Domingo XXXII (A)
«Velad, porque no sabéis el día ni la hora»
Lectura del santo evangelio
según san Mateo 25,1-13
Entonces se parecerá el
reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al
encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las
necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las
prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba,
les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que
llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas
vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las
prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las
prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras,
mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo,
llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas,
y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os
conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
1.- Texto. El mensaje de la parábola de las diez vírgenes
(Mt 25,1-12), que salieron con sus lámparas encendidas a la espera del novio
(cf. 1Mac, 9,37-39), es que se llegue tarde
y las puertas de acceso al Reino se encuentren cerradas. La preocupación de las
tareas cotidianas hace que olvidemos la apertura de la vida a la vida del Reino
que despunta en el horizonte.— Otra vez aflora la situación de sorpresa.
Las que se quedaron dormidas se quedaron sin aceite. Mientras fueron a comprar
el aceite, llegó el novio y entró al banquete con las que tenían las candelas
encendidas «y la puerta se cerró» (Mt 25,10). Cuando intentaron pasar las
necias ya no pudieron entrar. El aceite simboliza la fuerza, la fiesta, la
alegría, es la fe que se traduce en la práctica del amor, de las buenas obras,
por las cuales hace que en las casas exista la luz y con ella la vida y la esperanza.
Por eso los jefes religiosos, como los fariseos y los escribas, también son
llamados «necios», como las muchachas imprudentes de la parábola, que se
entretienen con la casuística en la solución de los problemas para eludir la
voluntad de Dios manifestada en el servicio al pueblo (Mt 23,17), además de
practicar la injusticia (cf. Lc 13,27; Sal 6,99).
3.-
Acción. La familia, el trabajo, las ocupaciones que tenemos en
instituciones sociales, religiosas, las inquietudes de cada día, llenan nuestra vida. Nos falta tiempo para vivir, decimos con frecuencia,
porque ¡tanto hay que hacer! Apenas nos queda tiempo para pensar si lo que
hacemos responde al plan de Dios o nos estamos entreteniendo sin un objetivo
fijo. Parecemos jugadores de ping pong: sólo devolvemos las pelotas que nos
envían los demás, sin tener un programa personal de vida. Todo lo que pensamos,
hablamos y hacemos debe responder a una actitud en la que esté instalada la
relación de amor del Señor, para que nuestras responsabilidades transiten por
el camino que el Señor nos ha trazado en la vida de Jesús, es decir, construir
un mundo más humano. La parábola es una llamada de atención: «Velad, pues,
porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13). No debemos dejar que se
apague la lámpara de la fe y del amor que ilumina todos nuestros actos.
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