lunes, 30 de junio de 2014

Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Domingo XIV (A)

                    DOMINGO XIV (A)

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,25-30.

En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
            Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

1.- Texto y contexto. Jesús reprocha a los pueblos de Cafarnaún, Corozaín y Betsaida que no hayan aceptado el mensaje de salvación que les ha transmitido con la predicación del Reino y los milagros que le acreditan (cf. Mt 11,24).  Los Evangelios relatan la acusación que escribas y fariseos le hacen por compartir la comida y la bebida con los pecadores y el rechazo que ha sentido de las tres ciudades citadas (Lc 10,13-15; Mt 11,21-24). A continuación, y aún perplejo por esta incomprensión, siente una de las experiencias más hermosas de su ministerio y que la tradición transmite como su realidad vital fundante, como es Dios, y su auténtica pertenencia social, como son los pequeños y humildes. Jesús eleva la mirada al cielo y bendice al Padre, le reconoce públicamente con una acción de gracias, alabanza y confesión; y, en este caso, no lo hace por su experiencia personal, sino por la de los pequeños e ignorantes. Apela al Padre como Señor y Soberano amoroso de todo lo existente. Dios es Creador y Providente, y en cuanto tal, es Señor de todo lo creado. Se le glorifica por todo lo que ha salido de sus manos para el bien de los hombres.
2.- MensajeJesús desliga los contenidos de la revelación que explican los escribas y exigen cumplir los fariseos, y se los entrega a los sencillos y a los pequeños. Son aquellos que tienen el corazón abierto a Dios y son capaces de percibir que, a través de Jesús, se está dando y está ofreciendo la salvación, largamente esperada por todos. De ahí que la elección divina recaiga sobre los predispuestos a recibirla, y no sobre aquellos que, usando la ciencia como poder, se busquen a sí mismos antes que a Dios. Porque si antes concede su sabiduría a los maestros, a los sabios de los ambientes apocalípticos, a los entendidos de los grupos sectarios, en fin, a los letrados, ahora no. En la proclamación del Reino, y aquí viene la contraposición que hace Jesús, Dios esconde a los sabios su revelación, a los que iguala a los poderosos, y se la descubre a los ignorantes, o incultos, o simples, o pequeños. Es un serio aviso a cierta jerarquía eclesial y a los teólogos.

3.- Acción. En el segundo párrafo del Evangelio, Jesús nos enseña la unión que mantiene con el Padre. Por tanto sabe de su voluntad y de sus preferencias. Los que somos critianos debemos ser relevantes por aligerar la carga a los pobres y toda clase de gente que lleva los pesados fardos que se les imponen por las exigencias del poder, de la vanidad, del atroz egoismo. Debemos sentirnos alegres y contentos, como Jesús, cuando somos capaces también de devolver la libertad a los que viven atenazados por costumbres interesadas,  por sus propios pecados, por una miras que sólo tienen como horizonte su propio ombligo.

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