martes, 21 de enero de 2014

Evangelio. III Domingo (A)

III DOMINGO (A)

                                  
La «cosa» empezó en Galilea

Del evangelio de Mateo

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en las tinieblas vio una gran luz. A los que habitaban en tierra de sombras y muerte, una luz les brilló». Entonces empezó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos».
Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, Simón, al que llaman Pedro y Andrés, que estaban echando el copo al lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron sus redes y le siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y le siguieron. Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

           
1.- Afirma Pedro en un discurso en Jerusalén que el acontecimiento de Jesús comienza en Galilea, de donde era Jesús. Él escoge para proclamar el reino a las gentes de su región que habitan en los pueblecitos situados alrededor del lago de Galilea: Corozaín, Batsaida y, sobre todo, Cafarnaún, donde tiene su casa. Comienza a predicar la salvación del Señor donde está la gente sencilla y humilde. Toma una actitud muy distinta a Juan, que, con su vida austera y penitente y alejada de las gentes, simboliza la inminente transformación por el Señor de un mundo malvado. Y Jesús no piensa lo mismo. El mundo, salido de las manos de Dios, no está totalmente corrompido por la libertad humana. Y, además, no proclama el reino solo, sino formando una fraternidad. Dios se revela por medio de la comunidad, en este caso, la formada por Jesús y sus discípulos.

2.-  Jesús invita a la gente que abra su corazón y acoja el Señor que viene, vuelvan sus rostros hacia Él y observen que se acerca con bondad y bondad misericordiosa. Porque viene el Señor, nosotros nos convertimos hacia Él. Y viene el Señor para establecer su Reino, que no es un espacio de terreno donde un rey gobierna por un tiempo, sino su reinado consiste en la relación que ha decidido establecer con nosotros: una relación de amor misericordioso, dispuesto a recrear o potenciar la vida de sus hijos al máximo.


3.- Como Jesús es llamado y elegido por el Señor en el Bautismo de Juan, así sucede con cada uno de nosotros. Jesús nos llama a seguirle y llevarnos a un mundo muy distinto al que nos movemos con frecuencia. Con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestras amistades, insertos plenamente en la historia, nos llama a proclamar que somos hijos del amor, y desde el amor comprendemos a los demás como hermanos. Ésa es la conversión a la que nos empuja.