“... y la vida del mundo futuro. Amén.”
IV
Origen de la expresión “vida del mundo futuro”
Lex
orandi
José María Roncero
Instituto
Teológico de Murcia OFM
Pontificia
Universidad Anrtonianum
Antes de pasar al
Magisterio nos detenemos un instante en la Lex orandi actual. Confieso que me
contrarió un tanto no hallar referencia a ella en los 10 números que el Catecismo
de la Iglesia Católica le dedica a “La esperanza de los cielos nuevos y
de la nueva tierra” (del 1042 al 1050, más el resumen en el nº 1060)30.
Y es que, por
desgracia, la nueva creación apenas inflama la oración de la Iglesia.
Los lugares son los
siguientes:
.- Prefacio III de Adviento: "...
pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra
nueva".
.- Prefacio V de Sª Mª Virgen: "...
la creación entera, con la fuerza del E. Santo, emprende de nuevo su camino
hacia la Pascua eterna".
.- Prefacio común III: "Porque
has querido ser... el autor generoso de la nueva creación".
.- Plegaria Eucarística IV: "y
allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te
glorifiquemos por Cristo...".
.- Pleg. Euc. Reconciliación I: "Entonces,
en la creación nueva, liberada por fin de toda corrupción"...
.- Pleg. Euc. Reconciliación II: ..."reúne
también a los hombres ... de toda raza y lengua... en un mundo nuevo donde
brille la plenitud de tu paz".
El farragoso Ritual
de Exequias es todavía más parco que el Misal, con sólo cuatro
menciones en sus 1558 páginas, y de esta sucinta guisa:
.- “... del cielo
nuevo y de la tierra nueva que él ha dispuesto para sus elegidos”31.
.- “... los cielos
nuevos y la tierra nueva que Dios ha preparado para los que le aman y se
dedican a sus hermanos”32.
.- “...de los cielos
nuevos y de la tierra nueva, en los que todo será transformado”33.
.- “... en la
creación nueva reservada [/] a los elegidos”34.
Si se reza poco no
se puede pensar mucho, nos dice la historia de la teología...
Magisterio de la Iglesia
El Magisterio de la Iglesia, aunque ha tardado veinte
siglos en hablar, al menos lo ha hecho, y muy bien, por cierto, y con palabra
breve, que también es de agradecer35.
En el nº 48 de la Lumen Gentium [DH 4168],
se afirma sin ambages que la Iglesia cree y espera la restauración y renovación
del universo entero, la comunión de destino plenificador entre hombre y
creación, y la mediación cristológica en
la nueva creación.
En su segundo
párrafo se subraya el carácter trinitario de esa restauración, la
responsabilidad de la Iglesia en ese diseño divino y la importancia del
compromiso temporal: con él y con esperanza “labramos la salvación”.
Finalmente, se distingue el YA y el TODAVÍA NO
de la nueva creación, y, por tanto, la reserva escatológica de la Iglesia y el
mundo, en esforzada espera del don
consumador.
De todavía más
enjundia es el nº 39 de la Gaudium et spes [DH 4339]. Se parte
de la afirmación del hecho (consumación de tierra y hombre, y transformación
del universo), y la confesión de ignorancia respecto al cuándo y al cómo. Y
luego, utilizando todas las concreciones de la teología bíblica, se dibuja el
plan divino, que es de esperanza para todas las criaturas que Dios creó
“propter hominem”.
A continuación se
articula dinámicamente la relación entre mundo presente y mundo futuro: la
perfección del primero "interesa en gran medida" al segundo. No hay
que separarlos, no hay que confundirlos, diríamos en lenguaje calcedónico,
manteniendo a la vez las claves de continuidad y ruptura novedosa de toda la
escatología.
Y el tercer párrafo
demuestra que el E. Santo asistió a las sesiones del Vaticano II:
“Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la
libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de
nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu
del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de
toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el
reino eterno y universal: reino de verdad y de vida... reino de justicia, de
amor y de paz. El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando
venga el Señor, se consumará su perfección”.
Es lo mismo que
Cristo hizo en la última cena, y que la Iglesia repite en su memoria: el fruto
de la tierra y del trabajo del hombre, por la Palabra y el Espíritu, deviene
valencia proléptica de la plena presencia divina en toda la realidad consumada.
No otra cosa es la
nueva creación, la Vida del Mundo Futuro, que la neta consagración del universo
todo, hombre incluido. Es la genial idea de Teilhard de Chardin, pero macerada
ya en la fe esperanzada de la Iglesia, y ofrecida al mundo, hombre y tierra
juntos, como horizonte de tangible plenitud.
Tras el Concilio no
ha habido aportes dogmáticos de peso y se han moderado las otrora encendidas
disputas entre “encarnacionistas” y “escatologistas” radicales36.
Termino este
apartado del Magisterio con un párrafo de la carta Recentiores episcoporum synodi
sobre algunas cuestiones referentes a la
escatología37, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la
fe, del año 1979:
“Ni la Sagrada Escritura ni los teólogos nos dan la luz suficiente
para una adecuada descripción de la vida futura después de la muerte. El
cristiano debe mantener firmemente estos dos puntos esenciales: debe creer, por
una parte, en la continuidad fundamental existente, en virtud del Espíritu
Santo, entre la vida presente en Cristo y la vida futura... pero, por otra
parte, el cristiano debe ser consciente de la ruptura radical que hay entre la
vida presente y la futura, [donde] ... la economía de la fe ... [será]
sustituida por la de la plena luz...”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario