lunes, 28 de abril de 2014

LOS SÍMBOLOS
II


                                                                 Alfredo Vera Boti
                                                           Academía Alfonso X el Sabio
                                                                            Murcia


UNOS EJEMPLOS COMPLEJOS

Vamos a recordar muy rápidamente tres casos muy distintos: el complejo de San Pedro del Vaticano, Sant’Ivo alla Sapienza y un ejemplo morfológico del JHS, no construido.
Es difícil afirmar hoy en día que el primer sepulcro de San Pedro fue un martyrium de planta centrada, porque los restos hallados en la zona del “muro rosso”, escavados en época de Pio XII, muestran otra cosa; luego cuando en época de Constantino se hizo el primitivo templo paleocristiano, se recurrió a una planta, que evoca a las soluciones en Tau contaminadas con el esquema basilical; sin embargo, en el Renacimiento, desde los primeros proyectos de Rossellino-Alberti y con seguridad con el primer diseño hecho por Bramante, el esquema seguido para la reconstrucción fue el de una planta centrada en cruz griega immissa quadrata; luego se impusieron las normas tridentinas y Maderno hubo de prolongar el templo, concluyéndolo en forma de cruz latina. Hasta aquí sólo estaríamos ante fases sucesivas en las que se venían utilizando modelos con referencias a símbolos sencillos. Pero al entrar en el Barroco, cuando se le planteó a Bernini la ejecución de la columnata oval que antecede a la basílica, las referencias culturales no fueron tan sencillas: para unos, como parece demostrar un dibujo procedente del taller de Bernini, la plaza representó el “abrazo” a los fieles que acudían al templo principal de la cristiandad, mientras que otros han querido leer en el complejo templo + plaza una interpretación simbólica de la “llave” de San Pedro, como portero del cielo y sobre cuya forma, nada excluye el que podamos hacer esas dos lecturas simultáneamente.




CROQUIS INTERPRETATIVO DE LA PLAZA DE SAN PEDRO Y EL SIMBOLISMO DE LA LLAVE

A la complejidad de este ejemplo que suma valores dobles, cabe contraponerle, otro con bastantes más superposiciones. Es el caso de la capilla que Borromini hizo en la Universidad de Sant’Ivo alla Sapienza de Roma, por encargo de los cardenales Antonio y Francesco Barberini, sobrinos de Urbano VIII. Una obra tan compleja como ésta no podía ser objeto de descuido en la búsqueda de referencias simbólicas, ya que además de la discutible de que el exágono sea una referencia “dulce” al panal de las tres abejas del stemma de los Barberini, aun tendríamos la estrella de seis puntas, la del rey Salomón, el monarca culto de la Biblia, y también la estrella del escudo de los abogados, cuyo santo patrón es precisamente San Ivo.

      
       PLANTA DE SANT’IVO      ESTRELLA DE SALOMON                STEMMA DE LOS ABOGADOS  

Los triángulos enlazados, por otra parte, hacen referencia a la Santísima Trinidad, y la espiral que envuelve exteriormente a la linterna se suele interpretar como una ascensión hacia el infinito, como una nueva Torre de Babel no fracasada que conduce al cielo con auxilio de otra referencia cruzada, ahora relativa a la luz culta del Faro de Alejandría. Estas referencias simbólicas y otras más, permite esta obra barroca, en donde a lo complejo de su forma es posible añadir interpretaciones “ambulantes” en el recordado proceso perceptor de M. Ficino.
Un caso muy distinto es de reducir la forma del edificio a un signo sin carácter simbólico, cualidad que adquiere sólo por asociación con otros. Johann David Steingruber (1702-87), en su Architectonisches Alphabeth (1773) ideó a nivel utópico unas arquitecturas de diseño monumental con las formas de las 26 letras del alfabeto.



 ALFABETO MORFOLÓGICO (J. D. Steingruber: Architectonisches Alphabeth, 1773)

Si no fuera por lo irrealizable de una ciudad a base exclusiva de monumentos, y si éstos no tuvieran el costo de convertir en locura, lo que no era más que un conato de juego, sería posible convertir, construir, un folio escrito con frases coherentes descriptivas de un suceso, en una ciudad ideal a base solo de monumentos aislados e inservibles (entre los que no hay ningún templo) que recorridos de izquierda a derecha y por líneas decrecientes, nos podrían enseñar, o mejor dicho, podríamos leer, lo que allí se había escrito de manera tan disparatada.
No obstante, hubo quien planteó aquella arquitectura morfológica con intencionalidad más reducida, como hizo otro arquitecto alemán, Anton Glonner (1723-1801), en 1774, para diseñar una secuencia de templos y capillas, con destino a Colegio e Iglesia, en las que estuviera implícito el monograma de Jesús, en el JHS paleocristiano, más tarde usado por San Bernardo, y luego adoptado por emblema de los jesuitas, o reinterpretado en Alemania como Jesus Heiland Seligmacher (Jesús Bendito Salvador). Es decir, que era la secuencia ordenada de signos la que conducía a la forma simbólica.


ARQUITECTURA MORFOLÓGICA (A. Glonner: Entwurf für ein Jesuitenkollegium, 1774)

No obstante, todas estas arquitecturas, construidas a partir de símbolos cristológicos no portaban ab initio valores sacros propios, ni esos símbolos eran condición ni necesaria ni suficiente para su utilización como edificios sagrados; la conversión en templos se producía después del complejo rito de bendición y consagración (que llevaba aparejado el traslado de reliquias y del sacramento, después de la dedicación, unción e incensación del templo y del altar, etc.), con las que el edificio se sacralizaba como “sitio especializado” en el que, sin ser exclusivo, si que se entendía predominantemente como el lugar más adecuados donde se podían hacer los “intercambios” entre las plegarias, oraciones y sacrificios por los “beneficios” que aportaban los sacramentos. El símbolo de la planta, per sé, con la evolución de los tiempos ya no tenía carácter mágico propio,  no era más que un valor añadido que había que completar con el rito.


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