domingo, 16 de marzo de 2014

Misal Franciscano 18-22 marzo

                         18 de marzo


               Salvador de Horta (1520-1567)

            San Salvador de Horta nace en Santa Coloma de Farnés (Gerona. España) en el año 1520. Pertenece a una familia que trabaja en la agricultura y posee una masía llamada Masdevall. Sus padres se arruinan y son acogidos en el hospicio de Santa Coloma de Farnés. Salvador aprende el oficio de zapatero, que le enseña su padre, y se establece en Barcelona. En 1540 ingresa en el convento de Santa María de Jesús, situado a las afueras de la ciudad. Después de profesar, se le destina a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús. Se entrega por entero a la oración y a la penitencia, ejerciendo los oficios más humildes de la fraternidad y siendo un franciscano extremadamente sencillo. Al norte de Tortosa se encuentra la aldea de Horta de San Juan, adonde es destinado en 1559 para intensificar su vida de oración. Sin embargo, acuden a él gentes de todas partes de España para recibir consejo, curar sus enfermedades y revitalizar su fe. Más tarde se le envía a Reus y a Cagliari, en la isla de Cerdeña, en la que vive dos años antes de fallecer el día 18 de marzo del 1567. Clemente XI lo beatifica el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del 1724, concede que se celebre su oficio el día 18 de marzo en la Orden y en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. El papa Pío XI lo canoniza el 17 de abril de 1938.
                                               Común de Santos Varones
                                                            
Oración. Te rogamos, Dios de bondad, nos concedas a los que conmemoramos a San Salvador de Horta, tu humilde siervo, vernos libres, por su intercesión, de los males presentes, y gozar de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

            Lecturas

                        «Porque el Señor es compasivo y misericordioso»
           
            Debemos ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos, sobre todo en la multitud de actos que conforman nuestra vida cotidiana. La sinceridad de nuestras acciones, la veracidad de nuestras palabras favorece una vida de amor continuada y válida para el servicio de los demás. Una vida llevada así da consistencia a la fe y a la vida familiar y fraterna. Cuando aparezcan los pecados, ya sabemos la actitud misericordiosa de Dios, que siempre está dispuesto a perdonar a los que se abren a Él y sirven continuamente a los demás.


Lectura de la carta del Apóstol Santiago                                          5,9-12

           
Salmo responsorial                                                   Sal 110,1-2.5-6.9-10

            Dios siempre es fiel a su pueblo, a las personas que caminan en la vida, reconociendo que todos los bienes provienen de Él. Por eso se le da gracias, se le alaba y le bendice, porque el creyente es consciente de que la mirada continua del Señor es la que da la vida y la impulsa hacia sus objetivos más nobles.

           
            V. El Señor recuerda siempre su alianza.
            R. El Señor recuerda siempre su alianza.

           
Aleluya                                                                        Sal 94,8

            Aleluya. Aleluya.
            «No endurezcáis hoy el corazón,
            sino escuchad la voz del Señor».
            Aleluya.


            Evangelio

                                   «A vosotros os basta decir sí o no»

            Es larga la tradición de Israel y de los pueblos vecinos de invocar el nombre del Señor para que ratifique las palabras dichas en acontecimientos importantes en la vida de la sociedad y de las personas. Pablo pone muchas veces a Dios por testigo (cf. 2Cor 1,23; Gá 1,20; Flp 1,8). Lo que no se puede es jurar en falso (cf. Éx 20,7), o jurar sin motivo (cf. Eclo 23,9-11). Jesús, vista la inminencia del fin de la historia, prohíbe el juramento en todo caso. Y opta por la veracidad de la palabra en todas las acciones de nuestra vida cotidiana, como antes hemos leído en la Carta de Santiago.


Lectura del santo Evangelio según San Mateo                5,33-37

Para meditar

            «Francisco fue humilde de corazón en palabras y obras, manifestando y manteniendo esta actitud en el hábito, porque usaba una túnica pobre y quería que los hermanos vistiesen hábitos viles ceñidos a las caderas con una cuerda (cf. 1Cel 15,39). También le gustaba que resonase la humildad en el nombre mismo de la Orden. En efecto, dijo: “Quiero que esta fraternidad sea llamada Orden de Frailes Menores”(cf. 1Cel 15,38). Y la pobreza se uniese siempre a esta virtud para que los Hermanos fueran llamados “pobres menores”.
            Pero como todo esto no tiene valor alguno sin la caridad, (sus discípulos) son llamados en todo el mundo hermanos menores. Sin embargo, se glorían en vano de este nombre, e incluso teniéndolo están muertos, si en ellos no sobresale la humildad sobre los demás religiosos, si no aman la pobreza, si en ellos no florece la caridad» (Tomás de Pavía, Distinctiones, Terebinto).


  
              19 de marzo

          

                                        José, esposo de la Virgen María

            Los Evangelios dan los siguientes datos sobre San José. Descendiente de la familia de David (Mt 1,16; Lc 3,23), vive en Nazaret. Un ángel le anuncia que María, su esposa, espera un hijo por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16-24). Viaja con María a Belén por disposición de César Augusto, donde nace Jesús (cf. Lc 2,1-20); le impone el nombre (cf. Lc 2,21), lo ofrece al Señor y escucha las profecías de Simeón y Ana (cf. Lc 2,5-38). Lleva a María y a Jesús a Egipto para defenderlo de Herodes (cf. Mt 2,13). Una vez que muere Herodes, regresa a Palestina, instalándose en Nazaret de Galilea (cf. Mt 2,23). Lucas relata un viaje de la familia a Jerusalén, donde Jesús se separa de sus padres para discutir con los doctores de la Ley en el templo (cf. Lc 2,41-50). José es un técnico de la madera, del hierro y de la piedra (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), cuyo oficio y utensilios aprende y hereda Jesús (cf. Mc 6,3). José aparece siempre como esposo de María (Mt 1,16.18.20.24; Lc 2,5) y padre de Jesús (cf. Lc 2,27.33.41.43.48; 3,23; Mt 13,55), como lo dice María (Lc 4,48) y la gente (Lc 3,23; 4,22; Mt 13,55; Jn 6,42). Es una persona justa (cf. Mt 1,19), fiel a la Ley y cumplidora de todas las tradiciones religiosas y sociales de Israel.
                                                          

            Oración. Dios eterno que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
           
Lecturas


            Primera lectura

            David recibe la promesa de Natán en la que un descenciente suyo tendrá un reino eterno, le dará a su pueblo la paz imponiéndose sobre todos sus enemigos. Es la esperanza que siempre ha tenido Israel: llegará un día que Dios donará al pueblo un rey, un sacerdote, un pastor, un salvador, un mesías que conducirá al pueblo a la libertad, a la justicia, a una vida sin fin. Los cristianos lo experimentan en Jesús y José lo entronca con la casa de David.


               Lectura del segundo libro de Samuel                                7,4-5.12-14.16

            En aquellos días recibió Natán la siguiente palabra del Señor: Ve y dile a mi siervo David: cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus padres estableceré después de ti a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas, y consolidaré su reino. Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.


             Salmo responsorial                                                   88,2-5.27.29

            Israel pierde la esperanza de ser un pueblo poderoso y libre con el destierro a Babilonia. Con la restauración del templo y la progresiva reforma de las costumbres y hábitos de Israel, de nuevo se rehace la promesa hecha a la casa de David. Y es porque Dios es fiel; Dios quiere a su pueblo. Jesús será el Hijo amado que llevará a cabo las promesas dadas por Dios a Israel.


            V. Su linaje será perpetuo.
            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
                        anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
                        Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
                        más que el cielo has afianzado tu fidelidad».
            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Sellé una alianza con mi elegido,
                        jurando a David mi siervo:
                        «Te fundaré un linaje perpetuo,
                        edificaré tu trono por todas las edades».

            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Él me invocará: «Tú eres mi padre,
                        mi Dios, mi Roca salvadora».

            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Le mantendré eternamente mi favor
                        y mi alianza con él será estable.

            R. Su linaje será perpetuo.


            Segunda lectura

            La salvación proviene de la fe, que es el don gratuito que Dios concede al hombre. Y la fe de Abrahán, que creyó en la promesa que Dios le hizo, es la misma que la de José, que creyó el anuncio del ángel de que María estaba embarazada del Hijo de Dios por el Espíritu Santo. Por la fe de los hombres buenos y justos es como el Señor va cumpliendo la promesa de salvación que da a Israel y, a partir de Jesús, a todos los pueblos. Los cristianos saben de antemano que la salvación es un don, es una gracia de Dios, porque en la vida de fe todo es gracia. Dios cuenta con nuestra cooperación, con nuestra libertad, pero la salvación depende de Él en última instancia.


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
                                                                                              4,13.16-18.22

            Hermanos: No fue la observancia de la ley, sino la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia. Así la promesa está asegurada para toda la descendencia no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán que es padre de todos nosotros. Así lo dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos». Al encontrarse con el Dios que da la vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia». Por lo cual le fue computado como justicia.

Aleluya                                                          Sal 83,5

            Aleluya. Aleluya.
            «Dichosos los que viven en tu casa, Señor, alabándote siempre».
            Aleluya.


           
Evangelio

            José, un hombre bueno, al saber del embarazo de María decide repudiarla en secreto para que nadie le haga daño. Pero Dios quiere más de él. José es el que entronca a Jesús con la casa de David y con todas las promesas hechas a esta dinastía. José asume a su mujer y al Hijo de Dios como parte de su existencia y se entrega a ellos por amor y por fe, por esa confianza puesta en Dios que le ha llamado a realizar una función anunciada por el ángel. Dios ha decidido salvarnos por medio de una vida humana, y esta vida necesita una familia. José y María cumplen la voluntad de Dios que nos da un salvador para que le sigamos y entendamos.


Lectura del santo Evangelio según San Mateo                                            
                                                                                              1,16.18-21.24

            Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparos en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.


Para meditar

            «Donde se debe notar que San Pablo es conocido por la espada de dos manos, con la cual todo trazó cuanto hallaba ante sí, y no paró hasta Dios. Y San Pedro en las llaves se conoce que le son dadas para abrir y cerrar el cielo. Y San Andrés en la cruz. [...] Y si discurrimos por cuantos santos están hoy sobre la tierra y traemos a la memoria cuantos han subido al cielo, hallaremos que en las armas de su generosidad aun todos no hacen pie a las armas que son dadas a este admirable patrón, de la alteza de su rey.
           
¿Quién tendrá claros los ojos que no entienda esta verdad, pues vemos que las armas de este justo varón son nuestro bendito Niño, son nuestro Cristo Jesús, son nuestro Dios y Señor, y la Reina virginal? Sé que bien entendemos, pues que lo vemos continuo que no se pinta a José sin la Virgen y su Niño, que son las armas altísimas de su generosidad con las cuales se reparó nuestra vida y se venció nuestra muerte, con ellas nos defendemos del mundo, con ellas tiene temor el demonio a quien estas altas armas muy dentro de su ánima trae. Y si San José glorioso, justamente debemos escogerle por capitán de esta prolija batalla que entre las manos tenemos, notando con reverendas entrañas que así como a San José casi continuo pintan con la Virgen sacratísima, como dije, y con su Niño, así el Niño felicísimo no es pintado en su niñez sin la Virgen y José, ni la Virgen en su parto y en otros muchos misterios es pintada sin San José con su niño. Así que entre todos tres cuando contemplare el uno ha de andar siempre nuestra ánima, y ésta es dignidad muy alta e inestimable del glorioso San José, porque sea gran gloria a Dios» (Bernardino de Laredo, Tratado de San José, 13).



22 de marzo

Bienvenido Scotívoli  (1188-1284)

            El  beato Bienvenido Scotívoli nace en Ancona (Las Marcas. Italia) en 1188. Estudia Derecho en Bolonia. Es Capellán Pontificio, Arcediano de Ancona, Administrador de la diócesis de Osimo en 1263. Urbano IV le nombra obispo de Osimo el 13 de marzo de 1264. En 1267, Clemente IV le da el gobierno de la Marca de Ancona. Seguidor de San Francisco, recibe en su diócesis a los Franciscanos, viste el hábito y practica la devoción a la Eucaristía, a María y en especial a Cristo pobre y crucificado. A ello une un carácter afable y paciente. Esto no obsta para que reforme su diócesis con la defensa de los bienes eclesiásticos, el capítulo de la catedral y la ayuda constante a los enfermos y a los pobres. Defiende los derechos de su diócesis sobre la ciudad de Cingoli. Muere el 2 de marzo de 1282. Es sepultado en la catedral de Osimo. Martín IV reconoce su culto en 1284.

                                               Común de Pastores

Oración. Señor y Dios nuestro, que has puesto al obispo Bienvenido Scotívoli al frente de tu pueblo, te rogamos que por la eficacia de sus reformas concedas a tu pueblo la conversión por tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

           
Lecturas

« Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro»

            La fe en Cristo Jesús da lugar a un cambio trascendental en la vida humana. Vivir en Cristo, toda vez que se ha sumergido el creyente en su muerte y resurrección por el bautismo (cf. Rom 6,1-4), entraña experimentar unos valores en la vida religiosa, en la vida humana, en las relaciones sociales diferentes a los que la cultura transmite y se aprenden en el seno familiar y social. Se podría resumir la conversión cristiana en el paso del odio al amor, de la soberbia al servicio, de la soledad a la fraternidad, en definitiva, de la muerte a la vida, y de la vida a la vida eterna.


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos            6,19-23

           
Salmo responsorial                                       Sal 1,1-4.6

            El justo que vive de su fidelidad a Dios, que ha puesto su confianza en el Señor, transcurre en la vida como un árbol que está al borde de la acequia, pues nunca le faltará el agua para echar los frutos a tiempo. Con la gracia divina, el justo camina haciendo el bien y esperando la recompensa divina bien en esta vida, bien en la futura.


            V. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
            R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

           

Aleluya                                                                      cf. Mc 1,15                            

            Aleluya. Aleluya.
            Está cerca el reino de Dios; convirtámonos y creamos la Buena Noticia.
            Aleluya.



            Evangelio

                        «Producid el fruto que la conversión pide»

            El Bautista continúa la tradición profética sobre la conversión (cf. Is 1,11-18; Am 5,14-15; etc.), como hará Jesús y Pablo. Volverse al Señor no es sólo dejar los ídolos, sino ver al prójimo junto al Señor, sobre todo al prójimo sumido en la desgracia. De ahí que convertirse es compartir la vida con los demás y hacer extensibles a los otros los bienes que disfrutamos. La conversión que pide Juan termina en el mensaje del NT con la venida del Espíritu como relación de amor del Señor con el cristiano. Vivir en este amor es vivir con una existencia vuelta hacia el Señor y hacia los hermanos.


            Lectura del santo Evangelio según San Lucas         3,7-14


Para meditar

            «Cuando el alma se despoja totalmente de todo amor creado y tiene la verdadera pobreza de espíritu con todo el corazón, puesto que no se goza de cualquier criatura, entonces es atraída y colmada por el amor divino, en el que se abandona totalmente. Y si después los “medios”, que el alma ha abandonado, intentan volver de nuevo al alma, ellos no pueden entrar, ya que la casa está habitada y la estancia está ya ocupada por el amor divino y todos los afectos del alma están dominados. Y sucede como observamos en los viajeros, que no se alojan en los albergues ocupados por otros, sino en aquellos vacíos que le pueden recibir.
            Cuando después el alma es así tomada y llena por el amor divino (realidad que sucede inmediatamente, apenas Dios la ve vacía del cualquier amor y también del amor de sí mismo), entonces comienza a ser iluminada por la misma verdad, que es Dios; y en esta verdad ve la verdad de todas las criaturas y reconoce que cosa es despreciable y que cosa es preciosa. Y en esta luz el alma ve la vileza de todas las cosas terrenas y el perjuicio que procede por unirse a ellas de forma que no se deja distraer» (Ricerio de Muccia, Come l’anima, I 58-59).





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