lunes, 19 de mayo de 2014

Sobre el Poder en la Escritura

Le Pouvoir. En quêtes dans l’un et l’autre Testament



                       Luciani, D. - A. Wénin

                                        Por Rafael Sanz Valdivieso
                                                                                    Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                   Pontificia Universidad Antonianum

La obra trata sobre el «poder» en la Biblia y sus formas legítimas o ilegítimas, el uso del poder para justificar un orden establecido, poder de Dios o de los reyes que ejercen su domino, poder sacerdotal y horizontal ejercido sobre los semejantes, o crítica de todos los poderes, tal como aparece en los profetas y en el mismo Jesús de Nazaret. Este es el argumento del texto que reúne doce contribuciones del estudioso de la Escritura, además de la introducción de D. Luciani (7-22), en la que expone la procedencia del contenido del volumen colectivo: el seminario de exégesis del tercer ciclo de la Facultad de Teología católica de Lovaina.       

                                            

Jane  (23-41) expone en su estudio la estructura del poder según el Código de Santidad (Lev 17-26) y el papel de Moisés al proponer la ley fundante, ya que contiene unas exigencias propuestas a aquellos a quienes se dirige y también el trasfondo sociopolítico que va implícito en este código sacerdotal, referido al santuario, los ritos, el personal y las normas de pureza ritual que requiere (24s). El artículo examina el contenido, el estilo y estructura concéntrica de algunos pasajes que enumeran las leyes aplicadas en la práctica (cf. Lev 24.17-21; p.25ss), las repeticiones que apoyan rítmicamente la propuesta pedagógica de la Ley con lenguaje entusiasta y desarrollo persuasivo en la enunciación de las reglas concretas, que no es enunciado meramente jurídico, sino que propone la validez y actualidad de la ley (p.34s) para alcanzar el asentimiento y la observancia. Qué sentido tiene hablar del poder en ese desarrollo, si la retórica se propone la persuasión y el libre asentimiento, lo indica cuando habla de las instituciones, tanto la que representa Moisés, voz de Dios transmitida por él (instancia legislativa), como la que representan los israelitas, los cabeza de familia, o la asamblea que ejerce su capacidad de juicio en los casos penales que se explican. Esas instituciones ejercen como estructura política un poder y juzga las transgresiones de la Ley. El papel de los sacerdotes es también un modo de desempeñar el poder de enseñar la Ley, recibida por medio de Moisés de parte de Dios, relación entre el poder de Dios y el entregado a los humanos respecto de la Ley que no se interviene por mediaciones políticas, sino por los cabeza de familia y por la asamblea, en cuanto auditores, receptores de la Ley.

J.-M. Carrière estudia en el libro del Deuteronomio el significado que alcanza el llamado código deuteronómico (su núcleo lo sitúa en Dt 16,18 – 18,22; pp. 43-61) que contiene las funciones de los jueces, del rey, de los sacerdotes y levitas, del profeta y su ejercicio en el espacio referido, local y central (45s), al territorio que es don de Dios. Es una concepción del derecho y del poder que se otorga al aplicar la ley y enunciarla de palabra para que sea acatada y defina la identidad de Israel frente a otras naciones (que no debe imitar, ni en sus instituciones políticas ni en su culto). Lo que propone: «separación de poderes y preeminencia de la Torah» (50ss) es más bien distinguir el ejercicio del poder según la autoridad que lo ejerce (judicial, decisorio, diferentes del poder real), sin que sea asimilable al sistema de representación democrática actual, o que las instituciones den la idea de un todo (Estado) en el que cada uno está implicado,  pues la ley le convierte en interlocutor.
A. Wénin estudia el caso de Samuel y la monarquía (63-94) como ejercicio del poder, aunque en Saúl no se cumple todas las expectativas de Samuel y de su modo de ejercer el poder, o al menos la autoridad con la que se mueve y quiere dirigir a Saúl (84ss). Pasando a los profetas, Amós es presentado como crítico con los poderes (cf. E. Bons, 95-110) pues se manifiesta sobre cuestiones sociales y económicas y cuando la dignidad de los seres humanos está en juego, sobre todo la de los débiles. Derecho y justicia están presentes en el libro de Amós, más que la aplicación de la Ley como garantía de lo que Dios quiere; derecho y justicia, para que no haya opresión del pobre en Israel, es el mensaje del profeta, por lo que redimensiona todo tipo de poder.
El profeta Isaías ante el poder real es el argumento que expone J. Vermeylen (cf. 111-165) destacando la oposición del profeta a toda alianza con Egipto y contra la política extranjera del rey, manteniendo que el único poseedor del poder es Dios, que interviene por medio del profeta en las circunstancias y necesidades del pueblo de Dios. Es verdad que el profeta interviene en los asuntos de la seguridad nacional (como Amós o Jeremías), pero afirma que el único rey merecedor de tal nombre es Yhwh, de quien serían vasallos los reyes de Israel y de Judá, ya que el rey depende de todo de Yhwh.
M. Gilbert se centra en los caps. 28-29 del libro de los Proverbios (cf. 167-193 con la traducción de ambos capítulos al final) para hablar del papel de los sabios frente a las autoridades en orden a guiarlos a favor del bien común, pues el poder se puede ejercer de manera despótica (frecuente) o benevolente (con la ayuda de la confianza y del temor de Dios, lo cual indica que el poder por sí mismo puede apartar del servicio de Dios. El poder no se ejercerá para dominar, sino como servicio y a favor de los más débiles de la sociedad. En el libro de Ester se trata de la sumisión de los judíos de la diáspora al poder extranjero, en este caso la administración y el gobierno persa, cuyos rasgos dejan ver lo arbitrario y tiránico que puede ser el poder (cf. 195-206 con los rasgos de rechazo –Vasti y Mardoqueo - astucia y de fuerza –Ester -, así como el rechazo del poder o uso  de la fuerza violenta). Se puede decir que en el libro de Ester se legitima el uso de la violencia o se propugna la resistencia a la tiranía, cuando se trata de defender la identidad, aun sirviéndose del poder del imperio para resolver el conflicto creado por Haman.
Jean M. van Cangh expone la organización y jerarquía de Qumram (cf. 207-231) a partir de la Regla de la Comunidad y del Documento de Damasco, indicando la peculiar forma de entender las relaciones de poder dentro de la comunidad.— Nathalie Siffer se centra en Lc 12,1-12 y 21,12-19 y Hch 5; 12; 16  (cf. pp. 233-262) y en la oposición entre el poder divino que los discípulos reciben y los perseguidores que los llevan a los tribunales, a las sinagogas, ante las autoridades políticas, o que deben tener en cuenta las persecuciones, etc. Frente al poder público está presente la asistencia eficaz de Dios, pues es Señor de la historia.— J.-N. Aletti expone las relaciones con el poder civil según Rm 13,1-7 (cf. 263-288), donde Pablo afirma «toda autoridad procede de Dios… someterse en conciencia» (Rm 13,1.5-6) pero sin que de pie a un fundamento de teoría política, aunque se exija el reconocimiento de la legitimidad de la autoridad política, dentro del contexto más amplio del ágape cristiano (con los cristianos, con los de fuera, con todos los hombres, con las autoridades), aunque el argumento es teológico y de sentido general, la apelación a la conciencia lo sitúa en el contexto cristiano de Roma, y a los cristianos se les pide que actúen dentro del ágape cristiano.— Michel Gourgues se centra en las cartas pastorales (cf. 289-323) y en el problema de la autoridad dentro de la Iglesia (1-2 Tm y Tit) y la organización de la jerarquía  y el ministerio, que reflejan la estructura  institucional en el ejercicio de la autoridad.— El libro del Apocalipsis lo trata Jacques Descreux (325-350),  en el que la lucha de dos poderes, de Dios y de Satán, se decanta por la soberanía de Dios creador y el señorío de Cristo, cuyo poder  no se ejerce por el dominio o la superioridad coercitiva, sino por la potencia de una alianza sellada con la muerte y la resurrección. La diatriba será contra toda potencia política que actúe con ferocidad, hasta que se instaure el reinado de Cristo, que reina en la figura del Cordero. La realeza de Cristo superará todo poder terreno, pues combate con la palabra (espada que sale de su boca) y dará parte en su reino a sus testigos, a los que actúan como Él. En realidad, el libro propone todo un recorrido que va desde Levítico hasta Apocalipsis; expone las figuras del poder (divino y humano, civil o religioso, espiritual o temporal) y sobre la manera de ejercerlo según al Antiguo y el Nuevo Testamento. Es una excelente contribución.


Les Éditions du Cerf, Paris 2012, 384 pp., 21,5 x 13,5 cm.


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