HACIENDA TELEMÁTICA
Francisco HENARES OFS
Instituto Teológico de Murcia OFM
Hoy no escribo de buen humor. Diré la causa y el por qué. La Fundación Clara Henares. Jóvenes Solidarios
Sureste, que yo fundé y presido, todos los años en enero envía a Hacienda
el informe sobre los donativos que la buena
gente ha dado para el Premio de Clara.
Como no son sumas del otro mundo, caben en tres páginas del modelo 182.
Llevamos años entregando todo a Hacienda a mano y en mayúsculas muy hermosas.
Llego este año y me dice Hacienda que ya no se recibirá nada en papel, ni a
mano, sino telemáticamente, y con firma electrónica. Lógicamente, he pillado un
cabreo de narices. Al pobre chico que me atendía, (muy correcto, es verdad) le
he soltado que él no tiene culpa, pero
que esto era un abuso de poder contra la gente sencilla que no tiene por
qué saber de ordenador, y encima con
exigencias. Le he espetado también que la Fundación nos ha costado crearla 30.000 euros, y que encima es sin ánimo de
lucro, y encima es una Fundación pobre; y que parece mentira que una ONG que
todo lo da gratis, no tenga ni esa conmiseración de presentar a mano, como
llevaba haciéndolo desde años atrás; y que este mundo parece solo para
listillos y listorros, y ya está bien hombre. ¿Por qué una pobre mujer ha de
aprender informática como si le fuera la vida en ello? Si no sabe de eso ¿ya no
existe tampoco, se convierte en un monstruito?
Y aquí entro yo a reflexionar, que es lo mío. Una de las
imágenes más humildes y bellas de la Semana Santa de Cartagena, se llama La Soledad de los Pobres (de González
Moreno). Sale Sábado Santo, y es humilde y con las manos juntas, como desolada.
Pega aquí sobremanera. A los pobres no se les da ni agua gratis, a no ser por Cáritas. Fíjense en esto: si ahora un
colegio dijera a los padres que las notas de los hijos las recibirán telemáticamente,
y no por el boletín de notas; fíjense, si el Corte Inglés te dijera cuando
pagas que recibirás el tique telemáticamente;
fíjate si la tienda de tomates nos ofreciera los precios y el tique también por ordenador. Y suma y
sigue. Más de una tienda acabaría cerrando por pasarse de lista. Y aquí viene
lo grave: ¿eso se hace para ahorrar trabajadores en Hacienda? Pues deberíamos saber cuántos se van a ir a la
calle, ya que ahora no tiene nadie de allí que copiar de mano a ordenador, ni
tiene que guardar papeles, ni clasificar, ni tener armarios, porque se acabó ya
el papel. Y otra consideración: ¿estos modos de obrar son de prepotencia, de
quieras o no quieras, y atente a las consecuencias? Y más grave todavía: las
Fundaciones sin ánimo de lucro están exentas de presentar cuentas a Hacienda.
Lo hacen al Protectorado correspondiente en Madrid. Merecen otro trato. La
prepotencia es terrible, cuando el de abajo se la tiene que tragar sin remedio.
Cabe el derecho al pataleo, sí, pero ellos saben que ya se nos pasará, como la
gripe. Lo digo con educación, porque la impresión es que los de arriba se
olvidan pronto del pueblo de abajo. Y encima nos quieren vender la electrónica
en pantalla, como si ya no supiéramos vivir sin ella, como si ésta nos hubiera
parido. Mas bien, este parto de los montes se debe a intereses de oligarquías,
que venden y empujan desde la escuela el producto, como si los nenes no
tuvieran otra cosa ya que aprender, ni usar otros juguetes que no sea un móvil
de última generación. Con razón hasta cenando comen ya con la cuchara en una
mano y el móvil en la otra.
¡Ah! Y otra reflexión de
propina. Este obligarnos me trae a las mientes otra razón de perogrullo: si
quien se va a aprovechar es obviamente Hacienda, justo será que no pague el consumidor
los gastos que eso conlleva (si te lo hace la empresa fiscal, o el amigo por lo
barato). Hace pocos años, una de las Hidroeléctricas que nos machacan en
precios ordenó que cambiáramos ese aparatito de la potencia de la luz que está
en la entrada de la casa. Bien, sería necesario; vale. Lo hicimos, pero al
mismo tiempo, se nos obligó a que pusiéramos un candado en su defensa, para que
no pudiera nadie robar a las Eléctricas. Pagamos nueve euros por candado. Todavía estamos
esperando a que lo pongan. Me pregunté mil veces, como tonto del pueblo: si esto
es para que no les roben, el candado lo deberían pagar ellos, digo yo. Es su
seguridad, no la mía. Pero ni por esas. Hay listillos, y habemos tontos. Pero tú solidario aprende con quien te la juegas,
porque los estás viendo. De tontos, nada.
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