domingo, 29 de diciembre de 2013

Franciscanismo. Obediencia

                                LA OBEDIENCIA SEGÚN SAN FRANCISCO

Con ocasión de la Asamblea de Guardianes de la futura Provincia de la Inmaculada en España, que se celebró del 26 al 28 de diciembre de 2013 en Madrid, me atrevo a ofreceros estas reflexiones sobre la obediencia en San Francisco y que están recogidas en el Texto: «Debo dejar a Dios por Dios». Biografía teológica de la Madre Paula Gil Cano (Murcia 2013). La ofreceré en tres entregas.



                                                                     I
1.- San Francisco, fiel seguidor de Jesús, la obediencia es al Señor. Así lo hace cuando camina hacia Espoleto, o le habla el Crucifijo de San Damián, o escucha el Evangelio de la misión[1]. Es lo primero que dictamina para los hermanos, porque vivir es obedecer[2], como hace el Hijo de Dios sobre la tierra: «Considera, oh hombre, en cuán grande excelencia te ha puesto el Señor Dios, porque te creó y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo, y a su semejanza según el espíritu. Y todas las criaturas, que hay bajo el cielo, de por sí, sirven, conocen y obedecen a su Creador mejor que tú […] Bienaventurado el siervo que no se tiene por mejor, cuando es engrandecido y exaltado por los hombres, como cuando es tenido por vil, simple y despreciado, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más»[3]. Y siguiendo la estela paulina, la obediencia de Jesús al Padre es lo que hace desaparecer el pecado para una humanidad transida por la desobediencia de Adán: «Pero cualesquiera de los frailes que no quisieren observar estas cosas, no los tengo como católicos ni frailes míos; tampoco quiero verlos ni hablarles, hasta que hicieren penitencia. También digo esto de todos los otros que van vagando, pospuesta la disciplina de la Regla; ya que nuestro Señor Jesucristo dio su vida, para no perder la obediencia de su santísimo Padre»[4].
            La obediencia a Dios en Cristo Jesús se practica en la comunidad cristiana: «Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[5]. Y se hace presente el Señor en la Iglesia por medio de de la Palabra y la Eucaristía: «Así también ahora todos los que ven el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por mano del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu y la divinidad, que sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, se condenaron, testificándolo el Altísimo mismo, que dice: Este es mi cuerpo y mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos; y: quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna. De donde el espíritu de Señor, que habita en sus fieles, es el que recibe el santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros que no participan del mismo espíritu y presumen recibirlo, se comen y beben la condenación. De donde: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de pesado corazón? ¿Por qué no conocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios? Ved que diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al útero de la Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del seno del Padre sobre el altar en las manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, de la misma manera también ahora se muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos con la visión de su carne sólo veían su carne (de Jesús), pero creían que él era Dios, contemplándolo con ojos espirituales, así también nosotros, viendo el pan y el vino con los ojos corporales, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre viva y verdadera. Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[6].
Si esto es así, no es extraño que extreme la obediencia al Papa y a los sacerdotes, sea cual fuere su condición moral: «Después el Señor me dio y da tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia Romana, a causa de su Orden, que, si me hicieran persecución, quiero recurrir a los mismos. Y si tuviese tanta sabiduría, cuanta Salomón tuvo, y hallase a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que habitan, no quiero predicar allende su voluntad. Y a estos y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque distingo en ellos al Hijo de Dios, y son mis señores. Y lo hago por esto: porque nada veo corporalmente en este siglo el mismo altísimo Hijo de Dios, sino el santísimo Cuerpo y su santísima Sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros»[7].
            Obediencia al Señor y a la Iglesia que es donde se le ofrece en Cristo Jesús y también a todas las criaturas, porque son un vestigio de Él, dependen de su providencia: «La santa Obediencia confunde a todas las Voluntades corporales y carnales, y tiene mortificado su cuerpo para obediencia del espíritu y para obediencia de su hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres que hay en el mundo; y no únicamente a solos los hombres, sino también a todas las bestias y fieras, para que puedan hacer de él, todo lo que quisieren, cuanto les fuere dado desde arriba por el Señor»[8].





[1] 2Celano 6: «Una noche, pues, mientras duerme, alguien le habla en visión por vez segunda y se interesa con detalle por saber a dónde intenta encaminarse. Y como él le contara su decisión y que se iba a la Pulla a hacer armas, insistió en preguntarle el de la visión: ¿Quién puede favorecer más, el siervo o el señor? El señor, respondió Francisco. Y el otro: ¿Por qué buscas entonces al siervo en lugar del señor? Replica Francisco: ¿Qué quieres que haga, Señor? Y el Señor a él: Vuélvete a la tierra de tu nacimiento, porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente. Se vuelve sin tardanza, hecho ya ejemplo de obediencia, y, renunciando a la propia voluntad, de Saulo se convierte en Pablo. Es derribado éste en tierra, y los duros azotes engendran palabras acariciadoras; Francisco, empero, cambia las armas carnales en espirituales, y recibe, en vez de la gloria de ser caballero, una investidura divina»; cf. Leyenda Mayor 1,3; Leyenda de los Tres Compañeros, 6; En San Damián: 2Celano 9; Evangelio de la misión: 1Celano 22; Leyenda de los Tres Compañeros 25. Para este tema: cf. Kajetan Esser, Temas espirituales 23-33; José Antonio Guerra, «La Autoridad y obediencia en las dos Reglas Franciscanas», SelFran 406-445; Lázaro Iriarte, La vocación franciscana, 265-293;  Sebastián López, «Obbedienza», DF 1258-1278; Fernando Uribe, La Regla de San Francisco, 270-286; Julio Micó, Vivir el Evangelio, 295-320.
[2] Regla no Bulada 1-4: «¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que fray Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por el señor Papa. Y él se la concedió y confirmó para sí y sus frailes, presentes y futuros. Fray Francisco y todo el que será cabeza de esta Religión, prometa obediencia y reverencia al señor Papa Inocencio y a sus sucesores», cf. Regla Bulada 2.
[3] Admonición 5,1-2; 19,1-2; 2Celano196; Leyenda Mayor 9,1; Leyenda de Perusa 54. cf. Gén 1,26.
[4] Carta a la Orden 44-46; cf. Flp 2,8; Admonición 2,1-4: «Dijo el Señor a Adán: Come de todo árbol, pero del árbol del bien y del mal no comas (Gén 2,16-17). Podía comer de todo árbol del paraíso, porque, mientras no contravino la obediencia, no pecó.  Come, en efecto, del árbol de la ciencia del bien, aquel que se apropia su voluntad y se enaltece de los bienes que el Señor dice y obra en él; y así por la sugestión del diablo y transgresión del mandato, vino a ser manzana de la ciencia del mal».
[5] Admonición  1,22; cf. Mt 28,20.
[6] Admonición 1,9-22; textos citados de la Escritura: Mc 14, 22.24; Jn 6,55; 1Cor 11,29; Sal 4,3; Fil 2,8; Sab 18,15; Mt 28,20.
[7] Testamento 6-11; Regla no Bulada  4; Regla Bulada 1,3; 12,1; 1Celano 22; Leyenda de los Tres Compañeros 57; Leyenda de Perusa 15. Además de la Jerarquía, a  otros responsables de la Iglesia y hasta los mismos cristianos, Regla no Bulada 23,16-22; 2Carta a los Fieles 33-35
[8] Saludo a las virtudes, 14-18; cf. Jn 19,11.

Crónica. Reunión Superiores OFM

Reunión de Superiores Franciscanos

Los superiores franciscanos de las fraternidades de la futura Provincia de la Inmaculada en España se reunieron del 26 al 28 de diciembre en Madrid para tratar la misión que tienen desde la perspectiva de la Orden y de las modernas ciencias antropológicas y sociológicas. Con los Provinciales y animadores sumaron 65 hermanos. La asamblea tuvo lugar en las Residencia de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor.
Después de los saludos pertinentes del Definidor General, Vicente Felipe, y el Delegado del General, Telesforo Zuriarrain, Severino Calderón expuso el  íter de las Jornadas. Él tendría la ponencia marco y los restantes miembros de la Comisión de la Formación Permanente ― Rafael Colomer, José María Roncero y Víctor Alcalde ― la exposición de los tres talleres
Severino Calderón explicó en qué consiste la función de animación de las comunidades: la necesaria dinamización para evitar el anquilosamiento de la vida cristiana y franciscana, dinamización que se debe dar en un tiempo privilegiado como el que se está viviendo, pues una esperanza de cambio abriga en la mayoría de la población en todas las dimensiones de la existencia. Para ello es preciso un proyecto comunitario y personal acorde con el estilo de vida fraterno, cuya fundamentación se da en la experiencia de Dios. Ésta conduce a una expectación en la historia capaz de descubrir los valores colectivos y personales de los hermanos y un apasionamiento por vivir en profundidad.


Los talleres de trabajo, que realizaron los Superiores, divididos en seis grupos,  versaron sobre la vida de la fraternidad donde el guardián tiene la función de animación, coordinación y obligar a cumplir las responsabilidades comunitarias y pastorales. Pero debe hacerlo en diálogo permanente con los hermanos y con una acentuada capacidad de escucha. El segundo taller estudió el necesario conocimiento de los hermanos y la convicción necesaria de que es posible la comunión. Y el tercero trató sobre el contenido de la misión ―por quién apostamos―y cómo crecer en la libertad y la profecía. Antes de cada taller se puso un vídeo en el que se explicaba la realidad a tratar y su posible transformación. Se aprobaron en asamblea unas conclusiones sobre la identidad franciscana, la obediencia caritativa, la creatividad, la desapropiación, los retos de la futura unión, los proyectos de vida comunitarios y personales, los encuentros lúdicos, la necesaria revisión de las misiones, el testimonio como elemento evangelizador y la incorporación de los laicos.
La liturgia estuvo salpicada por villancicos navideños, en medio de un  ambiente muy fraterno y agradable. Al final, Francisco Ángel explicó una ficha para catalogar el Patrimonio de la futura Provincia y Jesús Hernández resumió de una manera original y gráfica el camino andado hasta ahora para la unión y los retos para el futuro inmediato de la nueva Provincia Franciscana.




Cf. Web. Orfebres y centinelas.

Teología. Madre de Dios

                 María, Madre de Dios
                                    


            Los Evangelios narran que María es la madre de Jesús (cf. Mc 3,31par; Mt 1,25; Lc 2,7). Y como madre, su vida se une a la historia de su hijo; con ello se la relaciona en la devoción y creencia de Jesús como Mesías y Salvador. Más tarde, cuando el cristianismo defiende la unión de la naturaleza humana y divina de Jesús en la persona divina del Verbo, María se cree también como Madre de Dios. A este respecto, dice el concilio de Éfeso celebrado en el año 431: «Por eso no dudaron los Santos Padres en llamar madre de Dios a la santa Virgen, no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad tomaran de la santa Virgen el principio de su ser, sino porque de ella se formó aquel sagrado cuerpo animado de un alma racional y al que se unió personalmente el Logos que se dice engendrado según la carne» (DH 281; cf. Concilio de Calcedonia, DH 288).


libros. Cristo en el año litúrgico

                 Brown, Raymond E.,
                 Cristo en los evangelios del año litúrgico
            Sal Terrae, Santander 2010, 552 pp.





                        Por Álvaro M. Garre Garre                                




Esta edición conmemorativa del décimo aniversario del exegeta católico estadounidense Raymond E. Brown reúne en un solo volumen la serie de seis ensayos (publicados a lo largo de veintes años: 1978-1998) sobre la predicación de la Sagrada Escritura siguiendo el año litúrgico, completada con tres estudios introductorios. Raymond Edward Brown (1928-1998) fue profesor de ciencias bíblicas en el Union Theological Seminary de la ciudad de Nueva York. Autor de más de cuarenta libros sobre la Biblia y presidente de tres de las sociedades bíblicas más importantes del mundo. Fue nombrado miembro de la Pontificia Comisión Bíblica tanto por Pablo VI (en 1972) como por Juan Pablo II (en 1996).
El libro consta de treinta y seis capítulos agrupados en dos partes. La primera parte se compone de tres capítulos. Se trata de tres estudios introductorios: el primero sobre el método hermenéutico del Padre Brown; el segundo sobre la predicación en el año litúrgico; y el tercero se titula “Recursos para el ministerio de la homilía durante el año litúrgico”. La segunda parte se divide en treinta y tres capítulos organizados en torno a los seis estudios del padre Brown sobre la figura de Cristo en el año litúrgico. Así, tras el cap. introductorio 4, en el que el autor explica su enfoque general, el resto de ensayos están dispuestos según el orden del año litúrgico, desde Adviento hasta Pentecostés, pasando por el tiempo ordinario. Cada sección de ensayos comienza con un capítulo introductorio.
Ronald D. Witherup analiza en el cap. 1 el método hermenéutico de Brown bajo tres aspectos: contexto; perspectiva de la fe y servicio a la Iglesia; el método histórico-crítico y su aplicación. Brown insiste en la necesidad de prestar atención al contexto para hacer notar el carácter único de cada evangelio y evitar, así, la tendencia a mezclarlos. El exegeta sulpiciano siempre promovió una dimensión de fe en sus interpretaciones, a través de una lectura atenta del mensaje religioso de cada texto. Como reza el título de una reciente obra de Ignacio Carbajosa: “de la fe nace la exégesis”. Entendió su misión de exegeta como un servicio a la Iglesia. Por lo que se refiere a la crítica histórica se mostró ante todo como crítico de la redacción, concentrando su interés interpretativo principalmente en el texto bíblico tal como existe en el canon o, en algunos casos, como se presenta en el leccionario. En el cap. 2 John R. Donahue propone, en deuda con el legado de Brown, algunas reflexiones sobre la tarea del homileta de adaptar la predicación al contexto litúrgico junto con algunas sugerencias prácticas. Y en el cap. 3 Lino E. Díez Valladares presenta una breve y selecta bibliografía y webgrafía, que puede ser muy útil para preparar adecuadamente la homilía.
La segunda parte del libro (capítulos 4-36) está constituida por las reflexiones de Brown sobre las lecturas litúrgicas del Nuevo Testamento para los diferentes tiempos litúrgicos siguiendo su orden lógico, empezando con el Adviento. En el cap. 4 orienta al lector sobre el sentido global de la obra, presentando –sobre la base de la Instrucción sobre la verdad histórica de los evangelios, publicada en 1964 por la Pontificia Comisión Bíblica- los tres estadios de la formación de los evangelios: el ministerio público de Jesús, la predicación de Jesús y la composición de los evangelios por parte de los evangelistas. Con ello muestra que la exégesis no está en contra de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la historicidad de los evangelios, siempre y cuando no se entienda lo “histórico” en sentido literal fuerte.
Los capítulos 5-10 están dedicados al tiempo litúrgico de Adviento. Se trata de una serie de ensayos sobre los relatos evangélicos anteriores al nacimiento de Jesús. En el cap. 5 se explica el origen y finalidad de los relatos de la infancia. A pesar de la limitación del conocimiento respecto de su grado de historicidad y de las fuentes, Brown se centra en el mensaje religioso en el que ambos coinciden: “Aquel cuya venida esperamos en Adviento es Hijo de David e Hijo de Dios” (78). En los capítulos 6-10 estudia el primer capítulo de Mateo y de Lucas sobre el relato de la concepción de Jesús, acompañada de la revelación de su identidad. A diferencia de Mateo, que en su genealogía pone a Jesús en la cumbre de las esperanzas mesiánicas, que en Israel hunden sus raíces en Abrahán (Jesús, hijo de Abrahán), Lucas ve en Jesús al salvador de la humanidad entera remontándose en su tabla genealógica, más allá de Abrahán, hasta Adán (“Jesús, hijo de Adán, hijo de Dios”). Los ensayos que siguen (capítulos 11-15) giran en torno a los tres relatos bíblicos de Navidad del segundo capítulo de Mateo y de Lucas. Estos estudios se centran en tres cuestiones de la teología de los relatos de la infancia: ¿por qué Mateo y Lucas los incluyeron en sus evangelios?; ¿cómo concuerda cada uno con la teología propia de cada evangelista?; ¿cómo transmiten, en la medida que son verdadera y literalmente “evangelio”, la buena nueva de la salvación? (141). La respuesta reside en la significación cristológica que ellos vieron en la concepción y el nacimiento de Jesús: el momento en que Dios reveló quién era Jesús. Y, así, el relato de la concepción de Jesús es evangelio. De ahí el título dado a esta sección: “Un Cristo adulto en Navidad”.
A continuación encontramos una serie de ensayos (capítulos 16-21) dedicados a los relatos evangélicos de la pasión. Tras ofrecer en el capítulo 16 unas observaciones generales sobre estos relatos (entre otras, el significado que Jesús dio a su propia muerte), en los capítulos siguientes de esta sección (17-21), el autor se concentra deliberadamente en la perspectiva específica sobre la pasión –definida desde Getsemaní hasta el sepulcro- ofrecida por cada evangelista, y no en la fuente de la que tomó sus ideas, siguiendo una secuencia cronológica en la que Marcos ocupa el primer lugar. La sección siguiente (capítulos 22-26) se ocupa del tiempo de Pascua. Aquí no le interesa la cuestión de la resurrección desde el punto de vista de la crítica histórica, sino ver cómo el tratamiento de la resurrección en un evangelio concreto se enmarca dentro de la teología y la estructura de ese evangelio. En esta parte del libro, por tanto, se estudian todos los pasajes que tratan de la resurrección, es decir, los relatos tanto de las visitas al sepulcro vacío como de las apariciones de Jesús. En cada capítulo explica las peculiaridades sobre lo que ha incluido; así por ej., el añadido a Marcos (16, 9-20), o el complemento a Lucas de Hch 1, 1-12. Dedica los dos últimos capítulos (25-26) a cada uno de los capítulos joánicos sobre el relato de la resurrección. La siguiente sección (capítulos 27-32) está dedicada al tiempo de Pascua que conduce hasta Pentecostés. En estas páginas reflexiona sobre el relato de los Hechos y, en menor medida, señala la complementariedad de las lecturas joánicas. En cualquier caso, puede afirmarse que, si bien ambos autores creen que la vida cristiana es manifestación del Espíritu, el autor de Hechos muestra la obra del Espíritu en el curso externo de la historia, mientras que el autor de Juan la refiere a la existencia interior del discípulo.
La sección final (capítulos 33-36) aborda el estudio de Cristo en los evangelios dominicales del tiempo ordinario, dedicando un capítulo a cada uno de los cuatro evangelios y su perspectiva única sobre Jesús. De cada evangelio ofrece unas observaciones introductorias (datación, autoría, destinatarios, historia de la composición, rasgos estilísticos y estructura) y una “guía para el uso semi-continuo” de cada evangelio en el leccionario. En Mateo Jesús es el Mesías e Hijo de David. El Sermón de la montaña es el verdadero capolavoro de Mateo, que nos da una imagen de Jesús como legislador y maestro de la nueva alianza, mayor que Moisés, porque estaba destinado a llevar a todos, judíos y gentiles por igual, hasta Dios. Hijo de Dios (bautismo y transfiguración) y Mesías (confesión de Pedro) son dos títulos que en Marcos revelan la identidad de Jesús, pero el Jesús marcano es, ante todo, el Hijo del Hombre sufriente (478-479). Por otro lado, la finalidad del Evangelio de Juan es mostrar a sus destinatarios, los judíos, la divinidad de Jesús –negada por ellos-. El Jesús joánico es el revelador del Padre.
Como podemos ver, la exégesis de Brown es a la vez científica y creyente. Por consiguiente, su hermenéutica bíblica es muy recomendable, especialmente, para homiletas; pero, también, para los estudiosos de la relación entre exégesis y teología desde la perspectiva teológica-fundamental y, en general, para todos aquellos que deseen familiarizarse con los evangelios y con el libro de los Hechos, tal como son leídos en el contexto de un nuevo año litúrgico. Incluye un apéndice con una tabla revisada sobre el conjunto del año litúrgico y dos útiles índices, uno de citas bíblicas y otro analítico. El volumen está muy bien editado. Felicitamos cordialmente al editor.



Evangelio. 1 de enero

                       1 DE ENERO

                       MARÍA, MADRE DE DIOS



     

Del Evangelio según San Lucas 2,16-21

            En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
            Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


            1.- Dios anuncia el nacimiento de Jesús a unos pastores por medio de un ángel; una multitud del ejército celestial alaba a Dios diciendo: «¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres que él ama!» (Lc 2,13-14). Después de la fiesta celestial comienza la terrena, mucho más sencilla y humilde; los protagonistas son los pastores y el panorama que se encuentran en Belén es de pobreza. El marco elegido por Dios para hacerse presente es el de la mayoría de la gente; así se puede hacer entender. Pero recibir a Dios por la fe y la vida de Jesús supone un caminar lento y pausado, el que recorre María cuidando a Jesús y siguiéndole en su ministerio por Palestina. Antes circuncidan al niño, según prescribe la Ley (Lev 12,3), para que forme parte de Israel, el pueblo elegido por Dios, y reciba los favores de la Alianza divina. María y José le ponen el nombre de Jesús, como lo había anunciado el ángel Gabriel (Lc 1,31); es la forma griega del hebreo Josué, que significa «Yahvé salva».

            2.- La acción de Dios sobre María, que la «favorece» con el don de su Hijo (Lc 1,1.28), tiene una acogida plena y una respuesta intrépida por su parte. Antes el hombre cuidaba la vida cultivando la tierra y ganado, y la mujer se responsabilizaba de la casa y la familia; ahora son los dos los que asumen la tarea de la familia y el desarrollo social. Por eso debemos contemplar a María junto a José, el anuncio de Mateo (1,18-25) junto al de Lucas (1,26-38) para cuidar y llevar a la madurez la vida que Dios regala en los días del año que se inicia, en los hijos que traen a la existencia y en la tierra que administran (cf. Gén 2,15).

            3.-  El Señor es la fuente de los beneficios. Al comenzar el año, el cristiano dirige su mirada a Él para que esté presente a lo largo de este tiempo en su vida y redunde en toda clase de beneficios: la salud, la relación de amor, las responsabilidades sociales y que su rostro se muestre cada vez más diáfano y amoroso en el corazón y en la mente de todos. La presencia beneficiosa divina la experimentó María en el anuncio del ángel Gabriel (cf. Lc 1,26-38). El Señor le envió a su Hijo para que fuera la Palabra eficaz de salvación, mostrando el camino del encuentro con el Señor como Padre, y de los demás como hermanos. Así se forma la gran familia de Dios con todos los hombres. Creamos y obremos para que seamos un poco más hermanos. FELIZ 2014.