domingo, 29 de diciembre de 2013

Franciscanismo. Obediencia

                                LA OBEDIENCIA SEGÚN SAN FRANCISCO

Con ocasión de la Asamblea de Guardianes de la futura Provincia de la Inmaculada en España, que se celebró del 26 al 28 de diciembre de 2013 en Madrid, me atrevo a ofreceros estas reflexiones sobre la obediencia en San Francisco y que están recogidas en el Texto: «Debo dejar a Dios por Dios». Biografía teológica de la Madre Paula Gil Cano (Murcia 2013). La ofreceré en tres entregas.



                                                                     I
1.- San Francisco, fiel seguidor de Jesús, la obediencia es al Señor. Así lo hace cuando camina hacia Espoleto, o le habla el Crucifijo de San Damián, o escucha el Evangelio de la misión[1]. Es lo primero que dictamina para los hermanos, porque vivir es obedecer[2], como hace el Hijo de Dios sobre la tierra: «Considera, oh hombre, en cuán grande excelencia te ha puesto el Señor Dios, porque te creó y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo, y a su semejanza según el espíritu. Y todas las criaturas, que hay bajo el cielo, de por sí, sirven, conocen y obedecen a su Creador mejor que tú […] Bienaventurado el siervo que no se tiene por mejor, cuando es engrandecido y exaltado por los hombres, como cuando es tenido por vil, simple y despreciado, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más»[3]. Y siguiendo la estela paulina, la obediencia de Jesús al Padre es lo que hace desaparecer el pecado para una humanidad transida por la desobediencia de Adán: «Pero cualesquiera de los frailes que no quisieren observar estas cosas, no los tengo como católicos ni frailes míos; tampoco quiero verlos ni hablarles, hasta que hicieren penitencia. También digo esto de todos los otros que van vagando, pospuesta la disciplina de la Regla; ya que nuestro Señor Jesucristo dio su vida, para no perder la obediencia de su santísimo Padre»[4].
            La obediencia a Dios en Cristo Jesús se practica en la comunidad cristiana: «Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[5]. Y se hace presente el Señor en la Iglesia por medio de de la Palabra y la Eucaristía: «Así también ahora todos los que ven el sacramento, que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por mano del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven y creen, según el espíritu y la divinidad, que sea verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, se condenaron, testificándolo el Altísimo mismo, que dice: Este es mi cuerpo y mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos; y: quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna. De donde el espíritu de Señor, que habita en sus fieles, es el que recibe el santísimo cuerpo y sangre del Señor. Todos los otros que no participan del mismo espíritu y presumen recibirlo, se comen y beben la condenación. De donde: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de pesado corazón? ¿Por qué no conocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios? Ved que diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al útero de la Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del seno del Padre sobre el altar en las manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, de la misma manera también ahora se muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos con la visión de su carne sólo veían su carne (de Jesús), pero creían que él era Dios, contemplándolo con ojos espirituales, así también nosotros, viendo el pan y el vino con los ojos corporales, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre viva y verdadera. Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo»[6].
Si esto es así, no es extraño que extreme la obediencia al Papa y a los sacerdotes, sea cual fuere su condición moral: «Después el Señor me dio y da tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia Romana, a causa de su Orden, que, si me hicieran persecución, quiero recurrir a los mismos. Y si tuviese tanta sabiduría, cuanta Salomón tuvo, y hallase a los pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que habitan, no quiero predicar allende su voluntad. Y a estos y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque distingo en ellos al Hijo de Dios, y son mis señores. Y lo hago por esto: porque nada veo corporalmente en este siglo el mismo altísimo Hijo de Dios, sino el santísimo Cuerpo y su santísima Sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros»[7].
            Obediencia al Señor y a la Iglesia que es donde se le ofrece en Cristo Jesús y también a todas las criaturas, porque son un vestigio de Él, dependen de su providencia: «La santa Obediencia confunde a todas las Voluntades corporales y carnales, y tiene mortificado su cuerpo para obediencia del espíritu y para obediencia de su hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres que hay en el mundo; y no únicamente a solos los hombres, sino también a todas las bestias y fieras, para que puedan hacer de él, todo lo que quisieren, cuanto les fuere dado desde arriba por el Señor»[8].





[1] 2Celano 6: «Una noche, pues, mientras duerme, alguien le habla en visión por vez segunda y se interesa con detalle por saber a dónde intenta encaminarse. Y como él le contara su decisión y que se iba a la Pulla a hacer armas, insistió en preguntarle el de la visión: ¿Quién puede favorecer más, el siervo o el señor? El señor, respondió Francisco. Y el otro: ¿Por qué buscas entonces al siervo en lugar del señor? Replica Francisco: ¿Qué quieres que haga, Señor? Y el Señor a él: Vuélvete a la tierra de tu nacimiento, porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente. Se vuelve sin tardanza, hecho ya ejemplo de obediencia, y, renunciando a la propia voluntad, de Saulo se convierte en Pablo. Es derribado éste en tierra, y los duros azotes engendran palabras acariciadoras; Francisco, empero, cambia las armas carnales en espirituales, y recibe, en vez de la gloria de ser caballero, una investidura divina»; cf. Leyenda Mayor 1,3; Leyenda de los Tres Compañeros, 6; En San Damián: 2Celano 9; Evangelio de la misión: 1Celano 22; Leyenda de los Tres Compañeros 25. Para este tema: cf. Kajetan Esser, Temas espirituales 23-33; José Antonio Guerra, «La Autoridad y obediencia en las dos Reglas Franciscanas», SelFran 406-445; Lázaro Iriarte, La vocación franciscana, 265-293;  Sebastián López, «Obbedienza», DF 1258-1278; Fernando Uribe, La Regla de San Francisco, 270-286; Julio Micó, Vivir el Evangelio, 295-320.
[2] Regla no Bulada 1-4: «¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que fray Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por el señor Papa. Y él se la concedió y confirmó para sí y sus frailes, presentes y futuros. Fray Francisco y todo el que será cabeza de esta Religión, prometa obediencia y reverencia al señor Papa Inocencio y a sus sucesores», cf. Regla Bulada 2.
[3] Admonición 5,1-2; 19,1-2; 2Celano196; Leyenda Mayor 9,1; Leyenda de Perusa 54. cf. Gén 1,26.
[4] Carta a la Orden 44-46; cf. Flp 2,8; Admonición 2,1-4: «Dijo el Señor a Adán: Come de todo árbol, pero del árbol del bien y del mal no comas (Gén 2,16-17). Podía comer de todo árbol del paraíso, porque, mientras no contravino la obediencia, no pecó.  Come, en efecto, del árbol de la ciencia del bien, aquel que se apropia su voluntad y se enaltece de los bienes que el Señor dice y obra en él; y así por la sugestión del diablo y transgresión del mandato, vino a ser manzana de la ciencia del mal».
[5] Admonición  1,22; cf. Mt 28,20.
[6] Admonición 1,9-22; textos citados de la Escritura: Mc 14, 22.24; Jn 6,55; 1Cor 11,29; Sal 4,3; Fil 2,8; Sab 18,15; Mt 28,20.
[7] Testamento 6-11; Regla no Bulada  4; Regla Bulada 1,3; 12,1; 1Celano 22; Leyenda de los Tres Compañeros 57; Leyenda de Perusa 15. Además de la Jerarquía, a  otros responsables de la Iglesia y hasta los mismos cristianos, Regla no Bulada 23,16-22; 2Carta a los Fieles 33-35
[8] Saludo a las virtudes, 14-18; cf. Jn 19,11.

Crónica. Reunión Superiores OFM

Reunión de Superiores Franciscanos

Los superiores franciscanos de las fraternidades de la futura Provincia de la Inmaculada en España se reunieron del 26 al 28 de diciembre en Madrid para tratar la misión que tienen desde la perspectiva de la Orden y de las modernas ciencias antropológicas y sociológicas. Con los Provinciales y animadores sumaron 65 hermanos. La asamblea tuvo lugar en las Residencia de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor.
Después de los saludos pertinentes del Definidor General, Vicente Felipe, y el Delegado del General, Telesforo Zuriarrain, Severino Calderón expuso el  íter de las Jornadas. Él tendría la ponencia marco y los restantes miembros de la Comisión de la Formación Permanente ― Rafael Colomer, José María Roncero y Víctor Alcalde ― la exposición de los tres talleres
Severino Calderón explicó en qué consiste la función de animación de las comunidades: la necesaria dinamización para evitar el anquilosamiento de la vida cristiana y franciscana, dinamización que se debe dar en un tiempo privilegiado como el que se está viviendo, pues una esperanza de cambio abriga en la mayoría de la población en todas las dimensiones de la existencia. Para ello es preciso un proyecto comunitario y personal acorde con el estilo de vida fraterno, cuya fundamentación se da en la experiencia de Dios. Ésta conduce a una expectación en la historia capaz de descubrir los valores colectivos y personales de los hermanos y un apasionamiento por vivir en profundidad.


Los talleres de trabajo, que realizaron los Superiores, divididos en seis grupos,  versaron sobre la vida de la fraternidad donde el guardián tiene la función de animación, coordinación y obligar a cumplir las responsabilidades comunitarias y pastorales. Pero debe hacerlo en diálogo permanente con los hermanos y con una acentuada capacidad de escucha. El segundo taller estudió el necesario conocimiento de los hermanos y la convicción necesaria de que es posible la comunión. Y el tercero trató sobre el contenido de la misión ―por quién apostamos―y cómo crecer en la libertad y la profecía. Antes de cada taller se puso un vídeo en el que se explicaba la realidad a tratar y su posible transformación. Se aprobaron en asamblea unas conclusiones sobre la identidad franciscana, la obediencia caritativa, la creatividad, la desapropiación, los retos de la futura unión, los proyectos de vida comunitarios y personales, los encuentros lúdicos, la necesaria revisión de las misiones, el testimonio como elemento evangelizador y la incorporación de los laicos.
La liturgia estuvo salpicada por villancicos navideños, en medio de un  ambiente muy fraterno y agradable. Al final, Francisco Ángel explicó una ficha para catalogar el Patrimonio de la futura Provincia y Jesús Hernández resumió de una manera original y gráfica el camino andado hasta ahora para la unión y los retos para el futuro inmediato de la nueva Provincia Franciscana.




Cf. Web. Orfebres y centinelas.

Teología. Madre de Dios

                 María, Madre de Dios
                                    


            Los Evangelios narran que María es la madre de Jesús (cf. Mc 3,31par; Mt 1,25; Lc 2,7). Y como madre, su vida se une a la historia de su hijo; con ello se la relaciona en la devoción y creencia de Jesús como Mesías y Salvador. Más tarde, cuando el cristianismo defiende la unión de la naturaleza humana y divina de Jesús en la persona divina del Verbo, María se cree también como Madre de Dios. A este respecto, dice el concilio de Éfeso celebrado en el año 431: «Por eso no dudaron los Santos Padres en llamar madre de Dios a la santa Virgen, no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad tomaran de la santa Virgen el principio de su ser, sino porque de ella se formó aquel sagrado cuerpo animado de un alma racional y al que se unió personalmente el Logos que se dice engendrado según la carne» (DH 281; cf. Concilio de Calcedonia, DH 288).


libros. Cristo en el año litúrgico

                 Brown, Raymond E.,
                 Cristo en los evangelios del año litúrgico
            Sal Terrae, Santander 2010, 552 pp.





                        Por Álvaro M. Garre Garre                                




Esta edición conmemorativa del décimo aniversario del exegeta católico estadounidense Raymond E. Brown reúne en un solo volumen la serie de seis ensayos (publicados a lo largo de veintes años: 1978-1998) sobre la predicación de la Sagrada Escritura siguiendo el año litúrgico, completada con tres estudios introductorios. Raymond Edward Brown (1928-1998) fue profesor de ciencias bíblicas en el Union Theological Seminary de la ciudad de Nueva York. Autor de más de cuarenta libros sobre la Biblia y presidente de tres de las sociedades bíblicas más importantes del mundo. Fue nombrado miembro de la Pontificia Comisión Bíblica tanto por Pablo VI (en 1972) como por Juan Pablo II (en 1996).
El libro consta de treinta y seis capítulos agrupados en dos partes. La primera parte se compone de tres capítulos. Se trata de tres estudios introductorios: el primero sobre el método hermenéutico del Padre Brown; el segundo sobre la predicación en el año litúrgico; y el tercero se titula “Recursos para el ministerio de la homilía durante el año litúrgico”. La segunda parte se divide en treinta y tres capítulos organizados en torno a los seis estudios del padre Brown sobre la figura de Cristo en el año litúrgico. Así, tras el cap. introductorio 4, en el que el autor explica su enfoque general, el resto de ensayos están dispuestos según el orden del año litúrgico, desde Adviento hasta Pentecostés, pasando por el tiempo ordinario. Cada sección de ensayos comienza con un capítulo introductorio.
Ronald D. Witherup analiza en el cap. 1 el método hermenéutico de Brown bajo tres aspectos: contexto; perspectiva de la fe y servicio a la Iglesia; el método histórico-crítico y su aplicación. Brown insiste en la necesidad de prestar atención al contexto para hacer notar el carácter único de cada evangelio y evitar, así, la tendencia a mezclarlos. El exegeta sulpiciano siempre promovió una dimensión de fe en sus interpretaciones, a través de una lectura atenta del mensaje religioso de cada texto. Como reza el título de una reciente obra de Ignacio Carbajosa: “de la fe nace la exégesis”. Entendió su misión de exegeta como un servicio a la Iglesia. Por lo que se refiere a la crítica histórica se mostró ante todo como crítico de la redacción, concentrando su interés interpretativo principalmente en el texto bíblico tal como existe en el canon o, en algunos casos, como se presenta en el leccionario. En el cap. 2 John R. Donahue propone, en deuda con el legado de Brown, algunas reflexiones sobre la tarea del homileta de adaptar la predicación al contexto litúrgico junto con algunas sugerencias prácticas. Y en el cap. 3 Lino E. Díez Valladares presenta una breve y selecta bibliografía y webgrafía, que puede ser muy útil para preparar adecuadamente la homilía.
La segunda parte del libro (capítulos 4-36) está constituida por las reflexiones de Brown sobre las lecturas litúrgicas del Nuevo Testamento para los diferentes tiempos litúrgicos siguiendo su orden lógico, empezando con el Adviento. En el cap. 4 orienta al lector sobre el sentido global de la obra, presentando –sobre la base de la Instrucción sobre la verdad histórica de los evangelios, publicada en 1964 por la Pontificia Comisión Bíblica- los tres estadios de la formación de los evangelios: el ministerio público de Jesús, la predicación de Jesús y la composición de los evangelios por parte de los evangelistas. Con ello muestra que la exégesis no está en contra de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la historicidad de los evangelios, siempre y cuando no se entienda lo “histórico” en sentido literal fuerte.
Los capítulos 5-10 están dedicados al tiempo litúrgico de Adviento. Se trata de una serie de ensayos sobre los relatos evangélicos anteriores al nacimiento de Jesús. En el cap. 5 se explica el origen y finalidad de los relatos de la infancia. A pesar de la limitación del conocimiento respecto de su grado de historicidad y de las fuentes, Brown se centra en el mensaje religioso en el que ambos coinciden: “Aquel cuya venida esperamos en Adviento es Hijo de David e Hijo de Dios” (78). En los capítulos 6-10 estudia el primer capítulo de Mateo y de Lucas sobre el relato de la concepción de Jesús, acompañada de la revelación de su identidad. A diferencia de Mateo, que en su genealogía pone a Jesús en la cumbre de las esperanzas mesiánicas, que en Israel hunden sus raíces en Abrahán (Jesús, hijo de Abrahán), Lucas ve en Jesús al salvador de la humanidad entera remontándose en su tabla genealógica, más allá de Abrahán, hasta Adán (“Jesús, hijo de Adán, hijo de Dios”). Los ensayos que siguen (capítulos 11-15) giran en torno a los tres relatos bíblicos de Navidad del segundo capítulo de Mateo y de Lucas. Estos estudios se centran en tres cuestiones de la teología de los relatos de la infancia: ¿por qué Mateo y Lucas los incluyeron en sus evangelios?; ¿cómo concuerda cada uno con la teología propia de cada evangelista?; ¿cómo transmiten, en la medida que son verdadera y literalmente “evangelio”, la buena nueva de la salvación? (141). La respuesta reside en la significación cristológica que ellos vieron en la concepción y el nacimiento de Jesús: el momento en que Dios reveló quién era Jesús. Y, así, el relato de la concepción de Jesús es evangelio. De ahí el título dado a esta sección: “Un Cristo adulto en Navidad”.
A continuación encontramos una serie de ensayos (capítulos 16-21) dedicados a los relatos evangélicos de la pasión. Tras ofrecer en el capítulo 16 unas observaciones generales sobre estos relatos (entre otras, el significado que Jesús dio a su propia muerte), en los capítulos siguientes de esta sección (17-21), el autor se concentra deliberadamente en la perspectiva específica sobre la pasión –definida desde Getsemaní hasta el sepulcro- ofrecida por cada evangelista, y no en la fuente de la que tomó sus ideas, siguiendo una secuencia cronológica en la que Marcos ocupa el primer lugar. La sección siguiente (capítulos 22-26) se ocupa del tiempo de Pascua. Aquí no le interesa la cuestión de la resurrección desde el punto de vista de la crítica histórica, sino ver cómo el tratamiento de la resurrección en un evangelio concreto se enmarca dentro de la teología y la estructura de ese evangelio. En esta parte del libro, por tanto, se estudian todos los pasajes que tratan de la resurrección, es decir, los relatos tanto de las visitas al sepulcro vacío como de las apariciones de Jesús. En cada capítulo explica las peculiaridades sobre lo que ha incluido; así por ej., el añadido a Marcos (16, 9-20), o el complemento a Lucas de Hch 1, 1-12. Dedica los dos últimos capítulos (25-26) a cada uno de los capítulos joánicos sobre el relato de la resurrección. La siguiente sección (capítulos 27-32) está dedicada al tiempo de Pascua que conduce hasta Pentecostés. En estas páginas reflexiona sobre el relato de los Hechos y, en menor medida, señala la complementariedad de las lecturas joánicas. En cualquier caso, puede afirmarse que, si bien ambos autores creen que la vida cristiana es manifestación del Espíritu, el autor de Hechos muestra la obra del Espíritu en el curso externo de la historia, mientras que el autor de Juan la refiere a la existencia interior del discípulo.
La sección final (capítulos 33-36) aborda el estudio de Cristo en los evangelios dominicales del tiempo ordinario, dedicando un capítulo a cada uno de los cuatro evangelios y su perspectiva única sobre Jesús. De cada evangelio ofrece unas observaciones introductorias (datación, autoría, destinatarios, historia de la composición, rasgos estilísticos y estructura) y una “guía para el uso semi-continuo” de cada evangelio en el leccionario. En Mateo Jesús es el Mesías e Hijo de David. El Sermón de la montaña es el verdadero capolavoro de Mateo, que nos da una imagen de Jesús como legislador y maestro de la nueva alianza, mayor que Moisés, porque estaba destinado a llevar a todos, judíos y gentiles por igual, hasta Dios. Hijo de Dios (bautismo y transfiguración) y Mesías (confesión de Pedro) son dos títulos que en Marcos revelan la identidad de Jesús, pero el Jesús marcano es, ante todo, el Hijo del Hombre sufriente (478-479). Por otro lado, la finalidad del Evangelio de Juan es mostrar a sus destinatarios, los judíos, la divinidad de Jesús –negada por ellos-. El Jesús joánico es el revelador del Padre.
Como podemos ver, la exégesis de Brown es a la vez científica y creyente. Por consiguiente, su hermenéutica bíblica es muy recomendable, especialmente, para homiletas; pero, también, para los estudiosos de la relación entre exégesis y teología desde la perspectiva teológica-fundamental y, en general, para todos aquellos que deseen familiarizarse con los evangelios y con el libro de los Hechos, tal como son leídos en el contexto de un nuevo año litúrgico. Incluye un apéndice con una tabla revisada sobre el conjunto del año litúrgico y dos útiles índices, uno de citas bíblicas y otro analítico. El volumen está muy bien editado. Felicitamos cordialmente al editor.



Evangelio. 1 de enero

                       1 DE ENERO

                       MARÍA, MADRE DE DIOS



     

Del Evangelio según San Lucas 2,16-21

            En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
            Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


            1.- Dios anuncia el nacimiento de Jesús a unos pastores por medio de un ángel; una multitud del ejército celestial alaba a Dios diciendo: «¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres que él ama!» (Lc 2,13-14). Después de la fiesta celestial comienza la terrena, mucho más sencilla y humilde; los protagonistas son los pastores y el panorama que se encuentran en Belén es de pobreza. El marco elegido por Dios para hacerse presente es el de la mayoría de la gente; así se puede hacer entender. Pero recibir a Dios por la fe y la vida de Jesús supone un caminar lento y pausado, el que recorre María cuidando a Jesús y siguiéndole en su ministerio por Palestina. Antes circuncidan al niño, según prescribe la Ley (Lev 12,3), para que forme parte de Israel, el pueblo elegido por Dios, y reciba los favores de la Alianza divina. María y José le ponen el nombre de Jesús, como lo había anunciado el ángel Gabriel (Lc 1,31); es la forma griega del hebreo Josué, que significa «Yahvé salva».

            2.- La acción de Dios sobre María, que la «favorece» con el don de su Hijo (Lc 1,1.28), tiene una acogida plena y una respuesta intrépida por su parte. Antes el hombre cuidaba la vida cultivando la tierra y ganado, y la mujer se responsabilizaba de la casa y la familia; ahora son los dos los que asumen la tarea de la familia y el desarrollo social. Por eso debemos contemplar a María junto a José, el anuncio de Mateo (1,18-25) junto al de Lucas (1,26-38) para cuidar y llevar a la madurez la vida que Dios regala en los días del año que se inicia, en los hijos que traen a la existencia y en la tierra que administran (cf. Gén 2,15).

            3.-  El Señor es la fuente de los beneficios. Al comenzar el año, el cristiano dirige su mirada a Él para que esté presente a lo largo de este tiempo en su vida y redunde en toda clase de beneficios: la salud, la relación de amor, las responsabilidades sociales y que su rostro se muestre cada vez más diáfano y amoroso en el corazón y en la mente de todos. La presencia beneficiosa divina la experimentó María en el anuncio del ángel Gabriel (cf. Lc 1,26-38). El Señor le envió a su Hijo para que fuera la Palabra eficaz de salvación, mostrando el camino del encuentro con el Señor como Padre, y de los demás como hermanos. Así se forma la gran familia de Dios con todos los hombres. Creamos y obremos para que seamos un poco más hermanos. FELIZ 2014.





miércoles, 25 de diciembre de 2013

Teología. La familia de Jesús


                       QUÉ LE ENSEÑA JOSÉ Y MARÍA A JESÚS

1.- Jesús, que significa «Yahvé salva», es el hijo primogénito de María y José. Nace hacia el final del reinado de Herodes el Grande, alrededor de los años 7-6 a.C. ―en el 746 o 747 de la fundación de Roma. Sus hermanos o parientes son Santiago, José, Simón y Judas, además de hermanas o parientes, cuyos nombres no sabemos (cf. Mc 3,31-32). Los nombres de los hermanos corresponden a patriarcas judíos. Ello indica que es una familia tradicional del campesinado de la baja Galilea enraizada en la fe y costumbres judías. Los varones defienden el honor familiar y colectivo del pueblo con actitudes de responsabilidad en el trabajo, fidelidad a las tradiciones sociales y religiosas, justicia, etc. Las mujeres defienden dicho honor con actitudes femeninas como el recato, la castidad, etc.
            Lucas relata que Jesús crece en todos los aspectos fundamentales de la vida: a la vez que cumple años, aprende un oficio y mantiene una relación cada vez más bondadosa con Dios. Es una evidencia que se aplica a cualquier persona que nazca dentro de una familia y sociedad normalizada y que excluye los imprevistos individuales (discapacidades físicas, psíquicas, etc.) y sociales (guerras, revoluciones, ausencia de trabajo, etc.) que puedan darse en la evolución de una concreta existencia humana. Y todo ello ante la presencia del Señor, quien es el que conserva y protege toda la vida.
Si es cierto que la educación es escasa en este tiempo en la mayoría del Imperio, excepto en las familias pudientes, también es verdad el interés que el judaísmo ha prestado en su historia por la formación para todo el pueblo, y no sólo para la alta sociedad. Realmente no se debe aplicar a la época de Jesús la seria organización de las escuelas que más tarde refleja la Misná: «... cuanto más estudio de la ley, más vida; cuanta más escuela, más sabiduría; cuanto más consejo, más inteligencia; cuanto más justicia, más paz» (Abot 2,7).  Sin embargo ésta revela una mentalidad que no se debe eliminar para tiempos anteriores. La educación suele comenzar a una edad temprana: «Solía decir [Yehudá]: el niño de cinco [años debe comenzar el estudio] de la Biblia; con diez, la Misná; con trece [ha de comenzar a observar] los preceptos; con quince, [ha de comenzar] a estudiar el Talmud...» (Abot 5,21). La aspiración del creyente judío es tener una formación mínima para comprender todo lo relativo a su salvación. No es extraño, pues, que Jesús aparezca en los Evangelios leyendo la Escritura de pequeño (cf. Lc 4,16-30).
            La educación que recibe Jesús es la propuesta por la sociedad de entonces. A través de la sinagoga, y seguramente en la escuela adyacente, Jesús se forma en la Ley, se introduce en la cultura de su pueblo y asume las tradiciones de sus mayores. Estas tradiciones expresan la historia y las actuaciones que el Señor ha realizado en las diversas vicisitudes que Israel ha vivido a lo largo de los siglos. Se añade a esto el aprendizaje y cumplimiento de las normas de convivencia y la celebración de las fiestas religiosas según la Ley como la vive y entiende el campesinado de la baja Galilea al que pertenecen Jesús y su familia.

2.- Todo ello entraña una formación suficiente para adentrarse con cierta seriedad en la lectura de la Ley. Enseña en lugares públicos, en las sinagogas y en el templo. Así se explican los diálogos y diatribas que en su ministerio entabla con los escribas, fariseos y autoridades de Jerusalén sobre algunos párrafos de la Ley, además de presentar sugerencias y apreciaciones sobre los comentarios que corren de ella. No es una sorpresa que la gente lo llame «maestro» en un sentido amplio: el que se deduce de su autoridad moral y de su inteligencia natural unida a la formación para buscar el bien del hombre, lo cual lleva al pueblo sencillo a reconocerle como tal. Es un título que no tiene aquí su sentido técnico, pues Jesús no ha frecuentado una escuela rabínica propiamente dicha. Jesús es uno de esos sabios que dominan las tradiciones legales y las tradiciones éticas de Israel, pero no es un sabio del dominio que resulta del aprendizaje escolar de la Ley oral y escrita, sino del que proviene de una autoridad personal que va más allá de cualquier actividad racional y que provoca la admiración del auditorio: «Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: —¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad» (Mc 1,27).
            Leer la Ley y explicar ciertos párrafos de su contenido supone saber la lengua hebrea y aramea. La primera, porque la Escritura así está escrita; la segunda, como lengua hablada en Palestina por el pueblo de este tiempo. Jesús las emplea para comunicar dicha Escritura a los grupos de discípulos que le siguen y a la gente que comparte con él la celebración del sábado en las sinagogas. Tampoco hay que descartar que sepa algo de la lengua griega. Es la lengua común del Imperio y está presente en estas tierras y poblaciones desde Alejandro Magno (356-323 a.C.) y, sobre todo, desde el empeño de convertir a Israel en Grecia de Antíoco IV Epífanes (175-165 a.C.). Aunque el judío tiende a rechazarla, en especial el mundo rural apegado a las tradiciones y prácticas religiosas judías, se usa, al menos lo imprescindible, para entenderse en el ámbito público por las exigencias comerciales y políticas. Jesús, por su propia profesión, debe tratar con personas, que en la mayoría son judíos, pero también se incluyen aquellas que proceden del mundo de la Hélade, ya que Galilea está en parte integrada y en parte rodeada de ciudades griegas, además de la cosmopolita Jerusalén, donde es la lengua normal de los judíos de la diáspora, de los gentiles que la visitan por mil causas y de los estamentos gubernamentales romanos. Y todos ellos se entienden en griego, como la lengua de comunicación básica para las relaciones que resultan de los oficios de cada cual y de las exigencias de las instancias sociales, políticas y económicas.


3.- Nazaret pertenece a este mundo del campesinado. Y no es extraño que la familia de Jesús posea alguna tierra y una pequeña granja para cubrir sus necesidades. Pero Jesús no es un campesino, ni un ganadero, ni un pescador propiamente dicho, es decir, que vive del trabajo en el campo, de la cría de los animales, o de la pesca en el mar. Tampoco es un obrero de entonces, como un jornalero eventual de los tiempos actuales, sino que es un técnico (cf. Mc 6,3); es un artesano, que no tiene una función muy específica dentro de la sociedad palestina. Puede asociarse al que trabaja la madera, la piedra, el hierro. En el caso de Jesús se pueden dar estas actividades conjuntamente, aunque se une por lo general al que trabaja la madera o la piedra o el hierro en un taller. Al vivir en un ámbito agrícola, puede hacer o reparar arados, yugos, carros, etc.; o suministrar los escasos enseres que se tienen en las casas, como arcas, arquetas, banquetas, puertas o ventanas, por cierto muy diversos a los muebles que se usan en las casas de la sociedad occidental, porque la mayoría de las veces las gentes de Palestina se sientan sobre esteras y comen en el suelo. El artesano se ocupa también en la construcción, por tanto sabe de albañilería, de cantería, y maneja bien todos los utensilios que se emplean para este menester.
Y José Y María le harían cumplir a Jesús las fiestas principales de Israel en los lugares del culto habituales que son el templo y las sinagogas. Las fiestas en Israel se determinan por el ciclo natural de las estaciones. La fiesta principal es la Pascua, o la de los Panes ácimos o, simplemente, Ázimos. A los cincuenta días o siete semanas de la Pascua, se celebra la fiesta de las Semanas, o de Pentecostés, llamada algún tiempo de la Siega. En el templo se celebran también otras fiestas significativas en Israel. A los diez días del año nuevo se tiene el día de la Expiación (yôn kippur), fiesta de la reconciliación. Una de las señales características del pueblo hebreo es la celebración del sábado. De origen yahvista, al inicio simplemente se indica el descanso prescrito después de seis días de trabajo.



domingo, 22 de diciembre de 2013

Para meditar. La Encarnación

                                  La Encarnación




«La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1,14)


1.- La comunión íntima y máxima entre Dios y la Palabra se revela al mundo, y su gloria se hace visible a los creyentes como en otros tiempos el Señor se manifiesta a Israel. La revelación de Dios ahora está en el «Hijo único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad». Lo que se puede ver de Dios no es la gloria que el Hijo tenía con el Padre antes del tiempo, ni a Dios todo y totalmente, sino en la vida del «Hijo único del Padre», un don de Dios que la comunidad cristiana comprueba que es verdad.

2.- Por consiguiente, queda descartado abandonar el mundo para irse a lo más alto del cielo. El Señor se ha movido en sentido contrario: ha dejado su gloria para tomar la vida humana. El Hijo de Dios se ha puesto al alcance de los hombres. No debemos huir de la historia, pues el Señor se ha encarnado en ella. Aquí reside la clave de la fe cristiana: se apoya en una presencia de Dios en la historia de Jesús. Para salvarnos no podemos desertar de nuestra vida, de nuestras circunstancias, no podemos negarlas, sino asumirlas y mirarlas cara a cara.

3.- Un himno de la primera comunidad cristiana dice: «... el cual [Cristo Jesús], a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz» (Ef 2,6-8). El rico asume un modo de ser esclavo, se hace a imagen y semejanza del hombre, lo que le obliga a despojarse de sí en su relación histórica. Es un vaciarse de sí tan radical, y lleva consigo una generosidad tan extrema, que se coloca en el lugar más ignominioso que puede sufrir el ser humano, como es la muerte en la cruz. Es lo que no debemos olvidar, como también que Dios hace que su Hijo retorne a la gloria divina tansformándose en «soberano» de todo lo creado.


Teología. Navidad

NAVIDAD



Evangelio de Juan, 1,1-18

En el principio ya existía la Palabra […]
En la Palabra había vida
y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió. […]
La Palabra era la luz verdadera
que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella
y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron
les da poder para hacerse hijos de Dios,
si creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre
ni de amor carnal ni de amor humano
sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne,
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria,
gloria propia del Hijo Único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
1.- El Evangelio de San Juan comienza con unas declaraciones sobre la «Palabra», que van a elevar la confesión de fe en Jesús a su nivel máximo: la relación de Dios con él es una relación de Padre con su Hijo; y la relación de Dios con la creación y con nosotros es para decirnos quién es Él y su voluntad de salvarnos.  Es decir, Dios se revela para salvarnos y para decirnos que es nuestro Padre, y nos hace sus hijos en su Hijo unigénito. La Palabra se encarna en Jesús, y a Jesús lo comprendemos según se relata su vida y su doctrina en los Evangelios. Queda por saber cómo se ha realizado el plan salvador de Dios en la historia humana.

            2.- El Prólogo de Juan lo propone del siguiente modo. a.- El cosmos no es el primer acto creador de Dios, sino su «Palabra», que coloca su existencia fuera del espacio y del tiempo: «Al principio ya existía la Palabra», aunque no existe por sí misma; b.- hay una comunión entre Dios y la Palabra, que es una relación viva y, por tanto, activa: «y la Palabra estaba junto a Dios», no de una forma estática, como sentado junto a Dios, sino en movimiento, con el sentido de encaminarse, orientarse, dirigirse a Dios; c.-  y «la Palabra era Dios» que manifiesta la relación y presencia de la «Palabra» en el ámbito divino confiriéndole una identidad diferente; vendría a decir: «lo que Dios era también lo era la Palabra», por eso, la Palabra y Dios no forman una misma realidad; d.-  de nuevo se prueba la comunión entre Dios y su Palabra, y se une con el pronombre «ésta» a la primera afirmación de su existencia previa a la creación: «Ésta al principio estaba junto a Dios», y así entronca la revelación divina que hará con su presencia en la historia humana.

3.- Hay relación íntima y permanente entre la Palabra y Dios, que en la historia humana se da entre el Hijo unigénito y el Padre. Comprende esta etapa tres acciones fundamentales para la vida creada. En primer lugar, Dios crea por ella: Dios es conocido en la historia por medio de la Palabra. Dios origina la vida por medio de la Palabra y esta vida es la fuente de la luz que ilumina a los hombres para separarlos del mal, es decir, para salvarlos. En segundo lugar, la Palabra, ahora se pone en movimiento para dejarse ver. Y resulta que se encuentra también con un rechazo doble: «... el mundo no la reconoció [...] y los suyos no la acogieron». Hay «nacer de nuevo» para reconocer la Palabra; es un proceso que arranca de Dios y pone en movimiento las semillas divinas que están en el corazón humano para que se le reconozca y acepte en el ámbito del Reino. En tercer lugar, se muestra en la historia lo que ha venido anunciándose: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros».


Evangelio. Nochebuena

           NOCHEBUENA


                                 Evangelio de Lucas 2,1-14

            En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo en el mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad.  También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
 En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:  «No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».  De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo  y en la tierra paz a los hombres que Dios ama».

            1.- El censo de Quirino hace viajar a José y María a Belén, ―que significa «casa del pan»―, donde la tradición afirma que es la ciudad del futuro mesías (cf. Miq 5,1) y, en parte, de David (cf. 1Sam 17,12.58). José, como padre, debe darle la identidad judía a Jesús; él pertenece a la casa de David, de cuya descendencia debe venir el salvador de Israel. José recorre 150 km. con María y pasa de 650 ms. a 880 ms. sobre el nivel del mar, por eso «sube» a Belén. Belén es una ciudad muy pequeña, situada a 7 km. de Jerusalén. María da a luz en una establo, ―la presencia del buey y la mula provienen del profeta Isaías (1,3)―, lugar mucho más íntimo y privado que una posada, donde ganados, animales y transeúntes se mezclan por las noches. No podría faltar la matrona, obligada a estar en todo parto de una familia judía. El cielo, entonces, comienza a hablar, como sucede con las anunciaciones a José y María. La luz divina brilla en la noche a unos pastores que pueblan la zona, debido a la cantidad de sacrificios que se hace de corderos en el templo de Jerusalén. El anuncio comunica la noticia del nacimiento del salvador, la consiguiente alegría que origina todo nacimiento, y en este caso más, pues la identidad del recién nacido es la del esperado Mesías, el Señor y Salvador futuro de Israel.

2.- Jesús nace en un pesebre y los ángeles se lo comunican a una gente sencilla, como son los asalariados que cuidan los rebaños. El amo del rebaño duerme en su casa. Diferente a Juan Bautista, Gabriel ha anunciado el nacimiento de Jesús a sus padres en sus casas, bien lejos del templo, lugar sagrado de Israel, y de Jerusalén, la ciudad santa por antonomasia, y de Roma, capital del mundo económico y político de entonces. El Hijo de Dios nace pobre, y los pobres, los pastores, son los únicos que pueden reconocerlo. Como después sucederá cuando Jesús predique el Reino y cumpla la profecía de Isaías: «Los pobres son evangelizados», le dirá a los discípulos de Juan Bautista para identificarse con el esperado de Israel (cf. Mt 11,5; Lc 4,18).  Con Jesús, Dios habla desde su bondad y desde su ternura para poder actuar con misericordia con los marginados de toda situación humana; los que no cuentan en esta vida. Pero los ángeles se encargan de que no pase inadvertido el nacimiento y proclamen un mensaje de paz entre los hombres que sólo es posible cuando esa paz la ha establecido Dios con nosotros.

3.- El cardenal Hummes (Sao Paolo. Brasil) le dijo al Papa nada más ser elegido: «No te olvides de los pobres». Y el papa Francisco lo está llevando a cabo en la doctrina y en la práctica, y está obligando a los evangelizadores de la Iglesia a encauzar sus actividades con ellos según el Evangelio. El cristianismo no puede descuidar dos cosas que lo identifican en la historia humana: la revelación y la experiencia de Dios como amor y la recuperación de la dignidad humana de los marginados. Todo lo demás es secundario frente a estas dos responsabilidades históricas. Pero, a la vez, debemos der conscientes de una cosa:  sólo se percibe la pobreza y soledad de los demás cuando cada uno, en su vida personal, no está lleno de sí, sino que es un mendigo del amor, que sólo se sacia de la relación amorosa del Señor y de su presencia amorosa en todo ser viviente. Si no es así, no se podrá descubrir los lugares de soledad y pobreza que nos circundan.



sábado, 21 de diciembre de 2013

Cultura. La familia

                                         
                                                                                                                        
                                               La familia y el respeto

                                                                       Francisco Henares

            Voy a poner hoy dos ejemplos de mujer del Islam. Dos distintos: uno visto por mí en Cartagena; otro, más aireado por la prensa y TV de este verano. El que yo vi es un retrato sin letra, silencioso, que a mí me hacía meditar sobre la cultura árabe. Salían de comprar en una gran superficie tres mujeres de una misma familia. La abuela iba vestida totalmente a la antigua usanza, hasta la cabeza, al estilo de las antiguas monjas, y no llevaba bolsa alguna en las manos. La hija, joven de unos 40 años escasos, ya era mitad y mitad en su vestir. Iba de mora por la vida, y sin el velo siquiera, pero sí con el caftán y las babuchas. Portaba una bolsa de comida en la mano. La nieta, iba con un chándal, como si se dirigiera a un polideportivo a jugar un partido. Y llevaba las dos manos ocupadas por sendas bolsas de ese supermercado. Era la más cargada, por supuesto. Tendría 13-14 años. Y yo me quedaba pensando: fíjate; las mujeres españolas de una familia de hoy darían este retrato: la abuela y la madre cargadas, y la nena libre de manos, no sea que se nos canse la niña y se duela. Ya sé que soy un poco duro, sí, pero no me digan que no es más lógico que se cargue una adolescente con bolsas, que no la abuela. Para eso, están los huesos jóvenes, caray. He ahí una foto, por tanto, de la que sacar lecciones positivas. En buena parte, nos daban una lección de jerarquía familiar a los occidentales. Un ejemplo a seguir. A las abuelas hay que venerarlas, aunque sean todavía jóvenes, como tantas que vemos hoy en día.                                                        
La otra foto proviene de Francia, nuestro país vecino, ejemplo durante siglos de la igualdad, libertad, fraternidad y tolerancia, como siempre se ha dicho. Pues bien, hace sólo unas semanas, una madre islámica, embarazada, perdió su bebé porque un grupo de skinhs la atacaron por la calle a palos, en el barrio parisino de Argenteuil. ¿Qué pecado había cometido la pobre? Ninguno. No tuvo tiempo ni de defenderse de tales bárbaros Pero para ellos estaba marcada por una triple culpa, es decir, era mujer, encima era musulmana, y encima iba con velo en la cabeza. ¡Ya ves que tres culpas más desangeladas a estas alturas de la vida! Y eso ocurre en un estado en el que viven cuatro millones de musulmanes, nada menos. Debemos estar locos los seres humanos, para ser tan bestias. Sólo algunas bestias (animales, digo) atacan a las crías de otras madres. En todo caso para comer, dada la necesidad de la selva. Lo peor de esta islamofobia es que no ve nunca nada que le sea ejemplar para su propia cultura. Y eso que no hay ninguna cultura que pueda creerse superior. Si lo es en algunas cosas, luego, muestra sus peores colmillos en otros mil casos. Ciertamente, la parte solidaria del Islam casi no llama la atención en Occidente. Su entraña religiosa (que la tiene y muy honda) sólo vale para que se hable del Ramadán del verano, acusando a todos de retrógrados y bichos raros.
Este verano, en los mercadillos de la playa, en el pueblo en que estamos nosotros, y en donde vive un grupo de familias de Senegal, una de las bellas madres, negras y bellas con sus vestidos de colores, le decía a mi mujer que ellas eran coránicas y cumplían las leyes del Corán, a mucha honra, pero que nosotros los cristianos cada uno hacía casi lo que le daba la gana con su religión. Fijémonos en que lo que vamos tratando ahora no trata sólo de religión, sino de culturas distintas y solidaridad, cosas que podrían complementarse unas a otras, si se escucharan, o se admiraran en parte y fueran críticas en otra, como está mandado. Todo con el fin de convivir, como ocurre dentro de las mejores familias, entre padres, hijos y sobrinos. Las culturas –durante muchos siglos- casi no han servido para otra cosa que para zurrarse la badana, pero poco para admirarse y ayudarse. Según el Observatorio francés contra la islamofobia, este racismo de ahora se ceba contra las mujeres que practican esta religión. Otra vez es la mujer la pagana. Se les olvida a estos skinhs y castas turgentes que hacer mártires es la peor forma de borrar del mapa a contrarios. Al revés, se reafirman, porque para ser malo, urge  ser inteligente;  para cumplir con las creencias hay que ser fuerte; y para ser solidario hay que abrir bien los ojos a este mundo.