CRISTO Y LAS RELIGIONES
I
El debate cristológico: Status quaestionis
Álvaro Garre Garre
Instituto
Teológico de Murcia OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
El status quaestionis de la teología de las
religiones se contiene en la primera parte del documento de la Comisión Teológica Internacional, El cristianismo y las religiones (1996).
Aunque este organismo no pertenece al Magisterio de la Iglesia, sin embargo,
conviene tener en cuenta sus documentos, dada su relevancia teológica.
El documento de la
Comisión Teológica Internacional (CTI en adelante), El cristianismo y las religiones, se divide en tres partes,
enmarcadas por una introducción y una conclusión: en la primera parte se ofrece
el status quaestionis de la teología
de las religiones; en la segunda se establecen los presupuestos teológicos
fundamentales; y, finalmente, se apuntan algunas consecuencias para la teología
cristiana de las religiones.
La primera parte consta de
seis apartados: objeto, método y finalidad (nn. 4-7); la discusión sobre el
valor salvífico de las religiones (nn. 8-12); la cuestión de la verdad (nn. 13-15);
la cuestión de Dios (nn. 16-17); el debate cristológico (nn. 18-21); y misión y
diálogo interreligioso (nn. 22-26).
La segunda parte se divide
en cuatro apartados: la iniciativa del Padre en la salvación; la única
mediación de Jesús; la universalidad del Espíritu Santo; y la eclesialidad de
la salvación.
La última parte se
estructura en cuatro apartados: el valor salvífico de las religiones; la
cuestión de la revelación; la verdad como problema entre la teología de las
religiones y la posición pluralista; y el diálogo interreligioso y el misterio
de salvación.
En la Introducción (1-3)
se subraya la importancia y actualidad de la cuestión de la relación entre las
religiones. Diversos factores de comunicación e interdependencia entre los
diversos pueblos y culturas han coadyuvado a una mayor conciencia del
pluralismo religioso. La secularización no ha apagado la sed de religiosidad
del hombre postmoderno. Hoy urge el diálogo interreligioso para la resolución “de los problemas y necesidades que afectan a la
humanidad, para la iluminación del sentido de la vida y para una acción común
en favor de la paz y de la justicia en el mundo”.
El
cristianismo debe contribuir a que tal encuentro sea posible. Para que este
diálogo sea fructífero es necesario que el cristianismo y, en concreto, la
Iglesia católica realice una valoración teológica de las religiones. De ahí que
el objeto de este documento sea “la elaboración de algunos principios
teológicos que ayuden a esta valoración”.
No obstante, la CTI es consciente que tal exposición no puede tener carácter
sistemático, pues hay “muchas cuestiones todavía abiertas que requieren
ulterior investigación y discusión”.
Del documento de la CTI
nos interesan dos apartados de la primera parte (la discusión sobre el valor
salvífico de las religiones y el debate cristológico). También haremos
referencia a uno de los presupuestos teológicos fundamentales de la teología de
las religiones: la única mediación de Jesús.
a)
La
discusión sobre el valor salvífico de las religiones (nn. 8-12)
Una vez
determinado el objeto, método y finalidad de la teología de las religiones, el
documento aborda la cuestión de fondo de este tratado teológico-fundamental: ¿son las religiones mediaciones de salvación
para sus miembros? Dicho de otro modo, se trata de definir “el estatuto del cristianismo y de las
religiones como realidades socio-culturales en relación con la salvación del
hombre”. De las muchas clasificaciones que se han ofrecido sobre las
diferentes posiciones sobre este tema, la CTI ha escogido para su reflexión la
siguiente: eclesiocentrismo, cristocentrismo y teocentrismo.
El
eclesiocentrismo exclusivista es una posición, fruto de una interpretación
juridicista del axioma “Extra ecclesiam
nulla salus”, que hoy nadie defiende conscientemente, sobre todo a raíz de
las declaraciones de Pío XII y del Vaticano II sobre la posibilidad de la salvación de los que no forman parte de la
Iglesia.
El
cristocentrismo, que es la postura más extendida entre los teólogos católicos,
admite que las religiones son mediaciones de salvación para sus miembros –dada
la voluntad salvífica de Dios y la indisociabilidad entre fe y religión-, pero
que, en virtud de la unicidad y universalidad de Jesucristo carecen de
autonomía.
Un tercer
grupo de pensadores católicos hablan de una revolución copernicana, de un
cambio de paradigma: del cristocentrismo al teocentrismo. Según el documento,
esta posición tiene parte de su origen en una mala conciencia debida a la
alianza de la acción misionera del pasado con el imperialismo colonialista. Su
objetivo es promover la acción conjunta de todas las religiones en favor de la
paz y de la justicia. El común denominador de este modelo es negar que
Jesucristo tenga carácter constitutivo para la salvación del hombre. Las
diferencias dentro del teocentrismo estriban en el valor normativo de
Jesucristo. Mientras que para unos, Jesucristo es normativo, en el sentido de
que no es el único mediador de la salvación, sino el mediador que mejor la
manifiesta –el paradigma para los otros mediadores-; para otros, el centro de
la salvación es Dios, cuyos designios son insondables.
El
soteriocentrismo, al que no duda en calificar como posición pragmática e
inmanentista, descubre una estructura soteriológica en todas las religiones,
por lo que antepone la ortopraxis (el compromiso de la religión por el
bienestar de la humanidad) a la ortodoxia (cristología). De este modo, si para
el teocentrismo con cristología no normativa no es posible evaluar ni
establecer comparaciones entre los sistemas religiosos, para el
soteriocentrismo el valor de la religión está en promover la salvación (o el
“Reino”, en términos cristianos).
Sin
embargo, creemos que la CTI no alcanza a distinguir el soteriocentrismo del
teocentrismo. En efecto, mientras que el teocentrismo es pluralista y
relativista, el soteriocentrismo es relacional, porque no dice que las
religiones sean relativas entre sí (relativismo) sino relativas al Absoluto.
Además, el soteriocentrismo no excluye el cristocentrismo, pues el Reino –la
salvación- es inseparable de Cristo.
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