Lectura del
santo Evangelio según San Mateo 18,15-20
En aquel tiempo dijo Jesús
a sus discípulos: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a
solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a
otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o
tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace
caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En
verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo,
además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir
algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
2.- Mensaje. La comunidad cristiana
funciona cuando el amor, y el amor entendido como servicio, es la actitud
básica: «No he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida en rescate
por muchos» (Mc 10,45); «Jesús […], se levanta de la cena, se quita el manto y,
tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a
lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había
ceñido. […] Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso
otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los
pies unos a otros» (Jn 13,3-12). Cuando el amor no funciona, el mismo cristiano
renuncia a pertenecer a la comunidad, no obstante la oferta de perdón para
permanecer o integrarse de nuevo debe ofrecerla siempre la comunidad, como dice
Jesús poco más adelante a Pedro: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas
veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,21-22) .
También Jesús inserta el perdón en la oración que nos enseñó a rezar en común,
con lo que nos asegura que estará siempre ahí: «… perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6,12).
3.- Acción. Los cristianos sufrimos mucho
ante los escándalos de nuestros hermanos. Primero andamos divididos en mil
fracciones; después, los descreídos al
uso nos dicen y los mismos cristianos somos conscientes de que debemos
demostrar con palabras y hechos de servicio nuestras relaciones, que tantas
veces expresan desprecio y exclusión mutua. Esto no es tan fácil, porque parece
que algunos tienen bula de hacer lo que quieran y otros tienen que ser
coherentes con la fe cristiana. Con todo, hay que corregir e indicar quiénes
hacen el bien y respetan el Evangelio y quiénes se aprovechan de él para cosas que nada tienen que ver con el servicio
mutuo. Por eso la advertencia de Jesús, que viene ya de los profetas de Israel y aconseja el Santiago: «Pero si tú
adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su
culpa, pero tú habrás salvado la vida» (Ez 33,9); «Hermanos míos, si alguno de
vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a
un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de
pecados» (Sant 5,19-20). En el caso que no haga caso el que peca y escandaliza, no
se puede condenar, porque la Iglesia está imposibilitada para hacerlo ―sólo
puede certificar la salvación y la santidad de sus hijos―. La Iglesia sólo
puede indicar quién no pertenece a la comunidad de fe, y mantener una actitud
de ayuda permanente hacia él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario