lunes, 24 de febrero de 2014

De la Hacienda pública

                              HACIENDA TELEMÁTICA


                                                                        Francisco HENARES OFS
                                                                        Instituto Teológico de Murcia OFM

Hoy no escribo de buen humor. Diré la causa y el por qué. La Fundación Clara Henares. Jóvenes Solidarios Sureste, que yo fundé y presido, todos los años en enero envía a Hacienda el informe sobre los donativos que la buena gente ha dado para el Premio de Clara. Como no son sumas del otro mundo, caben en tres páginas del modelo 182. Llevamos años entregando todo a Hacienda a mano y en mayúsculas muy hermosas. Llego este año y me dice Hacienda que ya no se recibirá nada en papel, ni a mano, sino telemáticamente, y con firma electrónica. Lógicamente, he pillado un cabreo de narices. Al pobre chico que me atendía, (muy correcto, es verdad) le he  soltado que él no tiene culpa, pero que esto era un abuso de poder contra la gente sencilla que no tiene por qué  saber de ordenador, y encima con exigencias. Le he espetado también que la Fundación nos ha costado crearla  30.000 euros, y que encima es sin ánimo de lucro, y encima es una Fundación pobre; y que parece mentira que una ONG que todo lo da gratis, no tenga ni esa conmiseración de presentar a mano, como llevaba haciéndolo desde años atrás; y que este mundo parece solo para listillos y listorros, y ya está bien hombre. ¿Por qué una pobre mujer ha de aprender informática como si le fuera la vida en ello? Si no sabe de eso ¿ya no existe tampoco, se convierte en un monstruito?                                                                     
Y aquí entro yo a reflexionar, que es lo mío. Una de las imágenes más humildes y bellas de la Semana Santa de Cartagena, se llama La Soledad de los Pobres (de González Moreno). Sale Sábado Santo, y es humilde y con las manos juntas, como desolada. Pega aquí sobremanera. A los pobres no se les da ni agua gratis, a no ser por Cáritas. Fíjense en esto: si ahora un colegio dijera a los padres que las notas de los hijos las recibirán telemáticamente, y no por el boletín de notas; fíjense, si el Corte Inglés te dijera cuando pagas que recibirás el tique telemáticamente; fíjate si la tienda de tomates nos ofreciera los precios y el tique también por ordenador. Y suma y sigue. Más de una tienda acabaría cerrando por pasarse de lista. Y aquí viene lo grave: ¿eso se hace para ahorrar trabajadores en Hacienda? Pues  deberíamos saber cuántos se van a ir a la calle, ya que ahora no tiene nadie de allí que copiar de mano a ordenador, ni tiene que guardar papeles, ni clasificar, ni tener armarios, porque se acabó ya el papel. Y otra consideración: ¿estos modos de obrar son de prepotencia, de quieras o no quieras, y atente a las consecuencias? Y más grave todavía: las Fundaciones sin ánimo de lucro están exentas de presentar cuentas a Hacienda. Lo hacen al Protectorado correspondiente en Madrid. Merecen otro trato. La prepotencia es terrible, cuando el de abajo se la tiene que tragar sin remedio. Cabe el derecho al pataleo, sí, pero ellos saben que ya se nos pasará, como la gripe. Lo digo con educación, porque la impresión es que los de arriba se olvidan pronto del pueblo de abajo. Y encima nos quieren vender la electrónica en pantalla, como si ya no supiéramos vivir sin ella, como si ésta nos hubiera parido. Mas bien, este parto de los montes se debe a intereses de oligarquías, que venden y empujan desde la escuela el producto, como si los nenes no tuvieran otra cosa ya que aprender, ni usar otros juguetes que no sea un móvil de última generación. Con razón hasta cenando comen ya con la cuchara en una mano y el móvil en la otra.
¡Ah! Y  otra reflexión de propina. Este obligarnos me trae a las mientes otra razón de perogrullo: si quien se va a aprovechar es obviamente Hacienda, justo será que no pague el consumidor los gastos que eso conlleva (si te lo hace la empresa fiscal, o el amigo por lo barato). Hace pocos años, una de las Hidroeléctricas que nos machacan en precios ordenó que cambiáramos ese aparatito de la potencia de la luz que está en la entrada de la casa. Bien, sería necesario; vale. Lo hicimos, pero al mismo tiempo, se nos obligó a que pusiéramos un candado en su defensa, para que no pudiera nadie robar a las Eléctricas. Pagamos  nueve euros por candado. Todavía estamos esperando a que lo pongan. Me pregunté mil veces, como tonto del pueblo: si esto es para que no les roben, el candado lo deberían pagar ellos, digo yo. Es su seguridad, no la mía. Pero ni por esas. Hay listillos, y habemos tontos. Pero tú solidario aprende con quien te la juegas, porque los estás viendo. De tontos, nada.


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