lunes, 26 de mayo de 2014

La Resurrección V: San Pedro

                                          LA RESURRECCIÓN

                                                          V


              
                     Pedro y los Once

Pablo nombra a Pedro y a los Doce, después a Santiago y a los Apóstoles en la tradición que cita en Corintios (15,3-5). Estas parejas de nombramientos deslindan a los que acompañaron a Jesús en su ministerio y a los que se integraron a la fe después de Pascua, pero todos ellos quedan legitimados para la misión de anunciar la vida de Jesús y su función salvadora por la resurrección. Pablo y Bernabé extienden el mensaje entre los gentiles, Pedro y los demás entre los judíos (Gál 2,7.9). Esta división artificial, que más mira a la progresiva liberación de las tradiciones judías para los paganos que abrazan la fe, se concreta en el futuro con la primacía de Santiago en la comunidad de Jerusalén (Gál 2,1-10; Hech 21,17-18) y la de Pedro, poco a poco para todos, judíos y gentiles(75). De esta forma Pedro sigue siendo el primero de las listas que legitiman el anuncio de Jesucristo y se incorpora en la confesión de fe cristiana: «... resucitó al tercer día según las Escrituras y se apareció a Cefas» (1Cor 15,4-5).
La preeminencia de Pedro en el mensaje de Pascua se ratifica por el anuncio del ángel a las mujeres: «... id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como les había dicho» (Mc 16,7par; cf. Jn 21,1-2). En Galilea, pues, Pedro experimenta a Jesús resucitado y éste le confirma una primacía que se entronca en las promesas que le había hecho en su ministerio: «Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi iglesia, y el imperio de la Muerte no la vencerá» (Mt 16,18), y en las nuevas recomendaciones nacidas del encuentro con el Resucitado: «Pedro [...], apacienta mis corderos [...] apacienta mis ovejas [...] apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-17). Este encuentro con el Resucitado le empuja a congregar de nuevo a los discípulos más cercanos y a encabezar la proclamación de la salvación ofrecida por Dios en Jesús, cuya experiencia de creerlo vivo desplaza, en cuanto lo incluye, el mensaje del Reino de Jesús. Entonces la voz común de las comunidades primeras proclama: «Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón» (Lc 24,34).
Pedro y los Once, incorporado Matías (Hech 1,15-26), forman el núcleo histórico sobre el que recae la proclamación de la resurrección, y se constituyen en los protagonistas de la rápida difusión de la noticia y de la experiencia. Que Pedro contagie la visión a los demás discípulos (Lc 22,31-32), o que Jesús se deje ver a todos, es decir, a los Once (Mc 16,14par), a los quinientos (1Cor 15,6), a María Magdalena (Jn 20,11-18) y a las mujeres (Mc 16,1par), como se afirma en las tradiciones o elaboraciones redaccionales, queda en segundo término. Lo que está en juego en estas noticias son dos cosas fundamentales: La inesperada acción de Dios en Jesús y la autoridad con la que reviste la comunidad a los que se les aparece Jesús y se convierten en creyentes de dicho acontecimiento divino. No existe interés alguno, quizás porque no se pueda y no se sepa, por explicar la experiencia y el encuentro con el Resucitado y su condición como Resucitado.
Así, pues, ni Pedro ni los demás discípulos comunican su experiencia personalmente, aunque no debe estar muy lejos ni ser muy diferente a la que escribe Pablo de la suya: «... cuando el que me apartó desde el vientre materno y me llamó por puro favor tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara...» (Gál 1,15-16). La diferencia que existe entre Pablo y los demás creyentes que se encuentran con Jesús resucitado es que Pablo se ve obligado a decirlo para justificar su misión, que no es el caso de los discípulos. Éstos de una forma sencilla y escueta expresan el acontecimiento de la resurrección en los primeros momentos y la divulgan por medio de las confesiones de fe ampliadas en los himnos cristológicos y, más tarde, por las narraciones sobre la tumba vacía y las apariciones que justifican la afirmación breve de que Jesús vive. Exponiéndolas podemos acercarnos un poco más a la naturaleza del suceso de la resurrección y a la experiencia del encuentro con el Resucitado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario