lunes, 5 de mayo de 2014

IV Pascua (A): «Yo he venido para que tengan vida»

                                                              IV DE PASCUA (A)


                                                     «Yo he venido para que tengan vida»

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10,1-10.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: —Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús, les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: —Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

1.- Contexto.  Entre setiembre y octubre se celebra la fiesta de los Tabernáculos. Los hebreos recuerdan durante siete días cuando vivían en tiendas de campaña antes de conquistar la tierra prometida. En este tiempo tenían en el Tabernáculo el candelabro de los siete brazos, los panes de la proposición, y en un sitio más recogido el Arca de la Alianza, que contenía las Tablas de la Ley, la vara de Aarón y el maná (cf. Heb 9,4). Durante esta fiesta, Jesús se ofrece como el agua viva, la luz del mundo, el Hijo y Enviado del Padre, y después de enseñar cuál es el itinerario de la fe al ciego de nacimiento, se propone como el buen Pastor. En los capítulos del ciego y de Lázaro (Jn 9.11), Juan presenta las tensiones que hay entre los responsables de la fe hebrea y Jesús. Tal es así, que desvela dos mundos irreconciliables: expulsan al ciego de la Sinagoga, y cuando se queda solo: sin familia, sin conciudadanos, sin Dios, es cuando «ve» a Jesús como Mesías: cree en él. La tensión entre judíos y Jesús se prolonga cuando acuerdan la muerte de Jesús al devolverle la vida a Lázaro, tensión que continúa en el párrafo que acabamos de leer. Jesús es el buen Pastor, como el Señor es para Israel desde que los sacó de Egipto y los condujo a la Tierra prometida. Y será su Pastor cuando los conduzca de nuevo desde el destierro a Sión (cf. Jer 31,10; Is 40,10). También será un buen Pastor un descendiente de la casa de David, como personaje único, como único será el rebaño. Y este pastor se diferenciará claramente de los que no cuidan al rebaño, porque son asalariados, y porque él entra por la puerta del aprisco al conocer y ser conocido por las ovejas.

2.- Sentido. Conocimiento y amor hacia el rebaño es lo que diferencia los buenos de los malos pastores. Es una alusión a los que cuidan la religión de Israel y que Jesús, el nuevo tabernáculo, sustituye definitivamente cuando el Señor lo resucita de entre los muertos. Él es el nuevo templo del Señor (cf. Jn 2,1922), porque ha establecido la auténtica relación de amor fraterna, que es la que revela la religación de amor con el Señor. Pero la vida de Jesús, en la que en el tiempo de Juan ya se contempla con la pasión y muerte, va más allá de la imagen que entraña el Señor como Pastor en la historia de Israel. Jesús, buen Pastor, da la vida, entrega su vida, no duda en llevar su entrega por sus hermanos hasta la muerte. Es la imagen cabal del Pastor opuesta a los asalariados que abandonan el rebaño ante cualquier peligro; y peor: los que usan el rebaño para beneficio propio; lo contrario al amor. Pero Jesús también es la puerta. Él es el que da paso a las ovejas e impide que entren los ladrones. Jesús ha sido puesto por el Señor como el centro y el medio de las relaciones entre los hermanos y de los hermanos con Dios. No se puede evitar la puerta. Quien salta por la tapia es un ladrón y no encontrará a Dios, que sólo se ofrece en la historia y vida de Jesús. La afirmación de la Carta a los Hebreos es muy significativa: «Así pues, teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con  el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne» (Hb 10, 19-20).


3.  Acción. Jesús es el único pastor de su Iglesia, además de su cabeza. Los demás  que ha constituido pastores no lo sustituyen, sino son signos de su presencia. Jesús, aunque esté sentado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, porque le ha dado su Espíritu. Pero a los que él ha hecho pastores, representantes suyos, deben vivir la experiencia de amor divino, que les lleva a dar la vida por el rebaño, si es necesario. Es la única manera que hay para que el «rebaño tenga vida, y la tenga en abundancia». Por eso no se puede concebir un pastor egoísta en la Iglesia, que viva del amor de sus ovejas, y se aproveche de ellas para su interés personal marcado por su egoísmo. Son los pastores falsos que saltan por la tapia y no entran por la puerta del amor.- Por otra parte, vivimos en un mundo donde se dan toda clase de ideologías, sentidos de vidas, propuestas de felicidad humana fundadas en creencias muy diferentes. Y lo que es peor: es que tales ofertas de felicidad o de fe son expresiones de nuestra mente, de nuestra imaginación, de nuestra inteligencia, de nuestra buena voluntad. Y hay que entrar por la puerta del corral, es decir, por Jesús que es el único Mediador y Centro de las relaciones con Dios y con los hermanos, porque es «el camino, la verdad, la vida» (Jn 14,6). Él nos da la seguridad que andamos en el camino correcto y su revelación del Señor es la que en verdad es y existe: Dios es amor y nos lo ha dado para nuestra salvación (cf. Juan 3,16; 1Jn 4,8.16).

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