Domingo XXXI (A)
« El
primero entre vosotros será vuestro servidor»
Lectura del santo evangelio
según San Mateo 23,1-12
Entonces Jesús habló a la
gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado
los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no
hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos
pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están
dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea
la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les
gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las
sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí.
Vosotros, en cambio, no os
dejéis llamar rabbí, porque uno solo
es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os
dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El
primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido».
1.- Texto. El texto tiene dos partes que separa el verso 8: «Vosotros, en cambio, no os dejéis
llamar maestros…». En la primera
parte, el Evangelista no se refiere a los fariseos y escribas judíos, que ya ha
demonizado por ignorar las Escrituras (cf. Mt 9,13; etc.), por no saber qué es
la misericordia (cf. Mt 9,9-13; etc. ). Son esos guías ciegos que llevan el
rebaño hacia el precipicio, precipicio que no es otro que oponerse al mensaje
sobre el Reino que ha predicado Jesús. Los fariseos y escribas del texto
evangélico saben lo que dicen, pero
no cumplen sus enseñanzas. Es una comunidad judeocristiana que está sometida a
la tensión de la incoherencia y la hipocresía en la experiencia de la fe. Y de
esto, avisa el Evangelista, hay que librarse, porque son lobos vestidos de
ovejas, falsos apóstoles o falsos profetas (cf. 2Cor 11,13).
2.- Mensaje. La comunidad cristiana
está fundada sobre la relación fraterna con Jesús, el Hijo que ha hecho posible
por su pasión, muerte y resurrección que todos seamos hijos del Padre y
hermanos entre sí. Fraternidad que crea la actitud de aproximarnos al otro con
amor, con amor misericordioso si hay pecado, con el sentido de compartir la
vida en todas sus dimensiones. Para que ello sea posible, hay que excluir el
poder, la vanidad y el afán por el dinero. Jesús lo ha avisado con mucha
claridad: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los
oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros,
que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea
vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a
servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,25-28).
3.-
Acción.
Estas
situaciones confusas en las comunidades cristianas primitivas, siempre han
existido en la Iglesia. Pablo tuvo que lidiar con falsos apóstoles, la comunidad
de Pedro con falsos profetas, etc. En aquel tiempo, como en todo tiempo y en la
actualidad hay evangelizadores que buscan su propio provecho en vez del de la
comunidad; se sirven del pueblo, en vez de servirle. Lo importante de la fe
cristiana es que el Señor se revela a la comunidad y, por consiguiente, los
cristianos estamos capacitados para descubrirlos, denunciarlos y echarlos del
rebaño de Cristo. La Iglesia ha tenido y tienes pastores extraordinarios; basta
anotar las beatificaciones y santificaciones de Juan XXIII, Pablo VI, Juan
Pablo II, como de tantos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos
que han dado su vida por la comunidad cristiana. Pero junto a ellos, también
hay quienes se convierten en funcionarios de la fe, dando la espalda a lo más
sagrado que transmite: la salvación del Señor en Cristo Jesús.
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