las obras en lugar digno para custodiar con suma piedad sus restos mortales, en las afueras de la ciudad de Asís, junto a las murallas; lugar que el papa Gregorio IX, nuestro predecesor, hizo suyo, transfiriendo la propiedad del mismo a la Santa Sede Apostólica, y reservado, directa y perpetuamente, a la misma Sede Apostólica todos los derechos inherentes a la iglesia que se construiría en dicho lugar.
En la ciudad de Asís es el mismo papa Gregorio IX canonizó al patriarca Francisco, y aprovechó estas efemérides para colocar él personalmente la primera piedra de la nueva iglesia, que nombró “cabeza y madre” de la Orden de los Menores, concediendo a este magnífico templo especiales prerrogativas y privilegios, que luego acrecentarían los romanos Pontífices.
            Terminadas felizmente las obras de este extraordinario templo, el veinticinco de mayo de mil doscientos treinta, fue trasladado a él, con solemne pompa, el cuerpo de san Francisco; y el domingo anterior a la fiesta de la Ascensión del Señor, veinticinco de mayo de mil doscientos cincuenta y tres el papa Inocencio IV, con gran solemnidad, celebró personalmente el rito de la consagración de esta iglesia.
            Así pues, Nos, a ejemplo de nuestros predecesores, deseamos acrecentar el esplendor y gloria de esta iglesia, pues estamos seguros de que el seráfico patriarca impetrará del Señor tanto más abundantes bendiciones y gracias celestes para la Iglesia Romana, cuanto más engrandezca la Sede Apostólica su extraordinaria figura. Por tanto, por la presente Constitución, valedera para siempre, erigimos dicha iglesia de San Francisco en basílica patriarcal y capilla papal. (De la Constitución Fidelis Dominus, de Benedicto IV. Proemio y núms. 1 y 5, Bullarium IV, Romae 1757, 189.190.192)

                    24.1 de mayo

                                                      


          Juan de Prado (1563-1631)

El beato Juan de Prado nace en Morgovejo (León. España). Cursa sus estudios en Salamanca. Ingresa en la Orden y viste el hábito franciscano en el convento de Rocamador (Badajoz) a la edad de 21 años. Completados sus estudios eclesiásticos, se dedica a la predicación. Sobresale por el buen gobierno de las fraternidades, ocupando diferentes responsabilidades en la Orden: Maestro de novicios, Guardián, primer Provincial de la Provincia de San Diego en Andalucía, cargo que ocupa hasta el año 1623. Ayudado por Alonso Herrera de Torres, que consigue un salvoconducto del rey Muley Luali, viaja a Marrakech para asistir a los cristianos que se encuentran allí abandonados. El papa Urbano VIII lo hace Prefecto apostólico de las misiones de aquel imperio. Parte para Marruecos el día 27 de noviembre de 1630 de la ciudad de Cádiz, acompañado por Matías de San Francisco y Ginés de Ocaña. Cuando llegan a su destino se encuentran a un rey hostil, diferente de Muley Luali, lo que motiva su encarcelamiento y posterior martirio por oponerse a la religión musulmana y probar que la cristiana es la verdadera. Es martirizado en Marrakech el 24 de mayo de 1631 y beatificado por el papa Benedicto XIII el 24 de mayo de 1728.

             Común de Mártires

            Oración. Dios de misericordia, que infundiste tu fuerza al  beato  Juan de Prado para que pudiera soportar el dolor del martirio, concede a los que hoy celebramos su victoria vivir defendidos de los  engaños del enemigo bajo tu protección amorosa. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                           Lecturas

«Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él»

            La resurrección acaece cuando Jesús ha predicado el Reino, ha sido incomprendido por las autoridades religiosas, es entregado a la autoridad civil, ha padecido, ha sido crucificado y ha muerto. Parece que sea necesario el extremo sufrimiento para apreciar el valor de la vida plena que supone la resurrección. Lo cierto es que la cruz sólo es llevadera si se apoya en el amor. Y al Palabra no puede ser encarcelada (cf. Hech 5,17-26), no puede ser encadenada. Las fuerzas humanas no pueden detener el amor que la impulsa y genera (cf. 2Tim 4,17)

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo    2,8-13


Salmo responsorial                                        Sal 30.3-4.6-8.17.21

El justo experimenta lo que Marcos y Lucas ponen en boca de Jesús cuando
está crucificado: el abandono, el sufrimiento, etc., pero también la confianza en un Dios que es capaz de salvarle del peligro que corre su vida. Porque la existencia no la decide el enemigo,  sino Aquel que la crea y la sostiene.

            V. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
            R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.



Aleluya

Aleluya. Aleluya
A ti, oh Dios, te alabamos; a ti, Señor, re reconocemos.
Te ensalza, Señor, la brillante multitud de los mártires
Aleluya

            Evangelio

                                   «Vosotros daréis testimonio de mí»

            El Espíritu continúa la misión de Jesús, que es la salvación y la revelación que ha traído a la historia de parte del Padre. La unión del creyente con el Hijo y el Padre permanece como realidad fundamental en la vida cristiana por medio del Espíritu, dando la posibilidad de que continúe adelante la vida de Jesús, como revelador del Padre y portador de su salvación por medio también de su pasión y muerte en cruz. Los dones y los frutos del Espíritu son el desarrollo en el cristiano de la relación de amor que le identifica dentro de la Trinidad divina y que en la historia humana dicho amor es incomprendido y odiado tantas veces.


Lectura del santo Evangelio según San Juan             15,23-27

Para meditar

Volvió el rey [a Marrakech] a llamar a nuestro Beato, y después de discutir con él largo rato sobre cuestiones de fe sin conseguir doblegar su firmeza, lo mandó azotar de nuevo con tanta crueldad que lo dejaron como para expirar, tras de lo cual lo devolvió a la prisión. Aquella noche la pasó el siervo de Dios con sus hermanos en oración, bendiciendo y alabando al Señor. Antes del amanecer, dijo misa, dio la comunión a los que estaban con él en la mazmorra y les dirigió una devotísima y fervorosa plática espiritual exhortándolos y animándolos a padecer por Dios y por su fe. Por la mañana, fueron los funcionarios reales y se llevaron a Fr. Juan y a sus dos compañeros a la presencia del rey, el cual hizo varias preguntas a nuestro Beato y luego trató de persuadir a sus hermanos de la falsedad de la secta cristiana. Entonces el siervo de Dios, levantando la voz, dijo al rey: «¡Tirano, que quieres hacer prevaricar las almas que Dios crió para sí!». El rey montó en cólera e hirió con su alfanje a Fr. Juan en la cabeza. También los servidores del rey lo hirieron en la boca con sus armas porque seguía predicando. Ordenó el rey que le trajeran un arco y saetas, y le tiró cuatro, malhiriéndolo. Luego mandó que lo llevasen a las puertas de su palacio y allí lo quemaran vivo. El siervo de Dios estaba tan debilitado, que no se podía tener en pie. Los cautivos cristianos, a quienes les ordenaron que lo llevasen, por lástima se excusaban y no querían, por lo que les daban muchos palos. El siervo de Dios les decía com amor y ternura: «¡Ea, hijos!, llevadme que no ofendéis a Dios al llevarme; mirad que me lastima el que os traten mal, llevadme». Y lo llevaron a la puerta principal del palacio real. El rey salió a una ventana para verlo. Trajeron al lugar mucha leña y, mientras la apilaban y lo disponían todo, un moro le propinó tales golpes con un palo grueso, que dio con él en tierra. Luego lo pusieron sobre la leña y le prendieron fuego mientras el bendito fraile aún estaba predicando. Los moros presentes le tiraron muchas piedras y así, torturado, apedreado y quemado vivo, acabó su dichosa vida en Marrakech el 24 de mayo de 1631. (J. M. Pou y Martí, Martirio y beatificación del B. Juan de Prado, restaurador de la Misiones de Marruecos, en Archivo Ibero-Americano 14 [1920] 323-343)

               25 de mayo



               Gerardo de Villamagna (1174-1270)

El beato Gerardo Mecatti, de la Orden Franciscana Seglar, nace en Villamagna (Toscana. Italia). Huérfano a los doce años, reparte sus bienes a los pobres. Viaja dos veces a Palestina para visitar los Santos Lugares. Es apresado por los turcos, salvando su vida de milagro. Como también lo es cuando viaja a Siria por los ataques de los piratas. En la segunda estancia en Palestina se dedica a la oración y atención a los pobres y peregrinos. Después de residir siete años en Tierra Santa, busca en Italia a San Francisco, recibe de él el hábito de terciario, y se dedica a la oración en una capilla cercana a Villamagna. Construye un oratorio dedicado a la Virgen María en lo alto de la colina del Encuentro, guardada en la actualidad por un convento edificado por San Leonardo de Porto Mauricio. Muere el 25 de mayo de 1270 a la edad de 96 años. El papa Gregorio XVI aprueba su culto el 18 de marzo de 1833.
Común de Santos Varones, p. 1890

                                    Común de Santos Varones

Oración. Señor Dios, tú nos has revelado que toda la ley se compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, imitando la caridad del  beato  Gerardo Mecatti, podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                   Lecturas


«El Señor es clemente y misericordioso»

            En el discurrir de la vida, experimentamos toda clase de pruebas y tentaciones, además de gozos y alegrías, aunque siempre tenemos más presentes aquellos momentos de dolor y sufrimiento. Quien confía en el Señor, encuentra un brazo poderoso que sostiene, fortalece y defiende la existencia. En el ámbito interior le encontramos clemente y misericordioso con nuestros pecados; en el exterior nos abre camino frente a los enemigos; y cuando aparentemente calla o nos prueba, siempre está a nuestro lado.

            Lectura del libro del Eclesiástico 2,7-11

Salmo responsorial                                                  Sal 36,3-4. 27-28.39-40

El creyente confía en la retribución del Señor, sobre todo cuando la vida se conduce según su voluntad. Él, justo, destruirá a los malvados y premiará a los que obedecen a sus leyes. Esta justicia se contempla en la historia humana. De ahí que se recomiende una y otra vez ajustar la vida a la Alianza del Señor y al cumpliendo de sus mandamientos.

            V. Quien confía en el Señor es estable para siempre
            R. Quien confía en el Señor es estable para siempre


Aleluya                                                                                  Lc 21,36

Aleluya. Aleluya.
«Estad despiertos en todo tiempo,
pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder
y manteneros en pie ante el Hijo del hombre»
Aleluya

Evangelio

«También vosotros estad preparados»

Una de las características de la oración de Jesús es la vigilancia. Ella nos mantiene despiertos ante la venida del Señor, que puede suceder en cualquier momento. La ausencia del Señor en la vida hace que valoremos las cosas inútiles, o nos centremos en resolver problemas que no afectan realmente al sentido global de la vida humana. Por eso mantener la expectativa de su venida inminente obliga al creyente a ver la existencia desde la posición del Señor, lo que hace posible el encuentro definitivo con Él, porque lo reconoceremos para siempre en la vida sin fin.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas                       12,35-40

Para meditar

Amemos a Dios y adorémoslo con corazón puro y mente pura, porque él mismo, buscando esto sobre todas las cosas, dijo: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23). Pues todos los que lo adoran, lo deben adorar en el Espíritu de la verdad (cf. Jn 4,24). Y digámosle alabanzas y oraciones día y noche (Sal 31,4) diciendo: Padre nuestro, que estás en el cielo (Mt 6,9), porque es preciso que oremos siempre y que no desfallezcamos (cf. Lc 18,1).

Ciertamente debemos confesar al sacerdote todos nuestros pecados; y recibamos de él el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Quien no come su carne y no bebe su sangre (cf. Jn 6,55. 57), no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5). Sin embargo, que coma y beba dignamente, porque quien lo recibe indignamente, come y bebe su propia condenación, no distinguiendo el cuerpo del Señor (1 Cor 11,29), esto es, que no lo discierne. Además, hagamos frutos dignos de penitencia (Lc 3,8). Y amemos al prójimo como a nosotros mismos (cf. Mt 22,39). 27Y si alguno no quiere amarlo como a sí mismo, al menos no le cause mal, sino que le haga bien. (Segunda Carta a los Fieles de San Francisco, 19-27).