lunes, 29 de septiembre de 2014

«Allí será el llanto y el rechinar de dientes». Domingo XXVIII (A)

                                          Domingo XXVIII (A)


«Allí será el llanto y el rechinar de dientes»

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22,1-14

Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
            El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

1.- Texto. Un rey prepara un gran banquete para la boda de su hijo. Envía a sus criados para que inviten a una serie de personas por dos veces. No van los invitados porque tienen tareas que hacer. Finalmente, los siervos recogen a todo el mundo. El banquete hace referencia a la forma de describir el futuro de Israel, un futuro que el rey está empeñado que esté lleno, y, además, indica su deseo apremiante de que todo el mundo participe. Los primeros invitados, y tantas veces únicos, ―los judíos―están en riesgo de ser excluidos de la salvación y, por tanto, castigados a no participar del festín del Reino. Hay nueva gente llamada a participar en la nueva Alianza que el Señor ha sellado con la muerte y resurrección de Jesús. Aunque el añadido de Mateo es muy artificial ―si invita el rey a todos los que encuentran por los caminos, se supone que les regala el traje además de la comida―, también es una seria advertencia a los que siguen a Jesús. Pablo también lo advierte ante los escándalos, por ejemplo, de la comunidad de la ciudad de Corinto (cf. 1Cor 5).

2.- Mensaje. En la parábola hay dos juicios muy severos: a Israel y a los cristianos que no viven la vida nueva que Jesús nos ha dado. Existe, pues, una responsabilidad humana ineludible ante la cercanía bondadosa de Dios. Como se rechace ésta, se aboca a una condena y castigo, desde el juicio que emite Jesús. Cuando envía a los discípulos a predicar el Reino y son rechazados, manda que se sacudan el polvo de los pies, el que se acumula en las sandalias durante el camino, como signo de ruptura y de la maldición de Dios sobre ese lugar, ya que rechazar al mensajero y su mensaje es cerrarse a lo que es capaz de salvar en el juicio. Lo mismo sucede con el siervo sin entrañas citado (cf. Mt 18,23-35), porque si no es capaz de perdonar en la misma medida en que el amo le ha perdonado, la salvación dada por Dios se traduce en condena, como pasará con la «generación» que escucha a Jesús si no se convierte: entonces los ninivitas y la reina del Mediodía serán testigos en el juicio de su perdición. Esta condena y el castigo que lleva consigo lo advierte Jesús a sus conciudadanos y a los que se comporten con indignidad en las comunidades cristianas: «Allí será el llanto y el rechinar de dientes».


Soledad
3.- Acción.-  Jesús intenta por todos los medios que sus conciudadanos no pierdan su sitio en el banquete final y decisivo. Pero son ellos los que se excluyen, no el Señor, cuya voluntad de que participen es muy explícita. El infierno es creación de la libertad humana que ha introducido el mal en la historia y en la cultura. El infierno no es una creación del Señor para castigar a los malos. El Señor sólo sabe amar y desconocerá a aquellos que sólo han vivido para sí, como éstos al Señor. Son vidas paralelas que jamás se encuentran.― Hay que tener en cuenta que todo el mundo es invitado por el Señor al banquete, y el hombre se pierde por propia voluntad, porque mes él quien decide ir o no ir. He aquí la urgencia y seriedad de la llamada de Jesús, como sus esfuerzos para que nadie se condene. No obstante, Jesús es muy claro sobre el destino de los que no responden a la invitación al convite: son vidas que se quedan fuera; se pierden.







































                                                
                    «Tendrán respeto a mi hijo»

Lectura del santo evangelio según San Mateo 21,33-43

Escuchad otra parábola: «Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».


1.- Texto. Jesús continúa su lucha contra las autoridades religiosas de Israel. El domingo pasado los pecadores se convierten y se abren a su mensaje, sin embargo los seguidores de la ley son incapaces de cumplir la voluntad del Señor. En el texto de hoy son los viñadores —los mismos que representan al hijo que no va a trabajar al campo— los que se apropian de la viña del Señor matando a sus mensajeros, incluso a su Hijo. Es un calco de la parábola de Isaías: «Mi amigo tenía una viña en un fértil collado. La entrecavó, quitó las piedras y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar. Esperaba que diese uvas, pero dio agrazones (Is 5,1-2). El profeta se refiere a Israel, pueblo exclusivo del Señor, labrado y regado por Él, al que le responde con infidelidades continuas. Pero esta vez ha ido más lejos, lee la comunidad cristiana judía de Mateo. Ha entregado a Jesús, el Hijo, a  Pilato para que lo crucificase. La conclusión la evidencia la historia después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. c.: la fe cristiana se extiende por el pueblo pagano —«los otros»—, por el Imperio.

           
2.- MensajeEn la parábola, Jesús sentencia que el pueblo elegido será otro distinto a Israel. La lectura sigue siendo judía: «se dará a un pueblo que produzca sus frutos». Sin embargo, fundados en su mensaje de Dios, que le revela como un Padre/Madre de todos los pueblos, que ofrece la salvación a todos los hombres, que desea que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4), la salvación no pasa de una viña a otra viña. La salvación es para todos los pueblos, —incluso para los judíos—, porque todos somos sus hijos. Pero no debemos olvidar que dicha proclamación universal la hace Jesús desde el mundo de los débiles, de los pequeños, de los niños, de los enfermos, de los ancianos  (cf. Mt 11,28-30), porque «siempre tendréis a los pobres entre vosotros» (Mc 14,7par).

           
3.- AcciónEl papa Francisco ha tomado como una de sus prioridades visitar los pueblos cristianos que, siendo minoría en determinadas culturas, se están abriendo paso en sus países respectivos: Corea, Albania, son los dos últimos. También se hace presente en núcleos inaccesibles a un ciudadano normal, donde se viven tensiones infernales, como fue su visita a la cárcel de Castrovillati en Calabria, o las denuncias constantes de los asesinatos del Estado Islámico en Irak, o Siria. El Reino de Dios abarca a todo el mundo, aunque la Iglesia sea sólo una porción del Reino que es consciente de la miraba bondadosa universal del Señor. Y dicha mirada es la que los cristianos debemos ofrecer a todas las gentes, a todos los pueblos. Y cuando no nos reciban, imitar el símbolo de Jesús: sacudir el polvo que han cogido nuestras sandalias al ir a visitarlos e irnos (cf. Mt 10,14), o simplemente lo que hizo en Nazaret, cuando lo rechazaron: abrirse paso entre ellos y marcharse (cf. Lc 4,30): se le escapó la gracia.



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